¡Amigo hasta la muerte!: 3

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

III

Y asi refieren los viejos de aquellos tiempos, no sabían qué admirar más: si la abnegación del amigo, exponiendo espontáneamente su vida en un hilo, ó la palabra empeñada del sentenciado que ni en mientes pensó faltar.

Pero este noble ejemplo de nobleza, de abnegación, de amistad no fué bastante á contagiar en tan generosos sentimientos el empedernido corazón del Coronel. Ya impartida la orden que se llevara adelante el fusilamiento del leal amigo, vióse llegando á todo galope al sentenciado, y desmontando á la puerta del rancho que hacía de capilla, dió un ponchazo al caballo para que enderezara á la querencia, regalándole esa única prenda á su amigo con su último abrazo, y deslizándole tres palabras al oído se cuadró preparándose á bien morir.

Nuevos empeños de frailes, monjas y notables habían fracasado como la víspera, y los aplausos de la multitud que se apeñuscaba, con que fué recibido el recién venido, esclavo de su palabra, volviéronse llantos y soponcios del mujerío, viéndole salir entre cuatro sayones, y el Capellán exhortándole Crucifijo en mano, caminito del banquillo, bien corto para caber ilusión de que la fusilatina no iba de verdad.

Cual si misteriosa prevención hubiera combinado á los apesadumbrados circunstantes, sólo hacia el lado que se divisaba á poca distancia el parejero, había cancha abierta, interceptando grupos de paisanos curiosos los otros costados.

Y así mientras mandaba pedir con el Oficial de tiradores al Jefe del cuadro, que no era cuadro, según los diseminados soldados que lo formaban, se le concediera, como soldado veterano, dar las voces de mando en su ejecución, al desprenderse la chaqueta que daba al Sargento, en un momento de distracción, admirando todos la entereza de este valiente, rápido como relámpago, corrió hacia el caballo que los centinelas no observaron, y cuando éstos salidos de su sorpresa intentaron atajarle el paso ya había saltado sobre el parejero en carrera hacia el monte, sin ser alcanzado por balas de recortados ó carabinas. La mayor parte de los de caballería tropezaba con mirones, que parecían estar en el secreto de abrir cancha al que el pueblo quería salvar, estorbando á los perseguidores.

De esta suerte escapó del banquillo el que desconfiaba de la amistad, y sin embargo, fué el amigo de última hora quien le salvara la vida exponiendo la suya.

El bravo veterano de Salta y Tucumán, Santiago Neirot, burló así el banquillo, y á milagro del Santo de su nombre, devoción de familia y Patrono del pueblo de su nacimiento, atribuyóse, pues que la inspiración del ardid de su fuga le vino, cuando hincado y absorbido en la oración estaba mirando el caballo blanco de la imagen, por su buena madre heredada.