Testamento tridecasílabo monorrimo asonante
TESTAMENTO
TRIDECASÍLABO
MONORRIMO
ASONANTE
POEMARIO
DOMÍNGUEZ HIDALGO
OBRA POEMÁTICA COMPLETA:
Tomo 15
I
No quisiera morir, pero tendré que hacerlo
una mañana lánguida de absurdos eros
o algún atardecer de un muy re cursi invierno;
o tal vez una noche de cagar libelos
o quizás al medio día de los bostezos.
Morir de pronto, sin recetas ni enfermeros
y sin preavisos a los burdos papeleos;
muy lejos de aquellos notarios del veneno,
que a mi odio, distante de sonrisas, parieron;
librado del hocico de rabiosos perros;
harto de nalgas besuconas de mis versos;
pleno de luz entre noctámbulos vaqueros;
morir sabiendo ¡fatuos! que acabó el paseo.
II
No quisiera morir, mas si debo estar quieto...
a qué puedo aspirar, si me cancelan fuegos;
si agotan mis gaviotas su pregón de vuelos
y sólo queda olvido gris en tanto incienso…
Y si ya no espero vivir para el incendio,
mejor serán los trece cirios por mi duelo.
Acabado en caminatas verdes, sin huertos
y sin frutos que no hallé bajo los vientos,
qué se puede esperar ¡necios!, si mi desvelo,
se ha vuelto inútil soledad de imbécil ruego
donde hasta el llanto fatigado de su credo
se ha cancelado entre los ritos de los vetos
para burlarse de su mini–vericueto.
III
No quisiera morir, mas sin esos ensueños
de azul llegar hasta horizontes sobre cielos,
no se puede aceptar caer al yugo negro
y creer que vivir es respirar los cienos...
para entonces cosechar treinta y tres dineros
y caminar entre mentiras tras el puesto
de un estulto mundillo familiar soberbio
y traer a estas cadenas más herederos
que nos prolonguen el fútbol y los cencerros
y seguir afanándonos por los infiernos
que compiten para ganar y ser los meros,
meros maromeros de los circos impuestos
en misas de payasos con poder ¡culeros!
IV
No quisiera morir, pero voy a poderlo...
Afuera de mi tumba quedará el esmero
del rústico bullicio que los vuelve ciegos
y haciéndolos creerse, ¡autómatas!, eternos,
no habrán de imaginarse cuando estén más muertos...
enterrados en cajas de elegante acero
cubiertos de gusanos eructando llenos.
Y bajo la ventana de mi adormidero
tan sólo quedará mi emperador silencio:
No más canciones ni vibrar de guitarreros;
no más ruidos de albañiles ni…arquitectos;
no más libros archiveros de mis intentos
ni acaso los hilachos de mis esperpentos.
V
No quisiera morir, pero se marcha presto
a dejar las locas variantes del deseo
en la química verdad de los elementos
y así volando quedará el vago precepto
quien de sí nunca pudo ser un gran maestro.
Y telarañas cubrirán tantos espejos
que modelaron las molicies de mi cuerpo,
porque confundidas las luces de mi espectro
se apagarán de poco en poco con mi aliento
y al sonar el reloj, ¡mierdas!, su último tiempo,
descansaré descubriéndome los secretos
y enredado por fin en el sagaz misterio
sabréme un esqueleto más del cementerio.
VI
No quisiera morir, pero febril lo acepto.
Acepto que somos transvestista momento
que deambula fugaz creído de su cuento
y entre su ilógica vagancia de perpetuo,
¡nimios!, se cree el eje central del universo.
Acepto ser punto, no más, en el milenio
donde tantos otros puntos se han ya disperso
y entiendo feroz que yo mismo me encadeno
a lo pasado y al futuro de mi encuentro
sin echarle las pestes a ningún viajero,
por aquello en que he fallado, sin arrepientos;
pues si amé, si desprecié, si agredí, confieso,
no premedité levantarme monumentos.
VII
No quisiera morir, mas siempre he sido honesto
y no rompo mi verdor ni bajo pretexto
de que al fin la frialdad muerta me dará el fresco
requiescat en la paz de un amén que merezco.
