Carta de 1 de julio de 1822 (de Próspero de Bofarull y Mascaró)
Mi estimada Esposa: La agitación en que nos hallamos, mi edad, y sobre todo la consideración de que su Divina Majestad puede llamarme á juicio á la hora menos pensada, me mueve á dejarte escrita esta carta que recibirás como el último testimonio del cariño que te he tenido y de lo satisfecho que he vivido del que tú me has profesado. - Lleno de debilidad y miseria, como todo hijo de Adán, no puede menos de imponerme respeto el fin de mi existencia y de afligirme sobremanera la idea de que te dejo sin medios suficientes para que puedas subsistir con decencia, dar una buena educación á nuestro Manuel y atender á los demás individuos de la familia y en particular á mi pobre hermano Juanito.....
No trato de violentar la voluntad é inclinación de nuestro Manuel, pero te aconsejo que, si no le repugna, le inclines á la carrera de las letras, es decir, que estudie las leyes hasta graduarse y recibirse de abogado, pues así aun cuando no quiera ó no tenga precisión de ejercer la facultad, estará siempre en más aptitud de seguir cualquiera otra carrera, ó de obtener un destino público, hará más relaciones con gentes que puedan favorecerle, si es honrado y entendido, y en fin tendrá siempre un recurso para subsistir, pues mientras habrá hombres habrá litigios, y hombres y litigios los hay en todos los pueblos. No obstante no ceses de inculcarle que sea abogado de buena fe y que no defienda nunca la injusticia, pues haciéndolo así, con menos saber tendrá más opinión, sacará de esto sus ventajas, y no se acarreará las maldiciones del cielo. Procura que sea buen cristiano, pero sin gazmoñería ni superstición: hazle concebir horror á la enemistad, un prudente desprecio de los intereses, y finalmente un deseo vehemente de hacer bien á todos sus semejantes, y sobre todo á aquellos que alguna vez le hayan ofendido. En materias religiosas, que no trate nunca de apurar lo que el Ser Supremo ha querido reservarse, y en las políticas que se ciña á obedecer la autoridad legítima, sea la que fuere, y que, si no vive contento con las leyes de su país, que fije su residencia en otro más análogo á sus ideas..... Nada más tengo que prevenirte por ahora, y sí sólo recomendarte de nuevo la buena y cristiana educación de nuestro Manuel, y que procuréis conservar aquella paz, unión, y fraternidad que ha reinado siempre en la familia; que me perdones las faltas en que he incurrido durante nuestra dichosa unión, y finalmente que no te acuerdes de mí más que para rogar á Dios por el descanso de mi alma, no olvidándote nunca de que me casé contigo para salvar la tuya y de que juntos gozaremos algún día la bienaventuranza eterna que desea con el mayor fervor tu esposo y amigo hasta la muerte. — Próspero.