Querido manso mío, que venistes
Apariencia
- Soneto 189
Querido manso mío, que venistes por sal mil veces junto aquella roca, y en mi grosera mano vuestra boca y vuestra lengua de clavel pusistes, ¿por qué montañas ásperas subistes que tal selvatiquez el alma os toca? ¿Qué furia os hizo condición tan loca que la memoria y la razón perdistes? Paced la anacardina, porque os vuelva de ese cruel y interesable sueño, y no bebáis del agua del olvido. Aquí está vuestra vega, monte y selva; yo soy vuestro pastor, y vos mi dueño; vos mi ganado, y yo vuestro perdido.