Arte de las putas/I
Apariencia
HERMOSA Venus que el amor presides, y sus deleites y contentos mides, dando a tus hijos con abiertas manos en este mundo bienes soberanos: pues ves lo justo de mi noble intento déle a mi canto tu favor aliento, para que sepa el orbe con cuál arte las gentes deberán solicitarte, cuando entiendan que enseña la voz mía tan gran ciencia como es la putería. Y tú, Dorisa, que mi amor constante te dignaste escuchar, tal vez amante, atiende ahora en versos atrevidos cómo instruyo a los jóvenes perdidos, y escucha las lecciones muy galanas que doy a las famosas cortesanas. Mas ya advertido mi temor predice que al escuchar propuestas semejantes tu modesto candor se escandalice; pues no, Dorisa bella, no te espantes que no es como en el título parece, en la sustancia esta obra abominable. Por mí la serie de los tiempos hable; pues siguieron las mismas opiniones todos los siglos, todas las naciones, y hallarán en el mundo practicados mis dogmas por las gentes más ilustres de entrambos sexos; no permita el hado que la obscena maldad ninguno aprenda siendo yo su maestro; el que aún no entienda del rígido apetito, no me lea a no ser que advertencias pretendiese del mal para evitarlo, pues cogido puede un incauto ser muy fácilmente, del contrario que no es bien conocido. Así como se informan los pedantes de Galego y de Lárraga, estudiantes del homicidio, estupro y adulterio, de plétora, aneurisma y esquinencia para ahuyentarlo, como dicen ellos, con rosario y con pócimas amargas, yo no pretendo con arengas largas disuadir el amor puro y constante de solo a solo, ni romper deseo la coyunda que enlaza el Himeneo. Sufra el cuello magnánimo y robusto su yugo tan pesado como justo, y evitará el horror de mis lecciones; mas ¡qué de estorbos, oh Fortuna, pones para lograrlo! El áspero dinero le falta al uno, al otro la licencia del superior o el padre muy severo. ¿Quién bastará a adornar de resistencia para que el otro sufra eternamente a una mujer fantástica, insolente, que fiada en el lazo indisoluble tiranamente usurpa el despotismo del hombre, su prudencia despreciando? ¡De cuántos infortunios libertada fuera la humanidad si este contrato lo anularan violadas condiciones! Aunque no permitido, practicado vicio que aun hoy ya no es disimulado; ¡cuántos suspiros, cuántas aflicciones ocultas se acallaran si el recelo turbara las seguras posesiones! Diera yo entonces inútiles lecciones; mas pues el mundo sigue este sistema, no hay alguna razón para que tema el mío establecer. Sin duda alguna fuera mejor que el mundo me creyese y su amor cada cual diese a la amada para siempre en coyunda muy sagrada, o en castidad purísima viviese. ¡Castidad! gran virtud que el cielo adora, virtud de toda especie destructora, y si los brutos y aves la observaran comiéramos de viernes todo el año: pero, ¿por qué abrazar el Himeneo? Muchos en los demás escarmentados le aborrecen tenaces, pues templados no son los hombres, ni templarse pueden si no quebrantan la naturaleza con muy duro y con áspero castigo, que es inhumanidad si no es fiereza, de la ley natural dogma enemigo y no puede haber hombre si es humano que lo deje de ser. Con modos feos y horrendos, sacia el uno con vil mano el brutal apetito a sus deseos; no es falso por no público este crimen, ningunos aunque callan de él se eximen. Otro incauto en nocturna complacencia sin que al sueño hacer pueda resistencia despierta humedecido, la blancura de la ropa interior contaminada, sin propio vaso, en fin, desperdiciada la sustancia vital capaz de vida: y no siendo posible que se impida lo que la naturaleza a voces clama ya justa o injustamente, inevitable es de amor apagar la ardiente llama. Tanto cristiano