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Acabada la batalla

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Nota: Esta transcripción respeta la ortografía original de la época.


XCI


A

cabada la batalla

por el de Vivar pedida,
contra los aleves condes
que le afrentaron sus fijas,
el noble rey don Alfonso
que el suceso honroso estima
que haya sido por el Cid,
como el que tenía justicia,
con los tres fuertes guerreros,
que por él lidiado habían
y alcanzado la victoria,
así escribe al Cid Rúy Díaz:
«Á vos, el Cid castellano,
»el de la espada temida,
»pestilencia de los moros
»y defensa de Castilla;
»á vos, á quien guarde el cielo
»en próspera y larga vida
»para que estemos seguros
»de la enemiga morisma;
ȇ vos el rey don Alfonso

»salud por esta os envía,
»como vueso más amigo
»aunque enemigos resistan.
»El suceso del combate
»que se ha hecho en esa villa
»de Carrión, por el orden
»que se dió en las Cortes mías,
»os lo escribo por mi mano,
»y va con mi sello y firma,
»porque sea testimonio
»verdadero y sin malicia,
»y que en la edad venidera
»cómo fué, se entienda y diga,
»sin que amistad ó respetos
»hagan que acorten ó añidan.
»Luégo que fueron las Cortes
»en Toledo concluídas,
ȇ esta villa nos partimos
»por los dos condes pedida.
»Su demanda dió sospecha
»por ser en su tierra misma,
»que tierra que cría aleves
»no sin recelo se pisa.
»Yo aseguré este recelo
»porque á los tres que venían
»por vos, á lidiar con ellos,
»guardé con la guarda mía.
»Siempre los tuve delante,
»conociendo bien que había
»de la parte de los condes
»más traición que valentía.
»Llegó el plazo y día asignado
»en que habían de ser vistas
»la justicia y la razón
»lidiar con la alevosía.
»Hízose un fuerte palenque

»cerrado, y puestos encima
»asientos y seis jüeces,
»y enfrente mi real silla.
»Á todo estuve presente,
»porque en mi ausencia no digan
»que el rostro escondí al efecto
»en que el honor vueso iba,
»porque no fablen aquellos
»que vueso daño codician,
»que os falta el rey don Alfonso
»como no os faltó en la vida,
»aunque por malditos medios
»traidores nos revolvían
»vuesa lealtad condenando
»con envidiosas mentiras.
»Advertido d’este engaño,
ȇ maldades conocidas
»les cerré el oído á aquellos
»que os condenaban en vida.
»He querido que entendáis
»que su maldad entendida
»hago el honor vueso mío,
»cual lo mostré en la conquista;
»que yo propio y á mi lado
»metí los tres que venían
ȇ defender vuestra causa
»que yo llamo propia mía.
»Puestos por mí en el palenque
»los dos condes á la mira,
»y Suer González su tío,
»llegaron, cual convenía,
»de fuertes armas cubiertos
»con muy grande compañía
»de parientes y de amigos
»y el pueblo que los seguía.
»Cuando yo ví tanta gente

»que en torno á todos seguía,
»temí el seguro no fuese
»el robo de las Sabinas.
»Mandé sentar á los jueces
»y yo tomando mi silla,
»sosegado el alboroto,
»fué de mí esta razón dicha:
»Condes, las fijas del Cid
»por vos sin causa ofendidas
»con la traza más soez,
»que se ha visto ni hay escrita,
»demandaron la venganza
»de su afrentosa ignominia
»al Cid su padre, que al punto
»salió á ella por sus fijas.
»Pidió campo á todos tres,
»para que en él fuese vista
»como quedaba su ofensa
»con la sangre vuesa, limpia.
»Respondisteis que con él
»la batalla, que os pedía,
»no queríades hacer
»porque yo lo ayudaría;
»que enviare á quien quisiese
»que sobre la causa misma
»por vos ficiese batalla
»según fueros de Castilla.
»Estos tres nobles guerreros
»el Cid por su parte envía,
»que ya en el campo os aguardan,
»os retan y desafían.
»Haced vuestra obligación
»que es lo que os fuerza y obliga,
»que es tiempo que las razones
ȇ las armas se remitan.
»Quisiéronme dar respuesta;

