Cómo han de ser los amigosCómo han de ser los amigosTirso de MolinaActo III
Acto III
Sale don GASTÓN
en hábito de peregrino
GASTÓN:
Cuando de la inclemencia
que el cielo usa conmigo,
no sacara mi pena otro provecho
más que hacer experiencia
de un falso y doble amigo,
quedara, en mis desdichas, satisfecho.
Mis males prueba han hecho,
en sus adversidades,
de un vidrio que inconstante,
compraron por diamante,
pues son la piedra toque de amistades;
y fuera cosa nueva
hallar amigo en el trabajo a prueba.
Sigue al cuerpo la sombra
cuando el sol está claro,
mas huye si la nube se le opone.
¡Qué bien Ovidio nombra
sombra al amigo avaro,
que en sólo el interés su amistad pone!
GASTÓN:
Pues por más que propone
seguir su adversa suerte,
si falta la ventura
huye en la noche escura,
que no hay palabra en la desdicha o muerte,
y fuera cosa nueva
hallar amigo en el trabajo a prueba.
Vidrio fue don Manrique,
por más que le celebra
España, y sombra cuando yo sol era.
¿Qué mucho que publique
ser vidrio que se quiebra,
y huya cual sombra en la ocasión primera?
A Fox gozar espera;
y sin que le avergüence
su amistad, a mi dama,
esposa y dueño llama;
que el interés las amistades vence,
y fuera cosa nueva
hallar amigo en el trabajo a prueba.
Huyendo voy a España,
pues de mi propia tierra
un falso amigo a desterrarme vino.
Sólo Amor me acompaña,
que por hacerme guerra,
ni le vence el ausencia ni el camino.
Cual pobre peregrino,
ando a buscar un hombre
que convenga conmigo,
y siendo firme amigo,
las obras correspondan con el nombre;
mas sera cosa nueva
hallar amigo en el trabajo a prueba.
Salen TAMAYO y dos CRIADOS, de camino
TAMAYO:
Yo me adelanto a prevenir la cena
y la posada, mientras don Manrique,
entre las sombras de estas alamedas,
pasa la siesta que hace calurosa;
que entramos ya en España, y las posadas
son tan malas en ellas, que no haciendo
aquesta diligencia, no hallaremos
qué cenar, y me envida el hambre el resto.
CRIADO 1:
A Zaragoza llegaremos presto.
TAMAYO:
En aplacando el sol su furia un poco,
avisen a mi amo, si durmiere,
y díganle que voy a apercebirle
sábanas limpias.
CRIADO 2:
¡Plegue a Dios las halles!
TAMAYO:
Sí no están limpias, estarán al menos
rociadas y dobladas, que es costumbre
de España durar limpias unas sábanas,
sirviendo cada noche de esta suerte,
seis meses sin lavarse.
CRIADO 1:
¡Ay, hosterías
de Italia y Francia!
TAMAYO:
¡Ay, carne y pan de España,
y vino de mi santo, cama blanda,
adonde duermo como en seis colchones!
¿Qué cama puede haber en un camino
como una bota de oloroso vino?
CRIADO 1:
Si te has de adelantar, ¿qué aguardas?
TAMAYO:
Nada;
pico el frisón y parto como un rayo.
Vase TAMAYO
CRIADO 2:
¿Mas qué te hallamos como ayer; Tamayo?
Sale don GASTÓN
GASTÓN:
Tamayo oí decir, y don Manrique.
¡Válgame Dios! Si dicen que en Narbona
con Armesinda había de casarse,
¿qué puede ser la causa de que agora
a Francia deje, y, a Aragón camine?
Saberlo quiero. ¡Ay, rigurosos cielos,
si se acabasen mi temor y celos!
CRIADO 1:
Sed tengo, y el calor hace excesivo.
CRIADO 2:
Si tienes sed, aquí corre un arroyo,
riéndose de ver que no la mates.
CRIADO 1:
¿Yo agua? ¿Yo en mi tripa sabandijas?
¡Maldiga Dios quien casa de aposento
le diere en ellas. Oye, un peregrino
me ha deparado Dios. Monsiur, si acaso
la hermana calabaza sufre ancas,
¿quiero dejarme darla un par de soplos,
y probando si es bueno su zumaque,
pues va a San Jaque, le daremos jaque?
GASTÓN:
Holgárame de estar tan prevenido,
que trujera con qué refrigeraros;
pero voy tan ajeno de mi gusto,
que no me acuerdo de estas prevenciones.
CRIADO 1:
¡Maldiga el cielo, amén, a peregrino
que puede andar sin el bordón del vino.
CRIADO 2:
¿Vais o venís de España?
GASTÓN:
A Monserrate
voy y a San Jaque, y pienso que os he oído
decir que va a Aragón desde Navarra
don Manrique de Lara.
CRIADO 2:
¿Conocéisle?
GASTÓN:
Tengo noticia de él
CRIADO 1:
A Zaragoza
vamos con él, adonde el rey intenta
ser su padrino, y celebrar las bodas
de la hermosa Armesinda; que a esta causa
habrá dos días que su padre, el duque,
partió con ella para Zaragoza,
y con doña Violante, hermana suya,
porque el rey de Castilla, Alfonso Octavo,
con el Rey de Aragón y el de Navarra
quiere verse en Monzón, y todos juntos
hacer guerra a los moros andaluces.
Han convidado al duque de Narbona
a esta guerra; y ansí para más honra
quiere casar su hija en su presencia,
echando el sello a sus venturas todas,
pues se han de hallar tres reyes a sus bodas.
GASTÓN:
(¡Ah, cielo riguroso!) (-Aparte-)
¿Y por qué causa
don Manrique no va en su compañía?
CRIADO 2:
Porque pensó partir a Fox primero
que a Aragón; mas después le ha parecido
que queda bien seguro; que quien ama,
siglos eternos los instantes llama.
