Pedro de Ribadeneira (Retrato)
PEDRO DE RIVADENEIRA.
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Este insigne escritor nació en Toledo en 1527, de padres nobles y ricos, cuyos abuelos habían sido Regidores de aquella ciudad, y servido á los Reyes Católicos en oficios honrosos de su palacio. A los doce años no solo poseía las primeras letras, sino también la lengua latina y la retórica, que explicaba, cuando llegaba la ocasión, con singular maestría. Prendado de su vivacidad y excelentes disposiciones el Cardenal Alejandro Farnesio, Legado apostólico entonces cerca de Cárlos V, se le pidió á su madre para llevársele á Italia consigo, darle alli carrera y colocarle ventajosamente. Condescendió ella, y el joven Rivadeneira fue á Roma con el Cardenal. Pero como fuese muy travieso, y no por haber mudado de condición y de pais mudase de genio y de conducta; un día en que distraído por alguna diversión no pudo recogerse á casa, no se atrevió á volver á ella temiendo el castigo, y se díó á andar por las calles de la ciudad como un vagamundo. Acertó acaso á pasar por la casa en que se hallaba San Ignacio con sus compañeros, reunidos entonces en Roma para solicitar la confirmación y aprobación de su instituto: entró allí, y halagado por la novedad y movido del afectuoso trato y exhortaciones del fundador de la Compañía, pidió ser admitido en ella, y quedó recibido aquella misma noche, sin pasar por el prolijo exámen que Ignacio solía hacer de sus discípulos.
Tenia entonces catorce años: su capacidad y su penetración se adelantaban á su corta edad, y por eso el fundador á pocos meses de novicio le hizo secretario suyo, fiando de su discreción y prudencia los negocios de la orden, que como niña á la sazón, según decía Rivadeneira, no era extraño que tuviese á un niño por secretario. Sus estudios de filosofía y teología los hizo primero en Paris, después en Lobaina y últimamente en Padua. En 1549 fue enviado á Palermo con el P. Diego Lainez á dar principio al Colegio que en aquella isla había de tener la Compañía, yendo él particularmente encargado de establecer los estudios de Latinidad y Retórica, cuya Cátedra se le confió con el título de Prefecto de ellos. Tres anos permaneció alli, y después fue llamado á Roma por el fundador para que leyese Retórica en el Colegio Germánico. Ordenóse de Sacerdote en 1553, dando desde entonces mas austeridad á su vida, sin perder aquélla facilidad y suavidad de trato que le hicieron siempre, según decía Mariana, caro á los suyos, grato á los Príncipes, cómodo a los extraños. Desde aquel tiempo fue uno de los primeros y mas grandes propagadores de su instituto, y enviado á diferentes partes de Europa, siempre con importantes comisiones y gravísimos encargos. Dos viages hizo á Flandes, uno á Inglaterra, y vuelto después á Roma, fue nombrado Visitador de todos los Colegios extramuros de aquella capital, Provincial de Toscana, Asistente de Italia en lugar del P. Salmerón, ausente entonces en Trento, y por último Comisario y Provincial de Sicilia. Tres años después, siendo ya General de la Compañía San Francisco de Borja, fue llamado otra vez á Italia y hecho sucesivamente Rector del Colegio romano, Superior de todas las casas de la Orden que habia en la ciudad y Asistente de Portugal y España. Cuál fuese el desempeño que dio Rivadeneira á estos encargos diferentes, lo manifiestan su misma muchedumbre y gravedad, la confianza y alto aprecio que mereció á los tres Generales primeros de la Orden, la estimación que granjeo en tan diversas provincias al instituto que profesaba, las muchas casas que fundó, los discípulos sobresalientes que tuvo, la infinidad de almas que ganó para la virtud con sus consejos, y sobre todo con su ejemplo.
Pero su salud arruinada con tantas peregrinaciones y trabajos, no le permitía ya continuarlos, y se le dió licencia para restituirse a España en 1573, á los treinta y ocho años de haber salido de ella. Su deseo era retirarse enteramente de los negocios, y entregarse todo á la devoción y al estudio, para lo cual se vino al Colegio de Madrid, donde vivió el resto de su vida, empleándose en ejercicios místicos, y en escribir muchos libros eruditos y piadosos. Su largo catálogo puede verse en la Biblioteca de D. Nicolás Antonio; pero los que sobresalen mas, entre tantos escritos diferentes, son las Vidas de los tres primeros Generales Jesuitas S. Ignacio, Diego Lainez y S. Francisco de Borja; el tratado latino de los Escritores de la Compañía, la Cisma de Inglaterra, el Príncipe Cristiano y el Flos Sanctorum, ó Vidas de los Santos del año, por las que es mas generalmente conocido. La severidad de la crítica histórica podrá por ventura desear en ellas mayor circunspección en admitir algunos hechos y tradiciones, pero poco ó nada hay que echar de menos en interes de narración, en pureza de lenguage, en oportunidad y atractivo de reflexiones piadosas. Su estilo era como su alma, terso, natural y cándido: y el elocuente Granada, decía de la Vida de S. Ignacio, que en nuestra lengua no se había visto hasta entonces libro escrito con major prudencia, y mayor elocuencia, y mayor muestra de espíritu y doctrina.
El P. Rivadeneira murió en Madrid á principios de Octubre de 1611, teniendo 84 años de edad. Las alabanzas que á su carácter, costumbres y talento han dado los de su religión, y aun los extraños, son infinitas; pero á todas se aventajan, por el seso con que están medidas, y por la elegancia con que estan expresadas, las que comprende el bello epitafio latino, que le hizo el Padre Juan de Mariana, que por su extensión no ponemos aqui, pero que puede verse en Nieremberg y en Nicolás Antonio.