Amor, pleito y desafíoAmor, pleito y desafíoFélix Lope de Vega y CarpioActo III
Acto III
Salen doña ANA
y don JUAN de Aragón
ANA:
¿Pues vos me engañais a mí?
JUAN:
Los sucesos os dirán
si os engaño.
ANA:
Ya, don Juan,
las esperanzas perdí.
Como la primer sentencia
tiene Beatriz en favor,
con celos de vuestro amor
queréis probar mi paciencia.
JUAN:
Mal entendéis la razón
por que me inclino a casarme
con vos.
ANA:
Si no es engañarme,
celos presumo que son.
JUAN:
Yo estoy del rey en desgracia,
así el casarme sintió,
y al paso que caigo yo
sube Padilla a su gracia;
caballero de la Banda
le ha hecho y la trae al pecho,
de su cámara le ha hecho,
ya le acompañan, ya manda;
cuanto me quitó le ha dado,
y que lo merece os digo,
que hablar bien del enemigo
es honra del agraviado.
Quien tiene por valentía
hablar mal del que está ausente,
sepa que quien lo oye siente
que es infamia y cobardía.
Yo, cuyas dichas están
sin estimación alguna,
pienso mudar de fortuna
diciendo bien de don Juan;
sin esto ¿qué no ha de hacer
por mí, si me ve casado,
pues le dejo asegurado
de que es Beatriz su mujer?
Y como mi inclinación
a tus partes es notable,
no te espantes de que te hable
sin celos, pues no lo son,
que ya no hay de que lo esté,
pues Beatriz se ha de casar.
ANA:
No te puedes emplear
que más contento les dé,
porque Beatriz se asegura
de mí, que es lo más que siente,
don Juan de ti; finalmente,
si tu fortuna procura
volver en gracia del rey,
y es el camino mejor
que don Juan te tenga amor,
hombre noble a toda ley,
yo dejaré la locura
y desigual casamiento
que con don Álvaro intento,
Don Álvaro, que procura
su venganza a costa mía,
pues me sepultaba un viejo,
y en manos de tu consejo
rindo mi justa porfía;
tuya soy, pero has de ser
noble en cumplir lo que dices.
JUAN:
Para que más autorices
la fe que puedes tener,
y yo asegure a don Juan,
haré que licencia pida
al rey.
ANA:
Ya voy advertida.
JUAN:
Iré contigo.
ANA:
Aquí están
mis criados, y es mejor
que te quedes para hablalle.
JUAN:
¿Hablaste al rey?
ANA:
Quise dalle
cuenta de mi necio error,
pues me casaba tan mal,
y como hablaste conmigo,
dejé aquel intento, y sigo
el que es a mi gusto igual.
Vase
JUAN:
Por un álamo blanco que pomposo
de verdes hojas que aforraba en plata,
un alcázar de pájaros retrata,
subió una hiedra y le llamaba esposo;
los ramos que de Alcides vitorioso
fueron corona, y enlaza, prende y ata,
y a los pimpollos últimos dilata,
con débil paso, el círculo amoroso.
Villano labrador, del monte guerra,
la hiedra corta, que el humor no alcanza,
seca los brazos y las hojas cierra;
no menos levantada mi esperanza
en los brazos del rey, cayó en la tierra,
que no hay cosa segura de mudanza.
Salen MARTÍN y
don Juan de PADILLA
MARTÍN:
Bravamente los desmaya
esta sentencia en favor.
PADILLA:
Aquí está don Juan.
JUAN:
Señor,
a nuevos aumentos vaya
el favor bien empleado
de su alteza, y sea también
la sentencia para bien.
PADILLA:
En el que aquí me habéis dado
conozco vuestra nobleza.
JUAN:
Pleitos y amores, señor,
tratallos con este honor,
que lo demás es bajeza;
pero porque me volváis
este parabién que os doy,
sabed que casado estoy,
que es justo que lo sepáis.
PADILLA:
¿Casado? Para bien sea.
JUAN:
Con doña Ana me he casado.
PADILLA:
Habéis, don Juan, acertado
como quien tan bien se emplea;
es lo mejor de Castilla
en calidad y en hacienda.
JUAN:
Quiero que de vos lo entienda
el rey.
PADILLA:
A fe de Padilla,
de no sólo procurar
la licencia que es tan justa,
pues el rey de honraros gusta,
pero también intentar
que os haga mucha merced,
que muy vuestro amigo soy;
y la palabra que os doy
por verdadera tened,
que en mi vida prometí
cosa que no la cumpliese
como la dije, aunque fuese,
señor don Juan, contra mí.
¿Qué importa la calidad
ni otros títulos y nombres
cuando falta entre los hombres
la palabra y la verdad?
Es la verdad un traslado
del mismo Dios en el suelo,
tan igual, que dice el cielo:
"bien y fielmente sacado".
