Toma Alimoş

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Toma Alimoş de Anónimo

Hojita de haya,
Al pie de la montaña,
El monte del Calvo,
En medio del campo,
Al pozo del maíz,
En la llanura verde ancha,
Y cubierta de piñas,
Está Toma Alimoş,
Haiduc del País Bajo,
Grande en altura,
Grande en sabiduría,
Y valiente como no existía.
Se queda Toma sentado,
Con el caballo atado,
Y come con ganas,
Bebiendo vino del odre
Y hablando de éste modo :
- Brindaría, ¿ pero a quién ?
Brindaría al caballo castaño,
Castaño e impetuoso,
Pero el caballo es un bruto,
Me mira y me escucha,
¡ Sin boca para responder !
Brindaría a las armas,
A las armas queridas,
A las armas hermanas,
Pero son hierro frío,
Puesto en vainas
¡ De madera seca !
Brindaré al bosque,
A los olmos y las hayas,
A los abetos,
A los platanos
Pues son mis hermanos
Y me esconden de la policía;
Si yo moriré
Ellos me darán sombra,
Me cubrirán con sus hojas,
¡ Me llorarán con su murmullo!
Y como se quedaba,
Como él brindaba,
El bosque se estremecía,
Abetos y olmos meneando,
Hayas y platanos inclinando,
Su frente refrescando,
Su mano besando;
Las armas salían de la vaina,
El caballo relinchaba.
Terminando de hablar,
Levantó su odre,
Probó el vino
Y se levantó.
Mirando con sus ojos negros,
¿ Que podría ver en la lejanía ?
Pues venía, Señor, venía,
El dueño de la hacienda
Y de las llanuras,
Manea, el feo y el odioso;
Manea, el gordo e iracundo;
Venía, Señor, como el viento,
Con una enorme maza.
Llegando hasta Toma,
Empezó a hablar :
- ¡ Buenos dias, mi primito !
- ¡ Gracias, hermano Manea !
- Dime, Toma Alimoş,
Haiduc del País Bajo,
Grande en altura,
Grande en sabiduría,
¿ Qué buscaste en mis tierras ?
Engañaste mis niñas,
Aplastaste mis flores,
Enturbiaste mis aguas,
Destruiste verdes huertos,
Derrumbaste grandes bosques.
¡ Para pagar todo esto,
Tienes que darme tu caballo !
Toma, grande, si escuchaba,
De su boquita hablaba :
- Lo que tu viste
Ya lo veremos,
Lo que yo hice
Lo juzgaremos;
Hasta entonces, mi hermano,
Deja tu ira al lado,
¡ Acercate para beber algo
Y se hará justicia!
Toma le dio su cantimplora
Para beber la mitad
Y apaciguar su ira,
Para luego hablar como hermanos.
Manea extendía su brazo derecho,
Y con el izquierdo, ¿ que hacía ?
Daba vueltas a un sable,
Llegando al estómago de Toma,
¡ Derramando su sangre !
Manea cogió su caballo,
¡ Y huyó como su valentía!
Hojita de junco,
Mas Toma Alimoş,
Haiduc del País Bajo,
Grande en altura,
Grande en sabiduría,
Valiente como no existía,
Sus nervios no perdía.
Puso su mano a la herida
Y empezó a hablar así :
- ¡ Ay, hijo de demonio,
Valiente como una mujer,
No corras, porque todavía
No he pagado mi deuda !
Toma no perdía el tiempo,
Tapaba sus heridas,
Poniéndose una cinta,
Llegaba a su caballo,
Y subiéndose decía :
- Castaño, castaño mío,
Regalado por tu padre
Para que me ayudes
Cuando más te necesite,
Vuela como las águilas,
Vuela, mientras estoy vivo.
De joven me serviste,
Y ahora, envejecido,
Corre en tu vejez
Mejor que cuando fuiste joven.
Jura hoy por Dios
A llevarme como el pensamiento
Hasta ese perro malo,
Que puso fin a mis días,
Puso fin como un perro,
¡ Solo para tenerte a ti, castaño!
Mientras Toma preparaba,
El castaño alisaba su crin
Y de su boca hablaba :
- Deja la silla, salta encima,
Cogiendo bien el crin,
¡ Mostraré como viejo
Lo que pagué como joven !
El castaño volaba,
La tierra no la tocaba.
En un instante llegaron a Manea,
Y Toma en la fuga hablaba:
-Manea, Manea, mala fiera,
Tu valentía es la huida,
Me apuñalaste como un ladrón
Y corriste como un infame.
Quedate un poco para que hablemos,
Para que te pague mis deudas,
¡ Las deudas con el corte,
Los hechos con el tajo !
Terminaba de hablar,
Empezaba a golpear,
Hasta que la cabeza de Manea
En la tierra cayó.
Hojita de alhelí,
Mucho tiempo no pasó
Hasta que a Toma llegó
La muerte negra y pesada.
Bajó de su caballo,
Sus mirada se nubló,
Su cabeza daba vueltas,
Cayó en el bosque,
¿ Y ahí qué habló ?
- Ay, mi castaño,
Ay, mi querido,
Conseguí lo que pensaba,
Pero mi tiempo se acaba.
Cava un hoyo con tus piernas,
Y cúbrelo con paja,
A mi cabeza y a mis piernas,
Pon dos flores para mi amada :
A mi cabeza una peonía,
Que aumenta la añoranza,
A mis piernas una albahaca,
Que te hace llorar amargamente.
Después sigue tu camino
Hasta los platanos fulminados,
Donde están los hermanos cansados.
Nadie debe ponerte las riendas,
Ni subirse sobre tí,
Nadie más que un joven guapo,
Con huellas de sus heridas,
Con pelo largo y rubio,
Que fue mi amigo,
Hermano en la valentía,
Compañero en la haiducia.
Solo él debe ponerte las riendas
Y subirse sobre ti;
¡ Sirvelo bien a él también,
Cómo me serviste a mí !
Apenas acabó de hablar,
Que Toma entregó su alma :
El bosque se estremecía,
Abetos y olmos meneando,
Hayas y platanos inclinando,
Su frente refrescando,
Su mano besando,
Llorándolo con su murmullo.
Su caballo relinchaba con tristeza,
Cavando un hoyo con su pierna,
Haciendo una sepultura,
Y cubriéndola con paja,
Plantando florecitas
Que regaba con sus lágrimas.
Empezó su camino por el bosque,
Y andaba, Señor, andaba,
Hasta los platanos fulminados,
Donde están los valientes cansados.