GASTÓN:
¿Podríale yo hablar?
CRIADO 2:
En despertando,
¿por qué no? Bien podéis mientras enfrenan
los caballos que agora están paciendo.
Pero ya ha despertado, e imagino
que querrá caminar, aunque la siesta
el rigor de su fuego multiplica
más donde pica Amor, el sol no pica.
GASTÓN:
(¡Buena ocasión se ofrece de vengarme! (-Aparte-)
Agravio, yo os haré agora testigo
de que sé castigar mi falso amigo.
Sale don MANRIQUE
MANRIQUE:
¿No es hora ya de caminar, hermanos?
Enfrenad y partamos.
CRIADO 1:
Es temprano,
y el calor es terrible.
MANRIQUE:
Ya lo veo,
mas, ¿quién tendrá las riendas al deseo?
¡Ah, cielos! ¡Quién supiera de mi amigo!
Que el no saber a donde está, deshace
en parte el gusto de mi alegre boda.
¡Depáramele, Amor! Será cumplida
mi dicha, que sin él está partida.
¿No vais por los caballos?
CRIADO 2:
Vamos. ¡Hola!
CRIADO 1:
Aqueste peregrino quiere hablarte.
MANRIQUE:
Querrá alguna limosna. Enfrena, parte.
Vanse los CRIADOS.
Don MANRIQUE habla a don
GASTÓN que llega encubriéndose
MANRIQUE:
¿Sois francés?
GASTÓN:
No tengo tierra.
MANRIQUE:
¿Cómo no?
GASTÓN:
La que tenia
días ha ya que no es mía.
MANRIQUE:
¿Por qué?
GASTÓN:
Porque me destierra
un falso amigo hecho al temple
aunque al olio pareció
que una borrasca borró
y obliga a que se destemple
la pintura, que entendí
fuera eterna; mas no dura
la amistad ni la pintura
en el trabajo.
MANRIQUE:
Es ansi.
¿De dónde sois?
GASTÓN:
Tal estoy
por un tirano interés,
que no sé si soy francés
aunque dicen que lo soy.
MANRIQUE:
¿Cómo?
GASTÓN:
Vuelvo a dudar luego;
porque mudó el tiempo vano
un amigo castellano,
que ya en la lealtad es griego.
MANRIQUE:
Alto: vos no os declaráis.
Tomad, y adiós, que ya es tarde.
Dale limosna, y mira mucho
don GASTÓN lo que le ha dado
GASTÓN:
De quien sois hacéis alarde.
MANRIQUE:
Un doblón es; ¿qué miráis?
GASTÓN:
Miro, aunque me maravillo
el doblón que me habéis dado.
¡Doble el dueño y él, doblado!
Más os quisiera sencillo,
y no salieran tan claras
mis desdichas; mas ya son
del modo que vos, doblón,
los amigos de dos caras.
En despreciaros me fundo
hasta que ya el tiempo os borre,
que sois falso, y ya no corre
otra moneda en el mundo.
MANRIQUE:
¿Falso ése?
GASTÓN:
El dueño me induce
a que le pierda el decoro,
que aunque reluce, no es oro
todo aquello que reluce.
Amigos hay de apariencia
de oro, que en viendo pobre
al amigo son de cobre.
Ya yo he visto la experiencia.
Ya no hay Eneas, ni Acates,
porque el engaño alquimista,
cadenas hace a la vista
de oro de mil quilates,
pero son hierro; y no yerro,
que ya la amistad más buena
se dura como cadena
con ser amistad de hierro.
MANRIQUE:
(O habla aqueste conmigo (-Aparte-)
o está loco.) Conócele
¡Don Gastón,
amigo del corazón!
GASTÓN:
¡Nombre me ofreces de amigo,
traidor, cuando fama cobras
de la deslealtad que labras!
De amigo son tus palabras,
y de enemigo tus obras.
Cuando usurpando mi estado,
con el de Aragón conciertas
mi muerte, por gozar ciertas
tus traiciones; cuando has dado
de esposo palabra y mano
a Armesinda, cuyo pecho,
casa de aposento ha hecho
el alma que lloro en vano;
porque tu traición traspasa
la amistad que ya atropella,
y por quedarte tú en ella,
echas al dueño de casa;
¿Cuando me vas a quitar
mi esposa, amigo me llamas?
¿No echas de ver que te infamas
cuando me vienes a dar
ese nombre, pues con él
pierdes de amigo el decoro?
Mas quieres parecer de oro,
y no eres más que oropel.
GASTÓN:
La media vida te di
el día que a tu amistad
te admitió mí voluntad,
y ésa he de quitarte aquí;
aunque por haber estado
con otra media que es tuya,
es razón que de ella huya,
porque se le habrá pegado
la peste de la traición
que tu esperanza hace ufana;
y como está la mía sana,
huye de tu contagión.
Mas, por lo que a España debo,
cuyos nobles naturales,
por amigos y leales
los aventajo y apruebo;
por lo que a mi amor obliga,
y porque a tí te está bien,
a trueque que no te den
nombre de traidor, ni diga
el mundo en tu deshonor,
haciendo tu culpa clara,
que don Manrique de Lara
a su amigo fue traidor;
aquí con mortal castigo
sepultaré tu deshonra,
que quiero volver por tu honra,
por lo que fuistes mi amigo.
MANRIQUE:
Y yo sufrir tus agravios,
porque soy tu amigo, quiero,
sin desnudar el acero
ni la lengua; que los labios
tienen su enojo con llave,
y yo no apruebo ni sigo
el amigo que a su amigo
sufrir injurias no sabe.
Y ansí, aunque me has injuriado
con la traición que me indicias,
yo te perdono, en albricias,
don Gastón, de haberte hallado.
¿Yo te he usurpado tu tierra?