Es la verdad un concierto
de la república humana;
la política tirana
lleva su nombre encubierto,
pero al que sigue las leyes
de la paz y la quietud
conviene esta gran virtud,
y más cerca de los reyes,
que como por majestad
menos de las cosas ven,
tanto más obliga a quien
los trata, el tratar verdad.
JUAN:
(¿Es posible que he llegado
a que éste me trate así?
Pero si causa le di,
yo solo he sido culpado;
hablarle ha sido ignorancia,
porque suele ser castigo
del humilde, al enemigo
darle ocasión de arrogancia.
Notables difiniciones
ha hecho de la verdad;
¡bien mereció mi humildad
sus arrogantes razones!
¡Vive Dios! que he de vengarme
como honrado caballero,
que de otra suerte no quiero
castigarle ni ausentarme.
En fortunas semejantes
pensé tenerle afición.
¡Cuánto mudan la intención
las palabras arrogantes!)
Señor don Juan, pues habéis
mi pensamiento entendido,
que habléis a su alteza os pido.
PADILLA:
Vos el efecto veréis.
MARTÍN:
(Mudado está de color.)
JUAN:
Esto tengo que deciros.
PADILLA:
Seguro podéis partiros
de mi verdad y mi amor,
que no sólo en la licencia
hablaré, que es justa paga,
pero en que merced os haga.
JUAN:
Pues no sea en mi presencia.
Adiós.
PADILLA:
Confiad de mí;
mas oíd.
JUAN:
Decid.
PADILLA:
Yo iré
y al rey se la pediré,
y no será para mí.
Vase don JUAN de Aragón
MARTÍN:
Corrido va.
PADILLA:
Deso gusto,
que éste es todo fingimiento.
MARTÍN:
(Bien le diste con el cuento.)
PADILLA:
Con el hierro fuera justo.
Salen el CONDE de Haro,
don ENRIQUE, don PEDRO
y el rey don ALFONSO,
[hablando aparte]
CONDE:
La honra que le ha hecho vuestra alteza
justamente merece el de Padilla.
ENRIQUE:
Toda Valladolid, toda Castilla
celebra el premio de servicios tales,
que no se han visto en esta edad iguales.
PEDRO:
Sus partes son muy dignas, y tus premios
realzan el valor con que le honraste,
animando a servirte con su ejemplo.
ALFONSO:
En las virtudes de don Juan contemplo
las partes que han de dar a un hombre noble
fama inmortal, con gloria de su príncipe;
pero dejando algunas, ¿qué os parece
que ha de tener un noble caballero
para que goce de este ilustre nombre?
CONDE:
Señor, muchas convienen al que es hombre
de sangre y valor.
[Don ALFONSO habla] alto
ALFONSO:
Don Juan, ¿no llegas?
PADILLA:
Pensé que con tan nobles caballeros
trataba algún secreto vuestra alteza.
ALFONSO:
Aunque lo fuera, en él tuvieras parte.
PADILLA:
Beso mil veces esos pies.
ALFONSO:
Tratábamos
de las que un hombre noble tener debe,
y en qué se ha de probar para saberse.
PADILLA:
¿Y qué dice, señor, el conde de Haro?
Que, fuera de tener ingenio claro,
tiene, como sabéis, larga experiencia,
que es en la guerra y paz la mejor ciencia.
CONDE:
El probar un caballero,
para saber si lo es,
está en dos cosas o tres,
que a dos reducirlas quiero;
que es el consejo y la espada.
ALFONSO:
Bien decís, porque se aplique
a guerra y paz; don Enrique
diga en qué partes le agrada.
ENRIQUE:
Un caballero perfecto
probara yo en la lealtad,
en una necesidad
y en saber guardar secreto.
ALFONSO:
¿Vos, don Pedro?
PEDRO:
Yo, señor,
le probara en ser afable,
humilde y comunicable
en la fortuna mayor.
ALFONSO:
Y tú ¿qué dices, don Juan?
PADILLA:
Yo, señor, con mi ignorancia,
¿qué te diré de importancia,
y más donde agora están
personas de tal prudencia?
Pero puédese probar
un alto en bajo lugar,
en la templanza paciencia;
así en las letras divinas
probó Dios a un hombre.
ALFONSO:
Bien.
MARTÍN:
¡Que en cosas fáciles den
personas tan peregrinas!
La prueba es fácil de hacer,
pues sólo ha de consistir
en dar y no recibir,
en pagar y no deber.
ALFONSO:
Aunque habéis dicho las cosas
en que se puede probar,
no fue mi intento llegar
a virtudes generosas.
Y así por el voto mío,
prueban de un noble el valor
tres cosas.
PADILLA:
¿Cuáles, señor?
ALFONSO:
Amor, pleito y desafío.
PADILLA:
Ya, según tu parecer,
de las tres tengo las dos,
amor y pleito, y por Dios
que a no tener que temer,
que todas tres las tuviera.
