Arte de las putas/II

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 PERO si en tu bolsillo los doblones   
 revientan de apretados y la plata   
 con peso preciosísimo le rompe,   
 si cuando los calzones desatacas   
 se te quedan por grillos con tal peso,
 se alzarán para ti todas las faldas   
 de cualquier hembra; inútil es con eso   
 para ti mi lección, pues sólo trato   
 con quien por pobre dice que pleitea   
 y pretende comer bueno y barato;
 pues las armas del rey (es cosa extraña),   
 más venden en la bolsa que en campaña.   
 Si la simple y feliz naturaleza   
 durara en la inocencia primitiva   
 fuera inútil entonces la riqueza.
 Cada cual dio de balde antiguamente   
 lo que dio para ser comunicable   
 naturaleza, y yendo lentamente   
 el interés y la maldad creciendo,   
 a trueque de castañas y bellotas
 el amor en las selvas resonantes   
 los cuerpos juntó allí de los amantes.   
 Mas la codicia femenil a horrendo   
 punto llegó: muy mal las ha enseñado   
 el hispano Alejandro de las putas;
 llenólas de oro, ya que no de leche,   
 y mala obra a los pobres ha causado.   
 Tú sigue el ejemplar muy ajustado   
 del hijo que no excede de la tasa   
 pues dice, «mi alto honor; mi ilustre casa».  
 ¿Qué conexión tendrá con su trabajo   
 ya la mujer, que ni aun la propia quiere   
 sin dádiva especial estar debajo?   
 La boca de un enemigo, a quien quisiere   
 más informe, responda: el pobre viejo
 si a su esposa el catalán pellejo   
 henchir de algún abate le antojaba   
 tanto más cuanto el precio ella ajustaba   
 como libra de peras, y no quiso   
 por un cuarto tal vez de diferencia,
 yo que te procuré la conveniencia   
 desde el principio, abaratarlo quiero;   
 pero es bien sepas la cuestión primero   
 aún no resuelta y tanto ventilada.   
 Si voluntario al uno más le agrada
 y andar a la que salta, otro quería   
 encabronarse en amancebamiento;   
 pero esto ya es amor, y yo no intento   
 de amor cantar la dulce tiranía:   
 muy ronca y débil es la musa mía
 para este empeño; en el amor soy Fénix   
 mas no cisne en cantarlo; ya el delito   
 el músico del Ponto desterrado   
 pagó de acometer a lo vedado.   
 Yo a las que hartazgo dan al apetito 
 me atrevo solamente, y no merezco   
 pena, pues no hago más que el Magistrado   
 que, pues no las extingue, las tolera:   
 y así es bien conocerlas como quiera;   
 pero el grande arte de la putería
 reprueba todo amor: sé conmisero,   
 tendrás tu corazón y tu dinero   
 por tuyo siempre, y el supremo gusto   
 de andar catando caldos diferentes   
 y probar cuantas mozas van al Prado
 sin peligro de verte empalagado,   
 pues siempre salsa fue la diferencia.   
 Con lo que una mantener te cuesta   
 puedes diferenciar todos los días   
 entre las que mantienen otros tontos,
 juzgando ser los únicos actores;   
 un desatino es de los mayores   
 pensar tapar buracos de pobretas   
 golosas de intestinos de braguetas;   
 antes por el contrario pensar debes
 cómo puedes hacer que te mantenga   
 y que con maña a ser tu esclava venga,   
 fingiéndote primero el generoso.   
 Al lozano rufián la garbancera   
 le ofrece así el bolsillo, y la grillera
 que chupó una abundante canonjía   
 y ahora consume un duro cada día   
 sin el fausto y pagado el disimulo.   
 Seis reales gana para un dormilón espía   
 por fingir que la estorba dar de culo
 con cuantos machacar en el mortero   
 quieren, y el centinela es el primero.   
 Ni te engañe tampoco la que diga   
 que es mayor el amor que el apetito,   
 y la continuación a aquel obliga.
 Falsas sirenas son, amar no saben   
 sino sólo a tu bolsa; está vaciada,   
 su amor infame se resuelve en nada.   
 Arriba de dos veces no permite  
 nuestro arte a una gozar aunque ella fuera
 la salerosa y chusca Saturnina,   
 a no ser que lo dé por sólo gana,   
 que entonces no hay peligro si no hay gasto.   
 En la primera vez persuadir debes   
 que arrastrado al imán de su belleza
 entre la multitud que se tropieza   
 de putas en la corte, ha muchos días   
 que la sigues con ansias y porfías,   
 y ella a tales requiebros no enseñada   
 riesgo corre de ser pronto embaucada;
 y cuanto amor al cabo de mil veces   
 te ha de dar, te dará la vez primera,   
 y ofreciendo la gran paga mi arte funda   
 que hará el último extremo en la segunda.   
