Batalla de amores
Estando no descuidado
del rebato venidero,
mas a guisa de guerrero
siempre medio salteado,
oí tocar atabales,
tamboriles e trompetas;
a la hora mis secretas
pasiones muy desiguales
miedos me ponen mortales.
Con una grand turbación
de los sones tanto fieros,
que los daños venideros,
temelos el coraçón,
a grand priesa demandé
las mis armas defensivas,
dexando los ofensivas
sólo por salvar mi fe,
que nunca vencida fue.
E así, muy bien armado
cuanto para defender,
salí sin me detener
con todo bien demudado:
vi venir mi pensamiento
que estaba por atalaya,
diciéndome: «Guaya, guaya,
que se llega, según siento,
la hora del perdimiento.»
E tocando las bastardas
trompetas a pelear,
luego, sin más lo tardar,
se juntan las avanguardas;
e las mis alas firieron
según les fuera mandado;
por recio que cometieron,
no refuir lo pudieron.
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