Quintillas
De las entrañas de un roble
salió una dama modorra:
quiso estirarme la po-bre
una pluma de mi gorra
para vestirse de hombre.
En mi enfermedad interna
no sé qué remedio elija:
tengo tan larga la pi-erna
que me maltrata prolija
si el tiempo no lo remedia.
Fui a verla el otro día;
se estaba peinando el moño:
me convidó con su co-che
para pasar a Logroño,
a dormir aquella noche.
Con tu cintura delgada
tú pasas fuertes trabajos,
pues te hartas de cara-coles,
y si los guisas con ajos
te han de salir los colores.
Ahí os entrego a millares
mis camisas y calzones,
también mi par de co-llares
para que en admiraciones
adornen vuestros altares.
Pasé a verla de mañana
y estaba matando un sapo:
me puse a mirar su pa-dre,
que limpiaba con un trapo
su carita de vinagre. -
Los amantes de violón
que violaron vuestras hijas
mandan les corten las pi-ernas
porque no sean prolijas
y las echen a un rincón.
Yo tengo una dama hermosa
de condición absoluta:
ella me parece pu-so
por bajo precio la fruta
acomodándose al uso.
Con vuestros ojos ponéis
en prisión los corazones,
y agarrando los co-géis
con los dulces eslabones
de las redes que tendéis.
Tu nariz copos deshechos,
tus mejillas dos macetas,
¡Quién se viera entre tus te-chos
con dos luces por planetas
y dos pomas a los pechos!
Es tu boca de azahar,
tus labios belfo madroño;
y es tan blanco tu co-ral
que lo matizó el otoño
a imitación del rosal.
Al pintar tu rostro bello
tosco es el pincel más chulo,
porque es tan blanco tu cu-ello
que los cristales anulo
y las nubes atropello.
Tu pie de nieve destapa
ágil el pincel más guapo,
y es tan singular tu pa-ta
que en un punto la destapo
y en un jazmín se dilata.
¡Ay, mi niña, si al pintarte
miraras hacia acá abajo
y me vieras el cará-cter
que hizo en mí tu perfección
cuando comencé a pintarte!
No me juzgue amor pelota
al contemplarme bisoño,
porque me muero por co-ta
y no hay soldado en Logroño
que empine mejor la bota.
Batallas, no, amor, revoques;
sal al encuentro y me abrocho,
mas si no me das el cho-que,
a soldado sin bizcocho
¿de qué le sirve el estoque?
Cansado me llegué a hallar
de un pie que pensé en perder,
y de continuo ho-llar
ya no me puedo tener,
mas siempre te he de adorar.
Aunque en pie la duda esté,
prevente al instante, hija,
que voy a meter mi pi-e
en la primera vasija
que tu belleza me dé.
Si ardo en lumbres infinitas
del amor llamas internas,
allá voy, abre las pi-tas
haremos cuerdas eternas
por ahorcarme necesitas.
Vida y muerte vibra impía
tu mano, cura mi anhelo,
porque no hay mejor ciru
gía que el contacto de tu cielo
y de tus luces el día.
No imagines que despierte
otro ardor ya para amarte,
porque tengo de empren-derte,
o la vida ha de costarte
o yo tengo de perderte.