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Amar por razón de estado/Acto I

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Amar por razón de estado
de Tirso de Molina
Acto I

Acto I

La escena es en Cléves, en una quinta del DUQUE,
a diez leguas de allí, y en otra inmediata.

  

  

Una quinta del DUQUE.-
Jardín con un costado del edificio.

  
Escena I

  
LEONORA y ENRIQUE, a una ventana,
de la cual pende una escala.
  

LEONORA

Enrique, el sol nos da prisa;
con esperezos la aurora,
si celosa de mí llora,
mis pesares le dan risa.


ENRIQUE

¡Qué presurosa que pisa, 5
mi bien, el cóncavo espejo,
de sus celajes bosquejo!
¡Qué bien muestra a su pesar,
en su mucho madrugar,
que tiene el marido viejo! 10
¡Oh! ¿quién candados pusiera
a las puertas de su oriente,
porque presa eternamente,
eterna mi dicha hiciera?
¿Quién, rompiendo la vidriera 15
por donde su luz traspasa,
pusiera a sus cursos tasa,
y impidiéndola el correr,
la hiciera, pues es mujer,
que aprendiera a estarse en casa? 20
¡No estuviera yo en Noruega,
donde hay noches tan corteses
que regalan por seis meses
a quien a su clima llega!


LEONORA

Si amor en ellos sosiega, 25
¿de qué, mi bien, serviría
tan prolongada alegría,
habiéndola de lastar
llorando, con esperar
otros seis meses de día? 30
No alargues con dilaciones
recelos de nuestro daño;
mira que a dichas de un año
riesgo de un instante pones.
Baja, mi bien.


ENRIQUE

Escalones 35
de mi muerte bajaré.

(Baja el primer paso.)
 
¿Cuándo a verte volveré?
¿Eso pregunta quien ama,
y ausente del sol la llama,
de su fuego esfera fue? 40
Mientras está en Belpaís
el Duque, y la noche oscura
miedos del sol asegura,
¿qué preguntas?


ENRIQUE

Vos decís
que me amáis, ¡y permitís 45
que me vaya!


LEONORA

Es el temor,
ayo cruel del honor,
y el sol que a nacer empieza,
en su misma luz tropieza
por descubrir nuestro amor. 50
¿Bajaste ya?


ENRIQUE

El primer paso.


LEONORA

Adiós, pues.


ENRIQUE

Oye de aquí
quejas del alma.

LEONORA

¡Ay de mí!
Vete, Enrique, y habla paso.


ENRIQUE

Si hicieras, Leonora, caso 55
de mis penas...


LEONORA

Si te ve
el sol...


ENRIQUE

Ya, mi bien, bajé
 
(Baja otro.)
 
otro escalón; que violenta
mi fe, los pasos me cuenta,
y no la haces de mi fe. 60


LEONORA

Repara, amores, por Dios,
que no es amante discreto
quien pone a riesgo el secreto.


ENRIQUE

Reparad en mi amor vos.


LEONORA

Voyme.


ENRIQUE

(Baja otros dos.)
 
Ya bajé otros dos. 65


LEONORA

No ocasiones mi cuidado.

ENRIQUE

Mi bien, ¿pues qué juez no ha dado
lugar que en cada escalón
siquiera hable una razón
el más vil ajusticiado? 70


LEONORA

Mira que ya son las hojas
ojos de Argos, que nos ven
deste jardín.


ENRIQUE

¡Ay mi bien!
Yo te adoro y tú te enojas.
(Acaba de bajar.)


LEONORA

Temo.



ENRIQUE

(Acabando de bajar)
 
Cesen tus congojas; 75
que ya me voy. Goce el sueño.
la gloria que en ti le empeño.


LEONORA

¿Soltaré la escala?


ENRIQUE

Sí.


LEONORA

¿Vaste?


ENRIQUE

Voyme, y quedo en ti.


LEONORA

¡Ay dulce esposo!


ENRIQUE

¡Ay mi dueño! 80
  
(Suelta LEONORA a la escala y se retira.)

El DUQUE, dos criados.- ENRIQUE.
  

DUQUE

¿A estas horas hombre aquí?
Matalde, si no se da.


ENRIQUE

(Aparte.)
 
Ya, Amor, descubierto está
vuestro secreto por mí.
Restaure el acero agora 85
culpas que por tardo os doy.


DUQUE

¿Quién eres?


ENRIQUE

Un hombre soy.


DUQUE

Pues ¿qué haces aquí a tal hora?


ENRIQUE

Idolatrar estas piedras,
de mi hechizo semejanza 90
y comparar mi esperanza,
a sus siempre verdes yedras.


DUQUE

¿Amas en palacio?


ENRIQUE

Adoro.


DUQUE

¿A quién?


