Recortes
Supongamos que se trata de un periódico que ayer fue de oposición y hoy es ministerial; supongamos también que yo conservo una porción de recortes de ese periódico en las dos épocas, y supongamos, por último, que los publico ordenados por asuntos.
He aquí el resultado que me daría la operación:
Las palabras orden y moralidad en boca de un Gobierno de represión como el que nos rige, son sinónimas de tiranía. «No hay orden ni moralidad posible sin libertad». Hágase al pueblo libre, concédansele los derechos que en justicia se le deben, y lo demás vendrá ello solo.
Las palabras derechos y libertad son una quimera, si no van acompañadas de los deberes correlativos. «No hay libertad posible sin orden y sin moralidad». Hágase el pueblo juicioso y morigerado, y entonces podrán entregársele todos los derechos que para él conquistó la revolución de septiembre. Mientras tanto, no se pierda de vista que sin orden no hay Gobierno posible.
Para los gobiernos que, como el que desgraciadamente nos rige, no se apoyan en principios francamente liberales, toda la fuerza estriba en el presupuesto: los que de él comen son los únicos ciudadanos que le defienden. De aquí que no se encuentre un liberal en las oficinas del Estado, porque los ministros tienen buen cuidado de sustituirlos con empleados completamente identificados con la situación, sacrificando frecuentemente la probidad y la inteligencia al favoritismo y a la intriga. Entre tanto, si España ha de verse bien administrada, es preciso que cese ese sistema funesto. Los funcionarios públicos no deben tener más títulos a la consideración de los ministros que su aptitud, que su probidad, que sus buenos servicios... Vergüenza nos causa pasar la vista por las largas columnas de nombres propios que estos días publica la Gaceta, con motivo, sin duda, de la última modificación ministerial. ¡Pobre España!
Sus excelencias se ocupan activamente del cambio de personal de sus respectivos departamentos. Quince días lleva la Gaceta publicando nombramientos y las cesantías correspondientes, y aún tiene tarea para tres semanas. La necesidad de esta medida no puede ocultarse a nuestros lectores. Las oficinas del Estado estaban llenas de reaccionarios, mientras los buenos liberales perecían de hambre. Aconsejamos a sus excelencias que no cejen un punto en su empresa, hasta que logren ver todos los puestos, por insignificantes que sean, ocupados por los hombres completamente identificados con la situación. Antes que todo, la idea.
Se nos asegura que el brigadier A va a ser ascendido a mariscal de campo, en premio a los méritos que ha contraído apaleando a los liberales de B, que se habían sublevado pidiendo economías. ¡Pobre España! ¡Pobre Hacienda! ¡Desdichados contribuyentes!
Por más que quieran calumniar a la situación los periódicos de la oposición reaccionarios, no son setenta y uno, sino setenta, los jefes y oficiales que recibirán el empleo inmediato con motivo de la solemnidad de pasado mañana. Tampoco son tres los propuestos para capitanes generales, sino dos. En cuanto al motivo de estos ascensos, no puede ser más atendible ni más justo, pues militan en abono de los agraciados, no solamente la circunstancia de sus muchos servicios a la causa de la Libertad, sino la de haberse dado pocos días hace un ascenso general, es decir, a todo el Ejército. Desengáñense los reaccionarios: no son estas larguezas, que al cabo refluyen sobre buenos liberales, las que siente la nación, sino los despilfarros de los pasados gobiernos, que se fueron para no volver. ¡Viva España con honra!
