Aldeana (canción)

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Aldeana (1935)
de Felipe Pinglo Alva
vals peruano

En la apacible quietud de la aldea
donde la vida es un himno de paz
eres el hada gracil y ligera
que a su paso esparce la felicidad.
En la visión definida y serena
del que juzga el mundo cual fuente del mal,
eres, aldeana lo que mi alma espera,
eres la belleza llena de humildad.

La aurora, que trae el eterno mañana,
al enviar sus rayos alumbra tu ser,
alzas el rostro a dar gracias al cielo
y entonces te muestras divina, mujer.
Sus rayos de plata con tintes de perla
a tu faz circundan cual un medallón,
y en aquel instante muestras la pureza
de un ángel terreno mimado de Dios.

Los seres tan puros, siempre en su alma llevan
nobles sentimientos, ternura y bondad
que amables prodigan, cual bálsamo eterno,
a quien necesita remedio a su mal.
Yo soy un rebelde de esa gran mentira
que llamamos vidas, y la muerte da,
aldeanita hermosa, graciosa y tan bella
la dicha que ansío, tu amor me dará.