Sueños y discursos/Preliminares
Preliminares
Aprobación | |
Die 25 mensis Ianuaria 1627. | |
Del doctor don Miguel Ramírez, aprobación | |
De doña Raimunda Matilde, décima | |
ALGUACIL: | Por el Alcázar juro de Toledo |
CORCHETE: | Yo a la Santa Inquisición, si puedo, |
ALGUACIL: | Aquesto, Dragalvino, poco importa, |
CORCHETE: | Su lengua corta |
De doña Violante Misevea, soneto a todo lector de estos sueños en defensa y alabanza del autor | |
El autor al vulgo | |
Al doctor Juan Coll, canónigo de la Ilustre Catedral de la Seo de Urgel | |
Cuanto y más, señor, que este libro es tal que él y su autor ahorrarán a v. m. de este trabajo, pues soy cierto se sabrán defender muy bien ellos mismos con las muchas verdades que saben decir a todos, como lo experimentará quien este libro leyere y se advierte en el Prólogo al lector. Solo, pues, ofrezco a v. m. esta obrecilla, aunque pequeña en cantidad grande en la calidad, lo uno porque es v. m. el que entiende y sabe, y así con su nombre va este libro por todo el mundo muy honrado y autorizado; y lo otro, en muestras de agradecimiento y en feudo de mi rendimiento y de que me conozcan todos por hechura suya y su mayor criado en voluntad y afición y deseos de servirle, y que, como a tal, deseo entretenerle y divertirle de sus muchos y muy graves negocios, y acertar a darle gusto, pues sé lo será este más que cuantas cosas podría ofrecerle, porque siendo el libro tan ingenioso y agudo, es muy conforme al ingenio y erudición de v. m., que es tan grande; y, por otra parte, mi caudal tan corto que por fuerza me he habido de valer para acertar a servirle de obras ajenas (que son las que a nosotros libreros nos hacen bien o mal, daño o provecho) y de las mejores y más calificadas, cuales son estas y su autor. Y pues estimar voluntades y buenos deseos que engrandecen las más pequeñas obras descubre rayos de nobleza y de divinidad, reciba v. m. estos, ya que no el acierto de ellos; cuya persona Dios largos años me guarde, como este su criado ha menester, y merece la honra y provecho que ha hecho a su ilustrísimo Cabildo e insigne catedral de la Seo de Urgel, de donde tan méritamente es canónigo. | |
Al Ilustre y deseoso lector | |
Y hanme movido a esto las mismas razones del susodicho soldado enfermo, atendiendo y considerando a que es la cortesía la llave maestra para abrir la voluntad y afición, y la que costando poco vale mucho; y que, en resolución, no puedo perder nada en ser cortés, que antes entiendo perdería mucho si no lo fuese, que quien ha de menester es muy necio si regatea cortesías; y más yo, que tanto necesito de todos para que me compren este libro que saco a luz a mi costa, y para que, comprado y leído, me le alaben, con que de camino inciten y muevan unos a otros a que hagan lo mismo, y tenga con esto este libro lo que merece su bondad, y mayor expedición y corrida y yo mayor ganancia, para que con esto queden todos aprovechados, yo vendiendo y los otros comprando y leyéndole. Verdad sea que para esto último de que alaben estas obras de ingeniosas y agudas confío dará poco trabajo y ningún cuidado a los aficionados a ellas y a su autor; pues ellas propias se traen consigo la recomendación y alabanza y el Quevedo me fecit, porque son tales que solo tal autor podía hacer obras de tanta erudición y agudeza, y ellas por tener tanto de entrambas solo podían ser hijas de tal y tan raro ingenio, que si el autor es y debe ser conocido y celebrado por estas obras más que por cuantas ha hecho y se le han impreso hasta hoy en su nombre, ellas también quedan estimadas y calificadas por lo que son con sólo saber (como ya todos saben) que las hizo don Francisco Quevedo. Y con él y con ellas no me da tanto cuidado como podía darme una de las razones que me movió a tratar a v. m. con esta cortesía, considerando que no sé en qué manos ni en qué lenguas ha de dar este libro que sale ahora al teatro del mundo, donde nunca faltan censurantes y mal contentos, que con toda propiedad se llaman zoilos y críticos, días peligrosos a la salud de los buenos entendimientos, de quienes se puede entender lo que dijo el doctísimo jurisconsulto don Mateo López Bravo: | |
«Ridendi vero, Romanuli, et Graeculi nostri, qui Gramaticorum infantia superbi, et omnium rerum quantum garruli, ignari, triplici lingua, stulti, a doctis noscuntur»; porque si v. m. las lee, no deprisa ni a pedazos sino de espacio y con atención todo él, pues no es muy grande, si no quiere que se le pasen algunas de sus muchas sutilezas y agudezas por alto y por entre renglones, soy más que cierto que no se quejará de que ellas y quien las hizo es parcial y aceptador de personas, sino que a todos habla y a todos dice la verdad clara y lisa, y lo que siente, sin rastro de lisonja; y si acaso escuece y pica, considere que no es sino solo porque cuanto se dice es verdad y desengaño, que todos le quieren y nadie por su casa, y así no hay sino paciencia y calle y callemos, que sendas nos tenemos. Y harto mejor fuera quejarse de las faltas tan grandes del mundo que movieron al autor a hablar tan claro contra ellas diciendo la verdad, que por eso dijo bien cierto alcalde que vio preso a un estudiante porque hizo una sátira en que decía las faltas del lugar, que harto mejor fuera