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mos a un dragon de Puerto-Carmen o Patagones, que habia traido a los caciques la invitacion para ir a esa ciudad, con el objeto de hacer tratados de paz. Conversé con Huincahual, Antileghen pasaba la palabra i como estábamos cerca de Huechuhuehuin que cita a cada instante Villarino en su diario, le pregunté si no sabia nada de él; me contestó que su padre le habia dicho haber conocido a este español cuando subió el rio desde el Cármen en unos botes con cañones, trayendo mucho pan duro (galleta); le pregunté tambien si sabia que habia existido antiguamente cerca de Nahuel-huapi una mision de cristianos, me dijo que su mujer descendia de los Limaichées que vivian cerca de la mision i que el lugar de ésta se llamaba Tucamalal. Sonidos diferentes de los que habian herido mis oidos en los toldos de Paillacan me hicieron preguntarles si no hablaban por acaso el mismo idioma, i supe que ademas del idioma Pehuenche o Araucano, hablaban tambien la lengua Tehuelche, porque habia muchos de esta raza.

El estero del Quemquemtrcu en cuyas orillas se hallan los toldos de Huincahual, corre en un valle bordeado por lomas suaves; todo el fondo del valle es tapizado de un pasto alto, en donde pacen en libertad los caballos. Este valle como lo vimos en seguida, tiene ocho o doce kilómetros de largo i uno de ancho; no léjos está el rio Chimehuin, afluente del Limay i que Villarino llama Huechun. La leña es escasa; en unas quince leguas, apenas hemos encontrado uno que otro arbusto, por eso, como tambien por el poco pasto, no estan juntos los toldos, sino desparramados a lo largo del valle. Por la primera vez allí vi coser a las mujeres; usan nérvios de avestruz o caballo en vez de hilo, i por aguja, una lezna de zapatero; apesar de la imperfeccion de esos útiles, cosen con mucha destreza i velocidad. Dormí en el toldo de Huincahual en la misma cama con el dragon arjentino; Lenglier con Argomedo, en el de un indio viejo llamado Jacinto que al dia siguiente contestó a Cárdenas un disparate curioso que referiré: Cárdenas le habia comprado un caballo por dos botellas de aguardiente; cuando se hizo el convenio, nuestro viejo Jacinto, tenia ya la cabeza encendida, i cuando se trató de pagar, negó todo, ¿pero, le decia Cárdenas, voi a perder entónces mi aguardiente? puede ser, contestó con mucha sangre fria el Tehuelche; pero tu hicistes mal al darmelo cuando estaba ya ebrio.

12 de enero.—Al amanecer, Hunicahual me rogó que ántes de marcharme, le escribiese, una carta para don Romualdo Patiño, juez de Quinchilca, mision de la provincia de Valdivia, sobre un pleito