ENRIQUE

Si fueras discreto,
no ofendieras al secreto, 95
de amor más rico tesoro.


DUQUE

¿Por dónde al parque cerrado
entraste?


ENRIQUE

Si amor es ave
que penetrar nubes sabe,
¿qué preguntas?


DUQUE

Al sagrado 100
deste lugar, es delito
entrar de noche.


ENRIQUE

Al Amor,
que es el monarca mayor,
ningún lugar le limito.


{{Pt|DUQUE| Di quién eres.


ENRIQUE

Todo yo 105
soy amor, y no soy más.


DUQUE

Si te encubres, morirás.


ENRIQUE

Amor esfuerzo me dio
para defenderme.


DUQUE

Muera.


ENRIQUE

Mal mi valor conocéis. 110
  
(Echan mano a las espadas de los cuatro,
y éntranse acuchillando el DUQUE y ENRIQUE;
los criados huyen al punto.)
  

DUQUE

(Dentro.)
 
¡Valiente brazo! ¿Qué hacéis?
¿De un solo hombre huís?
  
El DUQUE y ENRIQUE, volviendo a salir.
  

DUQUE

(Retirándose de ENRIQUE.)
 
Espera:
advierte que el Duque soy.


ENRIQUE

Vuestra Alteza me perdone,
si mi espada se le opone; 115
y porque resuelto estoy
de morir, antes que sepa
quién la espada le ha ganado,
(venturoso desgraciado,
aunque en mi valor no quepa, 120
el justo merecimiento
que consigue mi osadía)
Vuestra Alteza honre la mía,
porque con la suya intento
dar principio a mi ventura 125
y mi sangre ennoblecer.


DUQUE

Tu valiente proceder
de mi enojo te asegura.
Dos criados me has herido,
pero no temas por eso. 130


ENRIQUE

Que me ha pesado confieso
aunque en mi defensa ha sido.


DUQUE

Descúbrete, caballero.


ENRIQUE

Vuestra Alteza tiene fama
de cruel contra quien ama 135
sangre suya, y de aquí infiero
lo mal que me puede estar
hacer de quién soy alarde.
El sol sale; adiós, que es tarde
y indecente este lugar. 140

(Vase.)


  
El DUQUE.
  

DUQUE ¡Determinado valor!

¿Qué es esto? ¡Válgame el cielo!
Una escala está en el suelo.
Cayó por ella mi honor
El arrogante embozado 145
autor de mi afrenta ha sido;
que el peligro hace atrevido
al más cobarde culpado.
¿Qué hay que dudar? ¿No me dijo:
«Vuestra Alteza tiene fama 150
de cruel contra quien ama
sangre suya»? Si colijo
de aquí consecuencias llanas,
a mi sangre fue traidor,
y torpe ofende mi honor 155
una de mis dos hermanas.
¿Si será Leonora? No;
que en su temprana viudez
la virtud ha sido juez
de que Artemisa perdió 160
el casto blasón con ella.
¿Será Isabela? Tampoco,
pues al deseo más loco
reprime ardores de vella.
Pues ¿quién será de las dos, 165
si no tengo en Belpaís
otra sangre? ¿Qué decís,
honra, en estas dudas vos?
Este cuarto es de Leonora
y de Isabela; esta escala 170
en la culpa las iguala,
si cómplice, acusadora.
Para poder sentenciar,
información se ha de hacer.
¿Vos sois casa de placer? 175
Mejor diréis de pesar.
¿Llamaré gente que siga
mi enemigo? Sed más sabio,
honor mío; que el agravio
no lo es mientras no se diga. 180
Ni el sol que empieza a nacer,
con verlo todo y ser mudo,
de las ofensas que dudo
testigo tiene de ser.
El tiempo dará noticia 185
de quién es quien me ofendió,
pues en mi espada llevó
la insignia de mi justicia.
Ella le dará castigo,
pues aunque encubrirse prueba, 190
no va seguro quien lleva
a la justicia consigo;
y yo guardaré entre tanto,
este instrumento agresor.
Tratos de cuerda el amor 195
da a la honra; no me espanto
que os venza, mudable hermana,
pues la más firme mujer
frágil cuerda viene a ser,
y la más cuerda, de lana. 200
(Bájase a tomar la escala,
halla papeles rotos y cógelos.)
Papeles pedazos hechos
hay por aquí, que arrojados,
son despedidos criados;
y descubriendo sus pechos
podría ser que se vengasen 205
de quien los despedazó.
Sospechas, ¡dichoso yo,
si en verdades os trocasen!
Esta letra es de Leonora.
Medio renglón dice ansí: 210
(Lee.)
Mi bien, cuando estoy sin ti...
Más indicios hay agora,
Isabela, en tu favor,
que a Leonora culpa dan...
¡Qué dichoso que fue Adán, 215
libre de riesgos de honor!
(Lee.)
Mi bien, cuando estoy sin ti...
¿De tú Leonora, y mi bien
a un hombre, y no sé yo a quien?
Viuda noble que habla ansí, 220
muy adelante está ya
en materia de afición.
Leamos otro renglón;
que puesto que roto está,
si indicios de estotro iguala, 225
no habrá que imaginar más.
(Lee.)
Mañana a verme vendrás...
y estotra noche la escala.
Bien los delincuentes pinta
la sospecha, sabio Apeles, 230
en estos rotos papeles.
(Lee.)
La respuesta en esta cinta.
No entiendo esto; alguna traza
para escribirse los dos,
les dio el mal nacido dios. 235
(Lee.)
Éste dice: Duque a caza.
Es verdad, ayer salí.
(Lee.)
Cinta, asegura cuidados
de enemigos no excusados.
Ya este misterio entendí. 240
Leonora le escribiría,
y por guardar el respeto
al siempre cuerdo secreto,
de una cinta colgaría
el papel, el sol ausente, 245
porque acudiendo por él
su amante, aliviase en él
llamas de su amor ardiente.
Vendría de noche en fin,
y la cinta serviría 250
de tercera, y llevaría,
cuando entrase en el jardín,
la respuesta, cuerda y muda.
¡Nuevo modo de querer!
Mas ¿qué no hará una mujer, 255
si sobre discreta es viuda?
Enemigos no excusados.
Los vivos terceros llama;
bien dice, porque la fama
anda enferma entre criados. 260
Si, como supo guardar
secretos, guardar supiera
papeles, poner pudiera
escuela nueva de amar.
Ahora bien, yo he de saber 265
con industria y con secreto
quién es el feliz sujeto
que en Leonora pudo hacer
tan no pensada mudanza;
mi espada lleva, y la suya 270
me dejó por ella; arguya
quién puede ser, mi venganza.
A la corte he de volverme;
que tal vez en la lleneza
del campo está la grandeza 275
a peligro, donde duerme
el cuidado. Torre, quinta,
no veré más vuestras flores
que dan entrada a traidores,
y hacen tercera una cinta. 280
(Vase, llevándose la escala.)