ALFONSO:
Y del pleito ¿cómo os va?
PADILLA:
Pienso que acabado está
con la sentencia primera;
que don Juan por no cansarse
en cosa tan conocida,
me pide, señor, que os pida
licencia para casarse;
que en doña Ana, a quien quería
don Álvaro en tal edad,
ha puesto la voluntad.
ALFONSO:
Doile la licencia mía.
PADILLA:
Por él te beso los pies,
y voy a darle las nuevas.
ALFONSO:
De buena gana las llevas.
PADILLA:
Mi amigo y mi deudo es.
Vanse don Juan de PADILLA y MARTÍN
ALFONSO:
Buen caballero es don Juan.
CONDE:
Con justa causa te agrada.
ALFONSO:
Tiene humildad bien fundada.
PEDRO:
Bien tus favores lo están.
ALFONSO:
Creo que hacerse pudieran
todas las pruebas en él.
ENRIQUE:
Es valiente y fiel,
y con justa causa esperan
más premios servicios tales.
CONDE:
Volvió el rostro la fortuna,
que no hay firmeza alguna
en condiciones mortales.
Sale don JUAN de Aragón
JUAN:
Aquí don Juan de Padilla
me ha referido, señor,
la gran merced que me has hecho,
por quien mil gracias te doy;
la licencia de casarme
con doña Ana estimo yo
por mi quietud y mi gusto,
por mi aumento y por mi honor:
pero es fuerza que te pida
que antes de la ejecución,
me la des para partirme
a Aragón, que me escribió
mi padre que el rey don Pedro
quiere verme en Aragón,
y yo vivir en mi tierra,
pues ya de mí se olvidó
la fortuna siempre varia,
y tú de hacerme favor.
ALFONSO:
Don Juan, no hay otra fortuna
que la voluntad de Dios.
Ésta dispone a los reyes,
que los accidentes no.
Defectos en los vasallos
les mudan la condición;
éstos, yo estoy satisfecho
que nunca los hubo en vos;
linaje de ingratitud
es quejaros de mi amor,
porque os quiero como os quise,
y os tengo en buena opinión.
Si el rey don Pedro os estima,
licencia, don Juan, os doy;
y os daré, si queréis, cartas
que abonen vuestro valor.
JUAN:
Quien ve la mar alterada
y está a la orilla, señor,
no yerra en volverse a tierra;
así los peligros son.
A los principios del daño
vuelve la espalda el temor
por no esperar los sucesos,
que nunca fue discreción.
Dadme a besar vuestra mano,
que en vuestra gracia me voy
donde os sirva sin envidia.
ALFONSO:
Dios os guarde.
JUAN:
Guárdeos Dios.
Vanse.
Salen LEONOR y MARTÍN
MARTÍN:
Mira que no has de turbarte
en viendo al juez y al rey.
LEONOR:
Es en las mujeres ley
inviolable en cualquier parte:
no hay trabajo en que se vean
donde les falte valor.
MARTÍN:
Pues va de lección, Leonor;
tú verás cuán bien se emplean;
haz cuenta que soy juez.
LEONOR:
Pues no te pongas tan grave,
que el ánimo se me acabe,
y me turbe alguna vez.
MARTÍN:
¿Cómo sucedió, decid
puntüalmente, este caso?
LEONOR:
Señor, mis padres, que fueron
tan principales hidalgos,
que por línea de varón
decienden de Arias Gonzalo,
me trujeron a criar
a su casa en tiernos años
de don Álvaro de Rojas.
MARTÍN:
Todo lo llevas errado.
¿A criar dices que entraste?
Pues si crías, ¿no está claro
que has parido, y que no puedes
pedir el doncellicato?
LEONOR:
A criarme con Beatriz
me trujeron, donde estando,
pasados algunos tiempos...
MARTÍN:
Adelante y sin turbaros.
LEONOR:
Una noche en mi aposento
don Álvaro entró, y cerrando
la puerta, [me] dijo amores.
MARTÍN:
Bien vas.
LEONOR:
Y me asió los brazos;
resistíme.<poem>
MARTÍN:
Pero no digas la edad,
que aquí todas juráis falso;
mas quítate diez u doce,
que yo conozco un retablo
de duelo, que con setenta
juró antiyer treinta y cuatro.
"A la segunda pregunta,
dijo que estando rezando,
en su aposento una noche
la oración de los finados,
entró el dicho, y a la dicha
asió de los dichos brazos,
y con los dichos amores
el dicho doncellicato
desapareció de allí,
la dicha sin él quedando,
y el dicho se fue.
LEONOR:
¿Qué dices
tantos dichos?
MARTÍN:
Son los tantos
del juego de los procesos.
"Y que, en efecto, llorando
esta confesante..."
LEONOR:
¿Quién?