Demóstenes hablaba fulminando del púlpito amenazas al lascivo; mas ¿qué han adelantado? El mundo aún hoy se está como se estaba; prueba es que sus razones no han bastado. Pues, ¿qué delito mi inocente Musa comete, cuando a un mal inevitable no pudiendo extinguirle, le modera la malicia fatal? Ya que haya mal, el modo por lo menos bueno sea y hágase bien el mal. Si yo evitara tanto dispendio en jóvenes perdidos, ¡qué felices mis versos contemplara! ¡cuántos enajenados, mal vendidos, cuantiosos patrimonios mendigando se miran por las putas insaciables! Si fuera la dulzura de mi canto capaz de impresionar el horroroso gálico inmundo y su extinción lograse, ésta sí fuera de mi canto hazaña. La primer flota que nos trajo a España Colón desde las Indias, a quien dieron en Nápoles su nombre los franceses, si a lo menos ¡oh Musa! consiguieses evitar los escándalos!... Si acaso facilitando hacia el burdel el paso cerraras las alcobas conyugales y las castas purezas virginales aseguraras, ¡qué feliz serías! Hubiera quien mis dulces poesías notara de impiedad viendo que en ellas se asegura el honor de las doncellas. Si moderan los gastos excesivos que pierden a los jóvenes lascivos, y el contagio venéreo se destierra de las ardientes ingles y, seguros los tálamos nupciales, los futuros frutos de bendición esperan ciertos; y el infame adulterio aniquilado llega en España a ser desconocido, y el escándalo siempre aborrecido del cielo, no da ya en los ojos castos pésimo ejemplo, el daño menor debe sufrirse por obviar mayores daños. Así el profano Coliseo, el fuerte circo para lidiar los bravos toros por sólo entretener tantos ociosos, con mil casas de juego se consienten. Las leyes, la política indulgente a los concubinarios dio licencia por salvar al consorte el nupcial lecho. Ciudades cultas dan con alto techo al público burdel magnificencia y las vírgenes castas y matronas con no invadido honor cruzan las calles, y así ¡oh! cualquiera que el perderte abona, la sacra inmensidad de la nobleza no profanes sacrílego, atrevido, vuelve a mi verso el lujurioso oído, que en él se encuentra el lupanar inmundo que por escrito a tu lascivia fundo. Y no pienses que invento estas maldades: de ti son aprendidas; no que lo hagas te mando, sino escribo lo que haces y acaso encontrará la incontinencia de ambos sexos remedio al informarse de la astucia, del dolo y la impudencia que recíprocamente en engañarse practican unos y otros, y es posible que así fuese la enmienda conseguible, y todos conociéndose se teman y se aborrezcan y se enmiende el mundo: mas ya tocado de un pesar profundo mi crédito en balanzas considero; me juzgas un perdido putañero pues del arte y las putas doy noticia. La consideración ni la justicia no engendra tal concepto, es hijo espúreo del satírico humor de tu malicia; ni el escrito indicio de la mente, con modesta conducta y recta vida, mí Musa es juguetona y divertida; Virgilio, así, y Homero el excelente hubieran sido atroces y guerreros las armas y las cóleras cantando; ni el nombrar son indicios verdaderos del tratar la persona. De Alejandro, Curcio, su historiador no vio el semblante; no es maravilla que mi Musa cante un arte al parecer de los peores: maldades se han escrito bien mayores de todos aplaudidas. Uno escribe en el arte espantoso de la guerra preceptos de asolar toda la tierra, pernicioso y horrible a los humanos, otro pretende habilitar las manos en fundir el metal de los cañones para derribar hombres a millones y alcázares que el tiempo no lo haría al trueno de la horrenda artillería. El arte de verter la sangre humana con la espada fatal es aprendido de Príncipes y grandes, y es leído el libro de políticas aleves para oprimir la