Revista de la semana del No. 33, 1869

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​El Museo Universal​ (1869)
Revista de la semana del No. 33, 1869
 de Nicolás Díaz Benjumea


REVISTA DE LA SEMANA.

T

iene el cesar francés la habilidad de hacer aparecer como gracia lo que está obligado á dar por fuerza, diciendo que siempre estuvo en su ánimo conceder libertades, y que el paso de ahora no es sino una consecuencia lógica del plan que se propuso llevar adelante, desde que tomó á su cargo la grave tarea de cuidar paternalmente de los franceses.

En medio de esto disertan algunos periódicos, como de nuevas, sobre la conveniencia de que el jefe del Estado reine y no gobierne, y Mr. Prevost-Parado en su entusiasmo por esta idea, y porque la constitución se corte por el patrón de una colmena, quiere que la reina tenga una habitación ó celda mayor que las demás, que todo el pueblo la sirva y la respete, que pasee, coma y ponga sus huevos cuando le parezca, pero por Dios que no gobierne, porque entonces lo hemos echado todo á perder. El único riesgo que vislumbra, es que S. M, no guste de esta existencia pasiva; pero bien mirado, como tenga en equilibrio los humores, bien se puede dar con un canto en los pechos con llevar una vida tranquila y placentera, y con cobrar la mas respetable nómina de la Francia.

A todo esto la festividad del dia o lleva á los parisienses lejos del tumulto y atrae á los forasteros y touristas á la grande ville. El verdadero hijo del Sena no puede soportar el 15 de agosto ni el día primero de año, y deja el campo libre a los papa-moscas de provincia y de allende el canapara que admiren las iluminaciones caprichosas que convierten á París en una ciudad estrellada, radiante y misteriosa. A la claridad de esta luz, tal vez firme el emperador el manifiesto dirigido á la nación, en que anunciará el último acto de su personalísimo gobierno, reducido á rebajar algunas contribuciones y á dar mayor desarrollo á la educación.

La epidemia duelista sigue reinando en Francia. La mas notable entre estas controversias á palos, restos de las preocupaciones bárbaras de la Edad Media, ha tenido lugar, como siempre, entre dos periodistas. Paul de Cassagnac, director del Pays, llamo republicano loco á Gustavo Floren s, redactor del Rappel, quien á vuelta de impresión le retorció el cumplimiento llamándole bonapartista demente. Dicho esto, se dió punto al uso de la tinta para escribir á sablazos sobre e pecho del adversario, argumentos postreros de los tremendistas. Desafiáronse, reuniéronse, pelearon con igual destreza y desigual fortuna, y por cuanto la espada de Cassagnac grabó tres razones profundas en e pellejo de Mr. Florens, la Francia y la Europa entera queda convencida de que

En esta salvaje y fiera liza,

lleva mas razón quien mas atiza.

Mientras esto sucede en París, los directores de los periódicos, París y Peuple se horadan recíprocamente los cueros en las cercanías de Marsella, y ofrecen comidilla á las tertulias que ponderan la esquisita sensibilidad de epidermis moral de estos nuevos Roldanes y Oliveros. Parece mentira. Esta manía ó rabia espadachinesca acusa uno de los dos siguientes males: ó la inteligencia ha decaído mucho en Francia, ó la opinión pública no tiene allí el menor ascendiente.

Una vez establecida la nueva comunicación con América por medio del cable francés tras-atlántico, ha comenzado una rivalidad entre las compañías de Francia y de Inglaterra en materia de disminución de precios por telégramas que debe redundar en beneficio del público. Según la tarifa inglesa costaba un despacho 2OO reales y 15 reales por cada palabra extra. Los franceses lo han puesto a razón de 160 por despacho, visto lo cual los ingleses los han bajado, usando de represalias, á la suma de 150. Se espera ahora que la compañía francesa haga otra rebaja, que obligará á los ingleses, por no ser menos, á nuevas reducciones, hasta que con tanto aflojar la mano alternativamente, vengan a trasmitirse las noticias gratis y quizás con dinero encima. Lo malo será que tras estas competencias se arreglen los pastores y acabe por salir cara la concordia al rebaño del público.

Los ingleses, después del gran paso dado en su organismo político, descansan por ahora, no sin proyectar algunos, que el mismo sistema de igualdad se aplique en parte al principado de Gales. Los rumores de nuevas desavenencias entre el sultán y el vi-rey de Egipto, los tienen un tanto con la barba sobre el hombro. Por lo demás, otras materias de gobierno desarrollo é intereses privados les llaman la atención hoy dia, entre ellas la cuestión de las ventajas ó inconvenientes de la vacuna acerca de cuyo preservativo andan discordes los médicos, siendo muy probable que acaben estas controversias por derogar la ley de 1866, que hacia obligatoria la inoculación, visto que muchos médicos se declaran ya contra la invención de Jenner que califican de envenenamiento.