haber preso a los que las tienen. Y cuando nada de esto baste a que deje de haber quien se queje y murmure de estas obras y de su autor, quiero hacer acordar a v. m., señor lector, sea quien fuere, aquel cuentecillo de cierto clérigo viejo que tenía una higuera con sus higos ya sazonados y maduros, a la cual subiendo unos estudiantes a hacerles declinar jurisdicción bucólica, pensando él, por ser corto de vista, que eran aves o algunas crueles sabandijas, puso en ella espantajos hasta conjurarlos; pero viendo que nada de esto aprovechaba, considerando cuán buenas son las oraciones mezcladas en piedras, armas primeras del mundo, se resolvió de tirarlas a estos tordos racionales diciendo que también Dios había dado virtud a las piedras como a las plantas y hierbas, y hízolo con tal denuedo que dio con ellos ramas abajo y muy bien descalabrados. | |
Sin propósito parecerá a v. m. este cuento, y será o por no saberme yo bien explicar, o por no quererme v. m. entender, que no hay más mal sordo que el que no quiere oír; pero yo sé lo entenderá si ahonda un poco en sus sentidos varios que le puede dar, como en todo lo de este libro, y por si acaso quiere que yo lo explique, con ser así que frustra exprimitur, quod tacite subintelligitur, l. iam dubitari, dígole que si acaso no le obliga la cortesía y humildad con que le trato, mire lo que dice y cómo y de qué murmura y dice mal, si del autor del libro o de sus obras; y guárdese de alguna lluvia de piedras de las muchas verdades, duras y secas, que este libro tiene y su autor puede enviarle, que le descalabren y hagan caer de arriba abajo, quiero decir de su estado y buena opinión que tiene de sabio, y no haga le tengan por ignorante, murmurador y soberbio maldiciente y del número de unos necios que quieren parecer sabios en no haber libro que bien les parezca ni cosa de que no hagan burla y menosprecio. Y guárdense no les suceda a los tales lo que al asno de Sileno que puso Júpiter entre las estrellas, que por ser ellas tan resplandecientes y claras y él auribus magnis, como advirtió Luciano, descubrió más su disforme fealdad con gran infamia. Y adviertan que el epíteto del autor es el satírico. Y créanme y no errarán, que es más que temeridad echar piedras al tejado del vecino quien tiene el suyo de vidrio. | |
Y nadie se maraville de que llame a v. m. con este título, al parecer nuevo, de ilustre y deseoso lector, porque cuando no le mereciera por la doctrina común y sabida del filósofo, que todo hombre naturalmente desea saber, cosa que se alcanza con el estudio y atenta lección y meditación de los libros buenos, doctos, agudos, ingeniosos y claros, por sólo este libro, que lo es tanto como el que más, le merecía muy en particular, pues es el que ha sido tan deseado, así de cuantos han leído algo de estos Sueños y discursos, como de los que han oído referir y celebrar algunas o alguna de las innumerables agudezas que contienen, lastimándose de verlos ir manuscritos tan adulterados y falsos y muchos a pedazos y hechos un disparate sin pies ni cabeza, y tan desfigurados como el soldado desdichado que habiendo salido de su tierra para la guerra con bizarría, tallazo, galas y plumas, vuelve a ella después de muchos años más desgarrado y rompido que soldado, con un ojo menos, hecho un monóculo, medio brazo, con una pierna de palo, y todo él hecho un milagro de cera, bueno para ofrecido, con el vestido de la munición, sin color determinado, desconocido y roto, pidiendo limosna; o como la cortesana que ha corrida a Italia, Indias y la casa de Meca y del Gran Solimán. Por lo cual, cuantos han sabido que yo los tenía enteros y leídos por hombres doctos y entendidos con particular curiosidad y atención, me han solicitado con grandes instancias los hiciese comunes a todos dándolos a la impresión, asegurándome gran gusto y lo que más es, gran provecho espiritual para todos, pues en ellos hallarán desengaños y avisos de lo que pasa en este mundo y ha de pasar en el otro. Por todos, para estar de todo bien prevenidos, que mala praevisa minus nocent; con que me he resuelto a condescender con el gusto y deseo de tantos, confiado en que v. m., señor lector, me agradecerá este trabajo y gasto con comprarle, que con solo esto me daré por satisfecho y aun por pagado. | |
Y por la agudeza y sutil modo de hablar de este libro, porque no caiga en alguna equivocación, ruego a v. m. que antes de leerle corrija algunas erratas que van advertidas al principio del libro. Que también sería demasiada presunción y mucha particularidad pretender que saliese este libro sin ellas, siendo tan inevitables y incorregibles como los mismos impresores, que como a tales es mejor dejarles aherrojados con sus yerros y mentiras de molde. Y porque entienda v. m., señor lector, que le deseo toda honra y provecho, y guardarle de todo peligro, ruego a Dios Nuestro Señor le haga como el rey de las abejas, que contiene y da de sí por la boca la dulzura de la miel, y no tiene aguijón por no quedar muerto picando con él, como acontece a todas las demás abejas que te tienen, si bien en la cola y no en la boca; y le guarde de correctores de vidas y obras ajenas y sopladores de las suyas propias, que no se venden porque ellos venden en ellas a cuantos ven y tratan. |