Céfalo y Pocris/Acto II

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Acto I
​Céfalo y Pocris​ de Pedro Calderón de la Barca
Acto II

Acto II

Salen el REY, ANTISTES y criados.
REY:

¡Qué grande carga es reinar!

ANTISTES:

Séneca dijo que era
el rey palanquín, pues come
de traer cargas a cuestas.

REY:

Y más yo, que a cuestas traigo,
o a la silla de la reina
o a la gigantilla, todo
el gran lío de mis ciencias.

CAPITÁN:

(Dentro.)
¡Plaza, plaza!

REY:

¿Qué es aquello?

FLORA:

Yo, señor, te lo dijera,
a saberlo; pero no
lo sé, en Dios y en mi conciencia.
 

(Sale el CAPITÁN.)
[CAPITÁN]:

Dame tu mano a besar.

REY:

Toma como me la vuelvas;
porque esta es con la que como.

CAPITÁN:

Sí haré.

REY:

Pues dame algo en prendas.

CAPITÁN:

Estos presos.

REY:

No lo valen.

CAPITÁN:

Pues doyte encima esta presa.

(Saca a los cuatro presos.)
REY:

Tanto me darás, que diga:
«Arrebózate con ella».

CAPITÁN:

En tu nombre, gran señor,
eché la red.
 

REY:

¿Barredera?

CAPITÁN:

Sí, pues que pescó basuras.

REY:

¡Vós sois una gentil pesca!
Las cáscaras de las caras
les quitad, que quiero verlas.

AURA:

No veas, señor, la mía.

REY:

¿Pues por qué?

AURA:

Porque es vergüenza.

ANTISTES:

Y aun desvergüenza. Mari Aura,
¿vós como galeota presa
entre aquestos calafates ?

ROSICLER:

Honradme de otra manera;
que puesto que puedo hablar
con la cara descubierta,
sabed que de Picardía
rey soy.
 

REY:

No le vilipendas,
que aquí es menester valor.

ANTISTES:

Aquí es menester prudencia.

REY:

¿Tú de mis reinos adentro?

ANTISTES:

¡Tú de mis puertas afuera!

ROSICLER:

Sí señor, que por capricho
camino de tierra en tierra
como mujer desdichada.

AURA:

Yo como hombre sin vergüenza
a la flor del berro ando.

REY:

¡Qué sentimiento!

ANTISTES:

¡Qué pena!

ROSICLER:

Un borrico en que venía,
por venir a la ligera,
sin saber lo que se hizo
se desbocó entre unas peñas.
 

REY:

No me espanto, porque son
los borricos unas bestias.

AURA:

Pocris, solo porque supo
que el Príncipe sale y entra
en su palacio, me echó
dél, sin querer hacer cuentas
del tiempo que la he servido.

ANTISTES:

Las Pocris son unas puercas.

REY:

¿El Príncipe en el palacio
a ti ha entrado a verte?

AURA:

Etiam.

REY:

¿Y tú la hallaste en el monte?

ROSICLER:

Concedo la consecuencia.

REY:

Grande mal hay aquí, Antistes,
en un tris Aura está puesta.
 

ANTISTES:

Pues el médico en un tras
de cámara a verte venga.

REY:

¿Adónde el Príncipe está?

CAPITÁN:

No parece.

REY:

Que parezca;
pregónenle y den de hallazgo
diez maravedís de renta,
o sáquensele por hurto
a cualquiera que le tenga;
y en pareciendo, le pongan
una corma en cada pierna
porque otra vez no se vaya
por novillos a la dehesa.

CAPITÁN:

Pasquín dirá dél.
 

(Sale PASQUÍN.)
[PASQUÍN]:

Mejor
lo dirá Aura, pues con ella
le dejé anoche.

AURA:

Es mentira;
y aquí la coartada entra,
que anoche me vieron todos
remendar unas soletas,
por no llegar despeada,
gran señor, a tu presencia.

REY:

¡Qué virtud!

ANTISTES:

Desde chiquita
supo hacer bien sus haciendas.

REY:

¿Es esto así?

TODOS:

Sí, señor.

REY:

Pues, ¡sus! y hacia otra materia.
Volvamos a la maraña:
¿por dónde entra y sale apriesa
el Príncipe en el palacio?
 

