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Vivir loco y morir más/Acto II

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Acto I
Vivir loco y morir más
de José Zorrilla
Acto II

Acto II. Una muerte por honor

12 de Julio de 1836

Personajes
Pablo Roman.
Alberto.
Pereira, portugués

Luisa.

Escena I.

Un jardin de una posesion de Alberto en Valencia: en el fondo un cenador; á la derecha una pequeña puerta casi obstruida con brezos y maleza: una hora antes de anochecer.

ROMAN.

Tremenda cosa es nacer
Sin poder adivinar
En este revuelto mar
Que playas hemos de ver:
Tremenda cosa es querer
Lo que en el alma bullir
Sentimos, al percibir
Que es nuestra ánima inmortal
Puestos en un arenal,
Sin saber donde acudir.

Apenas á luz salimos
Engaños y horror probamos,
Donde quiera que miramos
Notamos que nos perdimos.
Una fantasma seguimos
Que solo soñando vemos,
Vacío si la tenemos,
Si la perdemos fortuna:
No acertamos cosa alguna
Por Dios, desde que nacemos.

Fama y gloria codicié,
Porque inmortal me sentí;
Y cuando cerca la ví,
Que era polvo imaginé.
Del mismo amor blasfemé;
Juzguéle sueño distante,
Niño, pobre y vergonzante,
Y hoy que en el alma lo siento
Conozco por mi tormento
Que es rey tirano y gigante.

¡Ay! ¿Soy el mismo yo
Que de esa pasion de ayer
Blasfemé, sin conocer
Que hoy la sentiria? No.
Ya mi alma se abrasó,
Castigo del cielo fué,
Que cuando el alma salvé
De mi ambiciosa inquietud,
Una vida sin virtud,
Alucinado abracé.

¡Ay! ¿Por qué nacen tan bellas,
Bajo formas de muger,
Estrellas que han de hacer ver
El rigor de las estrellas?
Si nuestra vida está en ellas
Y allí nuestra eternidad,
Injusticia es en verdad
Que viéndolas ¡ay! nosotros,
Nos dejen para ser de otros
Miseria y oscuridad.

Alberto amigo, perdon,
Que cuando tu honor ofendo,
Que es en mi delirio entiendo
Mi amor una maldicion.
Errado habrá el corazon,
Pero estaba escrito aquí;
Y hoy, ¡perdon! la adoro, sí;
Que en mi loco desvarío
Eres tu sola, amor mio
Gloria y cielo par mí.

¡Angel de paz y armonía!
Cuando vinistes al suelo
¿Por qué no dejaste al cielo
El cielo que en tí vivia?
Pero ya en la tierra impía
Tus ojos despues de ver,
¿Cómo amar otra muger?
Que si hay ángeles de amor
Junto al trono del señor,
Angel, Luisa, debes ser.


Escena II.

ROMAN, ALBERTO, saliendo del cenador.


ROMAN.

¿Me oiste Alberto?

ALBERTO.

Á fé mia,
Que amabas te comprendí.


ROMAN.

Así dige: no creí
Que nadie me escucharía.


ALBERTO.

¿Con que amas?


ROMAN.

Si por cierto.


ALBERTO.

¿Sin esperanza, parece?


ROMAN.

Sí, que mi amor no merece
Amor como el suyo, Alberto.


ALBERTO.

¿No merece? ¿por qué así?


ROMAN.

Porque mi amor, como es mio…


ALBERTO.

Sigue…


ROMAN.

Es indigno, amor impio.
hecho solo para mí.


ALBERTO.

Menos te comprendo ahora.
¿No es acaso una muger?




ROMAN.

Que no se puede querer,
Y que el corazon adora.


ALBERTO.

Pues con ser muger, yo creo
Que hay poder, si ella lo quere;
Pues que fuere como fuere
Nunca la mancha el deseo.


ROMAN.

Si la mancilla: es casada.


ALBERTO.

Pues entonces tu razon…


ROMAN.

Vive Dios, el corazon
Á la razon tiene atada.