Vé a Fox para que divises
si en vez de tu Flor de Lises
han puesto la paz o guerra
las dos calderas, que son
las armas con que honra el cielo,
desde don Diego Porcelo,
los Laras y su blasón.
¿Qué alcaidías he mudado?
¿Qué tributos he cogido?
¿Qué servicios he pedido?
¿Qué monedas he labrado?
¿Qué escritura hay que publique
lo que tu pasión afirma
adonde diga la firma
"Conde de Fox, don Manrique."
MANRIQUE:
No hallarás, sino es cobrado,
tu patrimonio perdido;
el de Tolosa, vencido,
y el de Narbona, obligado
darte a doña Violante,
a quien si de esposo diste
tu palabra, cuando fuiste
libre por su amor constante,
¿qué mucho que intente ser
esposo de quien no puedes
serlo tú, sino es que quedes
por perjuro? Tu mujer
es doña Violante, y yo
tan tuyo, que la experiencia
hizo prueba en mi paciencia;
pues ni la mano sacó
la espada, haciendo testigos
mis agravios, ni han bastado
a que no te haya enseñado
cómo han de ser los amigos.
GASTÓN:
Si todos como tú son,
¡maldiga Dios la amistad!
¿Probarás tu lealtad
con el rey, que en Aragón
te dio sus armas y gente
para que a Fox conquistases,
y con él te levantases?
Dirás que la fama miente;
que pues dices que yo di
a doña Violante mano
de esposo, dirás que en vano
puedes persuadirme ansí.
Pero ni quiero creerte,
ni manchar mi noble acero
en tu sangre; sólo quiero
que vivas, pues en tu muerte,
la infamia que tu honra priva
morirá; y será mejor
dejarte vivo, traidor,
para que tu infamia viva.
Viva, que si en tí vivió
de mi vida la mitad,
que tu rompida amistad
tan presto del alma echó,
hoy darte vida he querido,
aunque el enojo me abrasa,
por no derribar la casa
que por huésped me ha tenido.
MANRIQUE:
Pues ¡vive Dios que esta vez,
aunque tu furia me ofenda,
no ha de romperse la rienda
de mi paciencia, y que juez
tienes de ser y testigo
de mi amistad; y aunque tuerza
hoy mi inclinación, por fuerza
has de ver que soy tu amigo.
¡Hola!
Salen los dos CRIADOS
CRIADO 1:
¡Señor!
MANRIQUE:
Esa espada
quitad a ese peregrino.
GASTÓN:
¡Ah, traidor! Bien imagino
lo que tu amistad doblada
intenta. A Aragón me lleva,
porque su rey me dé muerte.
MANRIQUE:
Mas para que de esta suerte,
haciendo bastante prueba
de mi amistad, sean testigos
cuantos han visto mi amor,
que ha enseñado mi valor
cómo han de ser los amigos.
Vanse todos.
Salen el REY de Aragón, el
DUQUE, doña ARMESINDA,
y doña VIOLANTE
REY:
Un buen día habéis dado a Zaragoza,
famoso Duque, pues de la belleza
de vuestras celebradas hijas goza.
DUQUE:
Su humildad favorece vuestra alteza.
REY:
Vuestra vejez con verlas se remoza.
Mucho debéis a la naturaleza,
pues cuanto pudo dio a vuestra ventura:
a vos, valor, y a ellas, hermosura.
Ya tengo envidia al conde don Manrique
y lástima notable al de Tolosa;
al uno, en que vuestro hijo se publique;
y al otro, en que no goce tal esposa.
Mas si queréis que lo que siento explique,
vuestra suerte con él es venturosa,
pues si Armesinda es Fénix en belleza,
él es sol en valor y gentileza.
Yo, señora, he de ser padrino vuestro,
que estimo y amo mucho a vuestro amante.
ARMESINDA:
La obligación callando, señor, muestro
con que os debo servir de aquí en adelante.
REY:
Como el tiempo me hizo en amor diestro,
casi imagino ya, bella Violante,
que me pedís que a don Gastón reciba
en mi amistad y gracia. En ella viva,
pues que vive por vos, y don Manrique,
ejemplo de amistad, único y raro,
a Fox le entregue, y Aragón publique
que está en mi protección y real amparo;
pues cuando de la paz se certifique,
volviendo a ver el sol otra vez claro,
de sus trabajos y prisión pasada,
vendrá a cumpliros la palabra dada.
VIOLANTE:
Beso tus pies.
REY:
Ya viene el de Castilla
a ver el Pilar santo, consagrado
por la Reina del Cielo, cuya silla
tiene su asiento sobre el sol dorado.
Quiere hacer guerra al moro de Sevilla,
que, soberbio, las parias le ha negado,
y que Navarra y Aragón acuda
para tan santa empresa a darle ayuda.
En pago del socorro de esta guerra
le he de pedir que tornen los de Lara
a su antiguo valor.
DUQUE:
El que se encierra
en vuestra alteza, ese favor declara.
REY:
Si don Manrique vuelve a ver su tierra,
y en sus estados otra vez le ampara,
a instancia mía, el rey, duque Aymerico,
tendréis un yerno valeroso y rico.
DUQUE:
Teniendo a vuestra Alteza por padrino,
¿qué mucho que a su patria restaurado
se vuelva don Manrique?
REY:
Yo imagino
que le he de ver como merece, honrado.
Cansado vendréis, duque, del camino.
En mi palacio estáis aposentado.
Andad con Dios, y descansad, que es tarde.
DUQUE:
Mil años, gran señor, el cielo os guarde.
Vanse el DUQUE y sus hijas.
Salen don MANRIQUE y
don GASTÓN, de peregrino y quédase
don GASTÓN a un lado
MANRIQUE:
(Bien sé que ha de costarme vida o seso (-Aparte-)
lo que hoy intento hacer por un amigo,
y que espantando al mundo mi suceso,
tiene de ser de mi valor testigo;
mas piérdase la vida, pues profeso
la amistad, cuyas leyes guardo y sigo,
que aunque la vida es mucho, estimo en poco
quedar por un amigo, muerto o loco.)