AURA:

Por la bocamanga entra,
y por el cabezón sale,
si es que es camisa una cueva.

REY:

Con eso tendrá unos flatos,
y gastaré yo mi hacienda
en curarle. Mas, ¡ay! ¡Que hay
más mal en el aldehuela
que suena! Pasquín...

PASQUÍN:

Señor...

REY:

¿Anoche el Príncipe a verla
entró?

PASQUÍN:

Y no salió.

REY:

Según
eso, allá está.

PASQUÍN:

Por la cuenta.
 

REY:

¡Qué desdicha si él ha visto
que son sus hermanas hembras
tan bellas! Ir en persona
me importa al instante.

FLORA:

Espera.
¿Qué carrüaje pondrán?
¿El chirrión o la litera?

REY:

No estoy para carrüaje;
quien va con cólera y priesa,
bastarale ir pian, pian.
Cantando desta manera
las tres anaditas, madre,
pienso llegar a sus puertas
en un santiamén. Seguidme
todos dejando suspensa
esta acción para después.
Venga conmigo Tu Alteza.

ROSICLER:

No señor, no he de pasar.

REY:

Es obligación y deuda;
que una cosa es ir a pie
y otra no ir con la decencia
que a príncipes extranjeros
se debe.
 

ROSICLER:

Esto es obediencia.

TABACO:

Defectos somos los dos
desta gente hoy.

PASQUÍN:

¿De qué, bestia,
lo has inferido?

TABACO:

De que
nadie de los dos se acuerda

(Vanse.)
REY:

Antistes...

ANTISTES:

Señor...

REY:

Vuestra hija
la causa es de toda esta
carambola.

ANTISTES:

Ya lo veo.
 

REY:

Pues dadla...

ANTISTES:

¿Qué?

REY:

Una fraterna.

ANTISTES:

En la comedia de ayer
no se hizo.

REY:

Que se haga en esta.
¿Hay más de pedir prestado
ese paso a otra comedia?

(Éntrase el REY y criados.)
ANTISTES:

Las palabras de los reyes
son balas de pieza gruesa:
pues fraterna y a ello. Aura,
¿dónde vas?

AURA:

Voy a irme.
 

ANTISTES:

Espera,
hija aleve, ingrata hija,
hija en efecto de aquella
bellaca, tu santa madre,
que Dios en el cielo tenga;
que primero que te vayas
he de hacer una experiencia
yo de cuánto valgo yo.

AURA:

¿Qué haces?

ANTISTES:

Cerrar esta puerta.
Bien ves las revoluciones
que ha causado tu belleza...

AURA:

Pues, ¿qué hay para eso?

ANTISTES:

Hay
tomarte la residencia
del tiempo que has gobernado
del Príncipe las ausencias.
¿Qué hay aquí?
 

AURA:

Que como había
de dar...

ANTISTES:

¿En qué?

AURA:

En comer tierra,
dio en quererme.

ANTISTES:

¿Y tú en qué diste?

AURA:

En amarle.

ANTISTES:

Tómate esa.

AURA:

Hame dado una palabra.

ANTISTES:

¿Qué te ha quitado por ella?

AURA:

Solo el honor.

ANTISTES:

¿No más?
 

AURA:

No.

AURA:

Me cautiva esa modestia;
que si hubiera hecho contigo
alguna cosa mal hecha,
vive Dios que hiciera... Pero,
¿qué sé yo lo que me hiciera?
Y así, aunque indignado estaba,
tanto mi cólera templas
que te he de dar a escoger
si quieres morir con esta
daga o con este veneno.

AURA:

¿Dónde está?

ANTISTES:

En la faltriquera.

AURA:

¿Tan prevenido venías?

ANTISTES:

¿Qué padre que honor sustenta
y tiene sangre en el ojo,
pelo en pecho y canas peina,
puede andar sin un veneno
teniendo una hija doncella
que la pesa el serlo tanto
que parece que se huelga?
 

AURA:

Padre, señor, yo... si... cuando...

ANTISTES:

No me hagas ya pataletas
ni carantoñas ni esguinces,
sino escoge como en peras,
en muertes. Dime pues, ¿qué
te agrada?

