Resonancias
Resonancias
Trueno!... Enorme alarido
de la negrura desgarrada, fiera
voz del gran nubarrón, que, suspendido
del azul, mancha la infinita esfera:
Yo aplaudo tu estallido!
Hijo del rayo torvo, d‘ese inicuo
devastador que ciegamente mata
con su visaje lúgubre y oblicuo
cuando el ciclón su cólera desata:
¡Tu fragor me enajena y me arrebata!
De qué caverna del abismo sales?
De qué confín remoto
vienes y a qué rincones siderales
llevas tu inmensa voz de terremoto?
Tu largo y poderoso tableteo,
que asorda el horizonte,
no me infunde pavor, sino deseo
de ver tu carro bronco y giganteo
despeñarse y rodar de monte en monte!
A tambor soberano
del gran combate negro
de los hondos azules:
De cielo y ocëano:
Cuando te oigo, me alegro!
Cuando atraviesas los rugosos tules
de las nubes plomizas,
semejantes a lívidos montones
de apretadas cenizas,
rotos por los soberbios aquilones
del rayo entre las ráfagas rojizas,
gozo tanto al oírte,
como la ola que la espuma esmalta
y muge y corre y se encabrita y salta
sin que le importe la traidora sirte!
Al escucharte gozo,
porque tu voz es signo de bonanza;
nada importa el destrozo
mientras brille el fanal de la esperanza!
Tu voz, pasma y aterra,
pero a mí no!...pues sé que tras la lluvia,
como tras los estruendos de la guerra,
la dulce mies del pan… será más rubia
y el hombre… algo mejor sobre la tierra!