Ir al contenido

Reveladoras/VIII

De Wikisource, la biblioteca libre.
Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.
VIII


Sólo que los sorprendió la voz de Gloria en la azotea, llamando:

— ¡Rodrigo! ¡Rodrigo!

Gloria extrañó no verle; pero, guiada por el rumor de la conversación no lejana, no tardó en descubrirlos en la torre. ¿Quién acompañaba a Rodrigo?

Ellos se escondieron.

Maliciosa, Gloria insistió en llamarle, advírtiéndole que le había visto.

Y entonces Rodrigo tranquilizó a su amiguita, empezando a descender con ella.

Apareció él primero por lo alto de la tapia. Detrás, Elia, que no osaba apearse hasta que el muchacho lo hiciese, y miraba a Gloria sonreír:

— Bueno, ¿y qué? ¿Qué quieres tú?... Esta es una niña que vive en la fonda — explicó Rodrigo, a caballo en la pared —. ¿Para qué me llaman?

No obstante, sentía enojo de rubor por haber sido descubierto; él, que, sin saber por qué, les había ocultado a su mamá y a Petra las entrevistas de la azotea..., ¡él, que no le había dicho a nadie del mundo que soñaba con su linda amiguita por las noches!

— Está el sastre, y van a probarte un traje — respondió Gloria.

Añadiendo con burla:

— Puedes presentarle esta niña a tu mamá, que te admirará viendo cómo cazas por los tejados las amigas.

— ¿Quieres? — le preguntó a Elia Rodrigo, ingenuamente, sin notar que bromeaba la doncella.

¡Oh, no! Ya era tarde. Elia tendría que ir al circo para los ensayos: la reñirían luego, al saber que, sin permiso, había estado en casa extraña.

Se desternillaba Gloria de risa, sin perder ojo a la galantería con que el señorito llevó a la muchacha rubia de un lado a otro, escalera al hombro, para ayudarla a saltar las tapias.

Después bajaba bromeando con Rodrigo cruelmente, poniéndole de mal humor al darle la enhorabuena por la novia que se había echado al estilo de los gatos..., tan linda y que de tal modo entendía la conveniencia de permisos, según que hubiese de visitar por dentro o por las azoteas las casas de vecindad...

— Bueno, hombre; si hay cría, yo os ofrezco de padrino a Barbastristes. Cantará el Miarramamiau...