Hay actos tan repugnantes y tan odiosos que siempre se resiste a creerlos la razón de los hombres honrados y dignos. Por eso no hemos querido prestar fe a los rumores que circulan estos días, según los cuales el destierro del general X, acusado de conspirador, y la cesantía del dignísimo y probo funcionario Z, reconocen por origen la delación de un periódico ministerial. Repetimos que no damos crédito a semejantes rumores, porque, por lo mismo que somos honrados, no concebimos que haya hombres capaces de olfatear como sabuesos las huellas de otros hombres para ponerlos al alcance del amo a quien sirven miserablemente los delatores. Pero si fueran ciertos los rumores, no hallaríamos en el diccionario palabras bastante fuertes para expresar la indignación que semejante conducta nos causara. Nada decimos de las vejaciones ocasionadas al desterrado; pero ¿qué diremos del pobre funcionario depuesto, cuya familia quizá no tenga otro sostén que su sueldo?
Infatigables centinelas de la causa liberal, no cesaremos de aconsejar al Gobierno que acabe de limpiar sus oficinas de todos los empleados que aún quedan en ellas de la pasada dominación; por de pronto, sépase que el portero de la Dirección de *** fue nombrado por el Poder inmoral que hemos derrocado. De la procedencia de este funcionario existen otros varios de mayor categoría, cuyos nombres publicaremos, si el Gobierno sigue haciéndose el sordo. Nos consta también que un personaje que a él perteneció tiene la osadía de pasearse por Madrid a ciertas horas de la noche desde la calle A a la plazuela de B, y se le conoce por el cuidado con que se recata, a fuer de criminal, de todo transeúnte. No decimos más. Y ya que de este asunto tratamos, trasladamos al Gobierno la noticia que nos acaba de suministrar un consecuente y honrado liberal. Parece ser que en la habitación que ocupó una querida de uno de los hombres de la anterior situación existen cuatro camisas, tres pares de medias y una papalina, todo perfectamente empaquetado y como en disposición de expedirse por ferrocarril al extranjero. Esperamos que también de estos objetos se incautará la nación, a la cual pertenecen.
Los periódicos ministeriales vienen hoy llenos de pomposas descripciones de la recepción que tuvo lugar anoche en casa del presidente del Consejo de ministros. También nos hablan mucho de la fiesta dada por los marqueses de A y de las que disponen los duques de B y los condes de T. Magnífica perspectiva para la nación. Sabroso manjar para el pobre pueblo que se muere de hambre.
Y a todo esto, ¿cómo va la discusión del escandaloso presupuesto de 2.000 millones presentado a las Cortes por el ministro de Hacienda?
Anoche dio el general Prim un espléndido banquete a todos los oficiales de la guarnición. -El general Serrano ha dado una comida suntuosa a los diputados de la mayoría. -Los diputados de la fracción A han comido hoy en la fonda Lhardy. -El general Prim llevará a la cacería que ha dispuesto en los montes de Toledo una escolta de dos escuadrones de Caballería, un piquete de Guardia Civil, veinte carruajes, ochocientos perros, cuarenta batidores, etc., y, además, se pondrá un telégrafo entre aquellas agrestes soledades y esta capital. -Esta noche se clara un baile en la Casa de la Moneda. -Ayer dio un banquete a sus amigos el bizarro general M, uno de los hombres más importantes de la situación. -La disidencia surgida entre la mayoría con motivo de la cuestión R se arreglará definitivamente en la comida que dará a los miembros de aquélla el señor presidente del Poder ejecutivo. -La discusión de los presupuestos será reñida. -La cifra de 3.000 millones a que se elevan los gastos no debe asustar a ningún patriota, si, libre de toda pasión, se fija en los despilfarros de los Gobiernos reaccionarios y en las atenciones que acarrea una revolución tan gloriosa como la nuestra. -Aconsejamos a la fracción republicana que no se oponga con sus votos a la aprobación del proyecto, pues sin él es imposible la salvación de la Libertad. -Dentro de breves días serán promovidos a generales cuarenta brigadieres más, muy acreedores a esa recompensa por sus muchos servicios a la revolución.
AYER. -¡Qué hambre tengo!
HOY. -Ya comen los míos. Ya como yo también. ¡Viva el presupuesto y húndase la patria!
(De El Tío Cayetano, núm. 32.)
27 de junio de 1869.