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Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac/XXVI

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CAPÍTULO XXVI
ceremonia

Cada ave tiene su nido, cada flor su perfume, cada insecto su matiz, cada pueblo sus costumbres, cada secta sus preocupaciones.

Si las bodas del Doctor se debieran celebrar en Theopolis, el pueblo se reuniría al pié del altar invocando á los espíritus propicios para que alejaran de los nuevos desposados el génio del mal, y el cántico incomprensible resonaría bajo las bóvedas del Templo de la Regeneracion.

El rostro espectral de los Theopolitas se cubriría de siniestros deseos, y la voz del Gran Sacerdote, el único hombre generoso y cristiano de aquella poblacion indigna, iría á morir como un éco perdido en el fondo de aquellos corazones satánicos.

Pero la gran sabiduría de los nobles seres que habitan en Sophopolis, les ha señalado un templo mas digno, un recinto mas sagrado, donde se verifican ceremonias de tan augusto carácter: la Academia.

Por eso, un instante despues de la conversacion que habiamos tenido con el Doctor, una procesion, partiendo de la casa del Sophopolita, llegaba á la Academia, y distribuyéndose en su recinto los diversoss miembros que la componían, esperaban el momento oportuno en que debía consumarse la ceremonia.

En el centro el Doctor y la jóven, acompañada de la familia, y en torno de este grupo, los demas Sophopolitas.

Las flores que cubrian las columnas, lanzaron al aire torrentes de perfumes, y una melodía divina, producida por instrumentos invisibles, nos anunció que se acercaba el momento.

Nuestra sorpresa no tuvo límites cuando al dirijir la vista hácia el fondo del gran salon, percibimos el matraz del loco, en cuyo interior estaba encerrado el Theopolita. El Doctor se acercó á él, y tomando aquella cárcel de cristal por el cuello, la trajo hácia la jóven y la colocó en el centro del recinto. Nuestro amigo el cicerone tomó á su vez la caja de Hacksf, y aproximándola al suplicante prisionero, le manifemsó las ideas dominantes.

—"Si, sí!" exclamó desde el fondo.

Y en el momento en que el alma blanca se elevaba lentamente para precipitarse en aquel ser abyecto, oimos un ruido extraño, semejante al que alguna vez habiamos observado, cuando Seele arrebatara las ilusiones del Doctor.

Una luz indecisa bañó súbita los rostros; se hizo luego mas intensa, y su vívido resplandor eclipsó por fin las aureolas de los circumstantes.

—"Seele! Seele!" exclamamos en coro. Si, era Seele, que aparecía como evocado por un destino inevitable, y cuya presencia en aquel momento, infundía en todos los ánimos un pavoroso respeto.

—"Girad, girad!" exclamó el génio del Nevado; y al punto se apoderó de nosotros la fuerza giratriz, y un vértigo terrible, dominando nuestros sentidos, parecíanos experimentar las atracciones del abismo.

—"Girad, girad!" repetía Seele, que en aquel momento, elevándose en el aire como la nube de incienso, habia tomado el punto blanco, el espíritu imágen, y le hacía trazar espirales ascendentes.

Pero al girar nosotros, giraba tambien el Theopolita, y observamos con una mezcla de placer y de terror, que su cuerpo se evaporaba como se había evaporado el Voltaire Marcial.

Un momento despues había desaparecido, transformándose en gas invisible, en tanto que el punto blanco, brillando con resplandores deslumbrantes, eclipsaba á su vez los destellos de Seele.

La rotacion cesó de pronto, y vimos ¡placer indescriptible! que Seele descendía, como desciende la nube que refresca los valles, y que en su mano, su mano antes impía, brillaba el punto blanco, cual una promesa de eterna felicidad.

Posó en la frente de la bella jóven el alma blanca, ensueño, delirio del Doctor, y aproximándose á este con intencion marcada.

—"Venid al Nevado," le dijo,"y todos los esplendores, y todas las bellezas, y toda la pompa del Eden circundante, serán para vosotros una fuente inagotable de admiracion y bienestar."

Y en tanto que Seele pronunciaba estas palabras, el espíritu complementario del Doctor y de la jóven se desdobló, como suelen desdoblarse en el espacio las nubes de la mañana, rodar con otras nubes, volar á otras regiones, y perderse mas allá del horizonte en su vuelo lijero.

El espíritu doble se transformó súbitamente en nube luminosa, que ocultando ambos cuerpos con su espléndido brillo, se alejó lentamente del recinto.

Desde aquel instante, refundidas ambas almas en un alma sola, podía gozar el Doctor de todas las prerogativas inherentes á su augusta mision, y libre de los vínculos que la ligaban á Seele, su existencia podría concentrar toda la suma de dichas imaginables.

La ceremonia había terminado, si olvidamos, no obstante, al loco del matraz, que no pudo resistir á la tentacion de absorver, coa su inimitable instrumento "una cantidad determinada del gas producido por la evaporacion del Theopolita."