Benito Gerónimo Feijoo (Retrato)
FRAY BENITO FEYJOO.
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Quando se contempla con imparcialidad la época del réynado de Cárlos II, no puede menos de gemirse sobre la degradación miserable en que la Nación se vió hundida. La fuerza y poderío que había manifestado en los dos siglos anteriores, y con que había agitado casi todo el universo, no duraban ya sino en la memoria, y como en vergüenza de sus continuas pérdidas y de sus desastres. Corrieron en tal mengua igual fortuna la ilustración y las letras; y el espíritu humano en vez de corresponder á las fatigas y loables tareas de los sabios que habían precedido, retrocedió lastimosamente, y se halló de repente envuelto con las tinieblas de los siglos bárbaros. Las escuelas enseñaban por filosofía y teología una serie de qüestiones vanas, llenas de sutilezas y cavilosidades, tan agenas de la razón, como imposibles de entenderse: la erudición y la crítica estaban reducidas á un impertinente pedantismo, la belleza desconocida en las artes, la naturaleza ni aun soñada en las ciencias, y el pueblo sumido en supersticiones pueriles y risibles patrañas.
Un Benedictino, nacido y educado en esta época, fue el que concibió el pensamiento de romper el denso velo de la ignorancia, y combatir los errores que tan extendidos estaban. Este fue D. Benito Gerónimo Feyjoo, natural de la aldea de Casdemiro, situada en el obispado de Orense. Poco contento con la enseñanza que habia recibido en las aulas se dedicó después á todo género de instrucción, y devoró toda clase de libros; porque la única pasión de su vida fue la del estudio. Una memoria feliz, una penetración de espíritu nada común, y un zelo ardiente por los adelantamientos de su patria fueron los dotes que le acompañaron en su empresa y aseguraban la probabilidad del buen suceso.
El primer tomo de Teatro Crítico salió á luz en el año de 1726. Feyjoo escribía como habia leído: su obra compuesta de discursos enteramente inconexos, entre sí picaba el gusto con su misma variedad: dedicada á toda clase de materias, fuesen populares ó científicas, morales ó halagüeñas, á todas personas convenia y á todas aprovechaba; y su estilo sin ser delicado ni vehemente, era claro, vivo, y salpicado de alusiones y anedotas interesantes. La España literaria miró con sorpresa un libro en que por la primera vez se atacaban no solo las preocupaciones vulgares, sino los abusos de la sociedad y del trato, y los falsos principios que dominaban en la instrucción pública.
Pero el destino de los reformadores es siempre peligroso: si tal vez se libran de la persecución, no pueden jamas eximirse de la contienda. Feyjoo tuvo que defenderse de un tropel de impugnadores, la mayor parte indignos de él, y que le embistieron con el acaloramiento que siempre se usa excusando males inveterados. Él replicó con una viveza igual: pero las críticas y las respuestas, útiles ciertamente entonces por la mayor luz que nació de su conflicto, se hallan ahora olvidadas enteramente, como ha sucedido, y sucederá con todos los monumentos de las guerras literarias. Lo que hay de particular en las de Feyjoo, es que el Ministerio tomase parte en ellas declarándose por el reformador, y dando órden al Consejo de Castilla para que no permitiera imprimir las obras en que se le impugnase. Exemplo laudable en aquella ocasión, por la protección que dispensaba á un establecedor de novedades útiles.
Alentado con el favor y la aprobación de los sabios Feyjoo conduxo su obra hasta el número de ocho tomos, y añadió después cinco de Cartas eruditas y curiosas en que prosiguió el mismo intento que en el Teatro. Él desterró de la opinion vulgar, donde malamente se albergaban, los duendes, las visiones, los saludadores, la magia, la alquimia, la divinacion y otras mil vanidades: manifestó los vicios de que adolecían las doctrinas filosóficas que se enseñaban en las escuelas, llamando á sus profesores al camino de la observación y de la experiencia: ilustró una infinidad de puntos de historia y de crítica: corrigió en gran parte la charlatanería que acompañaba entonces á los Médicos: persiguió los abusos hasta en los templos y en los tribunales: en fin dió á conocer una muchedumbre de obras útiles ignoradas hasta él, y la senda de tratar en castellano sin pedantismo y sin baxeza los conocimientos aun mas abstractos, y de extenderlos á toda clase de personas.
Tales son los servicios que Feyjoo hizo á la nación y á su literatura: y si su libro inferior á las luces que se hallan extendidas no puede ya enseñar nada nuevo: este es un efecto necesario de los progresos del espíritu, á que él tan gloriosamente contribuyó atacando el primero el edificio del error quando estaba en su mayor firmeza. Murió en Oviedo en 1764 querido y llorado de todos los que le trataban: porque el candor, la modestia y dulce jovialidad de su caracter le hacian tan amable, como digno de respeto su sabiduría y sus tareas.