Cuando se ama ¿cómo ver
Como ello es, lo que se adora?
Cuando un hombre se enamora,
No sabe de que muger:

Porque acaso destinado
Un ser para otro ser nace,
Y su mala estrella hace
Que tarde se hayan hallado.

Yo la amo, con frenesí
Porque nací para ella:
Peno no quiso mi estrella
Que naciera para mí.


ALBERTO.

¿Luego es de otro?




ROMAN.

Claro está.
Mas quiso la suerte impía
Que el amor la hiciera mía.


ALBERTO.

¿Y te ama?


ROMAN.

Lo dige ya.


ALBERTO.

¿Y eso lloras?


ROMAN.

Eso lloro;
Porque el amar y el morir
No se puede en dos partir,
Y yo parto lo que adoro.


ALBERTO.

¿Y habré de saber si es
Muger de tal condicion?


ROMAN.

Que se arrastra el corazon
Desesperado á sus pies:

Que es noble, rica y agena.
Anciano en mi juventud,
Nací pobre, y sin virtud
Que oponer á tanta pena.

Sufrí borrasca espantosa
De pasiones encontradas,
Que estudieron encerradas
En una alma irreligiosa;

Porque mi existencia inquieta
Con impaciencia sufrí,
Y hoy tiene gusano aquí,
Con corazon de poeta.

Que el mundo surcando voy
En pos de un angel muger,
Que es mia, y no la he de ver
Por no ser yo lo que soy.




ALBERTO.

¡Desgraciado! Al fin comprendes
El rigor de tu fortuna,
Y á esa fantasma importuna
Tu misma mano le tiendes.

Mucho, sí, quisiste ser,
Mucho hubiste de dejar,
Que para á mucho llegar,
Mucho es preciso querer.

Y hoy te ves triste, indeciso
En un vacilar eterno,
Con el alma en un infierno,
La vista en un paraiso.


ROMAN.

¡Un paraiso! y jamás
habré yo de entrar en él.
Un paraiso de hiel!


ALBERTO.

Que al fin de apurar habrás.


ROMAN.

¡Apurarlo! ya lo sé.
Tal tormento se me alcanza:
Sin gloria, sin esperanza…




ALBERTO.

Sin esperanza ¿por qué?


ROMAN.

Porque vinimos al suelo
Con un corazon que encierra
La miseria de la tierra,
La ambicion de todo un cielo.

¿Por qué no nos dió una estrella
Dios, que en esta oscuridad,
Mirando su claridad,
Nos guiáramos por ella?

Pero nacer á sufrir,
Sufrir y el término errar,
Llegar el dia de amar
Y al tiempo de amar, morir…

Injusto es, Alberto, á fé.


ALBERTO.

(¡Desgraciado! loco está:
No piensa en lo que será,
Y ha olvidado lo que fué.)

¿Y hoy el mismo Roman eres
Que no creias ayer
Que el amor á una muger
Mas es pasion, que placeres?

Tarde al fin has conocido
Que amor nuestro pecho encierra.


ROMAN.

Tanto esa idea me aterra,
Que quiero no haber nacido.



ALBERTO.

Tal vez es tarde, Roman,
Mas á curar ese amor,
Tiempo y lágrimas serán
La medicina mejor.


ROMAN.

Lágrimas, Alberto, no;
Las derramé en la niñez:
Vertílas ¡ay! de una vez,
Y ya no las tengo yo.

Cuando el corazon espera,
Lágrimas tal vez derrama;
Cuando ageno es lo que ama,
No llora, que desespera.


ALBERTO.

¿Tal es en tu corazon
Esa hoguera en que se abras?


ROMAN.

De lo imaginable pasa
El fuego de mi pasion.


ALBERTO.

¿Tan violenta?


ROMAN.

Es un volcan.


ALBERTO.

¿No puede á razon sujeta…?


ROMAN.

No, que es amor de poeta.





ALBERTO.

Tu eres poeta, Roman:

Mas que el amor es la gloria;
Busca gloria y no el amor,
Esa página de error
Bórrala de la memoria.


ROMAN.

¡La gloria! efímero nombre
Cuyo seductor aliño
Deslumbra el alma del niño,
Pero no el alma del hombre.

