Josef Pellicer (Retrato)
D. JOSEF PELLICER.
Entre los hijos que han ilustrado al Reyno de Aragon con el noble cultivo de las letras, ocupa un distinguido lugar D. Josef Pellicer, nacido en Zaragoza en 22 de abril de 1602. Sus padres D. Antonio Pellicer de Ossan, y Doña Ana María de Salas y Tovar, ambos de esclarecido linage, tuviéron despues otro hijo, que emulando la temprana gloria de su hermano por diversa carrera de mas esplendor y de mas riesgo, acabó tambien mas prontamente la carrera y la vida. Este fué el Maestre de Campo D. Antonio Pellicer de Tovar, Caballero del Orden de Santiago, y Comandante de los Dragones. de España, que murió en 1650 en la restauracion de Cataluña por D. Juan de Austria. La carrera del hermano mayor fué á la verdad mas llena de dias, y no de menos afanes por ser menos sus peligros: vertióse en ella mucho sudor, ninguna sangre, y convínole al fin el nombre de guerra, aunque con diversas armas. Dispensósela el Cielo muy dilatada para la larga empresa, á que parece le habia destinado, de desterrar algunas tinieblas en nuestra historia nacional, limpiar de manchas ciertos hechos y sucesos memorables, y combatir los impostores que propagaban y sostenian el error, y autorizaban las patrañas. Para esta tan prolixa y árdua tarea no bastaba solo integridad sin mucha constancia; no amor á la verdad sin gran aficion á la historia; y no el ingenio, que tanto madrugó en su edad, que parece previno á los años la razon, si ésta, cultivada y perfeccionada por una educacion sobresaliente, no hubiese copiosamente ministrado los auxílios.
A los doce años de su edad habia concluido Pellicer la gramática en Consuegra, en donde residia su padre, y la retórica en Madrid baxo la enseñanza del P. Juan Luis de la Cerda. En la Universidad de Alcalá estudió artes, y se graduó de Bachiller y Licenciado: y en la de Salamanca profesó la jurisprudencia, en donde fué graduado en ambos derechos después de haber sido Consiliario de su nacion y Vice-rector. Para dar nuevo realce á estos estudios se dedicó al conocimiento de las lenguas hebrea y griega, de que hizo loable uso alguna vez, como tambien de la italiana y francesa, en que dicen fué eminente: mérito entonces muy señalado, lo que es hoy comun adorno de crianza. Un ingenio, pertrechado con este aparato de estudios serios y amenos, no podia estár mucho tiempo ocioso. A los diez y nueve años de edad dió al público el Apophasis de Protectoribus et Præpositis, y la version latina ilustrada con notas de la Táctica de Constantino Porfirogéneto escrita en griego. Desde estos dos trabaxos, que fuéron el preludio de su pluma y de su reputacion, hasta el año de 1676, tres antes de su muerte, apenas cesáron las prensas de sudar con nuevas producciones suyas. De estas debió de estar despues tan ufano su autor, ó por su calidad, ó pre su número, pues ascendia á doscientas; que imprimió su catálogo con el nombre de Biblioteca: divídelas en mayores y menores,, á las que dió su antagonista Argaiz el nombre de gazetas, de gran parte con razon. Podríase decir de Pellicer, por la copia y vária naturaleza de sus escritos, que, ó llevado de su facilidad misma, ó estrechado de la necesidad, vino á convertir en oficio la prerogativa y gloria de escritor.
El particular estudio que habia hecho de algunos ramos de nuestra antigüedad histórica, ó mal examinados por los cronistas, ó desfigurados por los impostores, le proporcionó el empleo de Cronista mayor de Castilla á los veinte y siete años de su edad, en que sucedió á Antonio de Herrera. Habiendo vacado en 1636 la plaza de Cronista de Aragon por muerte de D. Francisco Ximenez de Urrea, la Diputacion de aquel Reyno le eligió sucesor suyo: y en 1640 le nombró el Rey su Cronista mayor de todos los Reynos de la Corona de Aragon, condecorándole despues con el hábito de la Orden de Santiago. El desempeño de tan honoríficos cargos, y la fama que con ellos debe andar unida, fuéron causa de verse distinguido del Gobierno, buscado de los Señores, y zaherido de algunos literatos.
Los cuidados domésticos en la manutencion y crianza de sus hijos; habiendo sido casado dos veces, no solo no interrumpiéron sus tareas, ántes las aviváron, obligándole á consultar en ciertos casos mas con los socorros que le ofrecia la prensa, que con la importancia y calidad de sus obras. Está seria la causa de haber empleado con preferencia. su tiempo y sus desvelos en tanto número de relaciones, informaciones, y justificaciones de genealogias, succesiones, y noblezas de familias, y en tanta copia de otras composiciones en prosa y verso, tan várias por sus objetos, como estrañas por sus títulos, de urnas sacrás, mármoles triunfales, pirámides baptismales, cadenas historiales, anfiteatros &c.: sobrescritos de la adulacion y pedanteria de su tiempo. Tambien debemos confesar que si sus escritos fuéron muchos, muchos mas fuéron los elogios que hicieron de ellos algunos doctos sus contemporaneos; y no faltó quien tuviese la paciencia de formar de todos un volúmen. Sin embargo de tan antigua y pomposa recomendacion; en estos tiempos, en que han variado el gusto y el criterio del público, los escritos de Pellicer son menos leidos, y mucho menos clógiados, excepto un corto nú mero, en que se interesan el lustre de la monarquia, la grandeza y verdad de la historia, y el juicio de la nacion.
Perdonándole su estilo, que descubre el oropel é hinchazon de su tiempo en los hipérboles y metáforas, y las alabanzas que no se descuidó de darse á sí propio, á que alguna vez le obligarian la sinrazon y mordacidad de sus contrarios; se debe contar á D. Josef Pellicer entre los hombres de letras, á cuyo ingenio, estudios, y vasta erudicion debe mas la historia cclesiástica y civil de España en el siglo décimo séptimo: siendo dignos de gratitud y alabanza el zelo, la constancia, y csmero con que luchó contra los que sostenian la falsedad de los Marcos Máximos, Julianos, Liberatos, Aubertos, y otros fingidos cronicones. En esta guerra literaria sacrificó sus vigilias ocho años continuos, los postreros de su vida, que acabó en Madrid á 16 de diciembre de 1679 con la pluma en la mano, dando la última á algunos escritos, para cuya publicacion le faltáron caudal y dias, con haber sido tantos los que le concedió el Cielo.