Silva Criolla: 00
es tiempo de que tornes…
No más de insano amor en los festines
con mirto y rosas y pálidos jazmines
tu pecho varonil, tu pecho exornes.
Es tiempo de que vuelvas…
Tu alma –pobre alondra—se desvive
por el beso de amor de aquella lumbre
deleite de sus alas. Desde lejos
la nostalgia te acecha. Tu camino
se borrará de súbito en su sombra…
Y voz doliente de las horas tristes,
y del mal de vivir oculto dardo,
el recuerdo que arraiga y nunca muere,
el recuerdo que hiere,
hará sangrar tu corazón, ¡oh Bardo!
No más a los afanes de la corte
humiles la altivez de tus instintos,
ni turbe de tus noche la armonía
falaz visión de pórticos y plintos
y fúlgida terraza como el día.
Deja que de los años la faena
los palacios derrumbe
donde el placer es vórtice que atrae
y deslumbrada la virtud sucumbe.
Ven de nuevo a tus pampas. Abandonada
el brumoso horizonte
que de apiñadas cumbres se corona.
Lejos del ígneo monte
ven a colgar tu tienda. Ven felice,
ven a dormir en calma tus quebrantos,
y como el sol de la desierta zona
en viva inspiración ardan tus cantos.
Guárdate de las cumbres…
Colosales, enhiestas y sombrías
las montañas serán eternamente
la hermosa pantalla de tus días.
Deja para otra gente
el gozo de mirar picos abruptos,
y queden para ti las alegrías
de ver, al despertar, alba naciente,
y de abrazar con sólo una mirada,
de sur al septentrión, y del ocaso
hasta el fúlgido oriente
la línea, el ancho lote, siempre al raso
de la tierra natal.
¡Ah! De las cumbres
baja la nieve a entumecer las almas:
las almas que han soñado en el desierto
a la rebelde sombra de las palmas
y bajo el cielo azul, claro y abierto
¡Libra tu juventud! El rumbo tuerce
de la fastuosa vía...
en la que el vicio su atracción ejerce
y se tiñe de rosa la falsía.
Donde el amor procaz vive a su antojo
y cubierta de pámpanos la frente
celebra en la locura del despojo
parda penumbra y carnación turgente.
Si es oro la lisonja -al pravo y fiero
Señor– de cuantos míseros se humillan—
desprecia el arte vil, por lisonjero
en que nombres y almas se mancillan.
Y si quieres al fin que no te alcance
de la vergüenza el dardo,
de igual manera que al hirviente cardo,
a la pasión venal esquiva el lance.
Es tiempo de que vuelvas,
es tiempo de que tornes...
No más de insano amor en los festines
con mirto y rosa y pálidos jazmines