Página:Viaje en las rejiones septentrionales de la Patagonia.djvu/109

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
— 95 —

que tenia allí un indio suyo. El pehuenche habia cometido seguramente alguna picardia en ese lugar i le habian detenido un caballo. Escribí; el lenguaraz de Hunicahual me traducia las palabras del viejo cacique. La carta decia: "que todos los indios en jeneral i los de Hunicahual en particular, eran jente honrada, que mantenían buenas relaciones con los chilenos, i que en el interes de todos debia reinar la paz i la buena fé, que el Hunicahual trataba bien i hacia respetar a los chilenos que venian a comerciar a sus tierras, i era justo que tambien en la otra banda se respetase a su jente etc.," i despues hablaba del hecho. Concluida la carta, la pasé al cacique para que la firmase; la firma fué mui simple: se contentó con trazar una pequeña línea en forma de caracol.

Iba a despedirme de Huincahual, penetrado i conmovido por los sentimientos de justicia i equidad de este honrado cacique, cuando me hizo una proposicion, que despues de la carta que habia escrito, me dejó estupefacto: queria el buen hombre, que le dejase dos de mis mozos. ¿cómo esclamé, tu me mandas escribir una carta, en dónde haces lucir tu amor a la justicia i a la equidad, i despues me vienes con una proposicion que quebranta todas sus leyes: quieres que te dé dos de mis mozos? ¿Creés buenamente que estos honrados chilotes son cosas i no cristianos, que se pueden regalar a un amigo, como se regalaria una yunta de bueyes,? me habia escuchado Huincahual, mis ademanes le fueron esplicados por la traduccion de mis palabras que le hizo el lenguaraz; me dijo que sentia lo que habia sucedido, que él no tenia la culpa, pero sí su hijo, que le habia soplado al oido, la idea de esa proposicion. Nos separamos buenos amigos.

Por la mañana habia mandado adelante a los tres peones; como a las ocho o nueve nos pusimos en camino. El fiel Tigre, con las patas hinchadas por las espinas que cubren el suelo, nos seguia con trabajo. Caminamos por un sendero en medio del pasto, i anduvimos una hora hasta un estero, tributario del Quemquemtreu, en donde nos refrescamos con agua i harina tostada, un poco mas léjos atravesamos un rio dos o tres veces i entramos en una quebrada, en lo alto de la cual habia una meseta donde soplaba un viento helado. En ese momento pasó cerca de nosotros un indio de cara cobriza, nos acompañó un rato i despues seguió adelante: mas tarde encontraremos otra vez a este personaje. La vecindad de las cordilleras, se dejaba sentir ya, tanto por la temperatura, sensiblemente mas baja como por los árboles que eran menos escasos. A la bajada de la meseta, entramos en un manzanal silvestre, i galopando algun tiempo lle-