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Trovadores provenzales

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 Plácenme historias pasadas  
 De andante caballería  
 Y en ser las noches llegadas  
 Olvidar penas del día  
 Con los cuentos de las hadas  
   
 Y luego en lecho de flores,  
 Si las hadas me dejaron,  
 Ir soñando los amores  
 Que tuvieron y cantaron  
 Los antiguos trovadores.  
   
 Ver a Arnaldo y su querida  
 Siempre a sus finezas dura  
 Mientras él nunca la olvida,  
 Mientras canta su ternura  
 Con su letra muy sentida: 

 Y a Rambaldo generoso  
 Que manifiesta a su dama,  
 Por tímido y receloso,  
 Lo violento de su llama  
 Con un ardid ingenioso.   
   
 Ver las gracias y embeleso  
 De la esposa de Imberal  
 Y aquel amoroso exceso  
 De aquel Pedro de Vidal  
 Que dormida le dio un beso;  
   
 Que luego fue desterrado,  
 Mas por ser su suerte rara,  
 De la hermosa perdonado  
 Vino a recibir de grado  
 Lo que a fuerza se tomara. 

 ¡Cómo es triste de escuchar  
 Aquella canción de amor  
 Que muerte vino a causar  
 Poco después de cantar  
 A su mismo trovador!  
   
 «Aquel dulce pensamiento  
 »Que de vos amor me envía  
 »Díctame cada momento  
 »Versos que me dan contento,  
 »Señora del alma mía.»  
   
 ¡Ah, Guillermo...!, tu canción  
 No la oyera, por los cielos,  
 Con bárbara indignación  
 Y ardiendo en rabiosos celos  
 Raimundo de Rosellón  

 Que el corazón te arrancó  
 Con el pérfido puñal  
 Y en un festín lo alargó  
 Sobre un plato de metal  
 A su esposa que te amó.  
   
 Que ella y tú fueseis yuntados  
 Bajo losas funerarias  
 Quisieron después los hados  
 Y que los enamorados  
 Os dijesen sus plegarias.  
   
 ¡Cuán bellos mis sueños son...!  
 ¡Con cuán mágicas pinturas  
 Me presenta la ilusión  
 Tus amores y aventuras,  
 Guillermo de Balaón...! 

 Que con extraño placer  
 Aparentabas reñir  
 Y a tu dama aborrecer  
 Por el gusto de volver  
 Las voluntades a unir.  
   
 Mas no anduviste advertido  
 Cual fue razón anduvieras  
 Por no verte aborrecido,  
 Cuando tu desdén fingido  
 Te valió un desdén de veras.   
   
 Y para darte el perdón  
 Mandó tu cruel señora  
 Que una uña de raigón  
 Te arrancases en mal hora  
 Del dedo del corazón. 

 También es bello soñar  
 Al que sin ver a su dama,  
 Llegándose a enamorar  
 Por las nuevas de la fama,  
 Quiso verla y surcó el mar.  
   
 Y en traje de peregrino  
 Tan dulce cántico hacía,  
 Que en medio la mar bravía  
 Lamentando su destino  
 Los delfines atraía.  
   
 «Amor de tierra lejana,  
 »Por ti mi carne mezquina  
 »Toda está enferma y se afana  
 »Sin encontrar medicina  
 »Que la pueda poner sana.» 

 Lejos de nativa playa  
 La muerte fuiste a buscar,  
 Mísero Rudel de Blaya,  
 Tan delicado en amar,  
 Tan docto en la ciencia gaya.   
   
 Muy hermoso es recordar  
 A don Pedro de Aragón,  
 A Failit de Belostar  
 y Hugo, que por afición  
 Fue trovador y juglar;  
   
 Y aquellas dulces tensones  
 Llenas de amorosas sales,  
 Serventesios y canciones  
 Y aquellos juegos florales  
 Con premios y distinciones. 

 Las damas que presidían  
 Las cuestiones ingeniosas  
 Que a los vates proponían  
 Y las letras y las glosas  
 Que cantaban y leían...  
   
 Plácenme historias pasadas  
 De andante caballería  
 Y en ser las noches llegadas  
 Olvidar penas del día  
 Con los cuentos de las hadas  
   
 Y luego en lecho de flores,  
 Si las hadas me dejaron,  
 Ir soñando los amores  
 Que tuvieron y cantaron  
 Los antiguos trovadores.