Tempestad de verano (Fragmentos)

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Tempestad de verano
(Fragmentos)

de José Zorrilla
del tomo tercero de las Poesías.

Toledo, 23 de Julio de 1834.


- I -

Por entre moradas nubes
Derrama su lumbre el sol,
Y el valle, el monte y el llano,
Ascuas a su impulso son.

Busca el pájaro en las ramas
Abrigo consolador,
Y al pie del robusto tronco
Dormita el toro feroz.

La lengua, tinta de espuma,
Tiene de turbio color;
Secas las fauces, que tragan
Abrasada aspiración.

Tardos vagan los reptiles,
De sus grutas en redor,
Entro la tostada hierba,
Huyendo la luz del sol.

No arrulla tórtola triste
Con lastimero clamor,
Entre el follaje sombrío
Su enamorada aflicción;

Ni estremeciendo las plumas,
Al dar arranque a la voz,
En dulces trinos gorjea
Armonioso el ruiseñor;

Ni se oye de los insectos
El ronco y cansado son;
Ni los olmos se columpian
Con susurrante rumor;

Ni las espigas se doblan
En vistosa confusión;
Ni entona groseras letras
Allá en el valle el pastor;

Ni trepa la suelta cabra
Por el agudo peñón,
De una vana hierbecilla,
Libre y caprichosa, en pos;

Ni ladra el mastín atento;
Ni aúlla el lobo traidor;
Ni cruza por la vereda
De hormigas largo cordón;

Ni en la ciudad, ni en el llano,,
Ocioso ni reñidor,
Aguarda en peña o esquina,
Amigo, dueña o matón;

Ni asoman dos ojos negros,
Volando en un mirador,
La estrecha y oscura calle
Con diligente atención,

Todo calla inmoble y mustio
De Toledo en derredor,
Bajo la choza pajiza,
Bajo el calado artesón.

Que al lejos, como la sombra
Del brazo airado de Dios,
Avanza con dobles alas
Nublado amenazador;

Y con él nubes y nubes
En apiñado escuadrón,
Que encapotando los cielos
Van a atropellar al sol.

Allá, en su cóncavo seno;
Brama oculto el aquilón,
El trueno encerrado muge,
Hierve el rayo asolador.

Y todo, en informe masa,
En espantoso montón,
Sin fuerzas ni ley que basten
A detener su furor,

Rueda en la atmósfera a ciegas,
Como buque sin timón,
Como peñasco gigante
Que ancho volcán vomitó.

Doblan roncas las campanas,
Y a su colosal clamor
Se estremece el aura densa
Con rápida vibración.

El firmamento desploma,
En hálito abrasador,
Cuanto fuego en sus entrañas
El Altísimo encerró.

Sólo el monje, fatigado,
Cruza tardo el callejón,
Hacia el silencioso templo
A alzar himnos al Señor.

Tal vez del lecho le arranca
El importuno reloj,
Y va acongojado y lento
Murmurando una oración

En imperceptibles voces
Y murmurante rumor,
Que entre el son de las campanas
Al elevarse se ahogó.

Al cabo desaparece,
Y apostado en el portón,
El mendigo le saluda
Con desfallecida voz.

¡He aquí el negro nublado,
Que, como hambriento dragón,
Toda la lumbre del día
De un solo empuje sorbió!

¿Quién sabe al flotante monstruo
La fuerza que ha dado Dios?
¿Quién sabe las maldiciones
Con que su vientre preñó?

¿Quién sabe, después que pase,
Lo que ha de dejar en pos?
¿Quién de los que ahora le vemos
Podrá decir que le vio?

Cuando rasgue sus tinieblas,
Cuando derrame su voz,
¿Qué luz brillará en el polvo?
¿Qué garganta hará rumor?


- II -

Quedaron en calma un punto,
Ambos a par, aire y tierra,
Del imponente nublado
Bajo las alas espesas,

Y a la luz de aquel crepúsculo,
Que más que ilumina ciega,
En la horrible incertidumbre
De la luz y las tinieblas.

El aire que se respira,
La avara garganta seca;
Y en el sudor de la frente
Húmedo el rostro, gotea.

Relincha el caballo inquieto
En la cuadra que le encierra;
El perro espantado aúlla,
Y receloso, olfatea.

El pájaro, de su jaula
Contra el alambre se estrecha,
Y al abrigo de sus plumas,
Escucha, mira y recela.

Sólo la afanosa araña,
Su red y su caza deja,
E inmoble y pegada al muro,
El trueno y la lluvia espera.

Ancha, redonda, abrasada,
Bajó una gota, que apenas
Mojando el sitio en que posa,
Desvaneciéndose humea.

Dobla el calor, y la calma
Y la fatiga se aumentan,
Y en trémula expectativa,
Todo calla y todo vela.

Y el mundo semeja un reo
Que mira desde una reja
Cómo en la plaza, su cómplice,
Al pie del cadalso llega.

Y duda, y vacila, y terne
Que se salva y que perezca,
Porque una palabra suya
O le salva o le condena.


