Un criminal (Machado)
Apariencia
El acusado es pálido y lampiño. Arde en sus ojos una fosca lumbre que repugna a su máscara de niño y ademán de piadosa mansedumbre. Conserva del oscuro seminario el talante modesto y la costumbre de mirar a la tierra o al breviario. Devoto de María, madre de pecadores, por Burgos bachiller en teología, presto a tomar las òrdenes menores. Fue su crimen atroz. Hartóse un día de los textos profanos y divinos, sintió pesar del tiempo que perdía enderezando hipérbatos latinos. Enamoróse de una hermosa niña; subiósele el amor a la cabeza como el zumo dorado de la viña, y despertó su natural fiereza. En sueños vio a sus padres —labradores de mediano caudal —iluminados del hogar por los rojos resplandores, los campesinos rostros atezados, Quiso heredar. ¡Oh guindos y nogales del huerto familiar verde y sombrío, y doradas espigas candeales que colmarán las trojes del estío!. Y se acordó del hacha que pendía en el muro, luciente y afilada; el hacha fuerte que la leña hacía de la rama de roble cercenada. ..................................... Frente al reo, los jueces en sus viejos ropones enlutados y una hilera de oscuros entrecejos y de plebeyos rostros —los jurados. El abogado defensor perora, golpeando el pupitre con la mano; emborrona papel un escribano, mientras oye el fiscal, indiferente, el alegato enfático y sonoro, y repasa los autos judiciales o, entre sus dedos, de las gafas de oro acaricia los límpidos cristales. Dice un ujier: «Va sin remedio al palo.» El joven cuervo la clemencia espera. Un pueblo carne de horca, la severa justicia aguarda que castiga al malo.