MARTÍN:
Tú, Leonor, está en el caso;
"ésta que declara dijo."
LEONOR:
¿Quién es ésa?
MARTÍN:
Eres un mármol;
siempres eres tú.
LEONOR:
Di adelante.
MARTÍN:
"Confesando o declarando,
preguntada si sintió,
algunos días pasados,
bulto o hinchazón alguna,
algún antojo o desmayo,
respondió que se le habían
antojado unos gazapos,
que estaban en un tapiz,
y en torreznos lampreados,
los cochinos que guardaba
el hijo pródigo, cuando..."
LEONOR:
¡Nuestros amos!
MARTÍN:
Echo polvos,
y dejo el papel doblado.
Salen don Juan de PADILLA
y doña BEATRIZ
PADILLA:
Oye, aunque no quieras.
BEATRIZ:
No quiero escucharte.
PADILLA:
Pues háblame tú.
Aunque aquí me mates,
que si tú no quieres,
mi vida, escucharme,
yo te quiero oír
y que tú me hables;
dime, luz de esta alma,
cuanto imaginares
en ofensa mía
con tal que descanses.
Por mi sol te tengo,
no quiero guardarme,
licencia te doy
para que me abrases;
abrasen, Beatriz,
cuanto no te agrade,
desde el alma al pecho
tus ojos süaves;
pero siendo nobles,
¿cómo por vengarte
con ese capote
villanos los haces?
¡Ay qué desatinos,
quererme y matarme!
Mal hayan los celos,
bien hayan las paces.
BEATRIZ:
Pues que ya me obligas,
como necia, a darte
gusto en que te riña,
oye y no te canses;
verás si fue justo
que de ti me agravie:
cuando yo pensaba
que supe obligarte,
yo te amé, Padilla,
como tú lo sabes,
cuando tú eras pobre,
pudiendo emplearme,
yo no digo en hombre
de más noble sangre,
pero con su gusto
de mi ilustre padre;
porque en Aragón
tuvo algún infante
deseos que fueron
principios de honrarme.
Fuístete a la guerra,
y en ausencias tales,
si mataste moros
resistí galanes.
No fuiste valiente
como yo en guardarme,
que flaqueza y fuerza
nunca son iguales;
moras me trujiste,
tocas y volantes,
de que hice galas
que me murmurasen.
BEATRIZ:
Cuando allá te herían,
¡oh qué disparate!,
me sangraba luego,
pensando igualarte.
En Valladolid,
cuando tú llegaste,
puse en contingencia
mi honor con hablarte;
don Juan de Aragón
no pudo obligarme,
siendo caballero
de tan altas partes,
a que una palabra
ni aun cortés le hablase,
cuando me forzó
mi padre a casarme.
Esto, siendo pobre,
hice por amarte,
sufriendo entre golpes
palabras infames;
y tú cuando aspiras
a riquezas grandes
y alcanzan tus dichas
mercedes reales.
BEATRIZ:
Hablas a mis ojos,
por desengañarme,
mujer que te adora
y que a mí me mate;
requiebros la dices
donde yo escuchase,
conmigo mentiras,
con ella verdades;
de suerte que, pobre,
riqueza buscaste,
y rico, hermosura.
Si puedes, bien haces;
doña Ana de Lara
merece que ensalces
agora valido
lo que en mí deshaces;
con su hermano Enrique
tratas amistades,
con el de Aragón
engaños y paces;
decir que se casa
con doña Ana es darme
celos con los tuyos,
pero llegas tarde;
que aunque yo supiese
morirme o matarme,
no tengo de verte,
ni aun imaginarte,
que desde hoy, Padilla,
de mi alma sales.
Y si te resistes,
yo haré que te saquen.
PADILLA:
Castigo notable es éste
de culpa que no he tenido.
¿Querrás, Beatriz, que tu olvido
hasta la vida me cueste?
Paciencia el amor me preste
para sufrir tantos daños,
nacidos de tus engaños.
BEATRIZ:
Para los ojos, don Juan,
tan difícilmente dan
las mentiras desengaño[s].
¿Yo no te vi? Pues ¿qué quieres?
¿Yo no te oí? Pues ¿qué pides?
Si el agravio al amor mides,
verás que la culpa eres.
Quejáisos de las mujeres
todos los hombres, después
que vuestra inconstancia es
la que nos da la ocasión.
PADILLA:
¿Por ventura en Aragón
tienes mayor interés?
¿Estarás arrepentida
de dejar su gran riqueza?
BEATRIZ:
Tu traición, no tu pobreza,
don Juan, de tu amor me olvida.
Ser solamente querida
estimé, no regalada,
y esta parte remediada
con las mercedes del rey,
era contra toda ley
olvidar enamorada.