¿Que me importa ese laurel,
Si, en llegándole á alcanzar,
Tampoco tengo de hallar
Sino amarguras en él?

El nombre: cualquiera es bueno,
Si todos de muerte igual
Son la sentencia fatal,
Y abrigan dentro veneno.


ALBERTO.

Roman, es fuerza vivir,
Y vivir sin esperar;
Que no podemos amar
Lo que es de otro.


ROMAN.

Pues morir.


ALBERTO.

Morir, Roman, es no ser,
Y en el no ser, no hay amor:
Otro remedio mejor
Á la mano hay que tener.






ROMAN.

¡Vivir sin amar! mentira.
Dile al ave que no cante,
Dila que el vuelo levante
Sin el aire que respira,

Dile que pare al torrente
Al borde de la cascada;
Dila que quede estancada,
Sobre la peña la fuente.


ALBERTO, Con decision.

Roman, no amar es preciso.


ROMAN.

Sin amar ¿como vivir?
Es un infierno sufrir
Con aura de paraiso.


ALBERTO.

¿De vivir no hay mas camino?


ROMAN.

No hay otro.


ALBERTO.

Piénsalo bien.


ROMAN.

Ley tan tiránica ¿quién
Dar puede?


ALBERTO.

Yo y tu destino.




ROMAN.

¿Quién eres tú? ¡Vive Dios!


ALBERTO.

Imbécil, Alberto soy,
Que entre tí y tu amor estoy,
Y el destino entre los dos.


ROMAN.

¡Cielos! ¿y yo mismo fuí
Quien se lo dige? Estoy loco;
Toda mi existencia es poco
Para pagarle ¡ay de mi!

ROMAN desde este momento parece perder el juicio. Al penúltimo verso de esta escena cree ver un fantasma; y fijando los ojos en Alberto, dice aterrado:

La muerte avara y cruel
Me hubiera al fin consumido,
Si los dias que he vivido
No se los debiera á él.—

Á él, fantasma furioso
Que entre los dos te levantas
Para abrirnos á tus plantas
Un precipicio espantoso:

Sombra airada que tu huesa
Dejaste por mi tormento,
Si ves en mi pensamiento
El pensamiento que pesa,

Y tu perdon no merezco,
Amigo á quien yo rendi…
¡Alberto! huyamos de aquí…


ALBERTO.

¡Infeliz! te compadezco.


Escena III.


ALBERTO.

¡Maldita ambicion de ser
Mas de lo que puede un hombre!
¡Maldita ambicion de un nombre
Con que no hemos de poder!
Contento, ignorado ayer,
Esperabas otro dia,
Y hoy en tu frente sombría
Sentado el abatimiento,
Te saca tu pensamiento
A la odiosa luz del dia.

¡Es tarde, esperanza vana!
Tu quimérica pasion
Se apagó en el corazon
En hora ¡por Dios! temprana.
Vino el esteril mañana,
Ya de ilusiones vacío,
Dudó el corazon impío,
Y la esperanza se hundió:
Arroyo que se perdió
Entre las ondas de un rio.


Abre el cenador y sale Luisa.


Escena IV.

LUISA, ALBERTO.


ALBERTO.

¿Le oistes? En su amargura
Él á confesarlo vino,
Amarte fue su destino,
Amarle tú fue locura.


LUISA.

Alberto, saben los cielos…


ALBERTO.

Mucho los cielos sabrán
Cuando á los que aman dan
El tormento de los zelos.


LUISA.

¡Perdon! ¡Alberto! está loco,
Al borde del precipicio.


ALBERTO.

Un pequeño sacrificio,
Que los costaba tan poco.


LUISA.

Por Dios, tranquilo repara.


ALBERTO.

¡Silencio, digo, perjura!
Tú el amor y él la locura
Me habeis de pagar bien cara.





LUISA.

¡Perjura! ¿mi corazon
Á quién diera sino á tí?
¿Tanto en llorar te ofendí
Su terrible situacion?

¿No era tu amigo mejor?
¿No te debe su existencia?
Y tenerle en tu presencia,
¿No era tu gozo mayor?