Sala en la quinta de RICARDO.
    
ENRIQUE.
  

ENRIQUE

¿De la escala se olvida quien adora
a quien al sol en hermosura iguala?
¡En tal ocasión, cielos! ¡A tal hora!
¿Y por discreto Cléves me señala?
¿Yo amante? ¿En posesión yo de Leonora, 285
y la escala me olvido? ¿Y en la escala
dejo indicios al Duque sospechoso
contra la fama de mi dueño hermoso?
Asaltome su hermano de improviso;
no pude prevenir con el cuidado 290
en mi defensa a daño tan preciso;
descuideme, y amor que es descuidado,
¿qué merece? Por necio o por remiso,
mi Leonora dirá: «ser olvidado,
pues si un amor con otro amor se paga, 295
olvido es bien que a olvido satisfaga.»
¡Un año de secreto, en un instante
perdido por mi culpa, cuando pinta
la discreción trofeos de un amante,
si no en bronces, en flores de una quinta! 300
¡Un amor sin tercero que le espante,
cifrado cada noche en una cinta,
mudo correo de amorosas quejas,
letras de amor librándome a unas rejas!
El Duque halló la escala, ¿quién lo duda? 305
Y en ella la opinión de mi Leonora,
o desacreditada o puesta en duda
por culpa mía, mis descuidos llora.
¿Con qué ojos, pues, idolatrada viuda,
a los tuyos podrá llegar agora 310
quien te ha ofendido, si el mayor culpado
es en casos de amor el descuidado?

RICARDO.- ENRIQUE
  

RICARDO

¡Enrique!


ENRIQUE

¡Padre y señor!


RICARDO

¿Cómo has madrugado hoy tanto?


ENRIQUE

Son enemigos del sueño 315
el calor y los cuidados.


RICARDO

¿Cuidados tú? ¿Pues de qué?