AURA:

Ninguna dellas;
porque ninguna es airosa.

ANTISTES:

Luego airosa muerte esperas.
Ya eso es mucha golloría;
y al caballo del rey, piensa,
que no hacen más que ponelle
delante el manjar; alienta,
que no te hemos de rogar
nosotros que tú te mueras:
daga o veneno me fecit.

AURA:

¿No hay remedio?
 

ANTISTES:

Ni remedia.

(Saca ANTISTES un frasco pequeño, se le da, y ella hace que bebe.)
AURA:

Pues padre y señor, si tanto
la dificultad aprietas,
brindo a la muerte.

ANTISTES:

Yo haré
la razón cuando se ofrezca.
Mas, ¡ay de mí! ¿Lo bebiste
todo?

AURA:

Todo.

ANTISTES:

¡Ha, galamera!

AURA:

¡Y me voy muriendo ya!

ANTISTES:

No hayas miedo que te veas
en ese espejo; que solo
un poco de hipocrás era
que yo para mi regalo
tomé ahora de una despensa.
 

AURA:

Pues, ¿es bueno andar haciendo
burla de mí?

ANTISTES:

Hícelo, necia,
por hacerte regañar,
que no porque tú merezcas
morir de veneno; y pues
hemos llegado a esta selva...

AURA:

¿A qué selva? ¿No quedamos
en palacio y esa puerta
cerraste?

ANTISTES:

¿No basta ser
tan golosa y tan resuelta,
sino poner objeciones,
tan crítica y bachillera?
¿Quién os mete en eso a vós?
Para llegar donde quiera,
¿no basta que yo lo diga?

AURA:

Perdona mi inadvertencia.
 

ANTISTES:

Pues hemos llegado, digo,
con el Rey hasta las puertas
de palacio, desde aquí
veamos la escarapela
en qué para; que si el daño
que has hecho no tiene enmienda,
o tengo de andar yo a zurdas
o tú has de andar a derechas.

(Salen el REY y los demás.)
REY:

¡Que canse el andar a pie!

ROSICLER:

En mi vida lo creyera.

REY:

Pues creedlo de aquí adelante.

ROSICLER:

Tendrelo por cosa cierta.

ANTISTES:

Todos estamos acá.

REY:

Antistes, ¿con tanta priesa?
 

ANTISTES:

Como Aura anda despacio,
tomamos la delantera.

REY:

¡Fuerte razón! ¿Vós sois Aura?

AURA:

Sí, señor.

REY:

Pues para esta.
Todos allí os retirad;
llegaré solo a esas puertas.
¿Ha del palacio?

(GIGANTE dentro.)
GIGANTE:

¿Quién llama?

REY:

Atollite portas vestras.

GIGANTE:

El Rey es que, como es docto,
sabe latín. Bene venias.

REY:

Pues no vengo sino malo.
 

GIGANTE:

¿Qué traes?

REY:

Ando de pendencia.

GIGANTE:

Gran señor...

REY:

Chico gigante...

GIGANTE:

¿Con quién?

REY:

Con vós.

GIGANTE:

Pues, ¿qué queja
tienes de mí?

REY:

Dos o tres.

GIGANTE:

¿Cuáles son?

REY:

Es la primera
esta, y la segunda la otra,
y la tercera es aquella.
 

GIGANTE:

Ahora echo de ver que tiene
la razón notable fuerza.

REY:

Mal guardas mi honor.

GIGANTE:

Así
guardara los días de fiesta.

REY:

Pues, ¿cómo un hombre está ahí dentro?

GIGANTE:

No está, que anoche entró apenas
a buscar el aleluya
cuando halló el requiem eternam.

REY:

¿Qué dices, bárbaro?

GIGANTE:

Digo,
señor, que esta maza mesma
fue su maza doctoral,
pues le batané con ella.

REY:

¿No viste que era mi hijo?
 

GIGANTE:

Estaba a escuras, Su Alteza.

REY:

¡Grande descuido de mozo
fue entrar sin una linterna!

GIGANTE:

De noche todos los reyes
son pardos.

REY:

Esa sentencia
te disculpa. Pero, ¿cómo
le diste?

GIGANTE:

Desta manera.