PADILLA:
Don Juan de Aragón se ha ido;
ya el pleito, Beatriz, cesó,
pues a doña Ana le dio
la fe de ser su marido;
yo propio, mi bien, he sido
el que pidió la licencia;
¿qué temes ya de su ausencia
que ofenda nuestra esperanza?
BEATRIZ:
El deseo de venganza
hace al amor resistencia;
cuando con mi padre viste
que doña Ana se casaba,
a quien tan necia te amaba,
arrepentido volviste.
Agora también que fuiste
por el de Aragón dejado,
vuelves a mi amor pasado,
de manera que he de ser
para desprecios mujer
y para olvido sagrado.
No, don Juan, que un firme amor
también se sabe mudar,
si agravios le dan lugar,
o se ha de volver furor;
que le digas, es mejor,
a doña Ana estos concetos;
quizá servirán de efetos,
con que deje al de Aragón;
que forzar la condición
no son remedios discretos.
Vanse doña BEATRIZ y LEONOR
PADILLA:
¿Qué sientes de esto,
Martín?
MARTÍN:
Que olvidar, señor, es fuerza;
mas di ¿doña Ana se casa?
PADILLA:
O se casa o se concierta.
MARTÍN:
Luego ya no irá Leonor
a referir sus endechas.
PADILLA:
Yo las haré a mis desdichas,
si se hicieron para ellas;
no tiene contento el mundo
cabal.
MARTÍN:
Es una tragedia.
PADILLA:
Cuando Beatriz me quería,
el rey no escuchó mis quejas,
y cuando me hace favor
el rey, Beatriz me de[s]precia.
¿Qué haré, Martin?
MARTÍN:
Olvidar.
PADILLA:
No podré.
MARTÍN:
Fingir siquiera.
PADILLA:
Ni aun fingir podré.
MARTÍN:
Sí harás,
para que rendida venga;
todo lo que hace contigo
son pruebas.
PADILLA:
¡Qué fuertes pruebas!
MARTÍN:
Leonor me ha dicho que llora.
PADILLA:
¿Por mí?
MARTÍN:
Por ti.
PADILLA:
Pues ¿qué intenta?
Sale TELLO, con un papel
TELLO:
¡Qué descuidado estás de lo que pasa!
PADILLA:
No estoy de mis cuidados descuidado,
Tello, que siempre estoy con más cuidado.
TELLO:
Toda Valladolid está alterada,
y tú ignorante en cosa semejante.
PADILLA:
¿Cuándo dejé de ser tan ignorante?
TELLO:
Estos rétulos han amanecido
por todas las esquinas de las calles;
mira si es bien que tus agravios calles.
PADILLA:
¡Por Dios, que el de Aragón me desafía
para la raya suya y de Castilla!
MARTÍN:
Agora has de mostrar que eres Padilla.
PADILLA:
Basta que al irse puso estos papeles;
no excuso ir, pero si el rey se queja,
más deshonor que el desafío me deja.
MARTÍN:
Pide licencia al rey para seguirle.
PADILLA:
Dirán que la pedí para librarme;
mejor es a perderme aventurarme.
TELLO:
No lo hagas, señor, que es grave yerro,
pues el rey, que en efeto es rey tan sabio,
no ha de querer tu deshonor y agravio.
PADILLA:
Pues vamos a cumplir con lo que es justo;
que no hay más honra, vida, ni más leyes
que el gusto y la obediencia de los reyes.
Vanse.
Salen el rey ALFONSO,
el CONDE DE HARO y
don ÁLVARO
ALFONSO:
Admirado estoy de vos,
que en tal edad os caséis.
ÁLVARO:
Gran señor, no os admiréis,
que no es flaqueza, por Dios,
pues todo mi casamiento
sólo en venganza se funda,
si dél impedir redunda
otro injusto pensamiento;
tal es la desobediencia
de doña Beatriz.
ALFONSO:
¿Qué ha sido
la causa por que ofendido
estáis de su resistencia?
ÁLVARO:
El tenerla yo casada
con don Juan de Aragón,
por mandado vuestro.
ALFONSO:
Son
culpas que no importan nada;
porque don Juan me engañó,
y yo me enojé con él,
y vos fuistes más crüel
de lo que ella os ofendió.
Fuera deso, o se ha partido
o se parte, y no es razón
que tengáis en Aragón,
siendo don Juan su marido,
una hija que tenéis
y la casa que heredáis;
pero ¿con quién os casáis?
ÁLVARO:
Bien la prenda conocéis.
ALFONSO:
Si es doña Ana, ya doña Ana
es del de Aragón mujer.
ÁLVARO:
No puede ser.
ALFONSO:
Puede ser,
y que acierta es cosa llana,
mejor que en casar con vos;
dad Beatriz a Padilla,
que no hallaréis en Castilla
hombre más noble, por Dios.
Salen don Juan de PADILLA y MARTÍN
PADILLA:
Déme los pies vuestra alteza.