ENRIQUE

No son razones de estado,
ni de amor ciegos desvelos,
pues nunca ha podido tanto 320
conmigo el bárbaro ocio
que haya degenerado
de la crianza que en mí
hacen tus consejos sabios.
Como soy hechura tuya, 325
y tu sangre propagando
en mí, procuras al tiempo
dejar tu mismo retrato;
eres mi padre y maestro,
armas y letras cifrando 330
en avisos y en liciones,
por quien dos veces te llamo
dueño natural; deseos
de no desmentir, Ricardo,
esperanzas que en mí siembras 335
mil noches me han desvelado.
No has permitido hasta agora
que rompa el límite escaso,
prisión de mi juventud,
destos montes y estos prados. 340
Diez leguas dista de aquí
la corte, que alabas tanto,
de Carlos, Duque de Cléves;
veinte veces ha pisado
rosa abril y escarcha enero, 345
que de los maternos lazos
a la luz del sol salí,
sin haber de ti alcanzado
que a ver la corte me lleves;
preso entre los riscos altos 350
de estas asperezas frías,
cuyas faldas bordan mayos.
Si intentabas, padre noble,
que viviese entre villanos,
donde por dueño te tienen 355
un castillo y pueblos cuatro,
¿para qué tan cuidadoso
las artes me has enseñado
liberales? ¿Para qué
el hacer mal a un caballo, 360
saber jugar el acero,
acometer un asalto,
dar dos botes de una pica,
el noble lenguaje y trato
de las cortes de los Reyes, 365
si como sabes, es llano
ser inútil la potencia
que no se reduce al acto?
 
(Aparte.)

¡Ay mi Leonora ofendida!
Divirtiendo estoy en vano 370
sentimientos de mi ofensa,
ocasiones de tu agravio.

RICARDO

Enrique, mozo estudié,
hombre seguí el aparato
de la guerra, y ya varón, 375
las lisonjas de palacio.
Estudiante gané nombre,
esta cruz me honró soldado,
y cortesano adquirí
hacienda, amigos y cargos. 380
Viejo ya, me persuadieron
mis canas y desengaños
a la bella retirada
desta soledad, descanso
de cortesanas molestias, 385
donde prevengo despacio
seguro hospicio a la muerte,
con prudencia escarmentando
en los viejos que en la corte,
de su libertad tiranos, 390
mueren sin haber vivido,
pródigos de canas y años.
Antes que honrase mi pecho,
con el blasón soberano
Malta, desta blanca cruz, 395
del valor y hazañas blanco;
saliste al mundo, y quedó
tu crianza, Enrique, a cargo
de mi amor y mis consejos.
Creciste en fin, y dejando 400
con la infancia los estorbos
que en el natural humano
el uso de la razón
impiden en tiernos años;
fui a los nueve tu maestro, 405
por causa tuya colgando
las armas y pretensiones;
y a esta quietud retirado,
desde las primeras letras
tu ingenio dócil y blando, 410
hasta la filosofía
por mi industria ha granjeado
sin éstas no puede un hombre,
perder el nombre de esclavo,
pues en fe de hacerle libre, 415
liberales se llamaron.
La militar disciplina
en tu natural bizarro
lograr hazañas pretende
que te ganen nombre claro. 420
Con las armas y las letras
podrás, si a César te igualo,
vencer de día, y de noche
escribir tus comentarios.
Voyte enseñando también 425
la policía y el trato,
modos, términos, respetos,
que en la corte hace el engaño,
maestro de ceremonias;
que llevo, Enrique, por blanco, 430
sacarte de aquestos montes
un perfeto cortesano.
Para serlo, no te falta
sino resumir de paso,
habituando el ingenio, 435
lo que hasta aquí te he enseñado.
Presto cumplirás deseos,
los míos después logrando,
a satisfacción del mundo,
y de la corte de Carlos. 440


  

ENRIQUE

(Aparte.)
 
¿La escala se olvida un hombre
a tal hora y en tal paso?
¿Qué disculpa, amado dueño,
podré dar a tus agravios?


RICARDO

Dejando, pues, por agora 445
deseos que sazonados,
se cumplirán a su tiempo,
será razón que volvamos,
Enrique a nuestro ejercicio.
Ayer tarde repasamos 450
los meteoros, y en ellos
bastantemente informado,
sabes de lo que proceden
las nubes, lluvias y rayos,
cometas y exhalaciones, 455
que la región inflamando
del elemento tercero,
al vulgo causan espanto,
como crinitas, caudatas
y otras que por no ser largo, 460
dejo porque ya las sabes,
por ellas conjeturando
guerras, muerte de señores,
hambres, mudanzas de estados,
y otras desdichas que anuncian 465
los cuerpos simples y varios,
de cuyo influjo dependen
los vivientes de acá abajo.
Agora has de resumirme
lo que ayer para hoy dejamos 470
en materia de los cielos,
sus ortos y sus ocasos.


  

ENRIQUE

¡Vive Dios, que no merece
quien ama y es descuidado,
nombre de hombre!


RICARDO

¿Cómo es eso? 475
¿Estás en ti?


ENRIQUE

Y repasando
lo que esta noche olvidé.


RICARDO

Di, pues.


ENRIQUE

(Aparte.)

¿Que haya yo agraviado
por un descuido, Leonora,
vuestra opinión? ¡Y me llamo 480
amante vuestro!


