Sueño de Belisa
Belisa duerme: el céfiro suave
agita la violeta blandamente;
el arroyuelo corre mansamente,
y el padre Tormes con su ruido grave
teme inquietar su sueño regalado;
el Sol desde el Ocaso
lanza lánguidos rayos;
el Amor recostado
sobre el tierno regazo
de Belisa, le guarda el dulce sueño.
El cefirillo vivo
en fragantes olores empapado,
retozón y lascivo
ora el seno nevado
agita licencioso,
ora más atrevido
el labio sonrosado,
el labio de carmín besa amoroso.
¡Oh sueños verdaderos,
sueños que a los mortales
dicha pronosticáis o desventura!
Venid, venid ligeros:
ablandad ¡ay! la dura
condición de Belisa, y sus desdenes;
y mis acerbos males
mudad en un instante en dulces bienes.
Pintadle mi cariño respetoso,
y mi amante constancia y mi firmeza,
y mi ardiente pasión impetuosa;
quizá que ella piadosa
deponga su fiereza,
y me quiera una vez hacer dichoso.
Sueño; pues tú amansaste los rigores
de la que el dulce canto
de Batilo esquivaba,
de Batilo el honor de los pastores;
si te mueve mi llanto,
mi llanto que apiadara la onza brava,
de mi Belisa muda los desvíos
y... Mas ella despierta,
y su dulce sonrisa
es una prueba cierta
de que el Sueño escuchó los votos míos.
Mas ¡ay! que ella me llama; fuente pura,
pintadas florecillas,
y vosotras parleras avecillas
celebrad a porfía mi ventura.