libertad del pueblo sin que él lo advierta. Son mucho más leves mis delitos: no incito asolamientos, destrucciones ni muertes horrorosas: sólo facilitar las deleitosas complacencias de amor inexcusables por modos a ninguno imaginables solicito, y del arte meretricio pretendo por mi astucia y mi desvelo ser nuevo Tiphis y otro Maquiavelo. Y no defenderé que bueno sea, mas sólo sé que los insignes hombres que fueron inclinados lo siguieron y los que fueron fríos no lo hicieron; y no es virtud dejar lo que no gusta. Unos van al Peñón, otros se dejan llevar hasta Manila desterrados: los brutos quieren ser despedazados primero que ceder este derecho. La malicia y la envidia sólo han hecho este vicio el mayor de las maldades, mas ¡cuánto son peor las falsedades, hurtos, ingratitud y tiranía!; y esto se pasa y aun se aplaude hoy día. Por ceremonia sólo no nombrarnos lo que hacemos: verás una casada que primero dirá mil impiedades que aquello que hace más y más le agrada; y piensa injusta una mujer honrada que con ser fría, lícito le es todo; y no piensan los hombres de otro modo; pues muchos hallarás que sin empacho se alaban de matar (acción horrible) y no osarán decir que han engendrado. Una sola manera se ha encontrado de hacer los hombres; mas de deshacerlos ¡cuántas industrias inventó la muerte! Y el instrumento que los mata fuerte va por gala y blasón pendiente al lado y el que los hace, oculto y deshonrado; y los hombres inicuos dan laureles al que mata a un millón de sus hermanos y deshonran al que ama a las mujeres. ¡Cuánto es mejor, o cuánto menos malo, que el grande Motezuma a tres mil de ellas, en hamacas gozó sus miembros bellos que no el fiero Escanderbek matase con su alfanje espantoso tres mil de ellos! ¡Ojalá que los hombres no forniquen, si esto es posible, mas si no hay remedio, ojalá que los vicios se limiten a éste sólo; perezcan los traidores alevosos, sin ley, y usurpadores y se verá si pierde o gana el mundo! Mas el principio en que mi arte fundo ¿quién dirá que destruye lo que enseña? Oíd. A la mujer más pedigüeña enseño a no pagar el vil trabajo. Si esta lección tomara todo majo, obra de caridad sin duda fuera, pues cada cual con tanto chasco viera que no da utilidad el putaísmo, si no el hambre, lacerias y el abismo. Si hay algún medio de extinguir las putas es sólo no pagarlas: mil oficios y fábricas insignes se perdieron luego que su labor sin premio vieron. Pero si ven que con abrir las piernas se abren las duras bolsas y hacen tiernas, ¿qué han de hacer sino alzar los guardapieses para coger el oro que no caiga al suelo, y vergonzosas o corteses procurarse tapar con la camisa la cara como algunos santos frailes? Las hazañas del fiero Masinisa, ¿qué son más que delitos execrables? César, Mario y Eneas endiosado, ¿qué fueron sino ilustres malhechores? y esto les mereció versos y loores que los dioses (si es dable) han envidiado. ¿A quién mayores daños ha causado el Macedón terrible? ¿A la Roxana cuando en el lecho oriental la acariciaba y a la Reina Talistres que buscando le vino para holgarse trece noches, o a Darío, a quien del reino despojado causó la muerte, y de otros mil millones, y al corpulento Poro, que, arrogante, cayó desde su altísimo elefante, sin fuerzas y sin reino y sin blasones y sin ver más la luz de las estrellas? Respondan ellos y respondan ellas. La inconsideración llama borrones de su historia el querer a las mujeres, y grandeza matar millares de hombres, y el furioso Don Pedro de Castilla, fue cruel por matar a Don Fadrique, mas no por empreñar a la Padilla. Pero si alguno hubiese que replique que más valiera ser mi lengua muda, que para darla azotes muy crueles no es bien que muestre a Venus tan desnuda, sepa