(Levanta la maza.)
REY:

La noticia me bastara
sin llegar a la experiencia.
Mas, ¿cómo yo no me muero?

GIGANTE:

Como tienes la mollera
más cerrada que tu hijo.
 

REY:

Es verdad; que como era
mi hijo príncipe faldero,
siempre se la tuvo abierta.
 [Alto.]
Vasallos, mi hijo murió
anoche.

TODOS:

Sea enhorabuena.

REY:

La lealtad os agradezco
con que sentís mis tristezas.
[Al GIGANTE.]
¿Dónde le echaste?

GIGANTE:

A perder
le eché por entre esas breñas.

REY:

Buscadle, mas no le echéis
la corma ya, aunque parezca.

AURA:

¿El Príncipe ha muerto?¡Ay triste!

ANTISTES:

¿Qué es esto, Aura?
 

AURA:

La cabeza
se me anda.

ANTISTES:

El hipocrás
se te habrá subido a ella.
(Cae desmayada.)
Desmayose entre mis brazos.

REY:

¿Qué es esto?

ANTISTES:

Una borrachera
en que ha dado esta rapaza;
y así, con vuestra licencia,
la quisiera despeñar.

REY:

Pregunto yo, ¿es mi hija o vuestra?
Vós podéis de vuestra hija
hacer un sayo...

ANTISTES:

Pues ea,
muerte quiero darla airosa
porque todo el mundo vea
mi valor. Yo te la entrego,
aire, para que se entienda
que los castigos de un padre
siempre en el aire se quedan.
 (Hace que la arroja, y vuela AURA.)
 

REY:

¿Hasla despeñado ya?

ANTISTES:

Sí, señor.

REY:

Pues id apriesa
a detenerla.

ANTISTES:

Es en vano,
pues ya desollando queda
la zorra porque otra vez
a enojaros no se atreva.

REY:

Muy bien empleado está;
mas buscadla porque tenga
sepulcro.
(Sale el CAPITÁN.)

CAPITÁN:

Muertos ni vivos
no parecen tu hijo ni ella.

REY:

¡Qué se me da a mí! Mas, quiero
que se me dé. Deidad bella
de doña Ana, ¿qué se han hecho
los dos?
 

[UNA]:

(Dentro.)
Ya te doy respuesta.

MÚSICA:

(Dentro.)
    Vengan noramala,
    noramala vengan,
    a ser jazmín él
    y a ser aire ella;
    que pues quiere Ovidio
    que aquesto suceda,
    vengan noramala,
    noramala vengan.

REY:

Todo es prodigios el día.
(Dentro UNOS.)

[UNOS]:

¡Viva Pocris!

OTROS:

(Dentro.)
¡Pocris beba!

REY:

¿Qué es eso? ¿Hase convertido
otro a la fe destas selvas?
¿Qué hay, Flora?
 
(Sale FLORA.)

[FLORA]:

Escúchame atento.

REY:

Ya vendrás con una arenga.

FLORA:

El pueblo, viendo que falta...

REY:

No me quebréis la cabeza.
¿Es más de que pide el pueblo
que estas dos hijas doncellas
es hora que salgan deste
San Juan de la Penitencia
a tomar estado?

FLORA:

No.

REY:

Pues callad y estadme alerta:
buscadme el hombre más rico
que todo el concurso tenga
de la gente que me escuche.
 

FLORA:

Allí miro a un grande bestia
rascarse hacia los calzones;
yo le traeré a tu presencia.

CAPITÁN:

Si dice «el hombre más rico»,
¿no echas de ver cuánto yerras?

FLORA:

Pues, ¿qué más rico que aquel
que tanta gente sustenta,
y el día que la despide
hace en la uña la cuenta?

REY:

Lo entendiste.
[Al CAPITÁN.]
Ve tú y trayle
en camisa.

CAPITÁN:

Está muy puerca.

REY:

¿Hase de acostar conmigo?

CAPITÁN:

No señor, pero pudiera.
(Vase.)
 

ANTISTES:

Cosas son estas que miro
que pienso que no son estas.

REY:

Tú, gran rey de Picardía,
libre estás con toda entera
tu familia.

PASTEL:

Familiar
soy suyo por mar y tierra.

TABACO:

Yo también.