REY:
¿Qué es esto, don Manrique? ¿En Zaragoza
vos, y tan triste, la color perdida?
Cuando Armesinda vuestra dicha goza,
tan amada por vos y pretendida;
cuando aguardaba de la gente moza
la nobleza alegrar vuestra venida,
con señales de fiesta y de contento,
¿tan triste, vos? Decidme el fundamento.
MANRIQUE:
Dame los pies, gran señor,
y no te admire el suceso
de la novedad que ves
y tristeza con que vengo;
que una determinación
despachada en el consejo
de amistad y sentenciada
en mi daño y mi provecho,
me trae a tus pies confuso.
REY:
Levantáos, conde, del suelo,
y sin hablar por enigmas,
saciarnos, que estoy suspenso.
MANRIQUE:
Ya sabes, Rey poderoso,
lo que al conde de Fox debo
y la amistad que con él
tantos años ha profeso.
REY:
Ya sé que Francia y España
os celebra por ejemplo
de la amistad inviolable,
que en vos ha hallado su centro.
Si porque el de Fox está
sin estado y en destierro
por mi causa, don Manrique,
hacéis aquesos extremos,
ya yo, olvidados enojos,
por vuestra ocasión, le he vuelto
a mi gracia y amistad,
y que goce otra vez quiero
a Fox y a doña Violante,
a quien, cuando estuvo preso,
dicen que dio fe y palabra
de esposo...
MANRIQUE:
¡Pluguiera al cielo!
También sabes el amor
que a Armesinda bella tengo,
desde que vi su hermosura
en Narbona.
REY:
Sí; ¿a qué efecto
me hacéis tantas prevenciones,
pues ella y su padre mesmo
han venido a celebrar
vuestro alegre casamiento?
MANRIQUE:
Gran señor, mi amigo el conde
ha seis años que en deseos
a su hermosura dedica
el alma y los pensamientos.
Yo le prometí casarle
con ella, y en el torneo
maté al conde de Tolosa
causa de tantos sucesos.
Y aunque, cuando vi a Armesinda,
Amor encendió mi pecho
llamas que no han apagado
valor, ausencia, ni el tiempo,
ha resistido su furia
la amistad, a cuyo espejo
me miro para enmendar
en su cristal mis defectos.
Aquesto obligó mi amor
a padecer un infierno
de penas, sin esperanza
de alivio ni de remedio,
hasta que doña Violante,
por dar fin a sus deseos,
sospechas a mi amistad
y a don Gastón juntos celos,
me engañó con persuadirme
que el noble agradecimiento
del conde, libre por ella,
le obligó con juramento
a ser su esposa. Creílo;
y advirtiera, a ser discreto,
que la mujer y el engaño
caudal a la parte han puesto.
MANRIQUE:
Entré en Narbona de paz;
y quedando satisfecho
de que dejaba en su fuerza
la amistad que estimo y precio,
concerté mis desposorios
en ella, por ver que en ellos
mi padrino habías de ser.
Vino el duque, y quiso el cielo,
dilatando mi llegada,
que no bastasen enredos
a poner mi fama y honra
en manos del vulgo necio.
Encontré de peregrino
a don Gastón, que creyendo
lo que en mi agravio la fama
publicaba, y no advirtiendo
mis satisfacciones, viene,
si es licito, en son de preso
para que sus ojos vean
lo que por él hacer quiero.
Invicto rey de Aragón,
cartas de Castilla tengo
en que me perdona el rey,
y levantando el destierro
a los de mi noble sangre,
promete el volverme presto
mis tierras y patrimonio,
si olvidando enojos viejos,
con don Fernán Ruiz de Castro
amistad y parentesco
contraigo, dando a su hija
palabra de esposo y dueño.
MANRIQUE:
Esto está bien a mi honra,
a lo que a don Gastón debo,
a mis parientes y amigos,
aunque ideal a mi deseo.
Si el amor que me has mostrado
con tan magnífico pecho;
las leyes de la amistad
y el remedio de mis deudos
te obligan, ansí a tus plantas
se postren los viles cuellos
de sarracenos alarbes,
tu nombre reconociendo,
que a Aymerico persuadan
mi intercesión y tus ruegos
a que a don Gastón admita
por hijo, que con aquesto,
desengañando a Armesinda,
mostrará el mundo en mi ejemplo
cómo han de ser los amigos,
tan raros en este tiempo.
REY:
Conde, cuando el rey Alfonso
no me cumpliera el deseo
que de veros con quietud
ha tantos años que tengo;
el valor que habéis mostrado
y amistad digna de templos
y altares, donde eternice
la fama el renombre vuestro,
me obliga a hacer vuestro gusto.
Al rey de Castilla espero
aquí. Podéis aguardarle.
MANRIQUE:
Prospere tu vida el cielo.
REY:
¿Adónde está don Gastón?
GASTÓN:
A tus pies, señor, pidiendo
que en tu gracia me recibas.
REY:
Levantáos, conde, del suelo,
y alabáos de haber hallado
un amigo verdadero,
en la adversidad constante,
que es milagro en este tiempo.
Vamos, conde don Manrique,
y hallaréis al Duque viejo
y Armesinda.
MANRIQUE:
Gran señor,
tengo amor, y temor tengo
que he de perder el juicio
si el tesoro hermoso veo,
de quien siendo dueño propio,
ha de gozar otro dueño.
Lágrimas ablandan mucho,
y al vaso más firme y recio
que resistió golpes grandes,
suele romper un pequeño.
Pasarme quiero a Castilla,
que imagino que no es cuerdo,
siendo vidro la amistad
quien osa ponella a riesgo.
