Afuera, afuera, Rodrigo

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Nota: Esta transcripción respeta la ortografía original de la época.
XXXII

A

fuera, afuera, Rodrigo,

el soberbio castellano,
acordársete debría
de aquel buen tiempo pasado
cuando fuíste caballero
en el altar de Santiago.
Cuando el rey fué tu padrino,
tú, Rodrigo, el afijado;
mi padre te dió las armas,
mi madre te dió el caballo,

yo te calcé las espuelas
porque fueras más honrado;
pensé de casar contigo,
no lo quiso mi pecado.
Casástete con Jimena,
fija del conde Lozano:
con ella hubiste dinero,
conmigo hubieras Estado,
porque si la renta es buena,
muy mejor es el Estado.
Bien casástete, Rodrigo,
muy mejor fueras casado;
dejaste fija de rey
por tomar la de un vasallo.—
En oir esto Rodrigo
quedó dello algo turbado;
con la turbación que tiene
esta respuesta le ha dado:
—Si os parece, mi señora,
bien podemos desviallo.
Respondióle doña Urraca
con rostro muy sosegado:
—No lo mande Dios del cielo,
que por mí se haga tal caso:
mi ánima penaría
si yo fuese en discrepallo.—
Volvióse presto Rodrigo
y dijo muy angustiado:
—Afuera, afuera, los míos,
los de á pié y los de á caballo,
pues de aquella torre mocha
una vira me han tirado.
No traía el asta el fierro
el corazón me ha pasado,
ya ningún remedio siento
sino vivir más penado.