ALFONSO:
¡Don Juan!
PADILLA:
Ya puedo, señor,
decir que tengo valor,
si es prueba de la nobleza
amor, pleito y desafío;
desafío me faltaba,
que pleito ya me sobraba
después de tanto amor mío;
esta noche se han fijado
estos carteles, señor,
en Valladolid.
ALFONSO:
¿Su autor?
PADILLA:
Él mismo los ha firmado.
Lee el rey
ALFONSO:
"En la raya de Castilla,
las armas a su elección,
un mes don Juan de Aragón
espera a Juan de Padilla."
PADILLA:
¿Qué decís del valor mío?
ALFONSO:
Que aun no le tenéis ganado,
que no es haberle probado
que os llamen al desafío.
PADILLA:
Tenéis, gran señor, razón,
y así con vuestra licencia
haré luego diligencia
para partirme a Aragón.
ALFONSO:
No podéis, en ley de hidalgo
ni caballero, excusar
el desafío en lugar
tan seguro.
PADILLA:
Al punto salgo,
y mil veces, gran señor,
os beso por la licencia
los pies.
ALFONSO:
Siento vuestra ausencia,
y de vuestro gran valor,
don Juan, la victoria fío.
PADILLA:
Que me habéis de honrar espero,
si es prueba de un caballero
amor, pleito y desafío.
Vase
ALFONSO:
Conde.
CONDE:
Señor.
ALFONSO:
No he podido
esta licencia excusar,
aunque me pesa.
CONDE:
Fue dar
a don Juan lo que es debido
a un noble por justa ley.
ALFONSO:
El de Aragón me ha enojado,
habiéndole yo mandado
lo contrario.
CONDE:
Sois su rey;
pero dirá que el amor
o el honor le dan disculpa.
ALFONSO:
No le reservan de culpa
conde, el amor ni el honor;
que no sacase la espada
le mandé; si no es partido,
prendelde.
ÁLVARO:
Si has concedido
con voluntad declarada
al de Padilla el salir,
¿cómo pones en prisión
al de Aragón?
ALFONSO:
La ocasión
es muy fácil de advertir;
no cumpliera con su honor
don Juan, si no se la diera,
pero, pues al que le espera
puse pena de traidor,
puédole agora prender,
y así volverá a Castilla
con su honor el de Padilla.
ÁLVARO:
¿Quién como tú pudo ser
árbitro en esta ocasión?
CONDE:
¿Si estará en Valladolid?
ALFONSO:
Conde, si es ido partid,
no se os entre en Aragón.
Vanse.
Salen don Juan de PADILLA y MARTÍN
PADILLA:
No pensé que me la diera.
MARTÍN:
¿Cómo pudiera negarla
si debe estimar tu honor?
PADILLA:
Tócame escoger las armas,
y es bien llevarlas de aquí.
MARTÍN:
Elige las que te agradan,
pues en todas eres diestro.
PADILLA:
Las de la capa y espada
son buenas en desafíos
que se hacen de hoy a mañana,
pero en cosas prevenidas
y que han de ser en la raya
de Castilla y Aragón,
más armas son necesarias.
MARTÍN:
Sí, porque de entrambos reinos
yo te aseguro que salgan
dos mil personas a veros;
no hay caballero en España
que tenga más opinión
del encuentro de la lanza;
que ni cristiano en Castilla
ni moro andaluz se alaba
que la pueda resistir.
PADILLA:
En ésta llevo fundada
la vitoria.
MARTÍN:
Justamente;
si bien no es menos la fama
de don Juan el de Aragón.
PADILLA:
Después de aquésta, la espada
dará fin al desafío.
MARTÍN:
Tú llevas justa esperanza,
que Dios tu razón ayude.
Basta, señor, que dos damas
se han apeado de un coche
y te buscan rebozadas.
PADILLA:
¿Damas a mí?
MARTÍN:
Y a buen tiempo.
Salen LEONOR y
doña BEATRIZ, con mantos
PADILLA:
Reinas, descubran las caras,
que andamos de pesadumbre,
y puede ser que las traigan
más traidoras que leales.
MARTÍN:
Bien puestas vienen de faldas,
pero puede ser que arriba
cubra el nublado la barba.
Descubre cada uno la suya
BEATRIZ:
¿Dónde de esta suerte v[a]s?
PADILLA:
¡Señora!
BEATRIZ:
Yo soy; ¿qué miras?
PADILLA:
¿No he de mirar, si me admiras,
lo que no pen[s]é jamás?
BEATRIZ:
Bien dices, no pude más,
porque no hay fuerza de honor
que se resista al rigor
de una tan breve partida.
PADILLA:
Quitádome habéis la vida
con tales muestras de amor;
el partirme aborrecido
por más ventura tuviera,
pues es cierto que venciera
quejoso de vuestro olvido;
la dicha de ser querido
dará vitoria al contrario,
y así fuera necesario
partir en desgracia vuestra.