REY:
¿Pues no queréis aguardar
al Rey?
MANRIQUE:
Saldréle al encuentro;
y pediréle licencia
para volver a sus reinos.
Adiós, amigo del alma
GASTÓN:
Yo, don Manrique, me precio
también, como vos, de amigo,
y si el casamiento acepto
de Armesinda, aunque la adoro,
es más por veros resuelto
de casaros en Castilla,
que por cumplir mis deseos;
que de otra suerte, bien sabe
el amor grande que os tengo,
que a trueco de vuestro gusto
me será gloria el tormento.
MANRIQUE:
Conde, esposo de Armesinda
habéis de ser. Yo lo quiero,
y estáis obligado a darme
gusto en todo.
GASTÓN:
Yo lo acepto.
MANRIQUE:
Dadme, gran señor, licencia
REY:
A poner voy en efecto
lo que os tengo prometido,
y a publicar el extremo
de vuestra firme amistad,
porque sepa el siglo nuestro
cómo han de ser los amigos.
MANRIQUE:
Tus invictas plantas beso.
Vanse todos,
quedando don MANRIQUE solo
MANRIQUE:
Solos habemos quedado.
¿Qué habéis hecho, pensamiento?
¿Qué habéis hecho, amistad ciega?
Alma loca ¿qué habéis hecho?
Por dar la vida a un amigo,
¿es bien haberme a mi muerto?
¡Jesús! ¡qué extraña locura!
Sin Armesinda ¿qué espero?
¿Dónde he de ir, que el rey Alfonso
ni me perdona, ni el cielo
quiere que a mi estado torne?
Todo fue fingido enredo
por casar a don Gastón
con Armesinda. ¡Ay, tormento!
Acabadme de matar.
Necio he sido; sí. ¿No es necio
quien da el alma? A lo que obliga
un amigo verdadero
es a dar la hacienda, el gusto,
la libertad y el sosiego;
¿pero, el alma? aqueso no.
Si era el alma de este cuerpo,
Armesinda, ya la he dado.
Sin vida estoy; ¡bueno quedo!
Loco estoy sin Armesinda;
pero, no es mejor que el seso
pierda un hombre que la fama?
Claro está. Loco soy cuerdo.
Más vale que muera yo;
mas, ¡ay rigurosos cielos!
que vivo para morir
de amor, de rabia y de celos.
Sale TAMAYO
TAMAYO:
(¡Bravo lugar es aqueste! (-Aparte-)
Espantado de ver vengo
la soberbia de sus calles,
la riqueza de sus templos.
Mas mi señor está aquí.
¿Qué diablos tiene? Suspenso
se pasea, y suspirando,
la vista enclava en el suelo.)
¿Has merendado cazuela
para dar tantos paseos,
o hay moscones en la cola?
MANRIQUE:
Sin Armesinda, hay desvelos.
TAMAYO:
¡Oigan! Pasear y darle.
¿Qué es aquesto, qué tenemos?
MANRIQUE:
Por mi culpa, por mi culpa.
TAMAYO:
"Y por tanto, pido y ruego
a Dios y a Santa María,
a San Miguel y a San Pedro..."
MANRIQUE:
¿Qué dices?
TAMAYO:
La confesión,
por ayudarte.
MANRIQUE:
Confieso
que estoy loco.
TAMAYO:
Yo, también.
¡Ay, celemines! ¿Qué es esto?
Respondedme.
MANRIQUE:
¿Qué respuesta
te tiene de dar un muerto?
TAMAYO:
¿Tú estás muerto?
MANRIQUE:
Sí.
TAMAYO:
¿Y con habla?
MANRIQUE:
No hablo yo.
TAMAYO:
¿Pues?
MANRIQUE:
Mi tormento.
TAMAYO:
Ya filosofisticamos.
¡Trabajo tiene el celebro!
MANRIQUE:
Ven acá. Cuando da el alma
un hombre ¿no queda muerto?
TAMAYO:
Ansí lo dijo un albéitar,
tomando el pulso a un jumento.
MANRIQUE:
¿Un amante no da el alma
a su dama?
TAMAYO:
Ese argumento
traen siempre los boquirubios,
pero no los boquinegros;
porque, ¿cómo puede estar
sin alma un hombre?
MANRIQUE:
Eres necio
porque el alma de su dama
se pasa luego a su cuerpo
TAMAYO:
¿Pues es casa de alquiler?
MANRIQUE:
¡Oyete, loco!
TAMAYO:
Hable, cuerdo.
MANRIQUE:
Pues si el alma de Armesinda
vivía dentro en mi pecho,
y a don Gastón se la he dado,
muerto estoy.
TAMAYO:
El tema es bueno.
MANRIQUE:
Digo que no tengo vida.
TAMAYO:
Mas que no la tengas. ¡Quedo!
MANRIQUE:
Entiérrame.
TAMAYO:
Vuelve en tí,
por amor de Dios.
MANRIQUE:
¡Oh, ejemplo
de ingratos! ¿la sepultura
me niegas?
TAMAYO:
Yo no la niego,
sino reniego, señor.
¿Qué has comido? ¿Si los berros
de anoche te hicieron mal?
MANRIQUE:
Entiérrame.
TAMAYO:
Ya te entierro.
(Quiero seguille el humor.)
¿No te has de echar en el suelo?
MANRIQUE:
¿Qué más echado me quieres,
si a mal mis venturas echo?
TAMAYO:
El primer difunto en pie
eres que vio el siglo nuestro.
Ahora bien; ya entran en casa
tus parientes y tus deudos,
todos cubiertos de luto.
MANRIQUE:
Válgame Dios! ¡Que honre a un necio,
muerto por sola su culpa,
tanta multitud de cuerdos!
Mas sí; que la necedad
es la honrada en estos tiempos,
y muertos, todos son unos
los necios y los discretos.