Si en compadecerle erré,
Y él puso su amor en mí,
El que amaba pecó, sí,
Mas yo que escuchaba ¿en qué?


ALBERTO.

Silo oiste ¿por qué luego
De tí no le rechazaste?
¿En sus ojos no miraste
De amor el osado fuego?


LUISA.

Le ví, pero contemplé
Un hondo abismo detrás,
Y un poco que huyera mas,
Faltara á la tierra el pie.

Oí su amoroso ruego
Mucho de él compadecida,
Que en ello le iba la vida
Y se la arrancára luego.

¿Tengo yo culpa por Dios
De que su alma violenta
No pueda vivir contenta
Sino dividida en dos?

Recatada habré de ser
Con él, pero ingrata no,
Que si casada soy yo
Nací primero muger.

Nunca he de rechazar
Un corazon desdichado
Que á buscar viene á mi lado
Un sitio donde llorar.

Mucho ofendiste mi honor
Cuando imagina pudiste
Que el amor que tu me diste
Vendiera por otro amor.

Que si por cariño no,
Ni por otro miramiento,
Por cumplir mi juramento
Tu honor te guardára yo.




ALBERTO.

¡Y él frenético te ama!


LUISA.

¿Que daño me hará una hoguera
De que no siento siquier
El resplandor de la llama?


ALBERTO.

¿Con que no le amas?


LUISA.

Por cierto
¿Tu lo pudiste pensar?
¿Á quién Luisa habrá de amar
Despues de amar á su Alberto?
Llora.




ALBERTO.

Mi vida, perdóname,
Que en pensarlo te ofendí;
Los zelos dentro de mí
Á sofocar no alcancé.

Tu no sabes, vida mia,
Lo que es amar, para ver
El amor de una muger
Pasar como el sol de un dia.

Imaginar, que tranquila
Escucha otro nuevo amor
Y en el nuevo adorador
Vierte luz de su pupila.

Porque tus ojos ¡oh Luisa!
La luz del sol arrancaron,
Dióte el alba su sonrisa
Y tus ojos alumbraron.
Tus ojos ¡ay! me hechizaron,
Hija del cielo español.
Si así alumbró tu arrebol.
¿Cómo subrir que importuno
Gozar pudiera hombre alguno
Toda la luz de tu sol?


LUISA.

¡Mi esposo!


ALBERTO.

¿Tuyo me llamas?
¡Oh! tuyo, alma mia, sí,
Que vida no siento en mí
Sino porque tu me amas.


LUISA.

Dulce bálsamo derramas
En mi corazon, Alberto,
Con tus palabras, que cierto
Tú me llamaste perjura,
Y de esa voz la amargura
Acaso me hubiera muerto.





ALBERTO.

¡Hermosa! Porque te adoro,
Porque no vivo sin tí
Todo el veneno sentí
de los zelos.


LUISA.

Y ese lloro,
Amor destilado en oro,
Que en tus párpados se mece,
Todo mi amor no merece;
¡Oh! tu labio me lo dice…


ALBERTO.

Y el corazon te bendice
Cuando mi labio enmudece.

Cuando lloro es porque callo,
Que calo y lágrimas vierto;
Porque á hablarte con acierto
Hartas palabras no hallo.
Inútil es intentallo,
Que si inconstante te miro
Apenas hablas te admiro,
Y pueden tal tus razones
Que no hallo reconvenciones,
Te admiro, callo y suspiro.


Durante la décima anterior ROMAN ha cruzado el fondo del teatro, y
dice al tiempo de desaparecer:



ROMAN.

¡Gózala en paz! tuya es.
Para tí tiene ella amor,
Que para mí aterrador
Abre un abismo á sus pies.
Si hay otro mundo despues
Allí he de seguirla en pos,
Que acaso disponga Dios
Que cuando un ser ama aquí
Despues de la muerte allí
Hayan de amarse los dos.


Al alejarse ROMAN vuele LUISA la cabeza y queda con los ojos fijos en él


LUISA.

Héle allí, sobre su frente
Lleva su destino impío,
su pensamiento sombrío
Bullendo eterno en la mente.
Loco está, pero inocente.


ALBERTO.

