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Céfalo y Pocris/Acto III

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Céfalo y Pocris
de Pedro Calderón de la Barca
Acto III

Acto III

Salen el REY, CÉFALO, POCRIS, FILIS, ROSICLER y los criados.
REY:

Ya que el pasado alboroto
a paces se ha reducido,
pues ando rotivestido,
andar quiero manirroto
con vós. Y aunque el ser, creed,
piadoso es virtud moral,
hoy quiero hacerla 'peral':
como en peras escoged
entre esas dos hijas bellas;
y dando al amor tributo,
vaya el diablo para puto
y casaos con una de ellas.

CÉFALO:

Con eso todo el enojo
me quitáis, andando franco;
pero mi discurso es manco
con aquella que no es cojo.
Y así, porque de mi arrobo
no se quejen, ni de vós
ad invicem, con las dos
me casaré...

REY:

¡Cómo, bobo!

CÉFALO:

...para que ninguna caiga
en el desaire que tray
dejarla.

REY:

Para eso no hay
dispensación.

CÉFALO:

Que la hayga.

REY:

No es posible: una en rigor,
y brevemente, escoger
podéis.

CÉFALO:

¿Y no podrá ser
especialmente, señor?
¿Qué hombre compra una tinaja
que antes de dar lo que vale
no la mire si se sale?
¿Qué hombre a una bodega baja
a concertar algún vino
que antes que a casa le lleve
si es bueno o malo no pruebe?
Melón compra y es pepino
el que calarle no quiera.
Y en fin, ¿quién da su dinero
por un potro que primero
no repase la carrera?

REY:

Decís bien: despacio vellas
es acertado consejo.
Vamos de aquí. Ahí os las dejo:
aveníos bien con ellas.

(Vase.)
ROSICLER:

Antes que escojas, contigo
tengo un empeño.

CÉFALO:

¿Cuál es?

ROSICLER:

Yo te lo diré después.

CÉFALO:

Tu Inés soy.

ROSICLER:

Eres mi amigo.

(Vase.)
CÉFALO:

A veros me quedo; y
digo que nadie se enoje.

POCRIS:

¡Ay de mí si a mí me escoge!

FILIS:

¡Ay si no me escoge a mí!

CÉFALO:

Según la razón me enseña
en una duda tan honda,
Filis es carirredonda,
Pocris es cariaguileña.
Y si el moño, que tal vez
suele engañar, no me engaña,
Filis es pelicastaña
y Pocris es pelinuez.
En sus barnizados mapas
tienen los ojos ingratos,
la una de arrebatagatos,
la otra de arrebatacapas.
Uno mismo es el barniz
que la superficie toca,
cada una tiene su boca
y cada una su nariz.
Los talles ambos son buenos,
chico con grande. Tú estás
diciendo: «Del bien, el más».
Tú dices: «Del mal, el menos».
Esto está visto: ¡hola aquí!,
¡ropa fuera!

POCRIS:

¡Error cruel!

FILIS:

Pues, qué es lo que intentas di.

CÉFALO:

Regatearos hasta el
último maravedí.

POCRIS:

No puede eso hacerse.

FILIS:

Yo
digo que se puede hacer.

CÉFALO:

¿O me dan o no a escoger?
¿O me he de casar o no?
Los adornos más nocivos
siempre de la voluntad
son mentira, y la verdad
ha de andar en cueros vivos:
la verdad quiero saber.

FILIS:

Yo te la diré.

POCRIS:

No yo.

CÉFALO:

¿O me he de casar o no?
¿O me dan o no a escoger?

POCRIS:

Desde el punto que te vi
te aborrecí de manera
que, porque es blanca, no diera
mi mano por todo ti.
Filis es más cariñosa:
ella la duda concluya;
que para ser cosa tuya
es buena; mas yo no es cosa.

FILIS:

Basta, basta, Pocris bella,
que no está en corte ni en villa
mi hermosura en la capilla
para demandar por ella;
que si el alma como boba
le di a Céfalo, sabré
quitársela ahora aunque
me naciese una corcova.

POCRIS:

Yo no quiero que me quiera.

FILIS:

Yo sí quererle, que es más.

POCRIS:

Para mí es un fierabrás.

FILIS:

Para mí es un 'bras sin fiera'.

POCRIS:

Pocris soy, y porquería
será el elegirme hoy.

