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¿Quien toca el arpa? Juan Perez

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Tradiciones peruanas - Novena serie
¿Quien toca el arpa? Juan Perez

de Ricardo Palma
(Origen de este refrán)

Créanme ustedes, por la cruz con que me santiguo, que en cierta villa del Perú, que no determino por evitarme desazones, existía un tocador de harpa tan eximio que, en certamen ó concurso musical, habría dejado tamañito al mismísimo santo rey David.

Juan Pérez, que así se llamaba el harpista, hacía vibrar armoniosamente las metálicas cuerdas sólo por amor al arte y nunca estimulado por las monedas que, con su habilidad, podría lucrar. No era precisamente rico; pero bastábanle una casita y unos terrenos bien cultivados, que de su padre heredara, para vivir en holgada medianía. No codiciaba tampoco aumento de bienes, y era feliz, a su manera, con lo que poseía y con tocar el harpa, libre de las preocupaciones y cuidados que la fortuna trae consigo.

Todo vecino precisado á festejar el bautizo de un mamón, un cumpleaños, matrimonio u otra fiesta de familia, invitaba indefectiblemente a Juan Pérez, el cual no se hacía rogar para concurrir con su harpa y deleitar,gratis et amore, á los convidados. Era hombre muy querido y popular.

Cada gallo canta en su corral; pero el que es bueno, bueno, canta en el suyo y en el ajeno. A esta clase pertenecía Juan Pérez; porque, si en su casa tocaba bien, en la de los vecinos lo hacía maravillosamente. Mejor, sólo santa Cecilia en el cielo.

Sí los aplausos lo embriagaban, no menor embriaguez le producían las reiteradas libaciones. Y como casi no pasaba noche sin parranda, se fue, poquito a poquito, aficionando al zumo de parra. El harpa y la copa llegaron, a la postre, a ser para él divinidades a las que tributaba fervoroso culto. En cuanto á hijas de Eva no pasaba de ser pecador de contrabando y á dure lo que durare, como cuchara de pan, y después,

de ella hacía tanto caso
como el autócrata ruso
del primer calzón de raso
que se puso.

Frisaba ya Pérez en los cuarenta cuando Zoilita Vejar, que era, como dijo el conde de Villamediana, una de tantas

santas del calendario de Cupido,

consiguió hacerlo pagar derechos en la aduana parroquial por ante su merced el padre cura.

Juan Pérez no se atuvo al refrán que dice:"Ni cabra horra ni mujer machorra" y apuró el tósigo.

"Para marido sirve cualquiera" dijo para sus adentros la mozuela, como aquel pobre diablo que fue a solicitar empleo en una casa de comercio, y preguntándole el patrón si estaba expedito en el manejo de la caja, contestó:

— Calcule usted si lo estará quien, como yo, ha sido cinco años tambor en cuerpo de línea.

No es del todo exacto aquello de que estado cambia costumbres; porque, después de la luna de miel, que no fue larga, volvió Juan Pérez a sus casi olvidadas harpa y copa, pasándose las noches de turbio en turbio, como cuando era soltero, en las jaranas, y siempre entre participio y gerundio, es decir, bebido y bebiendo.

Como Zoilita trajo al matrimonio, por toda dote, un regimiento de enamorados galanes, éstos se turnaban para acompañarla en la noche, cuidando sólo de asomarse a la casa en que sonaran cuerdas, y preguntar: "¿Quién toca el harpa? ¡Ah! Juan Pérez" lo que equivalía á decirse: no hay cuidado de que, antes del alba, vaya el músico a interrumpirme la conversación con su oíslo.

"¿Quién toca el harpa? Juan Pérez" fué, pues, frase que llegó a popularizarse adquiriendo honores de refrán, y así ha llegado hasta nosotros que la usamos familiarmente cuando, tratándose de un marido descuidado con su hogar, queremos dar a entender que lleva sobre la frente aquellos que, en los toros, son honra cuando son bien puestos, lisos y puntiagudos.