»y de mí no siendo oída,
ȇ dar principio al combate
»fueron, aunque lo temían.
»Partióles el campo luégo
»un rey de armas, con insignias
»del terrible ministerio
»que administrándoles iba.
»De tres en tres en sus puestos
»se pusieron, recogidas
»las riendas á los caballos,
»las lanzas apercibidas.
»Contra el conde don Fernando
»que á la victoria se aplica,
»Martín Antolínez fué
»fuego echando por la vista.
»Á don Diego el otro hermano,
»que encendió la horrible cisma,
»le cupo Pero Bermúdez
»para la batalla esquiva;
»Nuño Bustos de Linzuela,
»ardiendo en honrosa ira,
»se opuso con Suer González
»autor de la alevosía.
»Cuando ví tres contra tres
»en dos hileras distintas,
»la lid de los Curiacios
»se me figura que vía.
»Á este punto el ronco són
»de la trompa les avisa
»que dén principio á la lid
»para el fin que pretendían.
»Arremetieron á una
»todos, la señal oída,
»cada cual con el contrario
»que enfrente de sí tenía.
»Don Fernando y Antolínez

»que igualmente se herían,
»quebraron juntos las lanzas;
»firmes quedan en las sillas;
»mas desnudando á Colada,
»después de muchas feridas,
»que Antolínez le dió al Conde
»con destreza y valentía,
»le dió un golpe en lo más alto
»del yelmo, que las hebillas
»faltaron y la cabeza
»fué en dos partes dividida.
»Derribóle del caballo,
»y el suyo dejando, encima
»del cuello se puso en pié,
»y el acero al pecho afirma.
»A este punto un gran ruido
»se alzó y una vulgar grita,
»pidiendo no le matase
»cumpliendo con que se rendía.
»Fué poderoso el clamor
»de aplacar la ardiente ira
»del vencedor animoso,
»para dejallo con vida;
»mas puesto sobre él de piés,
»á Pedro Bermúdez mira
»que traía al conde don Diego
»sin valor con que resista.
»Dióle un golpe con Tizona,
»después de tener rompidas
»las lanzas, y fué tan fuerte
»que hombre y caballo derriba.
»Pidióle misericordia,
»pidiendo en merced la vida,
»confesando su maldad,
»diciendo que se rendía.
»No dió oído á sus plegarias,

»mas la fiera espada hinca
»por el alevoso pecho,
»con que dió fin á su vida.
»El valiente Nuño Bustos
»y Suer Gonzalez querían
»cada uno de por sí
»la victoria de aquel día.
»Duró mucho este combate,
»mas la justicia divina
»dió victoria á Nuño Bustos
»como á quien tenía justicia;
»atravesó á su contrario
»de parte á parte, y fué grima
»verle venir del caballo
»cayendo la boca arriba.
»Con esto acabó el combate,
»y los vencedores gritan
»si había que hacer más,
»ó más traidores que rindan.
»Respondiéronles que no,
»que la victoria tenían
»ganada como valientes
»sin haber quien se lo impida.
»Dos cajas y un pregonero
»puestos á este punto encima
»del palenque, resonaron
»y la victoria os aplican.
»El rey de armas con mi guarda
»á los vencedores guían
»adonde los aguardaba
»yo y toda mi compañía.
»Luégo dieron los jueces
»sentencia definitiva,
»que por traidores infames
»de honor los inhabilitan.
»Esta sentencia fué al punto

»confirmada, y queda escrita
»para que pueda dar fe,
»sin la mía, con seis firmas:
»buen Cid, esto es lo que pasa,
»sin que falte, ni se añida,
»sin que odio ni amistad
»fagan que otra cosa escriba.
»Ved si no quedáis contento,
»y queréis que se prosiga
»contra todo su linaje
»sin dejar persona viva.
»Encomendadme á Jimena
»y abrazadme á vuesas fijas
»y decidles que de nuevo
»su causa tomo por mía.