no escribo yo contra las leyes. Si esto se mira con intención buena, en las Cortes de Soria nuestros reyes con mantillas de grana distinguieron a las putas, y así las permitieron. Todas las cosas las perversas almas corrompen siempre: quítense las fiestas de toros, las devotas romerías y los teatros; ¿qué hay en las comedias sino disolución? Artes que avisan con blandas y alevosas discreciones el modo de engañar los corazones. ¡Oh! ¡cuántas honras destruyó la Puerta del Sol!, ¡cuántos escándalos se lloran en la profanación de la iglesias! ¿quién quitar puede todas estas cosas? Ni es maravilla que mi verso advierta los riesgos cual los marca el navegante porque los huya quien está ignorante, ni el vuelo extrañará de fantasía licenciosa tal vez, el que no ignore lo que es la burla, invención y poesía. Y el que por mal camino mi arte tome culpa es suya: panales y ponzoña salen del jugo de unas mismas flores. El cauto caminante y el que roba ciñen el lado de la amiga espada con intenciones bien diversas todas. ¿Qué hay más útil que el fuego? Mas si trata alguno quemar templos y ciudades, ¿qué cosa hay que produzca más maldades? ¿Temes acaso que las tiernas almas pervierta de los niños inocentes con mi verso? ¡Ah piedades imprudentes! ¡Oh padre de familia vigilante! ¡Oh ayo, quizás sopista e ignorante! ¿No alejas de su mano delicada las tijeras y puntas de cuchillos, pistolas y los filos de Toledo, no por malas en sí, sino por miedo de que les dañe lo que luego sirve? Pues estas artes enseñar te vedo, del mismo modo al pequeñuelo infante hasta que en la virtud esté ya firme. Sábele educar bien y no reduzcas a ciertas vanas fórmulas externas el nombre de virtud adulterado. Al joven, cual se debe, ya educado nada le ofenderá, ni ignorar puede el uso a cada miembro destinado. Si a las artes se inclina, la pintura le mostrará los feminales miembros haciendo fuerza Andrómeda desnuda. El arte del divino Policteto le enseñará a copiar en la Academia, sin velo ni pudor, la hermosa Venus; y así formó el cincel hecho una uva al Baco de Aranjuez sobre la cuba. Os parecerá horrible ver pintado por mis versos un fraile y una monja que se están a placer regodeando; pues ¿cuánto más terrible es ver pintada la horrorosa y cruel carnicería que en inocentes víctimas se hacía por Herodes; las castas compañeras con Ursula morir; o derribada del Salvador la estatua, sacrilegios atroces del feroz Iconoclasta? Y a estas pinturas das honor y precio. Si no es el joven ignorante o necio ¿cómo le enseñarás filosofía, y la experimental anatomía, y aun la religión misma, sin que sepa cuanto puede saber sin ver mis artes? Las noticias que ¡oh Historia! nos repartes, ¿son todas para ejemplo? Aquel que lea cuántos hombres mataba en la pelea Aquiles, el del yelmo empenachado, ¿por ventura a lo mismo está obligado? Y el que estudia la infiel Mitología, ¿no aprende la falsa religión impía? ¿Quién cerrará los inocentes ojos del niño cuando mire por las calles los perros que se ligan? Verá siempre mullir un mismo tálamo a sus padres y siempre obrará en él naturaleza. Mas ¿qué?, ¿llegó a tanto la vileza que propagar la especie fue afrentoso comercio? Y es preciso y es gustoso. ¡Cuánto mejor que el pernicioso naipe no se haga oculto y no dará vergüenza! No hay bien alguno que en el mundo venza el bien de gozar uno su querida; por eso cosa no hay más perseguida de la envidia de esotros: y el recelo de ser de los demás interrumpido fue el origen de hacerlo en lo escondido, que no porque ello fuese vergonzoso. Así el niño se oculta receloso de la importunación de esotros niños a comer solo el dulce que le diste, sin ser el comer dulce, en sí, acción mala; y, creedme, que es sólo el escondite