A secreto agravio, secreta venganzaA secreto agravio, secreta venganzaPedro Calderón de la BarcaJornada 3: Escena XV
Jornada tercera
Escena XV
DONLOPE. -DICHOS.
DON LOPE
(Dentro.) ¡Ay de mí!
DON JUAN
(Dentro.) ¡Llega!
DON LOPE
(Dentro.) ¡Oh, tierra, patria dulce
del hombre!
(Vuelve Don Juan y con él sale Don Lope, mojado y con una daga en la mano.)
DON JUAN
¡Qué es lo que veo!
¡Don Lope!
DOÑA LEONOR
¡Esposo!
DON LOPE
No pude
hallar puerto más piadoso,
que el que en tal favor acude
a mi fatiga. ¡Oh Leonor!
¡Oh mi bien!, no es bien que dude
que el cielo me ha prevenido
con sus favores comunes
tan grande dicha, en descuento
de tan grande pesadumbre.
¡Amigo!
DON JUAN
¿Qué ha sido esto?
DON LOPE
La mayor lástima incluye
aquesta ventura mía,
que vio el mundo.
DOÑA LEONOR
Como ayude
el cielo mis esperanzas,
y vivo estéis, no hay quien culpe
a la fortuna, aunque usase
de su trágica costumbre.
DON LOPE
Hablé al rey, busquéos a vos,
y como hallaros no pude,
fleté un barco. Estando ya
para hacer que el agua surque.
a mí un galán caballero,
cuyo nombre apenas supe,
(que pienso que era un don Luis
de Benavides) acude
diciéndome que por ser
forastero, a quien se suple
un cortés atrevimiento,
me ruega que no le culpe
el pedirme que en el barco
le traiga; que es bien procure
ver en la quinta del rey
la gente cuando se junte.
Obligóme a que le diese
un lugar; y apenas hube
entrado con él, y el barco
de los dos el peso sufre
(que el barquero aún no había entrado),
cuando al cabo, a quien le pudren
las mismas aguas del mar,
falta, porque le recude
una onda reciamente,
a cuyo golpe no pude
resistir, aunque tomé
los remos. Al fin no tuve
fuerza, y los dos en el barco
entrando por las azules
ondas del mar, padecimos
mil saladas inquietudes.
Ya de los montes de agua
ocupé las altas cumbres,
ya en bóveda de zafir
sepulcro en sus arcos tuve;
al fin guiado a esta parte,
a vista ya de las luces
de tierra, chocando el barco,
de arena y agua se cubre.
El gallardo caballero,
a quien yo librar no pude,
por apartarnos la fuerza
del golpe, sin que se ayude
a sí mismo, se rindió
al mar, donde le sepulte
su olvido.
DOÑA LEONOR
¡Ay de mí ! (Cae desmayada.)
DON LOPE
¡Leonor,
mi bien, mi esposa, no turbes
tu hermosura! ¡Ay cielo mío!
Un hielo manso discurre
por el cristal de sus manos.
¡Ay, don Juan!, la pesadumbre
de verme así, no fue mucho
que la rindiese: no sufren
corazones de mujer
que estas lástimas escuchen.
Llevadla al lecho los dos.