FILIS:

Por eso que Filis soy,
y será filatería.

CÉFALO:

¿No miran vuestros pesares
que entre damas de copetes
no hubo dimes y diretes
sino dates y tomares?
Arañaos y no os habléis
las dos de tales maneras;
que parecéis verduleras.

POCRIS:

Decís bien.

FILIS:

Razón tenéis.

POCRIS:

Hoy tengo de ser tu parca.

FILIS:

Veámoslo.

CÉFALO:

Esperad, que quiero
medir las armas primero.
Estas son uñas de marca;
estas algo más garduñas.

FILIS:

Presto a cortarlas me obligo.

POCRIS:

¿Con quién?

FILIS:

Contigo.

POCRIS:

Conmigo
nadie se corta las uñas.
Y esa es otra nueva queja:
ya el dolor las mías aguza.

CÉFALO:

¡Ea Pocris!, ¡zuza!, ¡zuza!
¡Ea Filis, a la oreja!

FILIS:

Llega, pues.

POCRIS:

Llegaré, pues.

(Repélanse, quitándose los moños, y sale PASTEL.)
PASTEL:

¿Dos infantas se han de asir?

CÉFALO:

Déjalas, que esto es reñir
cada uno como quien es.

POCRIS:

Aqueste es tu moño, infanta.

FILIS:

Este es el tuyo, princesa.

CÉFALO:

Mucho de veros me pesa
a las dos en Calva-Danta.

POCRIS:

Pues reñimos en cuartel,
los prisioneros volvamos.

FILIS:

Alafia dellos hagamos.

POCRIS:

Pues tal por tal.

FILIS:

Él por él.

(Truécanlos.)
POCRIS:

Y ahora, ¿qué hemos de hacer?

FILIS:

Pues que bien hemos quedado,
cada una irse por su lado.

POCRIS:

Adiós.

FILIS:

Adiós.

(Vanse.)
CÉFALO:

A más ver.

PASTEL:

¿De qué son las confusiones?

CÉFALO:

¿Bastantes causas no son
tener hoy el corazón
pasado de dos arpones?
Tanto que, si un fraile pasa
de San Agustín, sospecho
que se entre al ver en mi pecho
el escudo de su casa.

PASTEL:

Pues, ¿qué hay ahora?

CÉFALO:

Hay que Filis
me quiere; hay que no la quiero;
hay que yo por Pocris muero;
hay que Pocris es busilis,
para mí, crüel y ingrato;
y hay que anda el ciego Dios
hoy conmigo y con las dos
como tres con un zapato.

PASTEL:

Señor: quiere a quien te quiere.

CÉFALO:

En eso hay poco que hacer;
lo primoroso es querer
a la que me aborreciere:
¡viva Pocris!

PASTEL:

Bobería.

CÉFALO:

Pues si tú por tal la sientes:
¡viva Filis! ¿Hay más?

PASTEL:

Mientes.

CÉFALO:

Tú mentirás otro día
y te lo diré yo a ti.

POCRIS:

Que me has vencido confieso.

(Sale ROSICLER.)
[ROSICLER]:

Queda solo.

PASTEL:

Según eso,
yo me escurro.

ROSICLER:

Escucha.

CÉFALO:

Di.

ROSICLER:

En la grande Trapobana...

CÉFALO:

¿Con un romance os venís?

ROSICLER:

Pues si es viejo el ser romance,
¿hay más de que sea latín?
In Trapobana mea patria
rex illustris natus fui,
et amor unam sagittam
tiravit mihi vel mi.
Non sagitta fuit vulgaris,
attamen sagitta fuit
quæ penetravit ad almam
cum verbo illo volo, vis.
Vidi calceamentum unum
Filidis...

CÉFALO:

Tened, oíd,
¿veis cuánto decís? Pues no
entiendo cuanto decís.

ROSICLER:

¿En qué idioma os he de hablar
si el romance y el latín
no os agradan?

CÉFALO:

Mal por mal,
en romance lo decid.

ROSICLER:

Digo que de Filis bella
un día un zapato vi,
el cómo llegó a mis manos
es muy largo de decir;
que le vi basta saber,
y que a su breve y sutil
aliño me rindió Amor,
en solo un cerrar y abrir
de ojo, el alma a zapatazos;
que como suelen decir:
«Zascandil con vaina y todo,
con la vaina del jazmín
de su pie, me dio el rapaz
a traición el zascandil.»
  (Saca un zapato muy grande.)
Mas, ¿para qué os lo encarezco
si en menos que hacer así
podéis verlo? Esta es la concha
de aquella perla: advertid
cómo la perla será
cuando la concha es así.
Y si así huele el zapato,
¿cómo olerá el escarpín?

