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Buenos Aires desde setenta años atrás/Capítulo XII

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Inmigración española; cómo la trató Rosas. -Vascos. -Suceso de Achinelly. -Inmigración flotante. -Inmigración colonizadora. -Los italianos, como labradores. -Escoceses, irlandeses. -Los hijos de ingleses, nacidos en el país.

I

Después de la inmigración inglesa, particularmente por los años 21, 22 y 23, no se notaba entrada remarcable de extranjeros al país, en calidad de inmigrantes.

Había entonces pocos alemanes. Hoy, como todos saben, constituyen una inmigración importante, sobria, honrada y laboriosa. Figuran en ella hombres inteligentes e ilustrados.

En la época de Rosas, creemos que en 1845, empezó la de gallegos, consignada a la casa de Llavallol o hijos. Estos se desparramaban por la ciudad y campaña, en calidad de sirvientes, en cuyo carácter no demostraron ciertamente haber inventado la pólvora; o bien como peones, para toda clase de trabajo.

Venían acumulados en buques de vela, haciendo, por consiguiente, un viaje largo y penoso. Los primeros casos de fiebre tifoidea que empezaron a sentirse en el país, de carácter alarmante, datan desde el arribo de esas barcadas a nuestras playas.

Hemos tenido ocasión de notar poco después en el Hospital General de hombres, gran número de casos, algunos del peor carácter, entre esos inmigrantes, debido, sin duda, al hacinamiento en una larga travesía, alimentándose casi exclusivamente de carne salada, probablemente no en muy buenas condiciones, y luego comiendo desordenadamente de la fresca que encontraban aquí en abundancia.

Rosas obligó a estos infelices al servicio de las armas. ¡Bello sistema de atraer inmigración! De entre los gallegos jóvenes, y con algunos rudimentos, eligió don Juan Manuel los de mejor letra (y la letra oficial era entonces la española), y los destinó para escribientes.

Entre el gran número de extranjeros que hoy viven en estrecha unión con nosotros, forma un importante grupo la colonia española. Población dada al trabajo y de buenas costumbres, encontramos españoles en todas las profesiones útiles y contraídos a todas las industrias; españoles de alta inteligencia como Mora, Villergas, etc., han visitado nuestras playas hospitalarias en diversas épocas.


II

Empezaron luego a venir los vascos; aquí aparecieron con su boina, su ancho pantalón, su andar especial, su aire satisfecho, formando, notable contraste con el resto de la población, que vestía la librea que Rosas nos había impuesto, a extremo de que ver un hombre, era ver a todos, en cuanto al traje. Sólo después de caído Rosas, tomó nuestro país el aspecto cosmopolita que hoy presenta, tanto en traje como en costumbres.

Empezaron a venir los vascos, decíamos; magnífica inmigración, compuesta, en su mayor parte, de hombres atléticos, honrados y laboriosos, dedicándose entonces casi todos ellos a trabajos de saladero. Más tarde, fueron más variadas sus ocupaciones, haciéndose labradores, lecheros, horneros, etc. Algunos se ocuparon como picadores en las tropas de carreta, habiendo llegado hoy muchos a ser dueños de tropas bien organizadas, con peones vascos también; haciendo largas travesías en nuestra campaña, tan familiarizados ya con esta clase de trabajo como el hijo del país.

Otros tienen buenas majadas y aun rodeos; en sus establecimientos se nota aseo, prolijidad y buen gobierno.

Otro ramo de industria a que se han dedicado con especialidad es el de tambos en grande escala, en los alrededores de la ciudad, en los partidos de Quilmes, Flores, Morón, etc.; algunos de sus propietarios están hoy ricos.

Casi no se ve en el día, en las calles de la ciudad, un lechero que no sea vasco. Sobrios y de buenas costumbres, aunque ahorrativos, son gastadores en sus reuniones. Son muy trabajadores y no se oye de crímenes perpetrados entre ellos; sin embargo, sabido es que no hay regla sin excepción, y en prueba de ello, en 1846 un vasco-francés asesinó del modo brutal al infortunado corredor Achinelli. Este señor, era cuñado del señor Bayá, también corredor afamado de aquellos tiempos. El vasco pidió a Achinelli llevase a su habitación 1700 pesos oro, y que allí le abonaría su importe. Mientras que Achinelli contaba el oro, le asestó un terrible golpe en la cabeza, dándole luego varias puñaladas. El tiempo ha venido a demostrar que ésta fue una verdadera excepción en una población tan moral y laboriosa.

Entre las vascas hay caras muy lindas, y en general, son de buenas facciones.


III

Últimamente la inmigración nos ha llegado de varias partes del mundo, y empezose el establecimiento de Colonias, algunas de las cuales han dado muy satisfactorios resultados.

Del total de inmigración, hemos: tenido dos clases de inmigrantes; la flotante y espontánea, que busca trabajo en las ciudades, que consume, pero que no produce; la otra que coloniza, y que parece la que más conviene al país. Esta viene directamente a labrar la tierra, llegando muchas veces a ser propietarios de ella con el fruto de su trabajo o a identificarse con el país, a consumir y a producir, arraigándose con su familia.

El problema de la inmigración europea, como colonos, está resuelto prácticamente, dígalo el bienestar en general de las diversas Colonias y los cereales exportados en grandes cantidades.

Aunque hemos repetido varias veces que queremos ocuparnos, puede decirse exclusivamente de los tiempos ya pasados, sin tocar el presente, al tratar de inmigración, no podemos menos que citar rápidamente la cifra que en la actualidad representa.

Desde 1871 al 80, han entrado al país 268.504 inmigrantes, habiendo invertido la Nación 1.935.000 pesos fuertes en los gastos de internación, formación de Colonias, etc.

Los italianos han sobrepasado en número a todas las demás naciones: la italiana es una inmigración utilísima, y son innumerables las instituciones importantes creadas por ella. En todas partes han establecido también sociedades de socorros mutuos.

Sin embargo, como labradores, no los creemos los más útiles al país; nos explicaremos y nos atenemos a lo que personalmente hemos observado.

Un italiano arrienda por cierto número de años, una o dos o cuatro o más suertes de chacra; si no tiene población, levanta un rancho de quincho, con techo de paja y un galpón de los mismos materiales para guardar su cosecha -no planta un solo árbol ni frutal ni de sombra-. Al vencimiento de su contrato, si los ranchos están en pie, se encuentran en tal estado, que no tardan en desplomarse; se van, pues, no dejando una sola mejora en el terreno, ni una sola planta. Muchos de éstos, sin dejar absolutamente nada tras sí, vuelven a su país con el monto neto de sus economías.

Los ingleses, escoceses o irlandeses, han cesado de venir al país, desde aquellos años, como colonos; no obstante, individualmente no han dejado de llegar, constituyendo una población sumamente importante; representan inmensos capitales en giro, en propiedades en la ciudad y campaña, particularmente en magníficas estancias.

Los hijos de ingleses nacidos en el país eran considerados como súbditos británicos; pero desde 1845, según opinión del misino sir Roberto Peel, se declaró que los hijos de extranjeros eran reputados como hijos del país en que nacían, sujetos, por consiguiente, a todos los cargos.

Desde entonces, los anglo-porteños sirven en la Guardia Nacional y sólo son considerados como ingleses y están bajo la protección de la bandera inglesa, cuando se encuentran fuera del país de su nacimiento. Así, en Montevideo, por ejemplo, el hijo de inglés nacido en Buenos Aires, es inglés, si quiere serlo; es decir, puede optar por cualquiera de las dos nacionalidades, Inglesa o Argentina.