quien causa la malicia; y así vemos cuánto al ver una teta, nos movemos, de una honesta doncella que la tapa; mas las amas de leche nada incitan pues la costumbre y aprensión lo salvan; y esto sucede en las desnudas indias. No piense alguno que mi verso enseña los vicios; soy espejo, no oficina; mi canto avisa, pero no aconseja como el teatro; así los sibaritas la borrachera hicieron detestable embriagando primero a los esclavos, viendo sus hijos vicio tan infame. Tu lujuria estos versos ha inspirado; otros serios canté, no me escuchaste; pues oye, que pensando deleitarte doctrina beberás disimulada, o viciosa, pues pura no te agrada; y así la rectitud de los jueces severos no interrumpa mis acentos, ni me condene hasta cantar seis veces, y el mundo me dará agradecimiento, porque tantos que el tiempo mal emplean putean sin saber lo que putean, por falta de maestro y de un buen libro que enseñe el arte que, por piedad sólo, para común utilidad escribo por evitar absurdos mayormente. Cuando hoy abundan tantos metodistas de estudiar de curar los sabañones y otras mil cosas, ¿ha de estar sin reglas, sólo fiada en apurar las tradiciones, tan gran ciencia como es la putería? No consintiera tal la Musa mía. Bien haya el inventor tan excelente de un arte en todas formas eminente, tan útil y gustoso. ¿Quién sería? ¡Qué elogios al saberlo yo le haría! Mas, ¿cómo no percibe mi rudeza que el autor sólo fue naturaleza? En la ley natural no fue delito ser los hombres más justos putañeros, ni tuvo entonces tasa el apetito. Del padre Abraham las venerables canas con la mulata Agar reverdecieron, y Jacob satisfizo a ambas hermanas, y el justo Loth, después de bien bebido, de Segor en los senos más secretos hizo a sus hijas madres de sus nietos. Del santo rey David violó el serrallo el miembro de Absalón. Tampoco callo del Salomón científico, la ciencia en elegir muchachas empleada. De la profana historia no se añada ejemplar, que sobre esto nada prueba. Apenas héroe en letras y armas grande se halla a las meretrices no inclinado, ni es maravilla. ¿Dónde se ha inventado conveniencia mayor que el putaísmo? Cada cual lo contemple por sí mismo. Enciéndese la sangre recaliente en un joven robusto y muy ardiente, en un viejo, en un clérigo o en un fraile, y exprimiendo la pringue a los riñones, baja por sutilísimas canales a esponjar los pendientes compañones, los músculos flexibles extendiendo, y el instrumento humano entumeciendo, hasta el ombligo se levanta hinchado, del semen abundante retestado, que, reventando por salir, comprueba ser venenoso estando detenido, según el docto Hipócrates decía. Un hombre en tal afán constituido, más que otra cosa a la piedad conmueve; predicarle templanza no se debe, por ser inútil. ¿Dónde, pues iría? Aun cuando fuese justo que invadiese las mujeres honradas, ¿hallaría quien su gula carnal satisfaciese? ¿Y habrá caritativa providencia mejor que el encontrar una muchacha que a su gusto le dé pronta licencia, sin costarle millares de pisadas, postes, suspiros, lágrimas, ternezas, escrúpulos, regalos y paseos, estar al tocador todos los días y la noche pasarla en galanteos, y rematar por fin de estas porfías con que su honor les pone impedimento, o en que no hay ocasión, después que el otro su gusto ya logró mil veces ciento, y todo a costa nada más que un poco de dinero, vil precio a tanto gusto? No sé por cierto cómo hay quien no deje de galantear al modo quijotesco, ni cómo hay españoles que cortejen contra el carácter impaciente suyo, haciendo noviciado el cabronaje. Que no es muy malo el putear arguyo, por más que griten mil Matusalenes con arrugada frente y blancas sienes, porque ellos ya no puedan; sus razones no dan más