RICARDO

¿No dices?


  

ENRIQUE

Sí, Señor.
 
(Aparte.)
 
¡Ay! ¡cuán contrarios
son desvelos del estudio
de los de un enamorado! 485
La fábrica de los cielos,
de los dedos de Dios digna,
eterna en su inmensa idea,
y en tiempo el primero día,
según opinión probable, 490
es de la materia misma
que las demás criaturas,
en cuanto es materia prima;
pues dado caso que aquesta
intrínsecamente siga 495
el apetito que tiene
a la forma que varía,
de donde es fuerza que nazca
la corrupción que aniquila
y once con la esfera impírea, 500
la sustancia que le informa,
porque las demás reciba,
y no pudiendo mudarse
en los cielos la adquirida
desde su creación primera, 505
ya parece que es distinta.
Lo cierto es que toda es una,
y esencialmente se inclina
a las formas que no tiene,
aunque nunca las consiga, 510
como el hombre, que es risible,
puesto que jamás se ría,
ni ponga esta forma en acto,
como de algunos se afirma.
Los que se mueven son diez, 515
corte de quietud eterna
de santos y jerarquías.
Su hechura es cóncava y hueca,
cuyas esferas contiguas
se tocan unas a otras, 520
porque darse vacuo impidan.
De sus físicos contactos
hay filósofos que afirman
aquella música acorde,
cuya inefable armonía 525
no nos parece escuchar,
pues según buena dotrina,
ab asuetis non fit passio,
aunque es opinión de risa.
Excédense unos a otros, 530
lo que por la perspectiva
de sus ángulos se saca,
conforme a la astrología
de Alfagrano, diferencia
sexta y vigésima prima, 535
y otros de su sabia escuela
del modo que aquí se pinta.

(Distráese, y dice aparte.)
 
(¿Que me dejase la escala
olvidada yo? ¿Y que diga
que a Leonora quiero bien?) 540
¡La escala yo!


  

RICARDO

¿Desvarías,
Enrique? ¿Qué es esto? Di


ENRIQUE

Influjos que se derivan
desde los cuerpos celestes
y en la tierra predominan, 545
son como escalas señor.


RICARDO

No, Enrique; tú desatinas,
o alguna pasión secreta
tu memoria tiraniza.
No estás hoy para cuestiones 550
sutiles; ven a la esgrima,
y por las prácticas, deja
artes especulativas.
  
(Toman espadas de esgrima.)
  
Toma aquesa espada negra.
La destreza de Castilla 555
es la que en Europa agora
comúnmente se practica.
En el juego de Carranza
estás docto; más estima
tiene el de Liébana: en éste 560
quiero ver cómo te aplicas.
  
(Esgrimen.)
  
Mete el pie derecho, saca
el izquierdo, uñas arriba;
tírame esa punta al pecho;
cruza la espada a la vista; 565
rebate mi acero agora.

ENRIQUE

(Aparte.)
 
(Por la honra y por la vida
es natural la defensa.
Duque, aunque el paso me impidas,
he de llevarme la escala, 570
sin que por ella colijas
quién es la prenda que adoro.
¡Muere, y mi secreto viva!)
 
(Distráese esgrimiendo,
dale a RICARDO una cuchillada en la cabeza,
y derríbale el sombrero.)


RICARDO

Loco, ¿qué has hecho?


ENRIQUE

¡Ay señor!
Siguió la espada atrevida, 575
sin regirse por el alma,
desconciertos de la ira.
Necio es quien reduce a leyes
el furor, que nunca mira
en preceptos militares, 580
si la venganza le incita.
Ciego dél dejé llevarme;
mas no hay disculpa que impida
mi bárbara inobediencia:
¿a mano, padre, castiga 585
que ha herido a quien debe el ser.
Dame con mi espada misma
la muerte, y vengue la blanca
lo que la negra te indigna.

(Arroja la espada negra,
saca la blanca, ofrécesela
y dale el sombrero de rodillas.)
 
¡Que herí a mi padre!


  

RICARDO

No creas 590
que eres mi hijo, ni permitas
afrentar el orden sabio
con que sus especies cría
la cuerda naturaleza;
porque si como imaginas, 595
Fuera, Enrique, yo tu padre;
Cuando, el alma divertida,
me fueras a herir, la sangre
te detuviera, a ser mía,
el brazo, reverenciando 600
la fuente que la origina,
a la cabeza defiende
la mano, y contra la ira
de quien la injuria, recibe
naturalmente la herida. 605
Si yo tu cabeza fuera,
mal agraviarme podía
ramo de quien tronco soy,
sangre de quien eres cifra.
No, Enrique, no soy tu padre. 610


ENRIQUE

Consuelos crecen desdichas,
pues mezclas, cruel piadoso,
dos contrarios de un enigma.
¿Que no eres mi padre?


