Romance de la gentil dama y el rústico pastor
Apariencia
Estáse la gentil dama paseando en su vergel, los pies tenía descalzos, que era maravilla ver; desde lejos me llamara, no le quise responder. Respondile con gran saña: -¿Qué mandáis, gentil mujer? Con una voz amorosa comenzó de responder: -Ven acá, el pastorcico, si quieres tomar placer; siesta es del mediodía, que ya es hora de comer, si querrás tomar posada todo es a tu placer. -Que no era tiempo, señora, que me haya de detener, que tengo mujer e hijos, y casa de mantener, y mi ganado en la sierra, que se me iba a perder, y aquellos que me lo guardan no tenían qué comer. -Vete con Dios, pastorcillo, no te sabes entender, hermosuras de mi cuerpo yo te las hiciera ver: delgadica en la cintura, blanca soy como el papel, la color tengo mezclada como rosa en el rosel, el cuello tengo de garza, los ojos de un esparver, las teticas agudicas, que el brial quieren romper, pues lo que tengo encubierto maravilla es de lo ver. -Ni aunque más tengáis, señora, no me puedo detener.