Alejandro Dumas hijo: 06
Todo hace creer que Alejandro Dumas hijo debe sus opiniones políticas á lo que lo debe todo, es decir, á su inmutable propósito de ser y de parecer todo lo contrario de lo que es y parece su padre. El padre, genio enciclopedista, imaginacion de fósforo, estilo antes que inteligencia, organismo en acción incesante, encarnación del espíritu francés de su multiforme época; el hijo, talento especialista (ya explicaré la palabra), imaginación que todo lo elabora en el reposo, idea antes que estilo, naturaleza contemplativa, pensador de más universal carácter; menos artista, pero más humanitario, menos fecundo, pero más filosóficamente concentrado. El padre, pulsando en su ateismo religioso y literario todas las liras, y estableciendo como el eterno objeto de su actividad las satisfacciones de una vida toda superficie; el hijo, creyente y cristiano, con el sentimiento por inspiración incesante. El padre, derrochando cada año una fortuna y profanando sus canas entre bastidores; el hijo, adoptando una modesta é irreprochable vida privada en compañía de su única hermana, que es á su vez escritora mística. El padre, oyéndose á los sesenta años llamar niño, y viendo á su gloria impotente para conquistarle el respeto de su generación; el hijo, interviniendo con la autoridad de su carácter y de sus costumbres en los mil y un lances desagradables de su padre, presentándose con él en todas partes como el padre moral del autor de sus dias, haciéndose respetar por él primeramente, y demostrando que conceptúa la vida como un objeto serio, y las leyes de la conveniencia como indesatendibles. El padre, contando por cientos los volúmenes que ha escrito, pero sin poder abrigar la esperanza de señalar á la posteridad su chef d'oeuvre, su monumento, su creación verdadera, más que en el conjunto de todas sus obras de imaginación: el hijo, como dice Lamartine, recogiéndose en sentido inverso del en que su padre se esparce, y apareciendo cada año con una obra original y trascendental en la mano. El padre, republicano, después de haber sido monárquico y favorito; el hijo, empezando por ser cesarista. El padre, no creyendo que el genio obliga á otra cosa que á dar como usufructo el placer; el hijo, creyendo que á lo primero que le obliga el gran nombre que ha heredado es á ser hombre. El padre, en fin, tronco frondoso, árbol gigantesco que se ofrece á todos los vientos, á todas las corrientes de la fortuna; el hijo, fruto de precoz, pero benéfica madurez. Voilá l'homme.