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sion de los dogmas i costumbres del Catolicismo. Partió, pues, con todos sus libertos en 1670, i trasmontando la cordillera, dió con el gran lago de Nahuelhuapi, en cuya orilla boreal colocó su misión improvisando con una palizada cubierta de ramas i paja una capilla para el ejercicio del culto, i junto con ella una pequeña ramada para su habitacion.

Acabadas en pocos dias por la activa cooperación de los indíjenas, estas humildes construcciones e inaugurado el servicio de la relijion al que asistieron todos los indios, el padre se encaminó hácia el Sud, dejando de paso los libertos en los lugares de sus respectivos nacimientos; i en llegando al territorio de la Reina, no le permitieron pasar adelante por necesitarse, según dijeron el permiso de las autoridades Cesáreas, que ella se ofreció conseguir por medio de sus mensajeros. Ignorando el padre Mascardi, que idioma hablarian los Césares porque no se hallaban acordes los testimonios en este punto, les escribió las cartas en Griego, Latin, Español, Italiano, Araucano i Poya manifestándoles el caritativo i relijioso objeto de su viaje; i despues de algun tiempo volvieron los mensajeros finjiendo que unos indios los habian salteado i quitado las cartas.

Regresó mal de su grado a su misión resuelto a renoavar su empresa como lo hizo en 1671 dirijiendo su rumbo hácia el S. SO. por el cual llegó a descubrir el Mar Pacífico, i en 1672 hácia el S. E. hasta dar con el Cabo de las Vírjenes. Por supuesto que en ninguna de tan largas i trabajosas escursiones encontró la ciudad que solo existia en la fantasía de algunos hombres; pero en la primera recojió un cuchillo, que en Santiago de Chile fué reconocido ser del hijo de uno de los principales jefes naufragados poco ántes en aquella costa; i en la segunda halló en una ensenada del Atlántico señas de haberse calafateado allí alguna armada, lo que comunicó al gobernador Henriquez desde el interior de Patagonia, quien ya sabia por los ingleses apresados en Valdivia que en 1671 un capitan ingles había carenado en ella la suya. Pero estas coincidencias que sirvieron de irrefragables testimonios de haber llegado el padre Mascardi a uno i otro mar, no son las que le aliviaron la pena de no hallar ni en el uno ni el otro las almas que buscaba; pero si lo fueron los cuatro mil párvulos que bautizó en la ultima travesía i los muchos millares de adultos a quienes anunció la palabra divina i en los cuales halló buena disposición para abrazar él cristianismo.

Invernó por tercera vez en Nahuelhuapi ocupado en doctrinar las jentes de aquel lugar i de los circunvecinos, muchos de los cuales