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Canciones Surianas/Al crayón

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Canciones Surianas
de Juan Bautista Delgado
Al crayón
AL CRAYON.


A José M. Ochoa.


I
PRIMAVERA.


El cielo azul, el aire embalsamado
con el olor sutil de nuevas flores,
y quebrándose en prismas de colores
la onda turgente que fecunda el prado.

La golondrina vuela en el sembrado,
nuncio de la estación de los amores,
y se allega á los pájaros cantores
que anidan en los huecos del tejado.

Esplende el horizonte y se abrillanta
bruñido por el Sol; aura ligera
desentume su ala y sopla y canta.

Y en tanto Amor, con risa halagadora,
llega al lecho feraz de la pradera
en que desnuda se recuesta Flora.

II
ESTIO.


A José P. Rivera.


¡Tibio el aire, la atmósfera pesada!
A lo lejos, mirad: por la colina,
vése cruzar la acuática gallina
en busca del raudal de la cañada.
 
En la sombría selva enmarañada
ni arrulla la torcaz ni el mirlo trina,
y el viento polvoroso arremolina
las hojas de la yerba calcinada.

Entona la cigarra canto ronco
entre el breñal; el campesino rudo
yace tendido sobre agreste tronco;

y echado al pie de corpulento roble,
que á los dardos del Sol sirve de escudo,
el buey abate la cabeza noble.

III
OTOÑO.


A Antonio de la Peña y Reyes.


Los soplos de los vientos otoñales
las espigas de oro balancean,
y ansiosos y voraces picotean
sus ya maduros granos, los zarzales.

Conviértense los prados en eriales,
las nubes se desgranan y gotean,
y cuajados de pomas, cabecean
en el umbroso huerto los frutales.

¡Oh pródiga estación, en que corona
Otoño con sus frutas sazonadas
la frente pensativa de Pomona!

¡Oh imagen de mis íntimas angustias,
caen mis ilusiones marchitadas
como miro caer tus hojas mustias!

IV
INVIERNO.


A Alberto Herrera.


La nevasca envolvió las formas yertas
de la Naturaleza adormecida,
y el Invierno con mano enflaquecida
de la blanca estación abre las puertas.

En las desnudas ramas de las huertas
el ave pliega el ala entumecida,
y circulan perfumes que dan vida
—¡almas errantes de las flores muertas!—
 
Así yace mi espíritu sombrío:
lo cubrieron de escarcha los dolores,
y se estremece ante el rigor del frío....

¡Y qué importa! Al soñar idos amores,
los recuerdos, cual ráfagas de Estío,
traenle efluvios de sus muertas flores.