RICARDO

No.


ENRIQUE

¿Pues quién...?


RICARDO

Sabraslo algún día; 615
que yo no lo sé hasta agora,
hasta que el tiempo lo diga.
(Vase.)


  
ENRIQUE.
  

ENRIQUE

«¿Que yo no lo sé hasta agora,
hasta que el tiempo lo diga?»
¡O presunción enemiga! 620
¿cómo amaréis a Leonora?
Mi soberbia burladora,
hijo noble de Ricardo,
me llamó; mas ya ¿qué aguardo,
si aun me niega mi bajeza 625
la humilde naturaleza
que pensé tener bastardo?
 
(Cíñese la espada.)
 
Arrogante pensamiento,
¿a Leonora os atrevistes?
¿Cómo tan alto subistes 630
con tan bajo fundamento
que aún no sé mi nacimiento?
¡Ay amorosa fatiga!
vuestro vuelo no prosiga,
pues sus principios ignora; 635
«Que yo no lo sé hasta agora,
hasta que el tiempo lo diga.»

LUDOVICO, de campo y sin espada.
-ENRIQUE.
  

LUDOVICO

Dicha el no matarme fue
de la caída que di.
Enrique...


ENRIQUE

Señor.


LUDOVICO

Caí... 640


ENRIQUE

¡Válgame el cielo!


LUDOVICO

Y quebré
la espada de más estima
que caballero ciñó.
El caballo tropezó
en un tronco, y dando encima, 645
tres partes hizo la hoja.


ENRIQUE

Mucho daño os pudo hacer.


LUDOVICO

A nuestro Duque iba a ver;
que en no haciéndolo, se enoja.
Prestadme, Enrique, la vuestra. 650


ENRIQUE

(Aparte.)

La del Duque, ¡cielos!, es.


LUDOVICO

Y volveréosla después
con mejoras.


ENRIQUE

(Dándosela.)
 
¿Qué más muestra
de que ya está mejorada
que vos, Marqués, la pidáis, 655
si a vuestro lado la honráis?


  

LUDOVICO

(Sácala.)
 
¡Hermosos filos de espada!
Enrique, feriadmelá;
dareos un lugar por ella.


ENRIQUE

Si gustáis serviros della, 660
ya, señor, feriada está,
aunque tengo en ella puesto
mi gusto.


LUDOVICO

¡Ah! ¿sí? pues, no es justo
que yo os quite tan buen gusto.
Yo os la remitiré, presto; 665
y porque no vuelva sola,
enjaezado os traerán
el más brioso alazán
que parió yegua española.

(Enváinala.)


ENRIQUE

Bésoos las manos.


LUDOVICO

¿Queréis 670
que vamos a Belpaís
los dos?


ENRIQUE

Si vos os servís
de mí, ¿por qué no?


LUDOVICO

Seréis
del gran Duque conocido,
que tiene satisfacción 675
de la fama y opinión
que vuestro estudio ha adquirido.


ENRIQUE

A vuestra sombra, señor,
¿qué dicha no intentaré?


  

LUDOVICO

Soy primo suyo, y podré 680
haceros con él favor.


ENRIQUE

Entrad, veréis vuestra quinta
y tomaré yo otra espada.


LUDOVICO

No será tan extremada
como la que está en mi cinta, 685
aunque siempre se ha preciado
vuestro padre de tener
armas con que alarde hacer
de haber sido gran soldado.
Vamos.


ENRIQUE

(Aparte.)
 
No pude negarle 690
la espada que me pidió.
Si el Duque, que la perdió,
la conoce, acompañarle
¿no es locura? Mas ¿qué importa?
Ya ¿qué tiene que perder 695
hombre que no tiene ser?
Acabe mi dicha corta,
que cuando el Duque importuno
la muerte me mande dar,
a nadie podré afrentar, 700
pues soy hijo de ninguno.
  
(Vanse.)

Sala en la quinta del Parque
  
LEONORA, el DUQUE.
  

DUQUE

¿Pues podrasme tú negar
no ser ésta letra tuya?
Cada pedazo te arguya,
pues para multiplicar 705
los testigos que dan nota
de tu descompuesto amor,
convencen tu roto honor
razones de carta rota.
Niega que la infame escala 710
que al pie de tus rejas vi,
liviana, intentó por ti
meter la afrenta en tu sala.
Niega el perdido respeto
a tu difunto consorte; 715
honesta viuda en la corte,
y en Belpaís, del secreto
y la noche apadrinada,
pagando torpe tributo
a la liviandad en luto, 720
hipócrita disfrazada;
que cuando excusas alegues
que estás maquinando en vano,
desmentida de tu mano,
no es posible que esto niegues. 725


LEONORA

(Aparte.)
 