fuerza, imposible es darla; dignas de risa son sus opiniones; ya el tiempo se acabó en que se creía a un viejo cualquier cosa que decía sin más examen; ya se ha desterrado de las aulas la hipótesis; se niega lo que se ve, si no está demostrado. Juzga el mundo en común que el ansia ciega de murmurar, de amontonar tesoros, de ser un corazón inexorable, no es maldad, o que es más abominable el fornicar el hombre una mozuela. ¡Oh, autores viles de perversa escuela, que fundáis la virtud en abstenerse de una cosa precisa y no dañosa! Mas, ¿cómo el daño dejará de verse del infame político arbitrista y de otros dignos de injuriosa lista? No son los majos, no, tan perniciosos, ni tienen que afrentarse de su vicio: el derramar la orina, el mismo oficio viene a ser casi y con la propia cosa, y a nadie afrenta acción que es tan forzosa; y esotro, ser en público debiera, si el mundo, como yo, inocente fuera, y la modestia, al fin, no lo extrañara. El Diógenes, filósofo de rara penetración, así pensó prudente. Mil veces la linterna reluciente arrimó a un lado conque de día un hombre buscaba y no le halló entre tanta gente; y a la primer muchacha que encontraba, con franca y muy marcial filosofía en medio de una plaza la tendía, y soltando los anchos zaraguillos se alzó las respetables sopalandas y sin gastar respuestas ni demandas, con experimental filosofía, si activa o si pasiva concurría a la generación la hembra, quiso indagar; mas turbóse de improviso, viniéndole temblores y esperezos; y al darla ansioso desdentados besos, las blancas barbas de babazas llenas ni aun la dejaban respirar apenas, y el bellaco filósofo apretaba. Toda Atenas atenta le miraba, y el vil pueblo ignorante y religioso y el Areópago se escandalizaba y el sabio, así amolando como estaba, sin sacarlo, alzó el rostro y dijo: ¡oh necios! no os admiréis con risas y desprecios, que cosa natural es la que hago y es lícito lo que es naturaleza. Del hombre solamente la simpleza dijo que esto era malo, y otro día dirá, si se le antoja, que es pecado el dormir y el beber; y a fe que habría quien escrúpulo hará de haber cenado. No estoy yo a los preceptos obligado de otro hombre; esto no puede remediarse, como el que al vino da en aficionarse; y así ¡oh, belitres! no os admiréis de eso, pues sólo es malo siendo con exceso: ¡que ha de ser la mujer, como la espada, sólo por precisión ejercitada! Si esto es pecar tan dulce y tan preciso, vaya el legislador que así lo quiso, y al hombre enmienda la naturaleza o modere a la ley tanta aspereza, que no hemos de ser menos que los brutos. Así el del Basto en Nápoles metía en cama de cristales trasparentes sus pajes con muchachas diferentes, y él, viéndoles obrar, se entretenía. No por ejemplos tales los Catones me miren mesurados y ceñudos. Las doncellas más castas y severas por esas calles van, medio desnudos los cuerpos, sin pudor, de las rameras, y no lo imitan; antes detestando blasfeman de su vil libertinaje. Tú, pues, ¡oh malo! a quien a tal paraje condujo ya mi verso, si movido en ti se halla el espíritu encendido, si estás bien enterado, que mandarle a un joven bueno y sano continencia es lo mismo que darle la sentencia de que no coma o de que no descoma, dos cosas necesarias igualmente; si ya esperezos tu cintura siente, volviendo en torno los lascivos ojos bufando al respirar como un caballo, si el tuyo ya no puedes sujetallo y empinándose pierde la obediencia, que no hay remedio, y de tu edad florida deja que goce, vaya ese nublado donde haya menos mal. Ya que es preciso, descargue en monte inculto o alta sierra; y pues los dogmas que mi canto encierra señalan el paraje donde ir debe la tempestad que viene amenazando, desatácate y vamos empezando.