ROSICLER:

Desta alhaja enamorado,
de mi patria me salí
en busca suya, y llegué
a este encantado país
con animo de sacarla
por el vicario de allí.
Pues, ¿qué cédula mayor
que este zapato? Y en fin,
viendo que hoy está mi vida
de vós pendiente en un tris,
vengo a valerme de vós
y a suplicaros que, si
vós no la habéis menester,
que me la dejéis a mí,
porque la he menester yo
para cierta cosa. Y
si habiéndooslo suplicado
con las ternezas que oís,
de bien a bien no lo hacéis,
os lo tengo de pedir
de mal a mal; porque un hombre
que viene buscando aquí
la horma de su zapato,
fuera desaire muy vil
que se volviera sin ella;
no seáis, pues, para mí,
Céfalo, mi 'hazme llorar',
pudiendo mi 'hazme reír'.

CÉFALO:

Yo confieso, caballero,
que os estoy muy obligado,
que la vida me habéis dado,
que tal cual así la quiero;
pero esto de voluntad
ya sabéis que no está en mano
de un católico cristiano,
aunque tenga caridad.
A Filis no he de elegir
porque quiere que la quiera
mi criado, de manera
que yo no os puedo servir
con ella.

ROSICLER:

Pues fuerza es,
siendo eso así, que riñamos.

CÉFALO:

Riñamos, pero que estamos
borrachos dirán después,
viendo una lid tan reñida
por princesa semejante,
pues ella hallará otro amante
y nosotros no otra vida.

ROSICLER:

Mirad: bien decís; y yo
he hallado en mis pareceres
gusto en reñir con mujeres
pero por mujeres no;
y así, mi cólera brava
otro medio elegir quiere.
Dela Amor a quien quisiere:
juguémosla.

CÉFALO:

¿A qué?

ROSICLER:

A la taba.

CÉFALO:

¿Traeisla vós?

ROSICLER:

Y bien raída
aunque es de hoy; que el despensero
en gigote de carnero
me la sirvió a la comida.

(Saca una tabaquera.)
CÉFALO:

Vaya... Pues, no es esa.

ROSICLER:

Espera:
yo la sacaré. ¿No ves
que esta es la 'taba que es'
y esotra la 'tabaquera'?

CÉFALO:

¡Oh, gane yo una vez sola!

(Juegan.)
ROSICLER:

Por mano echo.

CÉFALO:

Tira, acaba;
mas, ¡hola!, alza bien la taba,
no tengamos tabaola.

REY:

Carne.

CÉFALO:

Chuca.

ROSICLER:

Mía es
la mano.

CÉFALO:

Pues, ¿quién trabuca
que es mejor carne que chuca?
Un cuarto te paro, pues,
de Filis.

ROSICLER:

¿Un cuarto?

CÉFALO:

Es llano.

ROSICLER:

A parar más te acomoda.

CÉFALO:

¿Qué quieres?, ¿que pare toda
una infanta en una mano?
¿No será razón que atiendas
que, aunque amantes somos tiernos,
jugamos a entretenernos
y no a perder las haciendas?
Un cuarto paro.

ROSICLER:

Yo topo;
pero asentemos primero
si es trasero u delantero.

CÉFALO:

Esa es fábula de Isopo;
¿toda no se ha de jugar?

ROSICLER:

Podrá ser que el juego pare;
y el cuarto que yo ganare
se le he de descuartizar.
(Juegan.)
Taba: un cuarto gano.

CÉFALO:

¡Oh, cuánta
es mi desdicha! Otro paro.

ROSICLER:

Taba: otro gano.

CÉFALO:

Era claro.

ROSICLER:

Ya es mía la media infanta.

CÉFALO:

Es verdad, pero ya he dicho
que bornea poco o nada
la taba.

ROSICLER:

Muy bien borneada
está, y sobre ese capricho
me mataré.

CÉFALO:

Yo también;
que una cosa es no reñir
por Filis, y otra sufrir
que tragantonas me den.