- III -

¡Un relámpago! Al punto desatadas,
El arenal las ráfagas barrieron,
Y en espeso tumulto aglomeradas,
Las nubes el crepúsculo sorbieron.

En tinieblas cerróse el aire impuro;
El hombre, amedrentado y temeroso,
El recio temporal llamó a conjuro
De las campanas al doblar medroso.


Y rotas las barreras del nublado,
La lluvia y el granizo se desploman;
Y allá en su centro, en círculo abrasado,
Los fugaces relámpagos asoman.

Sin tregua entonces, ni piedad, ni freno.
Agua, granizo y viento se esparraman;
Y al hondo son del prolongado trueno,
Talan, devoran y en tumulto braman.

Hierve el turbión, cegáronse las fuentes;
Los arroyos, hinchados y bravíos,
Bajaron, convertidos en torrentes,
A desgarrar los diques de los ríos.

Sus altaneras ondas, vencedoras,
Los campos adelante se llevaron,
Y envueltos en las ondas bramadoras,
Mieses, cabañas y árboles bajaron.

Peñas, casas, ganados y pastores,
Todos siguieron el fatal destino;
Presa de sus esfuerzos vengadores,
No quedó senda, ruta ni camino.
...........................................


Y oran allí a los pies de los altares,
En humilde tropel, las criaturas,
Al Dios que las tormentas y los mares
Humilla con su voz en las alturas.

Del ronco viento al vigoroso empuje,
Del templo gime el colosal cimiento;
Estremecida la techumbre cruje,
Y en sus esquinas se desgarra el viento.

Crece el turbión; las sombras del nublado,
Ancha guarida por el templo toman,
Y en el cristal del rosetón pintado,
Rápidos los relámpagos asoman.

A veces, como grupos encendidos
De espectros y diabólicas figuras,
Vacilan en los vidrios sacudidos,
Variando de contornos las pinturas.


El áspero granizo les azota,
Y al darles luz la exhalación por fuera,
Cada en los vidrios suspendida gota,
Un sol y una fantasma reverbera.

Es el aire un murmullo indefinible,
Donde sin leyes, ni prisión, ni valla,
Los espíritus dan en ronda horrible
Zambra impura y quimérica batalla.

Cada puerta ojival, cóncava y hueca,
Entre su red de góticas labores,
Una osamenta descarnada y seca
Dibuja entre fantásticos colores.

Cada verja, una hilera de esqueletos;
Cada capilla, un antro de vampiros
Que columpian y doblan los objetos,
Que lanzan ayes, cantos y suspiros.

Cada ventana, una abrasada boca,
Que abierta en espantosa carcajada,
Apenas el relámpago la toca,
Respira una sulfúrea llamarada.

Hoguera horrible, a cuya luz errante,
En rauda confusión saltan y flotan
Las figuras que el vidrio vacilante
Con cuerpos de color manchan y embotan.

Y a la par, en un punto, en todas partes,
En cada vidrio que la lumbre hiere,
Gestos, hachones, cruces, estandartes.....
Y el relámpago pasa y todo muere.

¡Tropa infernal de sombras vaporosas!
¡Abortos estrambóticos del miedo,
A quien da faz y formas religiosas
Crédula y fácil la oriental Toledo!


- IV -

Y entre nubes purpurinas,
Peregrinas,
De azulado tornasol,
Tendió el iris a lo lejos
Los reflejos
De los colores del sol.

Tendió en riquísimas bandas
Siete randas
Sobre el invisible tul,
Con que tan falaz nos miente
El manso ambiente
Ese firmamento azul.

¡Salve, ilusión de consuelo
Con que el cielo
Cierra el paso al vendaval,
Levantando en su alegría
Al claro día
Arco espléndido triunfal!

¡Salve, luz tornasolada,
Delicada,
Prenda mágica de paz,
En que el cielo jura al alma
Dulce calma
Tras la negra tempestad!

¡Salve, ¡oh iris pasajero!
Mensajero
Del supremo Creador,
En cuyos colores siete
Nos promete
Solaz, y treguas, y amor!

Por ti en el rojo Occidente,
Transparente,
Vuelve el sol a levantar
La faz pura, esplendorosa
Y luminosa,
Al acostarse en el mar.

Por ti, con cánticos suaves,
Van las aves
Surcando el aura otra vez,
Loando en dulces rumores
Los primores
De tu excelsa brillantez.

Por ti en delicadas tocas,
De las rocas
Se desprende virginal
La melancólica niebla
Cuando puebla
El ámbito celestial.

Por ti a través de su vuelo
Luz da al cielo
La luna en turbio crespón,
Como reina macilenta
Que se ostenta
En magnífica ilusión.

Por ti dejan las estrellas
Blancas huellas
De su opaca reina en pos,
Como lámparas dudosas,
Ostentosas,
En el alcázar de Dios.

¡Salve, ilusión de consuelo
que el cielo
Cierra el paso al vendaval,
Levantando en su alegría,
Al claro día,
Arco espléndido triunfal!