Ya la sabes; pero escucha.
Desde la noche triste
que en tantas confusiones, abrasada
Troya a mi casa viste,
quedando yo de todos disculpada,
don Juan más engañado,
libre don Luis, don Lope asegurado;
después que por la ausencia
que quiere hacer, en esta hermosa quinta
adonde la excelencia
de la naturaleza borda y pinta
campaña y monte altivo,
más estimada de don Lope vivo;
perdí, Sirena, el miedo
que a mi propio respeto le tenía;
pues si escaparme puedo
de lance tan forzoso, la osadía
ya sin freno me alienta;
que peligro pasado no escarmienta.
A aquesto se ha llegado
ver a don Lope más amante ahora;
porque desengañado,
si algo temió, su desengaño adora,
y en amor le convierte.
¡Oh cuántos han amado desta suerte!
¡Oh cuántos han querido,
recibiendo por gracias los agravios!
Deste error no han podido
librarse los más doctos, los más sabios;
que la mujer más cuerda,
de haber amado, amada no se acuerda.
Cuando don Luis me amaba,
pareció que a don Luis aborrecía;
cuando sin culpa estaba,
pareció que temía;
y ya (¡qué loco extremo!)
ni amo querida, ni culpada temo;
antes amo olvidada y ofendida,
antes me atrevo, cuando estoy culpada,
y pues para mi vida
hoy sigue al rey don Lope en la jornada,
escribo que don Luis a verme venga,
y tenga fin mi amor, porque él le tenga.
|