Y ¿qué mas pude yo hacer?
Le dí mi casa, mi haber,
Le dí oro, independencia,
Y él en su ciega demencia
Codicia hasta mi muger.


LUISA.

De nobles es perdonar;
Pues que todo lo perdió,
Alberto, si te ofendió,
Enséñale tú á olvidar.


ALBERTO.

¿Y lo que él ha de penar?



LUISA.

Ese será su castigo.


ALBERTO.

Aunque ingrato fue conmigo
Respetaré su dolor,
Que vale tanto el honor
Como la paz de un amigo.

Ya está, Luisa, perdonado,
Tú, amor mio, abrázame
Y perdona.


LUISA.

¿Á tí, de qué?
¿Es delirio haberme amado?


Escena V.


LUISA.

Ya era tiempo desdichado
De conocerte á tí mismo,
De tu indolente egoismo,
De tu avara ceguedad
No es madre la sociedad,
Es la puerta de un abismo.


Escena VI.

LUISA, ROMAN.

ROMAN vuelve á cruzar la escena y se queda inmoble, los brazos cruzados, mirando á Luisa.


LUISA.

¿Qué haceis?


ROMAN.

¡Qué he de hacer! Llorar.


LUISA.

¿Llorar? No alcanzo razon.


ROMAN.

¡Ah! vuestra conversacion
Os acabo de escuchar,
Y me partió el corazon.


LUISA.

Puesto que la habeis oido
Nada os tengo que decir,
Veis que amiga vuestra he sido.


ROMAN.

Los que en tal signo han nacido,
Mas les valiera morir.

Amistad le das ahora
Á un alma que tanto os ama,
Mal con un vaso, señora,
Se apaga devoradora
Del vasto incendio la llama.

Nunca los que amor sintieron
En amistad la cambiaron.



LUISA.

Pero olvidarle supieron
Cuando inútil le juzgaron.


ROMAN.

Si eso os han dicho, mintieron.

No sabe lo que es amar
Quien reconoce el olvido,
Que amor pueden ocultar,
Mas no se puede olvidar
Cual si nunca hubiera sido.


LUISA.

Pues ocultadle en el pecho,
Nunca mas lo digais.


ROMAN.

Si á amor no tengo derecho,
Mal, señora, me pagais
El daño que me habeis hecho.

Por última vez lo digo,
Te amo, el infierno me fuera
Un paraiso contigo,
Y el infierno mas quisiera
Que el epíteto de amigo.


LUISA.

¿Y qué mas podeis pedir,
Ni que daros puedo yo,
Si casada he de vivir?




ROMAN.

Á quien todo se negó,
¿Qué ha de poder exigir?

Mi tormentosa fortuna
Nada me dejó querer;
Soñé una gloria importuna,
Quimeras alcancé á ver,
Pero realidad ninguna.

Para esto en mi edad temprana
Sueños de flores soñé,
Por ver que esa imágen vana,
Un sueño por cierto fue
Al despertarme mañana.


LUISA.

¡Ciego! y ese loco amor,
¿No es mas sueño que otro alguno?
Buscad camino mejor.


ROMAN.

Á otro cariño mayor
Ya, señora, no hay ninguno.


LUISA.

Amad la fama, la gloria.


ROMAN.

¿Qué le importa á un corazon
Desesperado, en la historia
Dejar por nombre un borron
En vez de fama y memoria?

Ya sé que el camino erré,
Y que el tiempo que pasó
No ha de volver, ya lo sé;
Pero ya es tarde, y á fé
Que atras no me vuelva yo.



LUISA.

Luego ¿qué pensais?


ROMAN.

Amaros.


LUISA.

¿Y qué habeis de conseguir?


ROMAN.

El placer de idolatraros.


LUISA.

¿Y de eso qué ha de quedar?


ROMAN.

La esperanza de morir.

Si en el amor no creí
Por necedad ó altivez,
Ya que una vez lo sentí,
La vez primera, ¡ay de mí!
Será la postrera vez.


LUISA.

(¡Compasion siento por él!
¡No me resuelto por Dios!)
Hay un medio.


ROMAN.