TAMAYO:
Los niños de la doctrina
vienen. Ya entran acá dentro.
¡Oh, qué de sarna que traen!
MANRIQUE:
¿De la doctrina son éstos?
TAMAYO:
¿No lo ves?
MANRIQUE:
Por dar doctrina
a los amigos, me quedo
cual niño de la doctrina,
amigo Tamayo, huérfano.
TAMAYO:
Las Órdenes Mendicantes
vienen.
MANRIQUE:
No entren acá dentro.
TAMAYO:
Aguarden, Padres.
MANRIQUE:
¿Qué orden
tendrán ya mis desconciertos?
TAMAYO:
Aquesta es la Cofradía
de la Soledad.
MANRIQUE:
Discreto
fuiste en traerla, pues solo,
sin Armesinda, padezco.
TAMAYO:
Aquésta es de la Pasión.
MANRIQUE:
Será la de mis tormentos.
TAMAYO:
Estotra es de los Dolores.
MANRIQUE:
Terribles son los que siento.
TAMAYO:
La Caridad, que a los pobres
entierra.
MANRIQUE:
Bien lo merezco
que, por dar, pobre he quedado,
que me compares con ellos.
Mas oye, ¿no hay Cofradía
de la Amistad?
TAMAYO:
En el cielo;
que aquí hay muy pocos cofrades,
y ésos son al uso nuevo.
MANRIQUE:
¿Pues no soy cofrade yo?
TAMAYO:
Y aun mayordomo de necios,
pues, estando vivo, cumples
las mandas del testamento.
¡Ea! Si te has de enterrar,
y estás difunto, no hablemos.
Los pobres son de las hachas.
MANRIQUE:
¿Cuáles son los pobres?
TAMAYO:
Salíos al zaguán, hermanos.
¡Ea! salid; acabemos;
que es muy estrecha esta sala,
y no huele bien el cuerpo.
Los clérigos vienen ya
de la parroquia. ¿daremos
las velas?
MANRIQUE:
Bien puedes darles
las velas de mis desvelos.
TAMAYO:
Tome cada cual la suya,
desde el cura hasta el perrero
No toméis dos, monacillo.
¿Escondéislas? Ya lo veo.
¡Ea! que el responso cantan.
¿Quieres que sea el Memento,
o el Peccatem me quotidie,
responso de majaderos?
MANRIQUE:
Si el Memento es acordarse,
y peno cuando me acuerdo
la hermosura que perdí,
canta olvidos, que eso quiero.
TAMAYO:
¡Va! Canta
"Peccatem me quotidie."
¿Quién me ha metido en aquesto?
Pero, ¿qué tengo de hacer?
MANRIQUE:
Canta.
TAMAYO:
Ya va. "Quia in inferno..."
Tamayo, ¿tú sacristán?
MANRIQUE:
¿No cantan?
TAMAYO:
"Nulla est redemptio."
MANRIQUE:
Tienes razón, que no tienen
ya mis desdichas remedio.
¡Ay, Armesinda del alma!,
¿qué he de hacer sin ti?
TAMAYO:
¡Silencio!
¡Que no ha de hablar un difunto!
¡Cuerpo de Dios, vaya el cuerpo!
Ya doblan en la parroquia.
¿No escuchas el son funesto?
Oye, "din, dan, din, don, dron."
MANRIQUE:
Todo eso puede el dinero.
TAMAYO:
Ya cantan la letanía.
"Sancte Petre, ora pro eo;
kyrie eleison; Christi eleison;
kyrie eleison."
MANRIQUE:
¡Ay, confusos devaneos!,
dejadme ir a morir, pues que ya dejo
de mi firme amistad al mundo ejemplo.
Vase don MANRIQUE
TAMAYO:
Él se ha ido, y me ha dejado
con el gasto del entierro.
Voy a buscarle. ¡Ay, Amor!
Hijo, al fin, de un dios herrero,
todo lo yerras, como él.
Ir tras de don Manrique quiero,
y dar cuenta a don Gastón
del peligro en que le ha puesto.
El que quisiere enterrarse,
yo soy el sepolturero.
Vengan, que chico con grande,
enterraré a real y medio.
Vase TAMAYO.
Salen el REY de Aragón
y el DUQUE
REY:
Duque, aquesto os importa, y yo os lo ruego.
El condado de Fox casi confina
con el ducado vuestro de Narbona.
No hay quien en Francia aventajaros pueda,
si de estos dos estados hacéis uno.
Cumpliendo aquesto, quedaré obligado,
contento el conde, y vos, rico y honrado.
DUQUE:
Señor, si don Manrique vuelve a España,
y por casarse en ella el rey le vuelve
a su primer estado, no me espanto,
que aquesto y la amistad que debe al conde
le obligue a que el amor suyo reprima
por el valor, que como noble estima.
Engañóme Violante, y no me espanto,
amando al conde, porque don Manrique
quitase los estorbos a sus celos,
que me hiciese entender haberle dado
palabra don Gastón de ser su esposo;
que Amor, con ser rapaz, es cauteloso.
Yo le acepto por hijo, que a Armesinda
y a mí nos está bien; pues cuando el conde
no fuera tan ilustre, cuerdo y rico,
basta venir señor, por orden vuestra.
REY:
De vuestra discreción dais, duque, muestra.
Llamen a don Gastón.
DUQUE:
Sólo recelo
la pena y resistencia de Armesinda,
porque después que estos sucesos sabe,
hace extremos de loca.
REY:
Es obediente,
y forzarála el ver que yo intercedo
por el de Fox y que quedo obligado.
Sale don GASTÓN, de galán,
y un CRIADO después
GASTÓN:
Dame, señor, aquesos pies.
REY:
Los brazos dad,
conde, al duque, de quien ya sois yerno.