 Demás que, si tú sacias tu apetito,
 ¿qué cuidado te da que ella desfogue   
 y que guarde la leche para el majo?   
 Tú con mayor astucia que trabajo   
 se la puedes sacar si te importara.   
 Muchas ponderan la excelencia rara
 del encabronamiento, que preserva   
 de la infección venérea; son errores   
 del vulgo; estar tal pueden tus humores   
 que aunque estés con mujer no galicada   
 se corrompa tu linfa de escaldada,
 pues la disposición está en nosotros   
 y hay a millones experiencias de otros   
 que a las gorronas van de las tabernas   
 llenas de lancetazos y botanas   
 con todo Antón Martín entre las piernas,  
 y lo sacan más limpio que una espada.   
 La sarna, así, la peste y las viruelas   
 no se pegan a muchos asistentes,   
 y ningún otro lo pegó al primero.   
 Debe, pues, el experto putañero
 no dormirse en colchón no conocido;   
 por no vivir en esto uno advertido   
 le arrimó unas perennes purgaciones   
 la Catalana de la calle de Hita.   
 Huya el diestro costumbre tan maldita;
 dé siempre el hurgonazo de pasada,   
 a Cándido imitando, el gran torero,   
 que, por lo pronta, es limpia su estocada.   
 Tú así del soto a casa ve a atacarte:   
 mas yo quiero del todo asegurarte,
 facilitando del condón el uso;   
 feliz principio a esta artimaña puso   
 de un fraile la inventiva, que de un fraile   
 sólo, o del diablo, ser invención pudo.   
 Iba el reverendísimo cornudo
 ardiente, como siempre están los Padres,   
 por el arroyo Abroñigal al campo   
 una tarde de sol del mes de enero,   
 y en un barranco se encontró hecha un cuero   
 una de estas grandísimas bribonas 
 que piden el dinero arremangadas.   
 Del Espíritu Santo a la gran venta   
 con las Guardias Valonas hubo ido   
 y bebiéndose azumbres más de treinta   
 el camino la pobre hubo perdido.
 Hallóla el Religioso y enfaldóla   
 a precio de dos reales que lo fueron   
 de una misa aquel día en la mañana.   
 Alzó él sus habitazos cazcarriosos   
 presentando un mangual como una torre,  
 y en vez de una belleza soberana   
 se encontró un miembro femenil podrido,   
 lleno de incordios, unos reventados,   
 otros por madurar, otros maduros,   
 sobresaliendo el clítoris llagado
 sin un labio y pelado a repelones;   
 colirios de las séptimas unciones   
 con cicatrices, churre y talpapismos;   
 de hediondo aliento y corrompido podre;   
 sucio de parches, gomas y verrugas, 
 cuantiosas y abundantes purgaciones,   
 que inundaban de peste la entrepierna,   
 pringando de materia las arrugas   
 de la muy puerca tripa renegrida.   
 Quedóse el fraile como si escondida
 víbora hubiera hallado en su alpargata;   
 haciendo cruces de volverse trata,   
 porque el convento no se escandalice,   
 aunque no hay cirujano que no dice   
 que las bubas están en los conventos;
 mas tal era la indómita lujuria   
 del sumamente Reverendo Padre,   
 desvirgador mayor de su colegio,   
 que discurrió enebrarlo sin injuria   
 de su miembro, y quitando prontamente
 de la cabeza, astuto, la capilla:   
 «Si son las bubas multitud viviente   
 de insectos minutísimos y tiernos   
 como sienten los físicos modernos,   
 porque el mercurio a todo bicho mata,
 la comunicación evitar quiero,   
 haciendo escudo de la ropa santa»   
 dijo, y calando a modo de sombrero   
 en su bendito miembro la capilla,   
 así lo mete. La pobreta chilla,
 no enseñada a tan rígida aspereza.   
 Acabó el fraile y ve que se endereza   
 la comunidad toda hacia aquel puesto,   
 y por no dar ejemplo de inmodesto   
 se pone la capilla que chorrea,
 jabonando el cerquillo y la corona,   
 blando engrudo, simiente de persona.   
 Así el gran D. Quijote en ocasiones   
 contra el casco exprimió los requesones   
 que el buen Sancho en su yelmo hubo guardado.