ROSICLER:

¿Por qué, señor,
tan sin tiempo ahora me sueltas?

REY:

Siempre suelto yo sin tiempo.

ROSICLER:

Dios te guarde.
 

CAPITÁN:

Aquí está.
[A CÉFALO.]
Llega.
(Saca el CAPITÁN a CÉFALO medio desnudo.)

CÉFALO:

¿Qué delito es espulgarse
uno, para que le prendan?
¿Ser piojicida es pecado?
¿Tengo de llevar camuesas
yo, ni priscos ni bellotas?
¿Quién mandó que me prendieran?

REY:

Yo.

CÉFALO:

¿Por qué?

REY:

No me faltaba
más que daros a vós cuenta
de mi galante capricho.

TABACO:

¿Por qué quién es no revelas?
 

ROSICLER:

Porque la mosca, Tabaco,
en boca cerrada no entra.

PASTEL:

Mi amo es; pero callaré.

REY:

Ponedle a ese hombre una venda
en los ojos.

CAPITÁN:

No la hay.

REY:

Sea una banda.

FLORA:

¿Qué es della?

REY:

Dad vós un pañuelo.

ROSICLER:

Está
mi ropa en la lavandera.

REY:

Venga el vuestro.
 

ANTISTES:

Siempre yo
me sueno desta manera.
(Suénase con los dedos.)

REY:

En fin, ¿he de dar yo el mío
aunque tan delgado sea?
Tomad, cubridle la cara.

FLORA:

Grande es, pues ya está cubierta.

REY:

Retiraos todos.
[Al GIGANTE.]
(Y tú,
monstruo horrible, inculta fiera,
no te vea más).
[A CÉFALO.]
Tú, ven
conmigo.

CÉFALO:

¿Dónde me llevas?

REY:

¿No lo ves? A jugar un
rato a la gallina ciega.
 (Vanse el REY y CÉFALO.)
 

GIGANTE:

¿Que desprecie mis servicios
el Rey de aquesta manera?

ROSICLER:

Y aun que los vacía parece
mucho más que los desprecia;
que no hueles bien, Gigante.

GIGANTE:

Quien huele más es quien tiembla.

ROSICLER:

Pues yo debo de ser ese,
que tiemblo al ver tu presencia.

GIGANTE:

Todos habéis de temblar
a puto el postre, que empieza
mi cólera a enfurecerse.
(Da tras ellos.)

ROSICLER:

¡Huye, Tabaco!, ¿qué esperas?

CAPITÁN:

¡Huye, Pastel!
 

FLORA:

Pasquín, ¡huye!
(Vanse.)

ANTISTES:

Para el diablo que le tenga.
(Vase.)

PASTEL:

¿Qué es hüir? ¡A defenderos!

TABACO:

No huyen hombres de mis prendas.

GIGANTE:

Llevado por cortesía
soy gigante de la legua;
y así, adiós, hasta más ver.

LOS DOS:

Pues adiós, hasta la vuelta.
(Vanse, y salen POCRIS y FILIS.)

POCRIS:

El Rey a palacio vino,
y sin ver nuestros regalos
se fue.
 

FILIS:

¿Sabes qué imagino?
Que al ánsar de Cantimpalos
le sale el lobo al camino;
y sin duda a él le salió
pues sin vernos se volvió.

POCRIS:

Aunque esa es razón aguda,
quien se muda Dios le ayuda;
y él, así como llegó,
no viendo la puerta abierta,
a volverse se resuelve
por no hacer, es cosa cierta,
más que el diablo, pues a puerta
cerrada el diablo se vuelve.

FILIS:

Con todo eso, que él ahora
sin vernos se vaya, es bien
sentir.

POCRIS:

¿Por qué?

FILIS:

Eso se ignora;
porque a ojos que no ven,
hay corazón que no llora.
 

POCRIS:

Yo me holgara que informado
fuera que al enamorado
de Aura zurré la badana,
pues que vino aquí por lana
para volver trasquilado.

FILIS:

Yo sintiera que a saber
llegara su proceder.

POCRIS:

Yo me holgara.

FILIS:

¿Por qué necia?

POCRIS:

Porque, en quien de rey se precia,
más vale saber que haber.