¡Ay desacertado Enrique!
Perdí mi opinión por ti,
y tú me perdiste a mí.
¿Qué he de hacer?

DUQUE

Cuando fabrique
tu ingenio agravios que hacer 730
a mis sospechas, Leonora,
no te han de excusar agora
sutilezas de mujer.
Convencida estás.


LEONORA

Confieso
lo que en mi vida pensé; 735
y puesto que perderé,
cuando no la vida, el seso,
por la reputación mala,
Duque, en que contigo quedo;
dejarte seguro puedo 740
que los pasos desa escala
que has hallado y me desdoran
no han llegado a profanar,
fuera del alma, el lugar
que dentro mi cuarto ignoran. 745
Ofendió el consentimiento
al recato, no al honor,
pues no le agravia el amor
que al primero sacramento
que vio el mundo se sujeta. 750
Con aqueste fin cristiano,
aunque el medio fue liviano,
y la pasión indiscreta,
le escribí aquese papel,
que después rompió el temor, 755
arrojándole el honor
por las rejas: funda en él
delitos de voluntad
que no se han puesto en efeto,
y advierte que es el sujeto 760
de tan noble calidad
como la tuya.


DUQUE

¿Y la escala,
de tu deshonra instrumento?


  

LEONORA

Amor, cuyo pensamiento
por los ojos se señala, 765
a mi amante le diría
que consigo la trujese.


DUQUE

Si pedazos te leyese
deste papel, bien podría
probarte cuán adelante 770
de lo que dices está
el liviano amor que da
tanta licencia a tu amante.
Mas declárame quién es
el pretendiente atrevido. 775


LEONORA

Señor, no pidas...


DUQUE

Yo pido
lo que te ha de estar después
tan bien, que juzgues por sabio
el remedio de tu honor.


LEONORA

(Aparte.)
 
Perdona, Enrique, al temor; 780
que es fuerza que te haga agravio.
Temo, si quién es publico,
que has de enojarte.


DUQUE

¿Por qué,
si es tan noble? Di: ¿quién fue?


LEONORA

El Marqués...


DUQUE

¿Quién?


LEONORA

Ludovico. 785


DUQUE

¿Mi primo?


LEONORA

Ése me desvela.


  

DUQUE

Pues siendo merecedor
Ludovico de tu amor,
¿por qué con tanta cautela
y secreto te pretende, 790
pues cuando me declarara
su amor, era cosa clara
ser tu esposo?


LEONORA

No te ofende;
pero pretendió primero
a mi hermana.


DUQUE

Eso es verdad. 795


LEONORA

Mudose la voluntad;
que Amor es fuego ligero.
Viéndome en fin viuda, puso
los ojos con tanto afeto
en mí, que amante y secreto 800
a servirme se dispuso;
y por no dar a Isabela
celos y enojarte a ti,
ha un mes que me sirve ansí.


DUQUE

Cuerdo ocasiones recela, 805
y cuerdo intento también
atajar inconvenientes.
Amorosos accidentes
disculpa, hermana, te den,
siquiera por la elección 810
que en tan noble prenda has hecho.
Sosegado has ya mi pecho:
al Marqués tengo afición.
Con Isabela intenté
casarle; mas pues se muda, 815
disimula, cuerda y muda,
porque a tu hermana no dé
celos, infiernos de amor,
entre tanto que dispongo
las cosas, y medios pongo 820
que a Isabela estén mejor.

LEONORA

Dame a besar esos pies,
pues satisfaces ansí
tu honor y mi gusto.


DUQUE

En ti
se emplea bien el Marqués. 825
Cosas que tan adelante
en materia de honra están,
mal remediarse podrán,
si con medio semejante
no sueldo el daño que has hecho. 830


LEONORA

(Aparte.)
 
Enrique inconsiderado,
causa a tus celos has dado.
Oculte tu amor mi pecho;
que aunque crea tu impaciencia
que al Marqués hago favor, 835
te adoraré en lo interior,
y al Marqués en la apariencia.

La DUQUESA, ISABELA.- El DUQUE, LEONORA.
  

DUQUESA

Dícenme, Duque y señor,
que dejáis a Belpaís
por la corte.


DUQUE

Si el calor, 840
Duquesa, aquí divertís,
Venus entre tanta flor;
yo que de mi corte ausente,
hago a mi gobierno agravio,
juzgo por inconveniente, 845
pudiendo ser Catón sabio,
ser cazador imprudente.
Hoy nos hemos de partir.


ISABELA

Más razón es acudir
al bien común, gran señor, 850
que al propio.