ROSICLER:

Acabemos de jugar
como quien somos, que hacemos
mil bajezas.

CÉFALO:

Acabemos
y pelitos a la mar.

(Sale AURA.)
[AURA]:

Pues en aire convertida
me han hecho creer que estoy,
sin que estos me vean, voy
buscando la prevenida
venganza de Pocris. Puesta
está Filis en aprieto,
y he de embarazar su efeto.

CÉFALO:

Paro.

ROSICLER:

Topo.

AURA:

Voyla a esta.
 (Quítales la taba y desaparece.)

CÉFALO:

¿Adónde echasteis la taba?

ROSICLER:

Fuerza es que también lo ignore,
pues nos la quitó en el aire
el mismo aire.

CÉFALO:

Buenas noches.

ROSICLER:

Aquí hay misterio mayor,
pues los dioses nos la esconden.

CÉFALO:

Sin duda, alguna deidad
pretenden jugar los dioses
y la llevaron; que como
ellos carnero no comen,
valdrá un ojo de la cara
cualquiera taba en los orbes.

ROSICLER:

Bien que dos cuartos de infanta
ganando estoy; y quien ose
mirarla de medio arriba
le hará este acero gigote.

CÉFALO:

Ganáis mucha calabaza.

ROSICLER:

Yo he ganado, como noble,
media infanta; y esa media
ha de ser mía esta noche.

CÉFALO:

¡Más nonada!
{{Pt|AURA:|
(Dentro.)
Oídos hay;
chitón, no deis tantas voces.

ROSICLER:

¿Qué portero del Consejo
nos notifica chitones?

CÉFALO:

No veo a nadie.

ROSICLER:

Yo tampoco.

CÉFALO:

¡Gran misterio aquí se esconde!
Deidad auxiliar de Filis,
ya que el juego nos estorbes,
di tú: ¿quién quieres que viva
en mi pecho?

MÚSICA:

¡Viva Pocris!

ROSICLER:

Los cielos quieren que sea
Pocris tuya, ¿no los oyes?

REY:

Pues, ¿hay más de que sea mía?
Nunca peores cepos tope
adonde echar la limosna.
¡Pocris viva!

TODOS:

¡Viva Pocris!
(Salen todos.)

REY:

¿Resolviose la postema
de tu duda?

CÉFALO:

Antes se rompe
y da materia a la fama,
para que diga su bronce
que Pocris es la hermosura
a quien he de dar de coces.

REY:

Dale antes, si te parece,
la mano que el pie.

CÉFALO:

A 'sus soles'
tengo que hablar 'a mis solas'.

POCRIS:

Eternos años me goces.
Filis, Amor te consuele.

FILIS:

Sí hará. ¡Diablos sois los hombres!

CÉFALO:

No me culpes.

FILIS:

Calla; no
me digas oste ni moste.

REY:

Supuesto que estáis casados,
no es bien que nadie os estorbe;
que en bulla y conversación
no suenan bien los amores.
Vamos a hacerles la causa
a esta dama y a este joven.

FLORA:

¿Qué es la causa?

REY:

¿No entendéis
metáforas? ¡Legos hombres!
¿'Hacer la cama' no dicen,
procesales escritores,
al hacer la causa?

TODOS:

Sí.

REY:

Pues yo digo, ignorantones,
hacer la causa a la cama,
que es metáfora in utroque.
Caballeros, ¡despiojad!

ANTISTES:

Bien importante es el orden.

FILIS:

Muriéndome voy.

LESBIA:

¿De qué,
señora?

FILIS:

De celos, López.

CLORI:

¿Diré que doblen por ti?

FILIS:

No, amiga; di que desdoblen.

ROSICLER:

Señora Filis, a falta
de un picardesco consorte,
aquí está otro trapobano.

FILIS:

Nada me habléis.

ROSICLER:

¿Por qué?

FILIS:

Porque
estoy hecha de mil hieles.

ROSICLER:

Pues no me habléis con rigores,
que tengo en vós de vivienda
dos cuartos.

FILIS:

Pues, ¿quién los diote?

ROSICLER:

Mi suerte. Un alto y un bajo
porque acomodado more:
en el alto cuando enere,
en el bajo cuando agoste.

FILIS:

Pues cuando tenga la suerte
libro de aposentadores,
este es hecho a la malicia
y ningún huésped acoge.
(Vase.)