FILIS:

Luego, ¿tú de aquesta historia
mal contenta estás?

POCRIS:

Es cierto,
porque al principio es notoria
cosa que se hace el pan tuerto.
 

FILIS:

Y al fin se canta la gloria.
Yo estoy triste de esa extraña
tragedia.

POCRIS:

Hablemos las dos.

FILIS:

Callar toca a la maraña.

POCRIS:

A quien no habla, no oye Dios.

FILIS:

Quien calla, piedras apaña.

POCRIS:

Pues aunque ocultos están,
tus pesares se sabrán.

FILIS:

No harán, si mi llanto enjugo.

POCRIS:

Yo vi azotar al verdugo.

FILIS:

Yo, enterrar al sacristán.
 
(Salen CLORI, LESBIA, NISE y FLORA.)

CLORI:

El Rey, señora, ha venido.

LESBIA:

El Rey, señora, ha llegado.

NISE:

El Rey aquí se ha metido.

FLORA:

El Rey hasta aquí se ha entrado.

POCRIS:

Catorce de reyes pido.

CLORI:

El Rey viene a verte hoy.

LESBIA:

El Rey por nuevas te doy
que llega.

FLORA:

El Rey está aquí.

NISE:

El Rey...

LESBIA:

Calla, que sin ti
a treinta con rey estoy.
 
(Sale el REY con CÉFALO, vendado el rostro.)

CÉFALO:

¡Oh, yo estoy sin juicio y loco
dentro de alguna espelunca!

REY:

Tarde estos umbrales toco.

POCRIS:

Más vale tarde que nunca.

FILIS:

Nunca mucho costó poco.

REY:

¿Cómo estáis las dos?

POCRIS:

Señor,
con salud y sin dolor.

FILIS:

Claro está, con vuestro amparo.

REY:

Pues como todo esté claro,
dos higas para el dotor.
 

CÉFALO:

Aunque ciego aqueste lazo
me tiene con embarazo,
bien veo dónde estoy yo;
que harto ciego es el que no
ve por tela de cedazo.

POCRIS:

¿Qué intento ha sido traer
vendado este hombre contigo?

FILIS:

¿No lo podemos saber?

REY:

De ver y creer soy amigo;
y así, hijas, ver y creer:
viendo que carnestolendas
son para que se hagan rajas
estas tocas reverendas,
por quitarlas de barajas
y meterlas en contiendas,
que le corran a carreras
como a gallo destas eras,
quiero.

TODAS:

¿Nosotras?
 

REY:

Vosotras;
pero entre aquestas ni esotras,
hijas, ni en burlas ni en veras
le veáis las dos. Con osado
brío jugad, que retirado
yo espero.

FILIS:

¿Qué solicita
tu intento?

REY:

Ver que quien quita
la ocasión, quita el pecado.

POCRIS:

No te entendemos, señor.

REY:

Vencer pretende mi amor
de vuestro hado los influjos:
no os metáis ahora en dibujos
y manos a la labor.
(Vase el REY, toman Todas reguiletes y dan carreras.)

LESBIA:

Tomad las dos, y dejada
la altivez, de fiesta va.
 

POCRIS:

Va, aunque estoy algo estropeada.

TODAS:

¡Al gallo, al gallo!

CÉFALO:

Eso es a
moro muerto gran lanzada.

CLORI:

La que tú puedas coger,
llegándola a conocer,
se quedará en tu lugar.

CÉFALO:

Pues esta quiero agarrar.

NISE:

¿Quién soy?

CÉFALO:

Déjamelo ver.

POCRIS:

Por señas ha de ser eso.

CÉFALO:

Pues que ya lo sé confieso:
dueña es.
 

LESBIA:

¿Qué razón te enseña,
si estás vendado, que es dueña?

CÉFALO:

Las tocas, ¿qué hay para eso?

POCRIS:

Hombre, verte determino.

FILIS:

Yo también, aunque seas feo.

POCRIS:

¿Sabes quién somos, mezquino?

CÉFALO:

(Quítase la venda del rostro.)
Lo que con los ojos veo
con el dedo lo adivino.

POCRIS:

¿Qué es lo que llego a mirar?
¿No eres el que hice matar
anoche?