DUQUESA

No sabe amor
replicar ni resistir.
Vamos cuando vos gustéis.


  
LUDOVICO, ENRIQUE.- Dichos.
  

LUDOVICO

Por cumpliros el deseo
que de conocer tenéis, 855
gran señor, a Enrique, os veo
tarde hoy; honrar podéis
en él, con satisfacción
de su fama y experiencia,
la nobleza y discreción, 860
valor, cortesía y ciencia,
que sus tributarias son.
Disculpe lo que he tardado
el padrino que he buscado.


DUQUE

Poco madrugáis, Marqués; 865
pero todo amante es
cuidadoso, descuidado.
Más os debe Belpaís
de noche, que cuando Apolo
logra los rayos que huís. 870
Las estrellas os ven solo
con padrino al sol salís;
negáis de noche secreto,
quién sois a la cortesía,
y publicaisla, en efeto, 875
al sol; no sois vos de día,
como de noche, discreto.

(Hablando aparte con él.)
 
Esa espada no hace alarde
de hazañas que adquirís tarde;
guardarla os fuera mejor, 880
si no es que a vuestro señor
notáis, Marqués, de cobarde.

LUDOVICO

¡Señor! ¿Qué decís?


DUQUE

Que en ella
mi desprecio se señala;
mas si os honráis de traella, 885
haré yo sacar la escala,
y os castigaré por ella.


LUDOVICO

Gran señor decid: ¿qué espada?
¿Qué escala? ¿Qué confusión
mi lealtad tienen culpada? 890
Admitid satisfacción
de quien no os ofende en nada.
 
(Vase.)

DUQUESA

Airado el Duque se fue
con el Marqués. Isabela,
¿qué es esto?


ISABELA

Aunque no lo sé, 895
el amor que me desvela,
por intercesor pondré.
A Vuestra Alteza suplico
que a desenojarle venga.


DUQUESA

Que me pesa, os certifico 900
de que causa el Duque tenga
de reñir con Ludovico.
  
(Vanse la DUQUESA e ISABELA.)


  
LEONORA, ENRIQUE.
  

LEONORA

A poder yo aborreceros,
osara, Enrique, reñiros,
o ahorrara mi amor suspiros, 905
pues ya no excusa el perderos.
Tan difícil será el veros,
como imposible el hablaros;
no supistes conservaros,
ni yo supe retirar 910
deseos que han de pagar
con la vida el adoraros.
Por un instante de gusto,
años hemos de perder
del recíproco placer 915
que tiraniza un disgusto.
Límite tiene amor justo,
que el necio desorden pasa;
quien sin prudencia se abrasa,
arrepentido se hiela; 920
quien al gastar no recela,
corrido vive con tasa.
Un papel nos ha vendido,
una escala descubierto,
un descuido nos ha muerto, 925
una desdicha perdido.
Todo el Duque lo ha sabido:
a Ludovico he culpado;
nombre de esposo le he dado,
y si de pesar no muero, 930
he de fingir que le quiero
Quejas forma de una espada,
que ciñe al lado dorada,
y mi homicida ha de ser.
por solo razón de estado. 935
¡Ved de un yerro los que nacen!

ENRIQUE

Enlazan las ocasiones
desdichas en eslabones,
que eternas cadenas hacen;
pero si se satisfacen 940
matando, morir procuro.
Pues con la vida aseguro
el peligro que tenemos,
porque muriendo, quedemos
libre vos, y yo seguro. 945
Sois mi esposa en posesión,
y yo con vos desigual,
nuestro peligro, mortal,
cierta nuestra perdición.
Razón de estado es razón 950
que contradicen los cielos;
la muerte ataja desvelos;
muera quien os ha perdido,
a vuestros ojos querido,
antes que ausente y con celos. 955

ISABELA.- Dichos.
  

ISABELA

¡Ay hermana de mis ojos!
Llevar manda el Duque preso
al Marqués; perderé el seso
si duran estos enojos,
porque con justos antojos, 960
difíciles de entender,
le obligan a enfurecer.
Luego nos manda partir
a la corte; ven, Leonora,
y serás su intercesora, 965
o aquí me verás morir.


LEONORA

Yo, ¿qué le puedo decir
con que se venga a aplacar?


ISABELA

Nada te sabe negar;
roguemos por él las dos. 970
Hidalgo, también a vos
os manda el Duque llamar.
 
(Vase.)


ENRIQUE

Habrá sabido que es mía
la espada: si me da muerte,
dichosa será mi suerte. 975


LEONORA

¡Tantos males en un día!


ENRIQUE

Ea, amorosa osadía,
muera Enrique desgraciado,
pues tan mala cuenta ha dado
de la dicha que ha perdido, 980
cuando, no por atrevido,
por amante descuidado.