Tanto trabajé hortelano; con tal contento
aré inquietudes en los quietos pensamientos,
busqué sembradíos a vacuos sentimientos
y aunque nada logré, ¡huecos!, tras mis esfuerzos,
tan solo como todos, despeñar proyectos,
cerraré la bufa mirada satisfecho
ante mis rechazos o... ante mis aceptos;
ante mis abulias o... ante mis denuedos;
ante mis errores o... ante mis aciertos.
VIII
No quisiera morir, mas ya no habrá hasta luegos
y adiós yo les diré, aunque bien me lo presiento
que nadie ha de escuchar, ¡sordos!, en el desierto:
ni el niño que le di precoz tantos letreros
ni el joven que intenté procaz darle senderos
ni el malo que no pude hacerlo torpe bueno
ni el bueno que volví Judas convenenciero
ni el pobre muerto de hambre que le di mi almuerzo
ni el rico que le ahorqué su estéril presupuesto
ni el débil que aplasté gimnasta en rudos fierros
ni el fuerte que no sé por qué me tuvo miedo
ni el ruin astuto que creyó trenzarme el pelo
ni aquél que con astucia le aboyé el desprecio.
IX
No quisiera morir, mas sin hallar repuesto,
sólo queda el adiós, ¡burdos!, a mamotretos
y a los sabios de tevé pregonando riesgos;
y a las togas directivas en sus denuestos;
y a los magos artífices del héroe pueblo;
y a los pedantes engreídos de sus nervios;
y a los magister dixit de secos cerebros;
y a los drogadictos de barras prisioneros;
y a los agrupados en dísticos correos;
y a los bien domados varones solariegos;
y a las bellas matriarcas con sus sortilegios
y a cualquier microbio que se crea evangelio.
X
No quisiera morir, pero el adiós les miento;
adiós a los traidores, ¡vanos!, de mi sexo;
adiós a las vírgenes y hasta los mancebos;
adiós las putas y sus besos perniabiertos;
adiós los moteles donde se parchan celos;
adiós los triángulos de las vergudas hechos;
adiós los resoplidos de los inconexos;
adiós los maricones de mujer sedientos;
adiós las lesbianas de disfrazados pechos;
adiós los machillos en sus vaginas presos;
adiós a lubricantes para culos nuevos;
adiós a los perreznos que nunca supieron
después del orgasmo crear otros universos.
XI
No quisiera morir, pero el adiós es cierto;
adiós a las envidias brutas de pequeños
renacuajos políticos de los tormentos;
adiós a los rencores mustios, ¡altaneros!,
de simplemente cuidapuertas cancerberos;
adiós a puñetas morales de gobiernos
que luego de pecar se visten de paperos;
adiós a los ilusos; adiós los perversos;
adiós a los mostrados; adiós encubiertos;
adiós los pródigos; adiós los avarientos,
agiotistas de su propia caca… hambrientos;
adiós a la fealdad; adiós todo lo bello;
adiós a lo vital y adiós, adiós lo yerto.
XII
No quisiera morir, mas dejaré el asiento.
No sé bien cuándo; pero sé que un día de estos...
Donde menos espere, ¡micos!, lo funesto,
caerá apabullada mi vanidad de cetro
y todo aquello que me armé de sobrio imperio,
frustrará su atea apostura de convento.
Entre risas, malicias y llantos anexos
algunos testimoniarán de mis incestos
y sabrán pavonearse con sus urdimientos,
mientras que otros ahogados en fervores tiesos
rezarán para que ya, se abra el testamento
y muchos chismearán fingiéndose discretos,
aunque adorándome entre besos viboreznos.
XIII
No quisiera morir, pero tendré que hacerlo
dejando a la madrota vida entre sus tientos,
sin hacerle más los amores en exceso;
reconociendo sus engaños parturientos
en el breve instante de sus goces violentos;
sabiendo, ¡siervos!, cual ustedes fui su juego,
vieja diversión de engreídos putañeros;
porque harta de exprimirme y de ella yo poseso,
me habrá de arrojar fastidiada de su lecho,
sobre agotada de vibrar en tanto encierro,
mientras la muerte, gran mirona de mis huevos,
lúbrica me hará la delicia de sus huesos.
No quisiera morir. No...no...pero ni pedo.