Semblanza de Pérez Galdós
Una mañana, hace catorce años, recibí una carta de Federico Balart, que era entonces el crítico de moda.
«Querido Eusebio — me decia: — Puesto que tú has llegado al pináculo del éxito [2], ayuda á los demás. Te presento á mi paisano D. Benito Pérez Galdós, un joven de mucho talento, que tiene hace dos años una comedia en el teatro del Príncipe.»
El mismo joven murciano traía la carta. Un muchacho flaco, serio, casi sombrío, en honor de la verdad no muy simpático.
Vivía yo en la calle de Cervantes, y estaba acabando de almorzar cuando se me presentó el desconocido.
— ¿Se llama usted?....
— Pérez Galdós.
— Su comedia está....
— Está en poder del señor Catalina hace mucho tiempo.
— Diga usted al señor Balart que esta misma noche hablaré á Catalina y le pediré la comedia.
— Gracias.
Se levantó y se fué. Ni más ni menos.
Aquella misma noche, á la una, leía yo, tendido en mi cama, el drama de costumbres que saqué del armario donde Catalina almacenaba todo lo que no leía.
El drama era interesante, nuevo. A la mañana siguiente hablé á Catalina de la obra y del autor con todos los elogios que el trabajo merecía. Pero la obra no se hizo.
Galdós, cansado sin duda de esperar, hizo una novela, que fué más afortunada que el drama. La Fontana de Oro apareció en la Revista de España, y su éxito fué muy grande. Seis meses después publicaba El Audaz. Un año más tarde comenzaba la publicación de los Episodios nacionales, que tanto nombre le dieron.
Como Erckman-Chatrian, Galdós ha popularizado la historia contemporánea. Trafalgar, El Equipaje del rey José, Napoleón en Chamartín, Zaragoza, Gerona, son libros que no morirán, y en los cuales se aprende á amar la patria.
Pero este género de novela no bastaba á la ambición del escritor ya popular.
Cultivó otro género, realista, y como tiene mucho talento, el éxito fué mayor todavía.
Gloria es su obra maestra. Tengo por seguro que Sardou ha leído esta novela antes de dar al teatro su Daniel Rochar, Marianela, Doña Perfecta, La Familia de León Roch, El Doctor Centeno, El Amigo Manso, La Desheredada, han hecho á Galdós inmensa reputación y le han proclamado nuestro primer novelista contemporáneo.
De su carácter apenas se puede decir nada, por la monomanía que todos le reconocen, de vivir aislado del mundo. Para obsequiarle con un banquete nacional hubo que sacarle de su rincón, y no se obtuvo de él sino un brindis de veinte palabras. «Gracias, señores, muchas gracias.» Es todo cuanto dijo, mientras que Cánovas, Castelar, las eminencias del país, pronunciaban discursos llenos de elogios al gran observador de nuestro tiempo.
En invierno se encierra en su cuarto de la Castellana y da todos los meses un libro á la imprenta. En verano se va á Santander, solo, y se baña en el mar cuarenta días.
Dijérase que lleva el mundo en el bolsillo, porque no va á observarlo á ninguna parte, y sin embargo le conoce como pocos.