ROSICLER:

Llore Amor, pues no a mejillas
enjutas Filis se cogen.
(Vase.)

CÉFALO:

Pues solos hemos quedado,
hermosa divina Pocris,
para entretener el día
mientras se llega la noche:
digámonos uno a otro
tantísimos de favores.

POCRIS:

Nunca en tal me vi; mas vaya:
direlos a troche y moche.

CÉFALO:

¿Ves esta fragante rosa
vestida de nieve y grana
que, estrella de la mañana,
brilla ardiente y luce airosa,
a quien las flores por diosa
aclaman, viéndola aquí,
ya esmeralda o ya rubí,
de aljofares coronada?
Pues contigo comparada,
no se le da esta de ti.

POCRIS:

¿Ves aquel bello narciso
que en el margen de esa fuente
parece que aun ahora siente
el amor con que se quiso,
pues sin cordura ni aviso
se está requebrando allí,
enamorado de sí,
galán esplendor del prado?
Pues contigo comparado,
no se le da esto de ti.

CÉFALO:

¿Ves esas parleras aves
que cantando dulcemente
al compás de esa corriente,
ya bulliciosas ya graves,
cláusulas forman süaves?
Pues a la aurora que dora
estos campos, su canora
música, sus celestiales
ecos van, porque no vales
tú un comino para aurora.

POCRIS:

¿Ves esos sauces, del viento
movidos, dar a su tropa
un órgano en cada copa,
en cada hoja un instrumento?
Pues su armonioso acento
que añade en cada renuevo
un verde ruiseñor nuevo,
a Febo aclaman iguales,
no a ti, porque tú no vales
un rábano para Febo.

CÉFALO:

¡Qué dulce gloria es oír
encarecidos amores
un hombre de lo que adora!
(Sale AURA tapada.)

AURA:

¡Ce, caballero!

CÉFALO:

Ceceome
allí una mujer tapada.

AURA:

Véngase conmigo.

CÉFALO:

¿Adónde?

AURA:

Eso es mucho preguntar.
Donde dicen esas voces.

MÚSICA:

(Dentro.)
    Deja, deja el regazo
    de tu consorte;
    pues que no dejas nada,
    Porquis por Porquis.

CÉFALO:

Escucha, deidad, aguarda...

POCRIS:

¿Con quién hablas?

CÉFALO:

¿Tú no oyes
una süave pandorga
que dulce los aires rompe?

POCRIS:

Yo no.

CÉFALO:

Yo sí y eso basta
a que del todo me informe;
que alguna deidad su juicio
pierde por mí; y así voyme.

POCRIS:

¿Dónde?

CÉFALO:

Por ahí.

POCRIS:

¿Eso dices?

CÉFALO:

Pues, ¿por qué no?

POCRIS:

Es gran desorden.

CÉFALO:

Ya eres mi propria mujer:
contigo fueran errores
tener cumplimientos, pues
del matrimonio los toques
nunca llegan a ser cabes
porque van con condiciones;
y más cuando una deidad
me llama diciendo a voces...

ÉL y MÚSICA:

    Deja, deja el regazo
    de tu consorte;
    pues que no dejas nada,
    Porquis por Porquis.
 (Vase con AURA, y si pareciere, vuelen.)

POCRIS:

¡Hay tan gran maridería!
Tenedle, si sabéis, flores,
tener algo de provecho;
poneos delante, montes,
si os sabéis poner delante
alguna vez que no estorbe.
(Sale FILIS y las dueñas.)

FILIS:

¿De qué te quejas?

POCRIS:

De que
Amor conmigo anda a coces:
de mis mismísimos brazos
huyó Céfalo. No llores
que no te eligiese a ti,
porque es, hermana, un ruin hombre
que no sabe tener fe
con mujeres de mi porte.
Pensé que no le quería,
y cátame aquí, ¡oh rigores
tiranos!, con unos celos
que me han venido de molde.
De quién los tengo, no sé;
mas sé que con pies veloces
la he de seguir. Y así, Dios
mis graves culpas perdone,
que si encuentro a esta picaña
deidad que me le concome,
que tal golpe la he de dar
que no parezca que es golpe.

FILIS:

¿Estás loca?

POCRIS:

Claro está.

LESBIA:

Mira...

POCRIS:

Miren los mirones.

CLORI:

Tente.

POCRIS:

Tengan los tenientes.