 El condón de este modo fue inventado;   
 después los sutilísimos ingleses,   
 filósofos del siglo, le han pulido,   
 y a membrana sutil le han reducido,   
 que las almendras lo conservan fresco
 con el aceite que destilan dulce;   
 y las putas de Londres son multadas   
 si no ofrecen bandejas de condones,   
 que les hacen venir desde la China,   
 y en Montpellier se venden a paquetes,
 y en las tiendas de Pérez y Geniani,   
 si los pagares bien y con secreto,   
 y por los Secretarios de Embajada,   
 que a la nuestra remiten las naciones.   
 Mas si acaso pequeñas purgaciones
 destila por desgracia tu ciruelo,   
 dura abstinencia observa y ten consuelo   
 de que arraigarse el mal es imposible   
 de una vez, tal que llegue a ser temible,   
 aunque toda ella fuera de veneno,
 pues lo que de ella a estar llegan postrados   
 es porque estando malos repitieron   
 la fiesta, y más y más se estropearon.   
 Los diestros practicantes ya observaron   
 del gálico infernal la decadencia;
 no es tanto cual pensó la inadvertencia   
 de muchos que se privan de su gusto   
 porque imaginan que a cualquiera daifa   
 que lleguen a embutirle la azofaifa   
 les plagará de ingleses sabañones;
 con la curiosidad y mis lecciones   
 seguro puedes ir a cualquier tronga:   
 ni extrañes que una astucia te proponga   
 muy importante: es un taller preciso   
 a cualquier oficial. No en alcahuetas
 el crédito aventures y el dinero,   
 ni experimentes sus infames tretas:   
 que tú alquiles un cuarto es lo que quiero,   
 que, por caro que esté, será barato;   
 allí con gran silencio y gran recato
 llevarás lo que caces, y seguro   
 sin susto gozarás de tus placeres   
 si hombre de fama, o fraile, o cura eres,   
 y logras sin escándalo tu gusto.   
 Pero que yo desimpresione es justo
 de un error: juzgan muchos desatino   
 ir a las infelices potajeras   
 porque no gastan seda en las basquiñas   
 y aljófar ensartado en las pulseras:   
 ¿tú buscas los adornos, o las niñas?
 Sabe elegir, verás que estas ajadas,   
 en vil plomo son perlas engastadas   
 y que las de gran rumbo todas fueron   
 potajeras pobrísimas primero,   
 que dejaron el virgo en Zaragoza
 en la bragueta de un aprendicillo   
 o de un hijo del amo, y desechadas   
 deben ser, pues están ya más zurradas.   
 Pero advierte, discípulo, que todas   
 atribuyen a un duque o a un arcediano
 la obra de caridad de desvirgarlas,   
 y luego añaden que llenó su mano   
 de pesos gordos un gran caballero   
 por tocarles las tetas o besarlas.   
 Esto es pedir oculto; mas yo quiero
 verte incrédulo ser y miserable;   
 pero es preciso que en ademán hable   
 tu lengua de creer; de diestro a diestro   
 debes juzgarla, y dila que es principio   
 de un encabronamiento dilatado,
 y que a ella por sólo eso la has buscado.   
 Llévala al cuarto y si la ropa ofende   
 la vista, ropa fuera y en pelota   
 como la borra métela en la cama   
 dispuesta para el fin, y muchas veces
 bajo un vestido rústico y villano   
 te encontrarás la Venus del Ticiano   
 como buen bebedor en mala capa.   
 Este gran golpe a un necio se le escapa   
 y es el mejor bocado y más seguro.
 Si no ven muselina en la mantilla,   
 las alas de la cofia por de fuera,   
 y ambos ganchos brillando en la cotilla   
 lo escupen: hacen mal, que esta simpleza   
 sólo agrada, mas no hace la belleza.
 Así (Dios dé salud a quien lo ha hecho)   
 sale un diestro decente por el día,   
 y nota los parajes y muchachas   
 mejores, y al cerrar la noche fría,   
 entre la amiga capa rebujado,
 incógnita la lleva a su telonio   
 y hay allí unos batanes del demonio,   
 sin peligro de rondas ni patrullas   
 obviando el ser seguido hasta la entrada.   
 A mi Musa también decir le agrada
 dónde hay la provisión más abundante.   
 La famosa bodega del Chocante   
 y otras muchas, están despatarrando   
 mil mozas con el néctar dulce y blando   
 que da el manchego Baco a sus gaznates.
 La gran casa también es bien que trates   
 a quien Jácome Roque dio su nombre,   
 y entrando en ella no saldrás para hambre.   
 Los barrios del Barquillo y Leganitos,   
 Lavapiés bajo y altas Maravillas
 remiten a millares las chiquillas,   
 con achaque de limas y avellanas;   
 salado pasto a lujuriosas ganas.   
