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A fuerza de arrastrarse: 12

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Escena V

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PLÁCIDO y DON ROMUALDO.


DON ROMUALDO.-Mal lance es el de mi amigo.

PLÁCIDO.-Muy malo.

DON ROMUALDO.-Ese es el mundo y ésa es la vida pública.

PLÁCIDO.-Por eso a mí, en mi modesta esfera, me gusta más el estudio.

DON ROMUALDO.-Sí, ya lo veo a usted con un libro. Parece que no quiere usted desprenderse de él.

PLÁCIDO.-(Apretándolo contra su pecho.) ¡Ah! ¡Nunca!

DON ROMUALDO.-¿Es de literatura?

PLÁCIDO.-No, señor. De sociología.

DON ROMUALDO.-Usted permite.

PLÁCIDO.-(Le enseña la portada.) Con mucho gusto. «Estudios sociológicos; la sociología moderna.»

DON ROMUALDO.-Ya. (Aparte.) Mi libro. (Alto.) ¿Y quién es el autor?

PLÁCIDO.-No sé. Dice: «Por un aficionado.» ¡Sí, sí, aficionado! ¡Vaya un aficionado! ¡Un maestro, un gran maestro!

DON ROMUALDO.-¿Y cómo vino a caer en las manos de usted?

PLÁCIDO.-Por casualidad; revolviendo en la librería del marqués, ¡que es magnífica!, di con este libro. Empecé a leerlo, y a la primera página, me sentí empoigné; nada, que el libro hizo presa en mi cerebro.

DON ROMUALDO.-¿Tan bueno es? (Siempre la vanidad satisfecha.)

PLÁCIDO.-Pero ¿usted no lo conoce?

DON ROMUALDO.-No, señor. Los hombres políticos no tenemos tiempo para leer.

PLÁCIDO.-¡Qué lástima (Aparte.) ¡Ay hipócrita! No lo conoces y el libro es tuyo. (Alto.) Para ustedes los políticos este libro debiera ser el evangelio.

DON ROMUALDO.-(Satisfecho.) ¿Nada menos?

PLÁCIDO.-Nada menos. ¡Una obra maestra! ¡Sólo un genio puede escribir un libro como éste! Yo he leído mucho, es mi afición. Pues no hay más que dos libros que yo haya leído tres y cuatro y cinco veces: el «Quijote», y ese libro que parece tan modesto y que está escrito ¡por un aficionado! ¡Cuánto daría yo por conocer al autor!

DON ROMUALDO.-Esas son exageraciones de la juventud.

PLÁCIDO.-(Con fingida sequedad.) Si usted no lo conoce, no puede juzgarlo. Perdone usted..., y permita que me retire.

DON ROMUALDO.-No se retire usted, Plácido, y venga esa mano. Quise saber su opinión libre e imparcial sobre esa obra. Sépalo usted de una vez: el autor soy yo.

PLÁCIDO.-¡Usted!... ¡Cómo sospechar!... ¡Si lo hubiese sabido!...

DON ROMUALDO.-No me hubiese usted hablado con tanta franqueza, ¿verdad?

PLÁCIDO.-Verdaderamente, estoy confuso.

DON ROMUALDO.-Tenía usted un protector, el marqués. Tiene usted otro, yo. (Vuelve a darle la mano. PLÁCIDO finge confusión, gratitud y humildad.)

PLÁCIDO.-¡Don Romualdo!...

DON ROMUALDO.-Vamos a ver: ¿cuáles son los proyectos de usted?

PLÁCIDO.-No sé..., trabajar.

DON ROMUALDO.-Pero trabajar, ¿con qué objeto? Será para conseguir algo: fama, posición, riqueza.

PLÁCIDO.-No tengo ambiciones.

DON ROMUALDO.-¿Le gustaría a usted entrar en la redacción de un periódico? La prensa es un arma poderosa.

PLÁCIDO.-Bueno..., si mis protectores me lo aconsejan.

DON ROMUALDO.-Y podrá usted, por ejemplo..., escribir un artículo sobre mi libro.

PLÁCIDO.-¡Ay!..., ¡sí!..., ¡qué idea!... ¡Eso sí!... i Eso sí!.... ¡mi ideal, mi ilusión, don Romualdo!

DON ROMUALDO.-Pues ya realizó usted su ilusión. Yo tengo mucha influencia..., soy uno de los primeros accionistas en uno de los principales periódicos de Madrid. Cuente usted que ya está en él escribiendo... lo que usted quiera.

PLÁCIDO.-Don Romualdo..., yo no se cómo expresar a usted mi gratitud.

DON ROMUALDO.-¿Y nada más?

PLÁCIDO.-¿A qué más puedo aspirar yo?

DON ROMUALDO.-¿No le llama a usted la política?

PLÁCIDO.-Con usted y a sus órdenes... (Con energía.) Entendámonos, ¡para realizar todo lo que dice ese libro de sociología!

DON ROMUALDO.-(Riendo.) Por descontado. ¿Y usted no ha escrito nada? Versos o dramas..., cualquier cosa.

PLÁCIDO.-Sí, señor...; pero a usted me da vergüenza decírselo; he escrito una comedia..., que han aceptado en un teatro por recomendación del marqués, y que se estrena mañana. Nada..., una tontería.

DON ROMUALDO.-No será tontería. De todas maneras, usted escribe la crítica, se le pone cualquier firma y se publica en el periódico.

PLÁCIDO.-¿Yo mismo escribir la crítica de mi comedia? ¡Por Dios, don Romualdo!... Perdone usted, pero es imposible.

DON ROMUALDO.-¡Qué tendría de particular! ¡No sea usted puritano! Así no conseguirá usted nunca cosa que valga la pena.

PLÁCIDO.-No puedo..., no puedo.

DON ROMUALDO.-Bueno, respetemos al joven Catón. Le mandaré a usted nuestro crítico, con orden de que quede usted complacido.

PLÁCIDO.-Eso..., si usted se empeña..., ya es otra cosa.

CRIADO.-Señor don Romualdo, el señor marqués le ruega que pase a su despacho.

DON ROMUALDO.-Allá voy. A trabajar, Plácido, que entre todos le haremos a usted subir.

PLÁCIDO.-No soy adulador..., no encuentro palabras...

DON ROMUALDO.-No hacen falta. (Sale mirando a PLÁCIDO. Aparte.) ¡Tiene mucho talento! ¡Vaya un artículo que escribirá sobre mi libro!