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¡Amigo hasta la muerte!: 4

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

IV

Pero la persecución continuó. El irrascible Coronel no era hombre de dejarse burlar por ningún santiagueño, ni creía en otros milagros que en el de su facón. Sabiendo que el amor á la familia era su virtud predominante, perseguíale á sol y á sombra rodeando el rancho de espías.

Algunos años pasaron. Suponiendo el desertor estaban cansados de buscarle entre enmarañados mistoles, atraído por el imán irresistible del cariño, cierta obscura noche que rondaba la nidada, á galope tendido salió un felón de los que pastoreaban sin resultado á la irresistible semiviuda.

Vuelto á caer, por segunda vez fué condenado á muerte. Lo más granado de la sociedad de Santiago se desgranaba en pedidos, comisiones y empeños. Señoras de familias tan principales cual las de Navarro, Rueda, Iznardy, Santillán, Achával, Iramain, Ibarra, Alcorta, Gondra, Carranza, Taboada, Olaechea, Gallo, Gorostiaga, Vieyra, Frías, Orgaz, Lascano y Unzaga, volvían desairadas.

— De esta no escapa el desgraciado, — murmuraban sus amigos. No hay ya esperanza de salvarse, ni en malacara ó plateado tan ligero como el del apóstol de España.

Habían apartado de los alrededores todo animal de cuatro patas, excepto el que tal parecía, ordenando la bárbara ejecución del veterano de la Ciudadela. El último caballo que partió á escape fué el propio que á la Estancia del vecino más influyente, despacharan en su busca, tentando el postrer empeño.

— ¡Pero, Coronel, — decía éste; — no es el modo de atraerse popularidad, ni es posible fusilar á este soldado de injusta sentencia, por demás prescripta. Usted no debe recibir lecciones de humanidad de un infeliz paisano que ofreció su vida por la del amigo. Y en este sentido insistía tocando sus nobles sentimientos.

Encontrábase ya algo quebrantado ante repetidas súplicas de tanta belleza santiagueña, y a media noche, al sonar la primera del año de la Independencia, rendido al fin y fatigado por tantos empeños, se ablandó el jefe un poco.

— Bueno amigo; — contestó medio retobado — concederé á la amistad lo que me había propuesto no ceder y de este modo seguirá la relajación de la disciplina, y sin ella no hay ejército posible!...