NISE:

Oye...

POCRIS:

¡Oigan los oidores!
Dejadme todas; que estoy
por ir a hacerme gigote.
(Vase.)

FILIS:

Cuál estaré yo, ¡ay de mí!;
porque si ella ve visiones,
yo a las visiones y a ella,
conque son mis celos dobles.
¡Ay Céfalo, que dos veces
ultrajes mis pundonores,
mis altiveces sobajes,
y con espada y estoque,
a Pocris pases de punta
y a mí me tires de corte!

LAURA:

¿Tú también?

FILIS:

Pues, ¿soy yo menos
que la otra para dar voces?

LESBIA:

Considera...

FILIS:

Consideren
los necios murmuradores.

CLORI:

Repara...

FILIS:

Repare el que
esgrime.

NISE:

Nota...

POCRIS:

Que noten
los curiosos.

LESBIA:

Ve...

FILIS:

Vea el que
por esquinas y cantones
a ciegas anda; que estoy
del amor a los virotes,
de enojos hasta el gollete,
de celos de bote en bote.
(Vanse.)

(Salen CÉFALO y AURA.)

CÉFALO:

¿Dónde me llevas tras ti,
tapadísima deidad?

AURA:

A perder.

CÉFALO:

¿A perder?

AURA:

Pues,
¿dónde llevan las demás?
¿Habéis oído que alguna
tapada lleve a ganar?

CÉFALO:

No, mas temo que se diga,
al ver que vós me sacáis
de los brazos de mi esposa,
que por esta soledad
a caza sale el marqués
danés Urgel el Leal.

AURA:

Escuchad, sabréis quién soy
y mi intento.

CÉFALO:

Comenzad.

AURA:

Oíd aparte, no nos oigan.
(Retíranse a hablar y sale POCRIS.)

POCRIS:

Hablando los dos están
en secreto, aunque hasta ahora
no es secreto natural.
En la espesura se meten
guiando ella; y él, detrás,
allá va a buscar la caza
a las orillas del mar.

AURA:

¿Habeisme entendido?

CÉFALO:

Sí.

AURA:

Pues dadla, sin más ni más,
muerte a esa fiera.

CÉFALO:

¿Con qué?

AURA:

Esta ballesta tomad
(Dásela.)
de bodoques que os envía
Dïana. Adiós.

CÉFALO:

Esperad.

AURA:

Tengo otras cosas que hacer.
(Vase.)

CÉFALO:

¿Con cuánta velocidad
por las riberas del Po
la caza buscando vas?
¡Airosa ninfa, detente!

POCRIS:

Él se queda, ella se va,
sin comerlo ni beberlo;
aunque en aqueste lugar,
estando los dos a solas,
ella dama y él galán,
vïandas aparejadas
traían para yantar.

CÉFALO:

¿Por qué tan solo me dejas
en este monte? ¿No hay más
de decir «mata una fiera»?
¿Tan fáciles de matar
son?

POCRIS:

Aquí quiero esconderme
de aqueste jazmín detrás,
para saber en qué para.

CÉFALO:

O lo hace Barrabás
o mis oídos lo fingen
o al pie de aquel arrayán,
en la espesura del monte,
gran ruido oyeron sonar.
¡Tiro!

POCRIS:

¡No tires!

CÉFALO:

¿Por qué?

POCRIS:

Hijo, porque me darás.

CÉFALO:

Pues, ¿quién eres?

POCRIS:

Tu mujer.

CÉFALO:

Y, ¿qué haces aquí?

POCRIS:

Acechar.

CÉFALO:

¿Mujercita acechadora
tengo? Por eso verás
que apunto mejor.

POCRIS:

¿Qué haces?

CÉFALO:

Tirar.

POCRIS:

¿Tirar? ¿A qué?

CÉFALO:

A dar.

POCRIS:

Tira y mira, no me yerres.

CÉFALO:

Yo procuraré acertar.
(Tira; y ella, fingiéndose herida, cae.)

POCRIS:

¡Ay infeliz, que me has muerto!

CÉFALO:

[Aparte.]
(Como ella diga verdad
y no se queje de vicio,
sin duda que la hice mal.)
Pocris, señora, mi bien...

POCRIS:

Céfalo, señor, mi mal.

CÉFALO:

¿Dite?