¡Suerte cruel!


LUISA.

El espacio entre los dos.




ROMAN, con desesperacion.

Para el sediento es la hiel.


LUISA.

Inútil es vuestro amor
Cuando estoy, Roman, casada.


ROMAN.

¿Y ese es el medio mejor?


LUISA.

Yo no encuentro medio á nada
Cuando en ella va el honor.

Pensad desde este momento,
Esa quimera borrar
Del alma y del pensamiento,
Que yo dí mi juramento
Á mi esposo en el altar.


ROMAN.

(Cerróme toda esperanza
De vivir la avara suerte.)


LUISA.

Todo del tiempo se alcanza.


ROMAN.

Sino cede la balanza
Por el lado de la muerte.


LUISA.

¡La muerte!


ROMAN.

¿Y que resta ya
Á quién todo lo perdió?




LUISA.

No, nunca desesperó
El justo.


ROMAN.

¿Y quién os dirá
Que de esos justos soy yo?

LUISA.

(¿Tengo yo, cielos, de ser
Quién de su felicidad
La esperanza he de romper?
Maldita la sociedad
En donde nací muger.)


ROMAN, Echándose á sus pies.

¿Lloras, hermosa?


LUISA, Con energía.

¡Insensato! No lloro
No lloro que considero,
De un marido caballero
Y un galan con él ingrato,
Que el marido es lo primero.


Escena VII.


ROMAN.

¡Ya mis sueños se apagaron!
Los fantasmas de la vida
Uno á uno se borraron
Y ya nunca volverán.
¡Seis meses! Madrid, Valencia,
Sueños ó realidades
Como tremenda sentencia
El alma royendo están.

Seis meses en mi memoria
Han encendido una hoguera,
Todo un porvenir de gloria
Está quemándose allí;
Es muy tarde, sin amores,
Sin porvenir ni esperanza,
Esa corona de flores
Es de espinas para mí.

Perdí la luz de mis dias
En ilusiones pueriles,
De mis horas juveniles
Tengo solo… una pasion;
Y esa pasion imposible,
Ese pensamiento eterno,
Me pesa como un infierno
Á plomo en el corazon.

Partiré lejos, muy lejos,
Que el sol de mi amarga vida
Con los últimos reflejos
Alumbra el cuerpo mortal.
¡Adios Luisa encantadora!
¡Adios ofendido amigo!
Oí la tremenda hora…
Tocaban á un funeral.


Escena VIII.

ROMAN sentado en actitud de la mas profunda meditacion.— PEREIRA entrando por la puerta falsa en traje de camino.— Es completamente de noche.


PEREIRA.

Salud, amigo.


ROMAN.

¿Quién vá?


PEREIRA.

Una antigua relacion
Que ya desde otra ocasion
Reconocida os está.


ROMAN.

¿Qué quereis?


PEREIRA.

Pensadlo vos.


ROMAN.

¿Yo? Por todo un firmamento
No cambio de pensamiento
Ni para pensar en Dios.




PEREIRA.

En mal hora creo á fé
Que he llegado.


ROMAN.

Si por cierto.


PEREIRA.

Ese postigo hallé abierto,
Oí vuestra voz y entré.


ROMAN.

Pues bien os podeis marchar,
Porque yo no os quiero oir.


PEREIRA.

Pues bien os lo quiero decir
Y me lo habreis de escuchar.


ROMAN.

Marchaos digo.


PEREIRA.

Á eso vengo:
Y en cumpliendo mi mensage
Ora vez el mismo viage,
Aunque largo, emprender tengo.


ROMAN.

Pues bien, decid ¿que quereis?



PEREIRA.

Vengarme.


ROMAN, Marchándose bruscamente.

¿Qué tengo yo
Con tu venganza?


PEREIRA, Deteniéndole.

Eso no.
Quedaos, me ayudareis.


ROMAN, Amenazándole.

Ved que no tengo en la vida
Vínculo que baste alguno…


PEREIRA.

Pronto no tendrás ninguno
Que malgastarla te impida.
Mira, traidor.
Descubriéndose


ROMAN.

¡Vive Dios!
¡Pereira!