CÉFALO:

No, reina mía,
que no es para cada día
morir y resucitar.
 

FILIS:

Luego así, ¡ventura rara!,
no te dieron en la cholla,
volviendo aquí a ver mi cara.

CÉFALO:

No, porque cada día olla,
señora, el caldo amargara.

POCRIS:

Tu vista me causa horrores.

FILIS:

A mí, gustos.

CÉFALO:

Los cuidados
templad; que hacer son errores
de un camino dos mandados
ni servir a dos señores.
Si la una al verme se muere
y si la otra me quiere,
repartid el bien y el mal,
y tome cada una al
pecador como viniere.
 
(Sale el REY.)

[REY]:

[Aparte.]
(¡Ya le han visto y él las vio!)
¿Cómo, habiendo dicho yo
que no le veáis?

FILIS:

Oye...

REY:

Di.

FILIS:

Amor me dice que sí
y tú me dices que no.

REY:

[Aparte.]
(Esto es lo que pretendí,
mas reñirelo.) ¿Que así
guardáis lo que mando yo?

POCRIS:

Pues el amor me engañó,
duélete, mi bien, de mí.
 

REY:

Dolerme quiero, y venir
podréis conmigo a llorar,
pero quiéroos advertir
que una cosa es el salir
y otra cosa es el entrar.
A que os den los aires vamos.

POCRIS:

¡Qué contento!

FILIS:

¡Qué pesar!

REY:

Cantad.

LESBIA:

Mucho de oíros holgamos.

CLORI:

Pues, ¿qué habemos de cantar?

REY:

Aquel tono de los gamos.
(Vanse el REY y los demás, y cantan dentro.)

MÚSICA:

Madre la mi madre:
guardas me ponéis;
que si yo no me guardo
mal me guardaréis.
 
(Salen ANTISTES, el CAPITÁN, ROSICLER, PASTEL y TABACO.)

ANTISTES:

¿Cuando esperábamos llantos,
cantos se oyen en las rocas?

ROSICLER:

Aqueso no os cause espantos:
deben de salir las locas
pues salen tirando cantos.

CAPITÁN:

Ya el Rey y sus hijas bellas
se ven.

PASTEL:

¿Si serán doncellas?

TABACO:

Su confesor lo sabrá.

PASTEL:

Mi amo también, porque está
hecho siempre un perro entre ellas.

ROSICLER:

¿Cómo, alma, no solemnizas
ver la que pudo abrasarme
hecho el corazón cenizas?
Pero para declararme
más días hay que longanizas.
 
(Vuelve el REY y todos.)

REY:

Vasallos, deudos y amigos,
cuya lealtad y virtud
canta el sol por fa, mi, re,
la fama por ce, fa, ut;
ilustre nobleza y plebe,
que al brindis de mi salud
agotárades ahora
aun la cuba de Sahagún:
Pocris y Filis, mis hijas,
son esta luz cuya luz
hoy se sale a dar un verde
con todo ese cielo azul.
La causa por que las tuvo
mi doctísimo testuz
encerradas hasta ahora
en aquesa esclavitud
escuchad todos atentos,
con silencio y con quietud,
sin hablar y sin chistar
y sin decir tus ni mus.
Ya sabéis que yo inclinado
fui desde mi juventud
a las letras, estudiando
todo el ban, ben, bin, bon, bun,
hasta el Arte de Nebrija
y las tablas del Talmud,
sin dejar astro con quien
no anduviese a tú por tú.
 

REY:

Esa república hermosa
de estrellas patria común,
obediente a mis preceptos,
hace a mis líneas el buz,
sin quedarme estrella en todo
ese azulado betún
que al andar las suertes no
me tenga por su tahúr.
Pues siendo así, el infelice
día que nacieron de un
parto aquestas doncellitas,
entre mí dije: «Ahora ¡sus!,
sepamos qué es de su vida».
Y con gran solicitud
por levantar la figura
mayor que mi ingenio sup,
me levanté de la cama
y fuime a caza al Paúl,
en cuya gran soledad,
al pie de un almoraduz
que a su sombra alimentaba
juncias, berros y orozuz,
me aproveché de mis ciencias,
que con grande prontitud
me dijeron todo esto
(memoria, ayúdame tú):
 

REY:

