Virtudes necesarias

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<< Autor: José Batlle y Ordóñez


Viernes 5 de Febrero de 1915, EL DIA

Editorial

Virtudes necesarias

Decíamos, al terminar un artículo anterior, que el deber nacional que a todos debe vincularnos patrióticamente es el de hacernos capaces de defender nuestro patrimonio, nuestro suelo, nuestra propiedad y nuestro derecho libre de nación, en cualquier caso de peligro común. –Este deber es superior y ajeno a toda idea y a todo prejuicio de agresión o de Quijotería. –Nuestro País, repetimos, no puede ser otra cosa que neutral, sinceramente neutral en medio de los conflictos exteriores y amigos sin reveses, sin pensamientos, sin intenciones ocultas de todos los pueblos que no pretendan, por su exigüidad territorial y por su insipiente desarrollo económico, llévaselo por delante. –Nos hicimos respetar cuando éramos casi menores de edad. –Tenemos condiciones viriles para asegurar y conservar la heredad recibida de nuestro glorioso patriciado histórico. -¿por qué no hemos de aplicarlas a la gimnasia tonificante y patriótica de hacernos cada día más aptos para inspirar, sin alardes agresivos, el respeto de nuestra capacidad para la acción defensiva de nuestra propia existencia? -¿Quién puede discutir esta necesidad? –Habrá un partido, entre nosotros, que juzgue inútil o imprudente el ejercicio de las facultades más elementales de un pueblo, como de un hombre, bastarse para su propia conservación? –Debemos hacernos fuertes por nuestro trabajo, por nuestra riqueza, por nuestras virtudes culturales, por nuestras cualidades progresivas, por nuestra suficiencia económica, por nuestro amor al orden, por nuestra educación moral, por nuestra modernidad de ideales. –Pero para hacer fuertes así, para tener la seguridad de que nuestro empeño no ha de ser malogrado por la intromisión demoledora de los extraños, para dar firmeza y estabilidad a nuestra obra, es necesario que también nos hagamos fuertes por la capacidad de la raza en el sentido de defenderla en todo momento del modo más eficaz y aleccionador. –No hay pueblo débil o despreciable cuando lo anima el sentimiento heroico de hacerse respetar a todo trance, aún a costa del más grande y del más completo de los sacrificios. –Pero ese sentimiento, que es una gran fuerza moral, debe ser auxiliado por las aptitudes unánimes que han de darle la eficiencia del valor militar. -¿Y como puede llegarse a este resultado de la nación siempre pronta para acudir a su defensa en condiciones respetables?. Por medio de la educación popular en los ejercicios viriles que han de darle salud y fuerza, agilidad y resistencia. –Debe educarse, fortalecerse físicamente a los ciudadanos. –Debe promoverse, como un deber patriótico la afición al deporte racional, a la gimnasia en todas sus formas y finalidades; debe difundirse el concepto de la raza capaz de energías irreductibles, que se practica y se realiza en el campo de recreo, en el estadio, en los juegos al aire libre, en la gimnasia pedagógica, en el ejercicio saludable del músculo y de la voluntad. –Un cuerpo débil es una máquina en peligro de descomponerse al menor esfuerzo dinámico: es una víctima en potencia de todo los peligros que amenazan la vida. –Es un valor negativo para la acción. –Si queremos hacer una raza fuerte, debemos empezar por educarla físicamente. –Como existe la instrucción mental obligatoria, para difundir la cultura, para destruir el analfabetismo, debe existir el ejercicio la gimnasia, el deporte obligatorio como medio de crear el tipo vigoroso de la raza y evitar que nuestras juventudes, raquíticas y neurasténicas en general, estén permanentemente amenazadas en su desarrollo por las enfermedades terribles que devoran tantas vidas muchas veces porque el organismo no les ofrece resistencia. –Y una de las formas del ejercicio educativo es el de la educación militar en condiciones combatibles con la edad y el temperamento de nuestros niños y de nuestros jóvenes. -¿Qué esto es antidemocrático, antipedagógico, nocivo para el carácter, enervante y deprimente? –no, mil veces no. –No admitimos argumentos de autoridad contra la tesis de conservación nacional que impone las aptitudes militares. –En contra y a favor del ejercito militar en la escuela, en la universidad, en los centros gimnásticos, etc., se ha escrito mucho. –No nos engolfaremos en citas. –La cuestión se simplifica y se aclara considerándola desde un punto de vista muy superior a las pragmáticas. –Debe preguntarse si es un mal que el niño de doce o catorce años se eduque y vigorice físicamente. –Debe preguntarse si es un mal que, como complemento de sus ejercicios gimnásticos de todo orden, aprenda a servir a su país con la actitud si quiera rudimentaria del soldado. –Debe preguntarse si el ejército compuesto de ciudadanos perfectamente concientes, solidarizados en la disciplina del deber, inspirados en el propósito de defender con la mayor eficacia posible la patria en los días de peligro es un mal o un bien. –Y la respuesta no puede ser contradictoria: el hombre fuerte no puede ser un mal, si aplica su fuerza a empeños generosos, fecundos y altruistas. –La sociedad no es un valor negativo: es una fuerza positiva. –Lo que no puede admitirse es que la sociedad, como fuerza, se transformen en negación de las fuerzas morales que constituye el derecho de si misma o de las demás. –Ojalá pudiéramos nosotros, tan atrasados en esta materia por nuestras incurables anarquías anacrónicas, ofrecer el ejemplo de una nación, como Suiza, compuesta de los ciudadanos más libres de la Tierra, y, sin embargo, educados desde la escuela en el culto patriótico de la defensa nacional, en tal forma que casa uno de esos ciudadanos es un soldado que guarda en su casa el fusil con que ha de presentarse a la movilización del primer toque de llamada! –Ser soldado en las condiciones en que nosotros queremos que lo sean los ciudadanos de mañana, no es ser otra cosa que un servidor del País en las circunstancias en que éste lo reclame, sin renunciar, por eso, a fuero alguno que le corresponde como ciudadano. –No se puede ser buen ciudadano, con derechos y obligaciones, sin estar capacitado, a la vez, para gozar de esos derechos y para cumplir esas obligaciones, entre las cuales, la principal, es la de defender con toda la eficacia necesaria a la patria que impone deberes superiores a todos los demás de la vida social. –Si el ciudadano debe prepararse, desde la escuela, para cumplir deberes y llenar prerrogativas propias, dentro de la sociedad y de la patria, en el orden moral o en el orden político, ¿Cómo ha de prescindirse de colocarlo en condiciones de ser un factor útil en el momento mismo en que la patria y la sociedad se encuentren en peligro de ser humilladas o destruidas?. –Hay una verdadera, una formidable contradicción en sostener, por una parte, la necesidad de la defensa en caso de agresión, la legitimidad de las milicias ciudadanas y hasta el servicio obligatorio en los adultos, y negar, al mismo tiempo, la conveniencia de empezar a instruir al adolescente en los ejercicios elementales de la acción militar. –Lo demostraremos en un nuevo artículo.