GASTÓN:
¡Vivas, famoso rey, un siglo eterno;
y vos, duque y señor, con la corona
de Francia honréis la vuestra de Narbona.
DUQUE:
Por lo bien que os está, lo deseara,
pues siendo mi heredero de importancia
os fuera agora el verme rey de Francia.
CRIADO:
El rey Alfonso, octavo de Castilla,
encubierto ha venido a Zaragoza,
y ya a las puertas de palacio llega.
REY:
¡Válgame el cielo! a recibirle vamos.
Duque, venid. Conde, venid, pariente.
DUQUE:
Ya te seguimos.
GASTÓN:
Cierta es ya mi gloria,
pues ha salido mor con la victoria.
Vanse todos.
Salen doña VIOLANTE
y doña ARMESINDA
ARMESINDA:
Violante, mi muerte es cierta.
¡Ay, español enemigo!
¡Sola la ley de un amigo
es bien que tu amor divierta!
A poder cerrar la puerta
mi amorosa voluntad
a tu injusta liviandad,
dejarte fuera mejor,
pues no ama el que su amor
no antepone a su amistad.
Ordena Naturaleza
que de su patria se aleje
el hombre, y sus padres deje
por la conyugal belleza;
¿y oblígate tu nobleza
por un amigo a quebrar
aquesta ley? Por amar
bien pudieras ser traidor,
que los yerros por amor
dignos son de perdonar.
¿Qué he de hacer, Violante mía?
VIOLANTE:
Dar consuelo a mis cuidados,
si pueden dos desdichados
hacerse así compañía.
El rey te casa este día
con don Gastón, y los cielos,
para darme más desvelos.
mi industria desbaratada,
te dan muerte, mal casada,
y a mí, de amor y de celos.
¿Que has de ser de don Gastón?
¿Que tu gusto has de rendir,
a mi pesar?
ARMESINDA:
Por morir
he de admitir su afición.
Mi padre y el de Aragón
lo mandan. Soy desdichada,
y ansí la muerte me agrada,
aunque sea de esta suerte,
que no hay tan áspera muerte
como vivir mal casada.
Sale ROSELA
ROSELA:
Los reyes, señora, vienen
de Castilla y Aragón,
con el Duque y don Gastón.
ARMESINDA:
Ya mis obsequias previenen.
VIOLANTE:
¡Qué mala salida tienen
mis deseos, y la hazaña
que mi amorosa maraña
intentó!
ARMESINDA:
¡Ay, fiero Manrique!
mi agravio España publique,
porque te aborrezca España.
Salen el rey de CASTILLA, el REY de Aragón,
don GASTÓN, el DUQUE y acompañamiento
CASTILLA:
Por esto vine encubierto.
REY:
Prudencia notable ha sido,
pues a no venir ansí,
aunque nos prestara Egipto
sus pirámides famosas;
grana y mármol, Paro y Tiro;
Grecia sus arcos triunfales,
y Roma sus obeliscos,
cualquiera recibimiento,
por más suntüoso y rico,
fuera de poco valor
para el que hemos conocido
en vuestra alteza.
CASTILLA:
Ya sé
que me ha de dejar vencido
vuestra alteza en cortesía
como en todo. Yo he venido
a ver aquesta ciudad,
cuyos nobles edificios,
hermosura de sus calles,
riqueza de sus vecinos,
valor de sus caballeros,
claro cielo y bello sitio,
se aventaja al nombre y fama
que sus grandezas ha escrito.
La capilla he visitado,
y en ella el Pilar divino
que a la cristiandad de España
dió milagroso principio.
¡Gran reliquia
DUQUE:
¡Milagrosa!
CASTILLA:
Yo os confieso que la envidio,
y que a gozarla en Castilla
viviera alegre, Aymerico.
VIOLANTE:
Denos los pies vuestra alteza,
DUQUE:
Mis hijas son, rey invicto,
y tus esclavas.
CASTILLA:
Mejor
diréis ángeles divinos.
Alzad, señoras, del suelo,
que yo por cielo le estimo,
pues con tal belleza quedan
hechos sus Campos Elíseos.
¿De cuál de estas dos bellezas
ha de ser el de Fox digno
de llamarse esposo y dueño,
porque he de ser yo el padrino?
GASTÓN:
Beso tus pies. Mi ventura
y la lealtad de un amigo,
tu vasallo, que a ser Dário,
vieras, señor, un Zopiro,
premia mi amor con hacerme
merecedor del sol mismo,
que a los ojos de Armesinda
dio sus rayos cristalinos.
VIOLANTE:
(¡Ay de mi, que tal escucho!) (-Aparte-)
REY:
Vuestra alteza ha merecido
el vasallo más leal
que vio el mundo a su servicio.
CASTILLA:
¿Cómo?
REY:
¿No ha alzado el destierro
y estados restituído
a don Manrique de Lara,
como a los bandos antiguos
de los Manriques y Castros?
Ponga fin, y siendo amigos,
se case con una hija
del conde de Castro.
CASTILLA:
Digo,
que aunque siempre he deseado
ese suceso infinito,
que nunca intenté tal cosa,
aunque por ese camino
me holgara ver el valor
de los Laras reducido
a su hacienda, patria y honra.
GASTÓN:
Todo esto, señor, ha sido
mayor lealtad y firmeza
de la fe de un firme amigo
y al fin, Manrique de Lara. Sale TAMAYO
TAMAYO:
Lleve el diablo los amores;
porque por sus desvaríos
ha de andar de ceca en meca
la paciencia y el juicio.
GASTÓN:
¿Qué es esto, Tamayo? ¡Quedo!
TAMAYO:
¿Qué quedo? ¡Cuerpo de Cristo!
GASTÓN:
Que está aquí el rey de Castilla.
TAMAYO:
Aunque esté aquí Valdovinos.
¡Bueno has parado a mi amo!
GASTÓN:
¿Cómo?
