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de Huitraillan, pero como llegó mui tarde, fué preciso aplazar la conferencia para el dia siguiente.

Al amanecer nos juntamos bajo la ramada enfrente del toldo, Inacayal, su padre Huincahual i yo.

Inacayal me agradó al momento, tiene el ademan franco i abierto, la cara intelijente, i sabe algo de castellano; de cuerpo rechoncho pero bien proporcionado. Le dije que habia sentido mucho, no haberle visto en mi primer pasaje por las orillas del Quemquemtreu; que lo que habia oido hablar de él, me habia inspirado mayor deseo de conocerle, i tenia la esperanza que me llevaría consigo hasta Patagónica. Me contestó que lo haria con mucho gusto, porque podia servirle en calidad de secretario en sus negociaciones con el Comandante de Patagónica, i diciendo esto mandó que le trajeran las cartas que habia recibido de ese pueblo.

Los indios, una vez que reciben cartas, las dan a leer a todo recien llegado, sea para enterarse bien del contenido, o para ver si no se les ha ocultado algo. Juan chileno que habia llegado en la mañana, traducia frase por frase lo que leia. La carta era del coronel Murga, entonces Comandante de Puerto-Cármen. Convidaba a los indios a que fuesen al Cármen con el objeto de hacerla paz. Para inducidos, mandaba la lista de los regalos que habia recibido del gobierno central para recompensar a los caciques; al mismo tiempo adjuntaba una carta del Ministro de la Guerra de la República Arjentina, en que les decia que tuviesen entera confianza en las palabras del coronel Murga, porque le habia delegado plenos poderes para tratar.

Añadamos en honor de nuestro amigo Celestino Muñoz, que el coronel en su carta encargaba a los indios que tuviesen muchos miramientos para con él. Leídas las cartas, las puso Inacayal en un pedazo de tela, las ató con, un cabo de lana colorada, i las guardó hasta la llegada de otro que supiese leer, i cuya lectura iban a oir los indios quizas por la vijésima vez.

Hice regalos a Inacayal. Juan chileno regaló tambien al cacique un barril de aguardiente, que yo le habia cambalachado en Arsquilhue por un caballo. En la tarde, el viejo Huincahual se ató la cabeza con un pañuelo nuevo i se puso su mejor poncho para presidir la ceremonia de la abertura del barril. El sol estaba a punto de ponerse. Hueñupan, elevado a la dignidad de maestro de ceremonias, fijó tres lanzas en el suelo como a cincuenta metros de los toldos. Huinicahual convocó a os hombres de lanza de la toldería, i teniendo cada