PEREIRA.

Tú mi honor tienes,
Yo quiero tu alma en rehenes
Por fianza de los dos:

Por eso á buscarte vine
Desde Madrid á Valenca,
Por él grita mi conciencia
Que te mate ó te asesine.


ROMAN.

¡Bueno! en mejor ocasion
Venir por él no has podido;
En las manos me has caído
Y sed tiene el corazon.
Vamos.




PEREIRA.

Espera, porque antes,
Una nueva te he de dar
Que siempre han de interesar
Las nuevas á los amantes

Era, seis meses hará,
Una noche oscura, fria,
La lluvia á mares caia;


ROMAN.

Importuno el hombre está.


PEREIRA.

Tres hombres, ébrios los tres,
Que una dama acompañaban,
Las calles atravesaban…
Otro venia despues.

A la incierta luz escasa
De un farol agonizante
Se detuvieron delante
De una miserable casa.

Salió una vieja al encuentro,
Y á la falsa voz de «amigo»
Abrió un estrecho postigo
Y se cerraron por dentro.

Entonces el embozado
Apoyado en el porton,
De los que habian entrado
Oyo la conversacion.

¿Sabes lo que se trató?
De engañar una muger;
Yo la acerté á socorrer
Y á vengarla vengo yo.

Ella te adoraba, sí;
Y pues su honor era mio,
Á acabar el desafío
He venido solo aquí.


ROMAN.

¿Me hablas á mí?


PEREIRA.

La maté.


ROMAN.

Que me importa?


PEREIRA.

¿Por ventura
No la amabas?


ROMAN.

¡Qué locura!
Nunca tal imaginé.


PEREIRA.

¿Luego tú la sedujiste
Tan solo por liviandad?
¿Y ella te amaba?


ROMAN.

Verdad.


PEREIRA.

¿Es verdad?




ROMAN.

Ya lo digiste.


PEREIRA.

No en valde para encontarte
Tanto tiempo me afané,
Que me faltára pensé
El tiempo para matarte.
. . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . .


ROMAN.

Si me matas, y ha de ser
Por mano de caballero,
Que lleves despues espero
Un adios á una muger.


PEREIRA.

Si por cierto.


ROMAN.

Júralo.


PEREIRA.

Sobre aquesta cruz de oro.
¿La amas?


ROMAN.

No, que la adoro.


PEREIRA.

Y ¿te corresponde?



ROMAN.

No.


PEREIRA.

¡Estúpido! loco estás.
¿Cuando vengo por tu vida
De tu amante despedida
Á hacerme correo vas?

¡Imbécil! la he de decir
Que vives libre, contento,
Y que en veinte años, en ciento
No habrás de poder morir.


ROMAN.

¿Por qué, traidor?


PEREIRA.

Porque así
Hago mas fatal tu estrella,
Tu vida la enfada á ella
Y yo me vengo de tí.


PEREIRA alarga dos espadas á ROMAN que toma una. Se baten, —PEREIRA
con serenidad.— ROMAN con impetuosa cólera.


PEREIRA. Con solemnidad.

¡Seis meses pienso que hará
Que nos quisimos batir.

Viendo que la rabia de Roman crece.

¿Quieres matarme?


ROMAN.

Ó morir.


PEREIRA.

¿Ó morir?



ROMAN.

Tanto me dá.


PEREIRA.

¿Te herí?


ROMAN.

No sé.


PEREIRA.

Pues seguid…


ROMAN.

Combate á muerte.


PEREIRA. Dándole una estocada.

¡Ahí está!


Escena última.

ROMAN en tierra, LUISA, ALBERTO, PEREIRA.


LUISA.

¡Dios mio!


ALBERTO.

¡Un combate aquí!


PEREIRA.

Señores, un desafío;
Esto era negocio mio,
PEro ya le concluí.


ALBERTO. Mirando el cadáver de Roman, con rabia.

¡Oh le habeis muerto! ¿Y por qué?


PEREIRA.

Por una deuda anterior.


LUISA.

¿Una deuda?


ALBERTO.

Era de honor.


PEREIRA.

Por el honor le maté.

FIN.