TAMAYO:
Los cascos vacíos,
busca quien vaya alquilarlos.
Con tanto extremo ha sentido
el renunciarte a Armesinda,
que, loco y desvanecido,
ha dado en decir que está
medio muerto y medio vivo.
Hame mandado enterralle;
y--¡a fe de quien soy!-- que ha habido
que ver en la pompa y honra
de su funeral oficio.
Si te contara los gastos
de lutos, hachas y cirios,
fuera una gran tiramira.
Algo ha vuelto en su sentido,
y a mi persuasión está
sosegado, aunque en suspiros
se le va el alma a pedazos.
Tú, señor, la causa has sido.
ARMESINDA:
(¡Ay; cielos!, si eso es verdad, (-Aparte-)
celebren los ojos míos
las desdichas de los dos.)
CASTILLA:
Notable valor de amigo.
GASTÓN:
Yo también tengo de serlo,
y con la hazaña que él hizo,
aunque la vida me cueste,
he de vencerme a mí mismo
Famosos y invictos reyes,
ilustre duque Aymerico,
goce mi amigo a Armesinda,
y sepa el presente siglo
que dura en él la amistad
que ensalzaron los antiguos
de un Pílades y un Orestes,
de un Teseo y un Perísteo.
Eneas soy y de este Achates,
de este Eurialo soy Niso,
y Picias de este Damón.
Con vuestra licencia pido
la mano a doña Violante,
por quien estoy libre y vivo,
que ansí su amor satisfago
y doy la vida a un amigo.
REY:
Mostráis,, don Gastón famoso,
que los quilates subidos
del oro de la nobleza
vuestra sangre ha ennoblecido.
Yo ruego al duque que os dé
a doña Violante.
DUQUE:
He sido
venturoso, gran Señor,
en cobrar tan nobles hijos.
CASTILLA:
Traigan aquí a don Manrique,
que quien es tan buen amigo,
también será buen vasallo.
Aquí el cielo me ha traído
para que, alzado el destierro,
y vuelto a su estado, rico,
de su valor y lealtad hoy
Yo propio sea testigo.
Padrino suyo he de ser.
VIOLANTE:
Mi esperanza se ha cumplido.
ARMESINDA:
Loca de contento quedo.
Dejad el pesar, sentidos.
Pedid albricias al alma. Sale don MANRIQUE
MANRIQUE:
Dame los pies, rey invicto,
que con tu presencia espero
cobrar el seso perdido,
pues el contento de verte
refrena mis desvaríos,
y no es poco refrenallos
mirando aquí lo que miro.
TAMAYO:
¿Acabóse el mal de madre?
¿Hemos de enterrarte vivo,
o podemos ya decir,
"vuelve a casa, pan perdido?"
CASTILLA:
Alzaos, conde, de la tierra,
que por mis ojos he visto
la nobleza y el valor
de vuestras hazañas digno.
No es bien que Castilla pierda
la presencia de tal hijo,
sus reyes tan gran vasallo,
sus grandes tan gran amigo.
Cuantos estados tuvieron
vuestros padres, esos mismos
os restituyo, volviéndoos
a mi amor.
TAMAYO:
¡Manrique, vitor!
MANRIQUE:
Prospere tu vida el cielo.
GASTÓN:
Don Manrique porque envidio
el nombre que aquesta hazaña
os ha dado hoy, he querido
dar también claras señales
de que, como vos, he sido
amigo fiel y leal.
Gozad años infinitos
la belleza de Armesinda,
que la mano y alma, rindo
a doña Violante hermosa.
DUQUE:
Ya es el conde su marido.
Dad a Armesinda la mano.
MANRIQUE:
Si de pesar el jüicio
perdí, ¿cómo no le pierdo
de contento y regocijo?
sol de Francia, perdonad
si es que juzgáis por delito
el anteponer a amor
la lealtad de un fiel amigo,
y dadme esa blanca mano.
ARMESINDA:
Siempre el pasado peligro
en el contento presente
se olvida, conde. Yo he sido
en los fines venturosa,
si infeliz en los principios,
y vos, mi señor y dueño.
CASTILLA:
Porque las guerras que ha habido
entre Aragón y Castilla
tanto ha, sobre el señorío
de Molina de Aragón
se acaben, yo determino
dar el derecho que tengo
en aqueste estado rico
a don Manrique de Lara.
REY:
Yo también le doy el mío.
TAMAYO:
Nuestra es Molina. ¡Pardiós!
Que en ella labro un molino.
MANRIQUE:
Con callar pago mejor
tantas mercedes.
CASTILLA:
Venido
he a Aragón por el socorro
que contra el alarbe pido
a vuestra alteza, y quisiera
irme luego.
REY:
Apercibidos
tengo veinte mil soldados,
y el de Navarra he sabido
que acudirá con diez mil
brevemente.
CASTILLA:
Pues yo elijo
por alférez general
de aquesta guerra a Aymerico,
que de su larga experiencia
felices sucesos fío.
DUQUE:
Beso tus pies, gran señor.
CASTILLA:
Los dos seremos padrinos.
Vuestra alteza, de Armesinda,
y yo, de Violante.
REY:
Digo,
que soy contento.
TAMAYO:
Y Tamayo
se queda en perpetuo olvido,
sin darle una sed de agua...
mal dije--una sed de vino.
MANRIQUE:
Pide lo que tú quisieres.
TAMAYO:
Pues si lo que quiero pido,
es por mujer a Rosela,
y ser tu caballerizo.
MANRIQUE:
Lo postrero yo lo acepto.
ROSELA:
Yo lo segundo, suplico.
ARMESINDA:
Alto, pues.
TAMAYO:
Caballeriza
eres. Tu gusto he cumplido.
REY:
Venid, condes valerosos,
que dejáis ejemplos vivos,
en que los hombres aprendan
cómo han de ser los amigos.