BEATRIZ:
Ésta, si bien de amor muestra,
es ira del tiempo vario;
forzando mi voluntad,
don Juan, a verte he venido,
si bien confieso que ha sido
más locura que lealtad;
pero tratando verdad,
que lo demás es mentira,
amor que te adora aspira
a que entiendas de qué suerte,
cuando he llegado a perderte,
se trueca en piedad la ira.
Bien pudieron mis recelos
de mis ojos dividirte,
pero llegando a partirte,
venció mi amor a mis celos.
PADILLA:
No lloréis, hermosos cielos,
que me dobláis los enojos,
o contadme por despojos
del de Aragón, si lloráis,
mirad que muerte me dais,
y le dais vida, mis ojos.
BEATRIZ:
Si no me llevas contigo,
ya que es fuerza tu partida,
hoy será el fin de mi vida.
PADILLA:
Si yo te llevo conmigo,
doy por muerto a mi enemigo,
pues le puedes abrasar
solamente con mirar;
pero no quieran los cielos
que le mates con mis celos,
pudiéndole yo matar.
MARTÍN:
Cesa, Leonor, de sentir
mi ausencia, por amor mío.
LEONOR:
Si sales al desafío,
yo me tengo de morir.
MARTÍN:
¿Puedo dejar de salir
donde sale mi señor?
LEONOR:
Y ¿has de reñir?
MARTÍN:
Sí, Leonor,
que ya me ha desafiado
del de Aragón un criado.
LEONOR:
Desmayaréme de amor;
pero mientes, que yo sé
que los dos solos serán.
MARTÍN:
Yo he de ayudar a don Juan
por justa lealtad y fe.
LEONOR:
Guárdate que no te dé
el caballo alguna coz,
que herido estarás feroz.
MARTÍN:
Basta, que das en pensar
que yo no he de pelear.
LEONOR:
Baja, mis ojos, la voz.
PADILLA:
Señora, en el ir conmigo
hay grande dificultad.
BEATRIZ:
Si amor es facilidad,
yo la tengo en ir contigo.
PADILLA:
Pues ¿cómo irás?
BEATRIZ:
Yo te digo
que no me falte ocasión.
PADILLA:
Ea, vamos a Aragón.
BEATRIZ:
Si una vez llega a querer,
¿cuándo ha faltado a mujer
para su gusto invención?
PADILLA:
Martín.
MARTÍN:
Señor.
PADILLA:
Mi partida
apresta con brevedad.
MARTÍN:
Ya no habrá dificultad,
como Beatriz no te impida.
PADILLA:
Si la llevo, ¡ay de la vida
de don Juan!
MARTÍN:
¡Qué dos espadas!
PADILLA:
Ven, pues de venir te agradas.
BEATRIZ:
Si voy, yo le mataré.
PADILLA:
Sí harás, mas dirá que fue
con armas aventajadas.
Vanse.
Salen el CONDE de Haro, don PEDRO y don ENRIQUE; traen preso a don JUAN de Aragón, con quien viene doña ANA, disfrazada
CONDE:
Habéis de perdonarme,
que fue mandado de su alteza.
JUAN:
Creo
que no podrá culparme
quien sabe qué es honor.
CONDE:
Mi buen deseo
tenéis tan conocido,
que pienso que estaréis agradecido.
PEDRO:
Nadie como su alteza
sabe lo que es honor de un caballero;
fiad de su grandeza
que no os impida el castellano fuero
si viere que hay agravio.
JUAN:
Así lo espero yo de un rey tan sabio.
ENRIQUE:
¿Y a mí por qué me prende
su alteza?
CONDE:
Porque vais a [a]compañarle.
ENRIQUE:
Pues esto ¿en qué le ofende?
CONDE:
Esa razón podéis agora darle,
por en tales sucesos
es bien que aun los criados vengan presos.
Salen don Juan de PADILLA, MARTÍN, de camino, y doña BEATRIZ, disfrazada
MARTÍN:
En palacio han entrado.
BEATRIZ:
Y yo digo que el conde le traía
preso.
MARTÍN:
El rey lo ha mandado,
por excusar alguna alevosía,
pues era cierto el daño
de hacerte en el camino algún engaño.
PADILLA:
En tales caballeros,
necio, no puede haber engaño o fuerza,
y él por los mismos fueros
de entrambos reinos la batalla esfuerza
de aqueste desafío.
BEATRIZ:
Parece que le impide el amor mío.
PADILLA:
Hasta ver lo que es esto
no me podré partir.
MARTÍN:
Ya se partía
el de Aragón, dispuesto
a la batalla que contigo hacía,
cuando llegó el de Haro.
PADILLA:
¿Si le quieren prender?
MARTÍN:
Pues ¿no está claro?
PADILLA:
No, que me dio licencia.