Ya se han publicado en Alemania las bases del código de procedimientos para la confederación del Norte, elaboradas por una comisión especial. Según ellas quedan suprimidas todas las jurisdicciones privadas y tribunales privilegiados. Habrá tribunales de primera instancia y de alzada ó apelaciones y un tribunal Supremo de casación. Las profesiones de abogados y procuradores serán libres, y los procesos públicos y orales. Nos parece muy acertada esta reforma de los señores con federados. -

En Berlín parece que ha terminado la huelga de los alarifes, que tenia puestos en jaque á los maestros de obras y arquitectos, saliéndose con la suya los operarios que pedían aumento de jornales. Lo verdaderamente triste es, que no haya podido rescatarse vivo ninguno de los trescientos y veinte y un trabajadores mineros que quedaron sepultados en la mina de carbón cuya explosión fatal llenó de terror á los habitantes de Dresden. Tanto en Alemania como en Bélgica é Inglaterra, van menudeando estos terribles accidentes en que perecen innumerables obreros, por falta de precaución, á veces, ó por no haber aun encontrado segura defensa contra las mortíferas acumulaciones de gas carburado, tan frecuentes por exceso ó escasez de ventilación en los pozos.

La opinión del conde de Beust sobre el futuro pacífico ó belicoso de la Europa, ha servido de texto á muchos y diversos comentarios en la prensa Europea. Dice este señor, diplomático austríaco, que es cuanto hay que ponderar, que si Europa puede gobernarse tranquilamente por espacio siquiera de cuatro años, que habremos puesto cadena y candado á las puertas del templo de Jano, y disfrutaremos de calma chicha por luengos y dilatados años. Con esta declaración, que entre paréntesis, la hemos oido ya á muchos, sin pertenecer á la cancillería de Viena, podréis, ¡oh pueblos! confiar en que no habrá pelamesas en el Rhin, en que Francia hará la vista gorda sobre el engrandecimiento de la Prusia, y en que el emperador no piensa en dar funciones de pólvora para distraer el animo de su pueblo, de suyo versátil y cosquilloso; pero el daño está en que esta lengua, como dice Talleyrand, se ha dado al hombre para ocultar sus pensamientos, bien puede ser que estemos en vísperas de batallas. La fortuna es que la cuestión de paz ó guerra quedará en Francia en manos de la Asamblea legislativa, y que Prusia, el Austria y la Rusia, no tienen dinero para costear esa clase de espectáculos.

Las noticias de los Estados-Unidos nos anuncian e largo viaje de Mr. Seward á Alaska, provincia de la América rusa, adquirida por la Unión recientemente, y las grandes ovaciones de que ha sido objeto, en especial en San Francisco. En el] siglo XV decíamos los españoles que no se ponía el sol en los dominios de España. Esta frase se la aplicaron luego los ingleses á su imperio en la India, y ahora cuadra mejor á los norteamericanos, porque la verdad es que al pasar por Sitka, en los nuevos dominios, verá que en aquella latitud el sol no se pone en el verano, al paso que permanece puesto, ó mejor dicho, traspuesto, en el invierno, por espacio de seis semanas.

Mucho dice en favor de la integridad de principios de los yankees la decisión que leemos habia dado el gobierno de Washington á una consulta del administrador de aduanas de Nueva-Orleans respecto á la legalidad del comercio de coolies ó chinos. Mr. Boutwel declara que este comercio es contrabando en cuanto que se opone á la letra y espíritu detratado concluido con la China y que espera la firma del hijo del sol. Dice además, que las leyes de 1867, relativas á esta nueva modificación de la esclavitud, están vigentes, y previene á los ministros, cónsules y demás empleados del gobierno, que no consientan este tráfico. Esto se llama ser lógicos.

Entre nosotros, carlismo y carlistas siguen á la órden dia, y nadie es indiferente al curso que muestran los sucesos políticos, sin duda por el deseo de que las cuestiones pendientes se resuelvan según el criterio revolucionario ó por el temor de que algún accidente ó crisis venga á poner en peligro la paz, ó á echar por tierra las esperanzas de regeneración, haciéndonos desandar lo andado. Noticias de apariciones de partidas en varios puntos.de España, de idas y venidas de personajes, y de encuentros en que los partidarios de Don Cárlos llevan lo peor del torneo, son lo que constituye lo palpitante del periodismo en este momento. Tanto en efecto embargan la atención pública, que e aniversario del fallecimiento del famoso Romea ha pasado casi por alto. Amenos, hase echado de ver la alta de una solemnidad cual, á nuestro parecer, merecía el gran actor que tantos apasionados contaba en esta capital.

Esto no quita que haya sus esparcimientos nocturnos cuando el tiempo lo permite en los frescos jardines «leí Buen Retiro, y contra viento y granizo en la Zarzuela, donde atrae La vida parisiense; en el teatro de Verane, que continúa su afortunada, campaña con la Córte al el niño Terso y en el Circo de Price con el gran espectáculo de Garibaldi en Sicilia.

Por último, los aficionados á entretenimientos mas graves, pueden consolarse con la esperanza de que muy pronto volverán á ver en nuestros teatros al eminente trágico señor Salvini, que lucirá sus admirables dotes en un nuevo repertorio, sin perjuicio de repetir las obras que más gustaron en su primero y breve paso por nuestra escena.

Nicolás Díaz Benjumea.