 También alrededor de los cuarteles   
 rondan los putañeros más noveles
 las putas mal pagadas de soldados,   
 pues en Madrid hay más de cien burdeles   
 por no haber uno sólo permitido   
 como en otras ciudades, que no pierden   
 por eso; y tú, Madrid, nada perdieras, 
 antes menos escándalo así dieras.   
 Pero, ¿de qué me admiro que en serrallos   
 no se gaste el dinero, cuando ha habido   
 sujeto tan sabiondo que decía   
 que para nada a la nación servía
 la Academia Española? Yo a mi cuento   
 vuelvo, y no siento el haberme distraído.   
 Ni le pesará al chusco haber venido   
 debajo de la Real Panadería,   
 donde chupando sin cesar cigarros
 los soldados están de infantería:   
 verá allí a la Morilla, a la Mellada,   
 y ¡oh Juanita! serás también cantada   
 de mis versos; ¡qué chusca estabas antes   
 de haber tantos virotes ablandado,
 que te encajaron de asquerosas bubas   
 y en un portal baldada te han dejado!   
 A las chicas también que venden uvas   
 por las calles, embiste y logra caza   
 de la Cebada en la espaciosa plaza,
 al tiempo que ya vaya anocheciendo,   
 y allí como dos líos de colchones   
 dará sus grandes tetas la Ramona.   
 Tú también, Puerta y Puente Toledana,   
 franquear soléis el paso a la Jitana,
 y ella a los concurrentes su persona.  
 ¿Quién niega de burdel la gran corona   
 a la barranca fiel de Recoletos,   
 las Arcas y la Fuente Castellana?   
 En el hoyo vi yo a la Perpiñana,  
 a vista del camino de Hortaleza   
 plantar nabos con tanta ligereza   
 que una tarde arrancó y plantó hasta ciento.   
 No dejarán tu miembro descontento   
 las camaristas chicas del famoso
 Paseo Verdegay de las Delicias   
 la Rosuela, Caturria y Medio Coño   
 (llaman así una moza del trabajo,   
 y en verdad que aunque chico, él es entero),   
 te harán venir el golpe a cuatro vientos.
 Y si de andar te hallares con alientos,   
 el soto de Luzón a la Pelada   
 te ofrece junto a un árbol recostada.   
 No callaré tampoco los nocturnos   
 pasatiempos que da también el Prado,
 vi clérigos y frailes embozados   
 amolar la Vicenta y la Aguedilla   
 y por los granaderos maltratados.   
 Mas sólo con andar toda la Villa   
 encontrarás remedio en los portales
 desarrugando un poco tu resmilla.   
 Supongo que continuo armado sales   
 del condón, tu perenne compañero,   
 y así no ensuciarás los hospitales.   
 La calle Angosta que frecuentes quiero, 
 con la Ancha a quien su nombre dio Bernardo,   
 ni en la de Fuencarral has de ser tardo,   
 o en la que al forastero hace notoria   
 de Jacome de Trezzo la memoria.   
 Los vecinos que habitan la alta calle
 que acuerda el lugarcillo de Hortaleza,   
 están hechos a hallar en sus zaguanes   
 cuatro patas a oscuras. Se tropieza   
 y se pasa tragando, callandito,   
 envidia y miedo, de ambos un poquito.
 De Jerónimo el Magno en la Carrera,   
 en la Puerta del Sol todas las noches,   
 y en la calle también de la Montera   
 al son de los chasquidos de los coches   
 se enfalda la salada Calesera,
 la basquiñuela, que al revés se pone   
 de miedo de emporcarla tantas veces,   
 y la Rita, arrugando en mil dobleces   
 la mantilla y las sayas que hace almohadas,   
 aquella a la cabeza, éstas al culo,
 con la una mano y grande disimulo   
 te toma los testículos en peso   
 y al verte absorto, con el rabo tieso,   
 dirige a su bolsillo esotra mano   
 y de raíz te arranca si no aprietas
 con tus manos las suyas, y sus tetas.   
 Y en fin, todo Madrid al ser de noche   
 le da a un hombre de bien mil portaleras,   
 y aunque pobres, no gálicos infieras   
 que albergan en sus ingles: más seguras
 que las de rumbo son: éstas no tienen   
 de Holanda y de Cambray las blandas mudas;   
 con todos sus males a los ojos vienen   
 sin que oculte el engaño la limpieza,   
 pues nada disimula su pobreza;
 mas si ésta le fastidia a tus intentos,   
 oye a mi Musa nuevos documentos.