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Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac/XV

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CAPÍTULO XV
una doble observacion

Había llegado el momento de retirarnos.

Primero los Theopolitanos, en seguida los habitantes de Sophopolis, y por fin los sacerdotes, salieron del templo, y cuando este quedó vacio, las puertas se cerraron con estrépito, y la procesion continuó en el mismo órden que anteriormente, pero dismnuyendo poco á poco, porque cada cual tomaba el camino de su morada, á medida que llegaba á él.

Dos cosas había observado: una durante la ceremonia, y la otra en el momento de abandonar el templo.

Cuando todos girábamos vertiginosamente en torno del Voltaire Marcial, dirijí sin querer la vista hácia la imájen del Cristo vestido de terciopelo, y noté que detrás de ella había un individuo oculto, cuya fisonomía expresiva revelaba un Sophopolitano.

Este individuo tenía una cartera abierta en la mano izquierda, y mientras observaba la ceremonia, interrumpía de cuando en cuando su exámen para mirar un reloj que llevaba en la misma mano, en tanto que con la derecha, trazaba en la cartera algunas líneas, al parecer apuntes.

A su lado se veia un globo grande de cristal, con cuello largo, y una llave graduada.

¿Quién era aquel individuo y cual su objeto al permanecer allí oculto? Era algun corresponsal enviado hasta Marte por los redactores del New York Herald? Difícil parecía la resolucion del problema, peo lo que no dejaba duda alguna, eso sí, era la fisonomía eminentemente sophopolitana del misterioso personaje.

La rotacion cesó, y el cansancio producido por el vértigo, me hizo olvidar el individuo, y su cartera, y su reloj, y su matraz de cristal, y el terciopelo del Cristo, é imitando luego á los otros Theosophopolitanos, salí del templo.

Pero en el momento de pisar el umbral, cuando ya parecía que todo quedaba tranquilo, se oyó un silvido agudo, penetrante, como el que se produce en una campana en la que se ha hecho el vacío, y una masa de aire penetra súbitamente en ella por una abertura reducida.

Al oir el silvido, todos dieron vuelta, pero como ignoraban de donde partía, y al mismo tiempo reconocían que un silvido no en un crímen grave que debiera purgarse en el tormento, todos los que habían mirado, dejaron de mirar, porque de todos modos...... no se veía nada.

A algunos pasos de distancia del templo, el Doctor y yo, acompañados por el cicerone, (que no era otro que el procesionario con quien ántes habíamos hablado) nos detuvimos un momento, no solo para ver pasar toda la procesion, sino tambien para averiguar qué hacía el individuo oculto; porque de tal manera se nos había desarrollarlo la curiosidad, que no había cuestion que no quisiéramos tratar, ni punto que no deseáramos resolver, ni conversacion en la que no procuráramos inmiscuirnos, obligándome estas circunstancias á manifestar mi curiosidad con motivo del incógnito.

Habíamos combinado ya nuestro plan de ataque á una de las puertas del templo para arrancar el secreto que guardaba, cuando se abrió una puertecilla secreta y apareció el personage, alto, meditabundo, leyendo en su cartera y lanzando, como todos, sus resplandores rosados. De cuando en cuando levantaba los ojos, pero nó para mirar, sino para hacer resaltar más su profunda abstraccion.

Al pasar cerca de nosotros, le oímos estas palabras:

"Dada la cantidad de oxígeno que encierra un volúmen determinado del gas producido por la evaporacion de un Sophopolitano, averiguar los medios de quemar los barrios de Theopolis con todos sus habitantes."

Y se alejó, y doblando en direocion á Sophopolis, le perdimos de vista.

Nos miramos, y no pudimos menos de compadecer al soñador.

—"Recuerdo algo terrestre," dijo el Doctor.

—"¿Qué cosa?" preguntó.

—"Una ocurrencia de un examinador que proponía el siguiente problema á un examinando: 'Dada la altura de una torre, averiguar el nombre del sacristan.' —'Falta un dato,' observó el examinando.—'¿Cuál?'—'La fé de bautismo del sacristan.'"

—"Pero nosotros no hemos tenido siquiera la oportunidad de observar ni una palabra al misterioso personaje."

—"Hubiera sido inútil," dijo el cicerone.

—"Por qué?"

—"Porque ese hombre está loco."

—"¿Loco?"

—"Sí, es una historia larga, la suya."

—"¿Quereis referírnosla?"

—"No hay inconveniente."

—"Podemos sentarnos en las gradas del templo, ¿no os parece, Nic-Nac?"

—"Como gusteis, Doctor."