Usuario:Korriskoso-vnt

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                                                                VALLEJO: LA GESTACIÓN DE UN POETA
                                                                                                                       Escribe: Videlmo Núñez Tarrillo

Entre pájaros y árboles, entre alfalfares y alcanflores, en una sala verde de la Calle Colón N° 96 del barrio Cajabamba, a las 3 de la tarde, Santiago de Chuco pueblo del Perú profundo, vio nacer a César Abraham Vallejo Mendoza, el más grande poeta del siglo XX del idioma español. Su padre, don Francisco de Paula Benites, colmado de emoción –al verlo nacer- pidió un aplauso para la madre y su hijo. De rodillas lo bendice y acariciándole la cabeza expresa: “Este mi hij llegará muy lejos”. A los cuatro años de edad había dicho el poeta, “me llamo Pancho Vallejo, yo voy a ser obiso, voy a llevar la mitra en la cabeza”. Si saber ni escribir siquiera se afanaba en trazar líneas en el papel, en la pared o en el piso, diciendo: “Estoy equibiendo a mama que tengo hambe”. También solía tener la costumbre de esconder panes debajo de su almohada para comerlos en la noche, hasta que cierta vez el encuentran sorpresivamente y él responde: “estoy soñando que estoy coimiendo el pan que hemos amasado hoy”. El pan que sería más tarde tan ingrato con el poeta, y el hambre su fiel compañera. Hasta el extremo de hipotecar su ropa para para poder comer el pan en la pensión. Vallejo, incomprendido se enrumba por la senda de la poética, hacia 1913. Hasta este año actúa dentro de un contorno realmente pobre. Según versión de un familiar suyo, cuando Vallejo no podía escribir, solía golpearse la frente con la mano diciendo: “Quiero escribir, quiero escribir…”. Tuvo, pues, una lenta y ponosa inicición poética; fue criticado severamente, y en un contexto de enormes dificultades económicas. En una carta que le envía a su hermano Manuel Natividad, desde el hotel El Arco (Trujillo), cuando estaba escribiendo su Tesis “El Romanticismo en la poesía castellana” y que sacó la Nota 19, dice Vallejo: “Hoy mi vida de estudio y meditación diaria es qué distinta de la vida de la sierra disipada, aquí mis horas son contadas yme falta tiempo para vivir laborando por nuestro porvenir…”. Más tarde diría “Voy sintiéndome revolucionario, revolucionario es experiencia vivida, más que por ideas aprendidas”. El poeta de Santiago frecuenta Círculos literarios donde fortalece su creación poética. Recitaba él mismo sus creaciones. Cierta vez, en una velada musical en Huamachuco, recita –con muchos tragos adentro- un poema y al no ser aplaudido, se retiró diciendo: “¡No importa! ¡Mañana me aplaudirá América!”. Y así fue. Sin embargo, también lo aplaudió Europa y otros continentes. Huamachuco no lo aplaudió, porque “el profeta no canta en su Tierra”. En otra ocasión habría dicho que su poesía lo haría más famoso que Rubén Darío. “Si bien Santiago de Chuco me dio lamateria bruta, pero fue Huamachuco quien pulimentó esa materia…”. “El poeta César Vallejo, ha sido una de las figuras más influyentes de la juventud de ambos lados del Atlántico”, ha dicho los grandes críticos extranjeros. Con “Trilce”, Vallejo se aventura por un derrotero, con un nuevo lenguaje lleno de originalidad, rompiendo totalmente el tradicionalismo. Este libro revolucionario, que se niega siempre al análisis, fue escrito en su mayor parte en la cárcel de Trujillo. Ha desctruido todo lo caduco, como dice Orrego, las muñecas de la retórica y quiere darnos una versión más directa y cercana a la vida. Quien conozca el sórdido ambiente espiritual de los ppbladores serranos en el Perú, se dará cuenta cabal de la tentilleresca y lugareña en que cayó la ingenuidad del poeta. Antenor Orrego, que ya tenía prestigio continental, en un primer momento duda y desvconfía de Vallejo, no obstante muy pronto se da cuenta de que había surgido en el Perú una de las vocaciones poéticas y literarias –él mismo lo confía- de más extraordinaria y preclara estirpe humana. César Vallejo, los primeros momentos de amistad con Orrego llevaba, con precausión y nerviosismo, para que él leyera y le hiciera llegar su opinión. En sus primeros poemas se descubre la influencia de Rubén Darío y del Siglo de Oro Español; pues, los grandes vates se han apoyado en la tradición para innovar. Vallejo y Orrego tenía una gran amistad. Hasta durmieron en un solo dormitorio en la casa de campo de Mansiche. Allí tendrá una visión muy clara (ve su cadáver y gente que le rodea) fue de inspiración para escribir los versos más melancólicos “Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya elrecuerdo…”. Había soñado que su madre le tiende la mano desde París. Antenor Orrego nació en Montán (Chota Perú), y pasó su primera infancia en esta ciudad, Calle 27 de Noviembre, pero en 1902, vendieron su casa y se radicaron en la ciudad de Trujillo. Antenor Orrego ha dicho de él: “Hace versos como habla y habla como vive, su arte como todo gran arte, es símbolo de la naturaleza, una metáfora de la vida; es siempre un creador que mantiene cobstantemente, al despecho de su profunda caída, de sus dolorosos tropiezos, nos enseña a no repetir, sino a crear, a ser libres, a traducir directamente la vida. Si embargo, en una carta que escribe desde París a Pablo Abril de Vivero (8-set.1928), dice: “La vida se defiende no importa cómo, con tal que la dignidad se salve”. Murió Vallejo un 15 de abril, un viernes Santo a las 9 de la mañana, y fue enterrado durante una llovizna, como él mismo lo pronosticó, en un cementerio de París, junto a grandes escritores del mundo.