«Esas dos bellezas raras
u han de morir presto u
por ellas sucederán
grandes daños en Irún;
porque la una al primero
hombre que en su juventud
vea le ha de dar las llaves
de su viviente baúl;
y la otra, al primero que a ella
la vea con su inquietud
amorosa, le ha de hacer
que hable el buey y diga 'mu'.
No parando aquí el agüero
pues pasa su ingratitud
a que, siendo una Jarifa,
muerte la dé su Gazul;
y Angélica, la otra, mate
su Medoro Ferragús».
Yo, pues, viendo que nacía
tan fatal su dinguindux,
que era su vista primera
para sus designios flux,
dije, como jugador
de manos: «Quirlinquimpuz,
¿veislas? Pues ya no las veis».
Y en las orillas del sur
las hice de cal y canto
ese dorado ataúd;
porque en fin es menor daño
de mis desdichas y sus
influjos que mueran vivas
que no que en mi senectud,
diciendo el cuervo «cras-cras»,
diga el cuquillo «cu-cu».
 

REY:

Con este intento, guardadas
las tuvo mi rectitud
donde nada las faltó;
dígalo la promptitud
de su servicio: ¿qué tortas
no las traje de Gandul?,
¿qué melones de Guadix?,
¿qué conejos de Adamuz?,
¿qué perdices de Berfox?,
¿qué miel de Calatayud?,
¿qué esperiegas de Aranjuez
ni qué pimienta de Ormuz?
¡Hasta traerlas de Argel
alcotanes y alcuzcuz!
Pero ya que la Fortuna,
deidad sin consejo algún,
ha dispuesto los acasos
de suerte que ese avestruz
digirió a mi hijo, quedando
tendido como un atún,
al convertirle en jazmín
sin poder en altramuz,
quiero los inconvenientes
de las dos sanear según
buen arte de medicina;
y es que, pues vino aquí a espul-
garse este hombre y vio a las dos,
le demos ahora una zurra,
pues muerto él, las dos se quedan
seguras de no ser pu-
ercas. Pero, ¡tente lengua!,
que en lo infiel eres Dragut.
 

CÉFALO:

¿Y es justo, señor, que muera
un inocente por un
galante capricho?

REY:

Sí.

CÉFALO:

¿Jurado a Dios?

REY:

Y a esta cruz.
¡Llevadle de aquí!

FILIS:

Esperad,
señor. Fía en mi virtud,
que sin que cueste una vida
aseguras tu quietud:
seré desde aquí una santa.

REY:

Ya te conozco, que tú
lo dices mas no lo haces;
a perro viejo no hay tus.
 

POCRIS:

Bien dices: muera, señor.
¡Despeñadle, multitud,
adonde se haga pedazos
pero no otro daño algún!

CÉFALO:

En fin, ¿me han de dar la muerte?

REY:

¿Preguntara más Artús?
Pues, ¿qué queríais que os dieran,
alfajores y alajú?
Idos a morir si no
queréis que os maten.

CÉFALO:

Voy pues
no tengo quien me defienda.

ROSICLER:

¡Sí tienes! Plebe común,
¡dejadle!

REY:

¿Quién es aquel
que se me opone?
 

ROSICLER:

Ego sum.

REY:

Pues, ¿quién te mete a ti en eso?

ROSICLER:

Haber nacido andaluz
y estar en mí todo Osuna.

CÉFALO:

Pues con ese archilaúd,
entonando por natura,
cantando por ce, fa, ut,
mueran estos, que no son
gigantes.

REY:

¡Jesús, Jesús,
qué bobería! ¡Matadlos!

TODOS:

¡Mueran los dos!
(Llévanlos.)

CÉFALO:

Poco tus
barahúndas nos dan pena.
 

PASTEL:

Señor, mira que este albur
que salió a tierra del mar
en un delfín o laúd
es el rey de Trapobana.

REY:

Pues no los matéis.

FILIS:

Ve tú
a socorrerlos.

REY:

Ya voy.

POCRIS:

No vayas.

REY:

No voy aún.

FILIS:

¡Dales vida!

POCRIS:

¡Dales muerte!

REY:

Conformaos; que estoy un sus
de creer que sois, las dos,
dos hijas de Bercebú.