POCRIS:

Y como que me diste
un bodocazo fatal
ventidoseno, porque
ya delante y ya detrás,
veinte y dos heridas tengo
que cada una es mortal.

CÉFALO:

¡Oh mal haya la ballesta!
Mas puédeste consolar,
mi bien, que esta es la primera
cosa que acerté jamás.

POCRIS:

¡Buen consuelo nos dé Dios!

CÉFALO:

¿Para qué veniste acá?

POCRIS:

Para apurar mis recelos.

CÉFALO:

¿Y es justo, por apurar
recelos, aguar venturas?
¡Qué condición infernal
de mujer!

POCRIS:

Ríñeme ahora,
que no me faltaba más.

CÉFALO:

Pues muérete si no quieres
que te riña.

POCRIS:

De esta va
el alma por esos cerros.
(Muere.)

CÉFALO:

¡Expiró el mayor fanal
del día! ¡Vino la noche!
República celestial,
aves, peces, fieras, hombres,
montes, riscos, peñas, mar,
plantas, flores, yerbas, prados:
venid todos a llorar.
Coches, albardas, pollinos,
con todo vivo animal;
pavos, perdices, gallinas,
morcillas, manos , cuajar:
¡Pocris murió! Decid, pues:
«¡Su moño descanse en paz!»

TODOS:

Que descanse en paz, decimos.
(Salen el REY, FILIS, las dueñas, y todos los demás.)

REY:

Pocris bella, ¿dónde estás?

DUEÑA:

¿Dónde estás, señora mía,
que no te duele mi mal?

CÉFALO:

Señor, si buscando vienes
tu hija, vesla ahí donde está.

REY:

No la despertéis.

PASTEL:

No duerme.

REY:

¿Qué hace?

ANTISTES:

Está muerta.

REY:

¿Eso más?
¿Quién la mató?

CÉFALO:

Yo.

REY:

¿Por qué?

CÉFALO:

Porque me vino a acechar.

REY:

¿Quién la metió en ser curiosa?
¡Muy bien empleado está!

FILIS:

¿Eso dices?

REY:

Esto digo.

ROSICLER:

Muera quien muerte la da.

REY:

No le matéis; que antes quiero
que esté conmigo de hoy más
porque me vaya matando
a toda mi vecindad,
pues que mata a los que acechan.
Ese cadáver llevad
(Llévanla.)
y a su merecida muerte
sea pompa funeral
una grande mojiganga;
que no se ha de celebrar
esta infelice tragedia
como todas las demás.

TODOS:

¿Mojiganga?

REY:

Mojiganga;
y yo la he de comenzar
por daros ejemplo a todos.
Una guitarra me dad.

ROSICLER:

¿Guitarra aquí?

REY:

¿Por qué no?

ANTISTES:

Porque no la hay.

REY:

Sí la hay.

FILIS:

¿Dónde?

REY:

Colgada de un sauce
u de otro árbol estará;
que cada día las cuelgan
los pastores.

CÉFALO:

Es verdad,
que aquí hay guitarra.

REY:

Ahora bien,
todos de aquí os retirad;
y como os vaya llamando
os id arrojando acá.
(Éntranse todos. Quedan FILIS y ANTISTES, y el REY toma la guitarra.)

FILIS:

¿Que esto hagas?
{{Pt|REY:|
Esto hago.
Y porque todos veáis,
cuánto me remoza esto,
en un instante mirad
cuántas canas se me quitan
en comenzando a cantar.
(Empieza a cantar, y por un arambre le quitan las barbas y cabellera cana al REY.)
(Canta.)
Vaya, vaya de mojiganga,
de alegría y de pesar;
que quien llora con placer,
siente bien cualquiera mal.

TODA LA MÚSICA:

Vaya, vaya, [de mojiganga,
de alegría y de pesar;
que quien llora con placer,
siente bien cualquiera mal.

REY:

(Canta.)
El Gigante con las dueñas
salga el guineo a bailar.
(Salen las dueñas y el GIGANTE.)

DUEÑAS:

Mejor fuera una endiablada.

REY:

Pues bailen con Barrabás.
(Salen todos.)

TODOS:

Para eso bailemos todos.

REY:

Pues repitan a compás...

TODOS:

Vaya, vaya de mojiganga,
[de alegría y de pesar;
que quien llora con placer,
siente bien cualquiera mal.]
(Hacen un torneo en forma de matachines y dan fin.)