Soledad (Guido y Spano)
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¡Oh soledad! ¡Oh murmurante río, A cuya margen espontáneos crecen Los árboles frondosos, que el otoño Despoja ya de su hojarasca verde! Huésped errante de la selva oscura Di en estas limpias aguas. ¡Cuántas veces Me vio la tarde, absorto en mis recuerdos, Contemplando su plácida corriente! La gran naturaleza, de mis penas Oyó el lamento que hacia Dios asciende: En su templo inmortal a quien la invoca Seguro asilo y bálsamos ofrece. Al dejar sin retorno estos lugares Tan dulces a mi afán, llevo indeleble Una impresión de gracia, de frescura, Y hasta el sahumerio del paisaje agreste. Como esas aves de amoroso instinto Que en busca de calor el aire hienden, Así mis pensamientos al amparo De los afectos íntimos se vuelven. ¿Pero en cuál mejor sitio hallar la calma, Y este silencio arrobador, solemne, Que al fatigado espíritu conforta Mientras las horas se deslizan breves? Es aquí donde exhausto peregrino Quisiera alzar mi solitario albergue, ¡Y arrullado del aura y de las ondas Vivir lejos del mundo, para siempre!