BEATRIZ:
No disputéis de este milagro agora,
que amor, en competencia
de mi temor, le ha hecho.
PADILLA:
Pues, señora,
¿teméis que me venciera?
BEATRIZ:
Don Juan, si yo no amara no temiera. Salen don ÁLVARO y el rey ALFONSO
ÁLVARO:
Ya el conde le trujo preso,
que en Valladolid estaba
previniendo la partida.
ALFONSO:
Conde.
CONDE:
Entre lanzas y espadas
hallé a don Juan de Aragón
y a don Enrique de Lara,
con las postas a la puerta.
JUAN:
Dicen que prenderme mandas;
tu gusto es ley, pero yo,
gran señor, no hallo causa
de ofensa en mi obligación.
ALFONSO:
Don Juan, quien de hacerlas trata
siempre alaba su inocencia
y disculpa su arrogancia;
que amor os diese ocasión
al pleito, ya tiene tanta,
que no os quiero poner culpa
si en ley de amistad se engaña;
pero a vos y al de Padilla
mandé no tomar las armas,
pena de traición; decid
si tiene el prenderos causa,
pues le habéis desafiado
públicamente a la raya
de Castilla y Aragón,
amaneciendo en las plazas
de toda Valladolid,
siendo vos el que le agravia,
carteles contra don Juan.
JUAN:
Señor, cuando yo tomara
las armas sin ocasión,
mereciera tu desgracia;
la que tuve, cuando fuese
obligación, sabré darla,
pues aunque en ausencia sean,
son agravios las palabras.
Tú mandaste al de Padilla
y a mí no sacar las armas
mientras que durara el pleito;
y así, mientras él duraba,
se cumplió tu mandamiento;
luego la disculpa es clara,
y que es justo el desafío,
conforme el fuero de España.
ALFONSO:
¿Cómo sabré yo que el pleito
se acabó?
JUAN:
Porque doña Ana
es mi mujer, que no quiero,
con desprecios y mudanzas,
apelar de la sentencia.
ÁLVARO:
Señor, la disculpa es llana,
y aunque yo quejarme puedo
de que doña Ana me agravia,
ella sabe que eran burlas
entre los dos concertadas,
por dar pesar a Beatriz.
ALFONSO:
Para que yo no quedara
con sospecha en las disculpas,
que a veces sin parte engañan,
quisiera que el de Padilla
a conferirlas se hallara;
pero pidióme licencia
y partióse esta mañana
a la raya de Aragón.
MARTÍN:
(Llega, ¿de qué te acobardas?)
PADILLA:
Déme su alteza los pies.
ALFONSO:
¿Es don Juan?
PADILLA:
Cuando tomaba
postas con licencia tuya
en defensa de mi fama,
un caballero me dijo
que el conde de Haro llevaba
preso a don Juan de Aragón;
pues si tú prenderle mandas,
¿cómo me mandas a mí
que al desafío me parta?
¿Con quién le tengo de hacer?
ALFONSO:
Mandéle que no sacara
las armas durando el pleito
que de su prisión fue causa;
dice que ya se acabó
y se casa con doña Ana,
con que yo estoy satisfecho.
A lo que de vos se agravia,
vos podéis satisfacer,
que a su noble sangre y casa
debéis dar satisfacción.
JUAN:
Palabras de ausencia engañan;
diga don Juan si las dijo.
PADILLA:
Hombres como yo no hablan
de sus enemigos mal,
que es propio de gente baja.
ALFONSO:
Basta, don Juan de Padilla,
que yo tomo en mi palabra
real el honor de entrambos;
y a vos, porque entienda España
que salís del desafío
como es justo y en mi gracia,
os doy título de conde.
PADILLA:
Yo os beso por merced tanta
los pies; pero si merezco
vuestra gracia y hoy se acaban
las enemistades nuestras,
dalde a don Juan, pues se casa
con mi prima, gran señor,
el título que me daban
esas manos generosas.
ALFONSO:
Yo se lo doy si doña Ana
en el casamiento viene;
traed, Enrique de Lara,
a vuestra hermana.
ENRIQUE:
Yo voy.
ANA:
No vais, que aquí está doña Ana
y se tiene por dichosa.
ALFONSO:
Don Álvaro, sólo falta
que dejéis ya la porfía.
ÁLVARO:
Lo que vuestra alteza manda
es justo; voy por Beatriz.
BEATRIZ:
No vais, que en esta jornada
acompañaba a don Juan.
MARTÍN:
Leonor, pues todos se casan,
dame esa mano amorosa,
y advierte que no sea falsa,
aunque sabes jurar falso.
LEONOR:
¿Enséñasme y dasme vaya?
ALFONSO:
Daos las manos y los brazos.
PADILLA:
Aquí, senado, se acaban
Amor, pleito y desafío,
si perdonáis nuestras faltas.